“Escribir una Nueva Constitución es un acto poético y las artes ayudan a tener la altura de miras para hacerlo”

Es una de las protagonistas del enero cultural en nuestro país. Desde 1994, Carmen Romero es directora del festival de Teatro Santiago a Mil y desde 2004 preside la Fundación Teatro a Mil que realiza actividades durante el resto del año. La edición 2019 del evento estuvo, sin duda, marcada por la revuelta social y las obras presentadas estuvieron acordes a los temas que hoy preocupan a la ciudadanía. Entre ellas estuvo Ka kiñe Ka kiñe, teatro realizado por una compañía Mapuche, la reposición, tras 16 años, de Mano de obra, escrita por Diamela Eltit; Dragón de Guillermo Calderón, sobre el rol del arte en la política; La ciudad de la fruta que retrata las consecuencias sociales y psicológicas del abuso y un ciclo dedicado a La Patogallina, una de las compañías de teatro callejero fundamentales de nuestro país. En esta entrevista la gestora cultural habla sobre el rol del teatro y la cultura en el actual clima social y de cara al proceso constituyente.

Por Jennifer Abate

– ¿Cómo afectó el estallido social la organización y visión del festival de este año?

Hubo que hacer muchos cambios de horarios, y algunas compañías internacionales que tuvimos que bajar, por ejemplo algunas que se presentaban en el GAM, al lado de la zona centro. También hicimos un cambio poniendo más funciones en comunas donde vamos de forma gratuita, entonces como que dimos un poco esa vuelta. No dejamos las calles, porque las calles fueron nuestras desde hace 27 años, cuando las tomamos en democracia para hacer teatro y eso no se tocó pero sí los horarios, los horarios cambiaron.

-Santiago a Mil es una experiencia consolidada en nuestro país y no necesita tanta promoción como otros espacios e iniciativas culturales. ¿Cómo has visto a los distintos gestores culturales, artistas en términos de visibilidad?

Nosotros hacemos un trabajo de comunicaciones importantes, no es cierto que tengamos una visibilidad porque en el reino de los ciegos el tuerto es el rey. Si tú miras en el concierto de lo que hay en los medios de comunicación, lo que se dedica a las artes es ínfimo e inmerecido. La cantidad de teatro que se hace en Chile no tiene relación con la cantidad de periodistas especializados, programas especializados en radio, TV que no existe y en medios, entonces es un panorama  muy desolador. Es un desafío para los medios de comunicación, no es nuestra responsabilidad, sino de los medios de comunicación el transmitir más cultura.

La gestora cultural y directora ejecutiva de Santiago a Mil, Carmen Romero. Crédito de foto: Fitam.

-Considerando que se suspendieron iniciativas internacionales gigantescas ¿nunca fue una opción no hacer el festival?

Al contrario fue más potente todavía porque teníamos un proyecto de desarrollo regional, entonces comenzamos a llamar a las comunas para ver cómo estaban y estaban mal de nuevo, entonces fuimos con teatro la primera semana y después cuando se levantó el Estado de Emergencia nos fuimos a la PAC, Puente Alto, Til Til y no paramos nunca lo vimos como un preámbulo del Santiago a Mil. Entonces estuvimos siempre trabajando y pudimos palpar como siempre esa necesidad de la gente de sentarse a conversar, todas las funciones terminaban con conversaciones que ya ni siquiera eran producidas sino que naturales, la gente quería estar en diálogo con los artistas e hicimos una conversaciones como cabildos abiertos con artistas. Fue súper importante nuestro corazón de estar en los lugares donde se necesitaba, no solo en Plaza Dignidad o Plaza Ñuñoa, si no que en los lugares de la gente para escuchar qué pasaba, para estar y trabajar con ellos. Yo creo que el teatro es un canalizador tremendo en estos momentos de provocar nuevos diálogos, las artes en general te ponen en una sintonía distinta.

-El estallido social del 18 de octubre se cruzó además con la discusión del presupuesto de cultura para el 2020 que el gobierno intentó rebajar por segundo año consecutivo, y que finalmente se logró que no se rebajara el 20% que estaba anunciado ¿Qué reflexión te genera este proceso?

