En Medios calientes. Las imágenes en la era del calor, la artista y ensayista alemana Hito Steyerl examina el impacto de la inteligencia artificial, el blockchain y la automatización en el paisaje político del presente. Desde las protestas globales de la última década hasta la producción automatizada por IA, Steyerl analiza cómo las imágenes digitales profundizan las desigualdades de un sistema que mezcla extractivismo, vigilancia y catástrofe ambiental. Presentamos un extracto del capítulo 3 del libro —recién publicado por Caja Negra Editora—, titulado “Medios calientes: La economía política de la entropía”.
Por Hito Steyerl | Foto principal: Timur Matahari/AFP
Era implacablemente eficaz. Dispersaba a
multitudes y podía convertir una “protesta en una
turba vociferante”.
Jen Kirby1
En la última década, nubes de gas lacrimógeno viajaron por las ciudades, desde la plaza Tahrir hasta Hong Kong. Multitudes se dispersaron y quedaron reducidas a individuos que jadeaban por una bocanada de aire. También se propagaron imágenes y sonidos a través de plataformas en la nube y en las redes sociales, lo cual desencadenó más protestas. Dondequiera que circularan, parecían provocar más acción y a menudo generaban intensidad y contagio. Olas de enardecida actividad se extendieron por los territorios y con frecuencia dieron lugar a una nueva mezcla de imágenes contrapuestas de violencia y opresión.
Sin embargo, las imágenes de protesta tienen ahora una función adicional: servir como material de entrenamiento para que los llamados generadores de prompts de IA creen imágenes y videos. Repositorios como LAION 5B se convierten en archivos incidentales de imágenes de protesta y forman grandes bases de datos en las que se recopilan pares de texto/imagen que luego entrenan “modelos generativos” como Stable Diffusion. Así, las imágenes de protesta se vuelven materia prima para la generación de nuevas imágenes.
¿Cómo se ve una protesta típica? Le pedí a un generador que creara una imagen utilizando solo la palabra “protesta” en su configuración estándar. El resultado es la Figura 3.1.

En lugar de manifestantes, se ve una figura que parece ser la de un policía mirando hacia un grupo borroso de otras figuras, todos frente a una gran pantalla ubicada al fondo y en alto. ¿Es gas lacrimógeno lo que difumina la imagen que se proyecta en la pantalla? ¿O es solo un atajo visual para minimizar el tiempo de renderización y el detalle? ¿Y por qué un policía? ¿Es siquiera un policía? ¿Es un uniforme militar? ¿Es del ejército? ¿Y qué hay del clon policial en espejo cortado en el margen derecho del cuadro?
Existe aquí una enorme diferencia con respecto a representaciones icónicas de la protesta como la película Medium Cool de Haskell Wexler. El famoso film de Wexler se rodó en parte durante los disturbios en la Convención Nacional Demócrata de 1968 en Chicago y pone de relieve el acto mismo de crear imágenes. El protagonista es un cínico camarógrafo de televisión que intenta capturar el mayor número posible de imágenes violentas o impactantes. Medium Cool se centra en la infraestructura de las imágenes, su mercado y las subjetividades que estas crean. En el título de la película resuena la idea del filósofo Marshall McLuhan de la televisión como un medio “frío”. Los medios “fríos” son de “baja definición” porque están más comprimidos y exigen menos “compleción” por parte de los espectadores. McLuhan sostiene que, por el contrario, los medios “calientes” –como la prensa, la fotografía, la radio y el cine– son ricos en datos sensoriales y, entonces, más inmersivos.
En la última década, tanto los medios supuestamente “calientes” como los “fríos” se transformaron en fenómenos más infecciosos y móviles. Aunque siguiesen siendo afectivos y en su mayoría efímeros, podían tener tan baja resolución o comprimirse tanto como los memes. Fue precisamente esta compresión lo que facilitó su circulación y, potencialmente, sus efectos.
En la última década, tanto los medios supuestamente “calientes” como los “fríos” se transformaron en fenómenos más infecciosos y móviles. Aunque siguiesen siendo afectivos y en su mayoría efímeros, podían tener tan baja resolución o comprimirse tanto como los memes. Fue precisamente esta compresión lo que facilitó su circulación y, potencialmente, sus efectos.