Creo que la unión hace la fuerza y lo que nos pasó es que éramos instituciones muy distintas trabajando por las artes, requerimos apoyo del estado porque somos instituciones sin fines de lucro, somos instituciones colaboradoras de lo que el Estado no puede hacer solo. O sea Santiago a Mil lo hace una organización de la sociedad civil y sería maravilloso que este gobierno hiciera uno, pero no se hizo en 27 años. Esperemos que no exista un tercer rebaje, creo que es importante que se escuche lo que estamos planteando: que no podemos disminuir los fondos y que ninguna de las instituciones puede estar sometida a fondos concursables aunque sean por tres años.

-¿Cuál es el principal problema de los fondos concursables?

Que son inestables, es dejar a las artes y la cultura a merced del mercado neoliberal y eso no es posible porque ninguno de nosotros tiene fines de lucro. Entonces la pregunta que hace un empresario si no tiene fines de lucro para ¿Qué lo hacen? Hay muchas iniciativas que llevan años desarrollándose y que requerirían estar en una glosa presupuestaria. El Ministerio de las Artes, la Cultura y el Patrimonio tiene un presupuesto que es un 0.34% del presupuesto de la nación, lo que es ínfimo. Eso te dice que efectivamente no es prioritario, que es accesorio, pero lo cierto es que cuando un país que está invirtiendo en el desarrollo humano estamos en un problema futuro muy grande.

– Y según tu experiencia internacional ¿Puedes hacer una comparación entre Chile y lo que has visto en otros lugares, respecto a políticas culturales estatales, presupuestos, etc? ¿En qué posición estamos?

Nosotros estamos recién empezando con el ministerio y el presupuesto todavía es ínfimo, estamos al lado de Uruguay y Argentina, pero al mismo tiempo estamos lejos. Por otra lado en todas partes del mundo hay crisis y se descuenta el presupuesto de Cultura y en algunos lugares como Brasil cerraron el ministerio. El tema es que en esos países igual hay estructuras que están históricamente trabajando por las artes y la cultura. Sao Paulo no se piensa sin museos y teatro ni tampoco Buenos Aires o Montevideo, en ese sentido nosotros estamos muy por debajo de lo que se ha realizado en todas partes del mundo en cuanto a la infraestructura cultural. 

Los fondos concursables dejan a las artes y la cultura a merced del mercado neoliberal y eso no es posible porque ninguno de nosotros tiene fines de lucro. Hay muchas iniciativas que llevan años desarrollándose y que requerirían estar en una glosa presupuestaria»-

-¿Por qué crees que estos países tienen más inversión en infraestructura cultural siendo que tenemos una historia parecida?

No quiero parecer injusta porque lo que se creó hace algunos años cuando se pensó que cada 50 mil habitantes debería haber un centro cultural, es una política de Estado, el tema es que se dejan esos espacios a gestores culturales para que ellos solos consigan levantarlos y no hay una responsabilidad más allá de la gubernamental para el sostenimiento de esos lugares. Es un modelo pésimo que no funciona. Es una especie de neoliberalismo de las artes y la cultura, te entregan la casa vacía y tú, arréglatelas. Esto no funciona sobre todo en las comunas donde no hay capacidad muchas veces para pagar una entrada y los costos que significa una obra de excelencia. Hay que pensar cómo crecemos para que cada uno de esos centros culturales, cada uno de esos espacios tenga una subvención que les permita funcionar y de ahí buscar recursos para mejorar su gestión.

-Quizás el logro más visible del estallido social ha sido la apertura de un proceso constituyente ¿Cuáles son tus expectativas frente una Nueva Constitución y qué rol debería tener el mundo de la cultura para asegurar derechos culturales para nuestro país?

Vamos a seguir hablando de arte, de pueblos originarios e impulsando estos temas en la Constitución. Es un acto poético ponernos a escribir una Nueva Constitución desde una hoja en blanco, es alucinante e inspirador. Creo que las artes nos ayudan a tener la altura de miras que se requiere para escribirla, pensarla y desde las artes uno no podría pensar que una Constitución no incluya a los pueblos originarios, que no sea paritaria, son las cosas que la mayoría de la gente incluida el mundo del arte está pidiendo. Nuestra visión como fundación es que las artes sean fundamentales en la vida del país, de los y las ciudadanas y ahora es cuando y claro que nos interesa participar en todas las mesas, debates y  hacer todos las alianzas para poner que las artes en la discusión pública.

El jardín de los ángeles, de Bélgica, una de las obras callejeras gratuitas del Festival Santiago a Mil 2020.

Haber sido una de las fundadoras de Santiago a Mil y estar al mando hasta ahora te ha permitido ver la evolución de la cultura en Chile desde los años 90 ¿Cómo has visto estos 30 años  en el mundo del arte y la cultura? 

Cuando la democracia llega, nosotros pensábamos que de alguna manera se recuperaba la calle, la celebración, la fiesta, emergería todo lo que subterráneamente existía, había teatro, música, arte. Pero se nos dijo desde el día uno que primero había que reconstruir el país, ponerse de acuerdo y siempre había algo más urgente, hasta que se decidió crear el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes luego de muchos años y recién ahora tenemos un ministerio, ha sido como lento y aún falta demasiado. Que aún no se construya la sala grande del Centro Cultural Gabriela Mistral que ya lleva siete y ocho paralizada habla del lugar en el que estamos. Santiago no tiene espacio teatrales y culturales para acoger la gran demanda ciudadana. Se han creado teatros regionales buenísimos pero en el resto de Latinoamérica están mucho más avanzados. Creo que hemos esperado pacientemente, hemos colaborado, porque la Cultura siempre tiene que esperar porque hay otras cosas que urgen, la salud, la jubilación, pero esto que pedimos no es para los artistas, es para la gente, la ciudadanía. Claro que han habido avances, en dictadura no existía nada en comparación de lo que hay ahora.

Además de la infraestructura ¿Qué otras medidas crees son indispensable para avanzar hacia el desarrollo de la cultura y el arte en el país?

La descentralización es algo que se requiere, necesitamos aumentar los recursos urgentemente a un 1% y también darle voz a esos talentos, que están creciendo y naciendo, no dejar que los y las niñas pierdan la oportunidad de crecer con las artes al lado.

Este es un extracto de la entrevista realizada el 17 de enero de 2019 en el programa radial Palabra Pública, de Radio Universidad de Chile, 102.5.

Armando Uribe, el legado de un poeta lúcido y malhumorado

El abogado y Premio Nacional de Literatura 2004, falleció la madrugada del 23 de enero a los 86 años debido a una falla cardíaca. Desde hace más de una década que vivía recluido en su departamento de Parque Forestal, esperando la muerte y despotricando contra el devenir de Chile. Revista Palabra Pública le rinde un homenaje al incansable e irascible escritor de Odio lo que odio, rabio como rabio.
Por Denisse Espinoza

La muerte lo rondaba o quizás era él quien la rondaba a ella desde hace demasiado tiempo. Nacido en 1933, Armando Uribe Arce construyó desde sus inicios como escritor en los 50 una obra poética en torno al dolor, la persistencia de la desaparición y el asombro ante lo divino. En 2001 su esposa Cecilia Echeverría Eguiguren -con quien se casó en 1957 y tuvo 5 hijos- falleció, dejándolo desolado. Desde entonces, el poeta abandonó la vida pública y su llamada a la muerte se intensificó más que nunca. Se recluyó en su departamento en Parque Forestal y aceptaba cada vez menos entrevistas en persona. A quien lo visitaba le expresaba su frustración por esta vida tan larga que le había tocado. Se decía que hace años que pasaba la mayor parte del tiempo en cama, vestido de impecable traje -como lo hizo toda la vida-, probablemente alistándose para la llegada de su hora.