Si ardemos
En los años transcurridos desde la Primavera Árabe de 2010, se han discutido acaloradamente los efectos de la diseminación de imágenes de protesta a través de las redes sociales. Las corporaciones de estas plataformas rápidamente aprovecharon la oportunidad para presentarse como catalizadoras de la serie de levantamientos y revueltas que se produjeron en muchos países durante la década de 2010. Pero el legado de este período es ambiguo.
En su libro Si ardemos, el corresponsal en el extranjero Vincent Bevins analiza la década de protestas masivas en Brasil, Turquía, Hong Kong, Egipto, Siria y Túnez de 2010 en adelante y concluye que muchos de estos escenarios derivaron en situaciones todavía más cargadas de autoritarismo2. Las protestas se extendieron velozmente, por ejemplo, tras la autoinmolación del vendedor ambulante Mohamed Bouazizi en Túnez a finales de 2010. En muchos lugares, sin embargo, sobrevino una reacción masiva, si no varias, como la consolidación del régimen religioso-autoritario de Recep Tayyip Erdogan tras las protestas de 2013 en el parque Gezi en Turquía y las posteriores campañas contra los disidentes y la guerra abierta contra las minorías kurdas.
Según Bevins, en el ambiguo desenlace de la década de protestas de 2010 influyeron diversos factores. Uno de ellos fue la negativa de los movimientos a reclamar representación política, a crear plataformas o a plantear demandas compartidas. En muchos casos, no había un plan más allá de producir una revuelta. Se suponía que de allí en más las cosas evolucionarían por sí solas. Y así solía suceder, aunque no como se esperaba. Esta forma de revuelta dispersa y populista fue rápidamente adoptada por las fuerzas reaccionarias, que en última instancia fueron más exitosas.
El historiador de las ideas Anton Jäger caracteriza esta agitada situación como “una forma de politización sin consecuencias políticas claras” que él denomina “hiperpolítica”:
La pospolítica llegó a su fin en la década de 2010. La esfera pública se ha repolitizado y reencantado, pero en términos más individualistas y cortoplacistas, que evocan la fluidez y lo efímero del mundo online. Esta es una forma de política persistentemente “baja”: de bajo costo, bajo acceso, baja duración y, muy a menudo, bajo valor. Se distingue tanto de la pospolítica de los noventa, en la que lo público y lo privado estaban radicalmente separados, como de la política de masas tradicional del siglo XX. Lo que nos queda es una sonrisa sin gato:3 una política sin influencia en las políticas ni vínculos institucionales.4
Por otra parte, el rechazo de los “horizontalistas” al compromiso con la representación política tuvo una consecuencia paradójica: se complementó con una gran presión por aumentar la representación simbólica de los grupos marginados en los medios y la cultura. Cuanto más se rechazaba la representación política, más importancia se concedía a la representación cultural, lo cual contribuyó a una mezcla de reclamos (a menudo contrapuestos) de atención y reconocimiento y a una marginación de la solidaridad en favor de la identidad. El foco se desplazó al lenguaje y las imágenes o, en términos clásicos, a la superestructura; la base de su producción se dio por sentada. Los medios digitales y, en particular, las redes sociales, han contribuido más bien a estabilizar los regímenes y tendencias autoritarios durante este período (y no al revés). También han contribuido en gran medida a hechos como la persecución militar contra los rohinyás en Myanmar a partir de 2016, o el asalto al Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero de 2021. Su efecto sobre los movimientos progresistas fue igual de ambivalente. Más de una década de protestas alimentadas por las redes sociales condujo a una serie de estallidos volátiles, no sincronizados y de alta intensidad con objetivos muy divergentes y resultados dispares. “Si bien internet redujo radicalmente los costos de la expresión política”, señala Jäger, “también ha pulverizado el terreno de la política radical, desdibujado las fronteras entre partido y sociedad y generado un caos de actores virtuales”.5

Sin embargo, visto desde la perspectiva de la infraestructura y la producción digitales, la mezcla de protestas en todo el mundo parece sorprendentemente simple. Hasta ahora, la mayor parte de las comunicaciones digitales de los movimientos de protesta (y más allá) sigue estando estrictamente administrada por unas pocas plataformas corporativas dentro de diferentes bloques geopolíticos. En la década transcurrida desde la Primavera Árabe de 2010, esto condujo primero a la creación de cámaras de eco y polarización en plataformas como Facebook y luego a que comunidades cerradas más pequeñas, en espacios como Discord y Telegram, creasen grupos de afinidad fragmentados y cada vez más insulares, que se refugian en el llamado “bosque oscuro”.6 En la era de TikTok, esta atomización se ha profundizado aún más, quizás hasta completar su ciclo. TikTok marca el inicio de una versión actualizada de la televisión, el “medio frío” de McLuhan, con su estilo de comunicación vertical y unidireccional y su modo aislante de dirigirse al público. Fuera de la esfera mediática occidental, muchos otros monopolios digitales crean sus propias áreas de influencia cerradas.
No solo los medios “calientes” han cambiado desde la confusa (y bastante azarosa) clasificación de McLuhan, sino también los medios “fríos”. Además, con la llegada de los generadores estadísticos de imágenes, la entropía entra en la producción de imágenes muy directamente. Hoy, se puede reformular la pregunta sobre el calor o el frío de manera sencilla: ¿a qué temperatura se renderizan las imágenes de protesta generadas?
En muchos de los llamados “modelos de IA” existe un número preciso para este valor, que indica el grado de aleatoriedad del output. ¿Qué tipo de calor liberan estos modelos y en qué sistema? Las imágenes generadas en el contexto del aprendizaje automático (AA) transforman partículas de ruido “calientes” y desordenadas en representaciones “frías” y más ordenadas. Utilizan el desorden del ruido como materia prima, lo “enfrían” en un proceso similar al del aire acondicionado y liberan más entropía en otras partes del sistema como efecto secundario. El medio frío se transforma en medios enfriados.7 Cuanto mayor detalle e inmersión, más computación se necesita y mayor calor literal se libera a la atmósfera. La generación de imágenes entra así en el ámbito de la termodinámica, de la información, las finanzas y la entropía, del calor y la energía, del calentamiento de los climas y los efectos meteorológicos no lineales. ¿Dónde está entonces, cabe preguntarse, el equivalente del camarógrafo de Haskell Wexler, ese que con calma registra el caos entre nubes de gas lacrimógeno? ¿Dónde están los trabajadores de la imagen de este tiempo, los que vengan a poner en primer plano la base de la creación de imágenes y el trabajo y los recursos involucrados? Pues bien, están presentes, pero de una manera imprevista.
- Jen Kirby, “The Disturbing History of How Tear Gas Became the Weapon of Choice against Protestors”, Vox, 3 de junio de 2020. ↩︎
- Vincent Bevins, Si ardemos. La década de las protestas masivas y la revolución que no fue, Madrid, Capitán Swing, 2025. ↩︎
- Una sonrisa sin gato es el título con el que se conoce en español el film-ensayo francés de 1977 Le fond de l’air est rouge [El fondo del aire es rojo], dirigido por Chris Marker. La película se centra en la agitación política mundial de las décadas del sesenta y el setenta, incluyendo el ascenso de la Nueva Izquierda en Francia y el desarrollo de movimientos socialistas en América Latina. [N. del T.] ↩︎
- Anton Jäger, “Political Instincts?”, Sidecar, 19 de marzo de 2024, disponible en newleftreview.org. ↩︎
- Ibíd. ↩︎
- El concepto de “bosque oscuro de internet”, originalmente acuñado por el escritor chino Liu Cixin en su novela de ciencia ficción El problema de los tres cuerpos, es retomado hoy para hablar de internet y remitir a la idea de que los usuarios tienden a abandonar la grandes plataformas para interactuar desde entornos más reducidos donde resulta más sencillo comprobar la autenticidad de los contenidos y la identidad de los otros sujetos online. [N. del T.] ↩︎
- Ver Nicole Starosielski, Media Hot and Cold, op. cit. ↩︎