La noche del miércoles 22 de enero, finalmente Armando Uribe dejó este mundo debido a una falla cardíaca. Tenía 86 años y una enorme y única producción literaria que incluyó poemas y ensayos, los que hace sólo cuatro años fueron compilados en Antología errante (1954-2016) por Editorial Lumen, que también reeditó Memorias para Cecilia (original de 2002) y la continuación de ésta; Vida viuda (2018), donde contaba: “En 1998 se produjo, en nuestro departamento del Parque Forestal, la muerte de mi hijo Francisco y pasé, después del luto por la muerte de mi padre en 1970, al luto que he continuado hasta el presente y que pienso llevar hasta mi muerte”.

Uribe se formó como abogado en la Universidad de Chile, fue militante de la Izquierda Cristiana y también ejerció la diplomacia: fue ministro consejero del Ministerio de Relaciones Exteriores (1967), encabezó la delegación a la Asamblea Extraordinaria de Naciones Unidas en la que se aprobó el Tratado de No Proliferación Nuclear, tema en el que era especialista, entre 1968 y 1970 trabajó en la embajada chilena en Estados Unidos y el Gobierno de Salvador Allende lo nombró embajador en China. Tras el golpe de Estado de 1973, Uribe se exilió con su familia en Francia.  

En 1990 regresó con una mirada lúcida de lo que había pasado en el país y convencido de las brutales consecuencias que traería la pactada vuelta a la democracia. Con su pluma mordaz se convirtió en una especie de vigía de la conciencia nacional, disparando contra la hipocresía y criticando, siempre intolerante, las injusticias que hasta hoy campean en Chile. Reconocidas, en esos años, fueron sus cartas abiertas donde pone en tela de juicio a personajes públicos como Patricio Aylwin y Agustín Edwards, el dueño del Mercurio.

Su capacidad para indignarse ante el estado de las cosas tiene sus puntos álgidos en libros como Odio lo que odio, rabio como rabio de 1998 donde en el prólogo escribe : “Este libro es como si fuera póstumo. Es como si. Que en paz no descansemos. Son trozos de un espejo quebrado en más de mil partes. Quedaron unos ciento cincuenta hechas pedazos irregularísimos y montones de polvo cortante de vidrio molido. Demolición de un humano. (…) El libro dice No más y nada y nadie. Basta ya. La muerte gesticula. La poesía se arranca los cabellos a puñadas. La rabia levanta al cielo su garrote. El odio se come las uñas de raíz. El vino atora y se trapica”. 

Ese mismo año, cuando se intentó procesar a Augusto Pinochet en Londres, Uribe desplegó todo su conocimiento jurídico para evidenciar el despropósito que sería traerlo de vuelta a Chile. Junto al filósofo Miguel Vicuña escribió El accidente Pinochet, un libro en el que intenta explicar qué simboliza la figura del dictador como fenómeno psicológico y social en el Chile actual. «Esto no es el juicio final. Pero los enjuiciamientos indefinidos que penden sobre la cabeza física del señor Pinochet -y espiritualmente sobre todas las chilenas, no como espadas de Damocles sino cual piñata rellena de un regalo desagradable- tienen más pesadez que cualquiera inmediata decisión de los Lores», anotó Uribe.

“En Chile todos somos brutos/ pero hay los nobles brutos y los/ bestiales que cortan los hilos de sangre y producen el luto de las familias/ Hay las bestias torpes y tontas que se embisten como cornudos/ y desvisten a las doncellas que duermen la siesta”, escribió en Verso bruto de 2002.

Otros de sus libros imprescindibles son su ópera prima Transeúnte Pálido, Las críticas de Chile, Pound, Léautaud y Te amo y te odio. Mientras que  de sus escritos jurídicos e históricos destaca El libro negro de la intervención norteamericana en Chile (1974), publicado originalmente durante su exilio en Francia y que estuvo durante años prohibido en nuestro país.

Fumador empedernido, el poeta dejó el vicio en 2015, luego de que se le diagnosticó una insuficiencia respiratoria por fumar cerca de 40 cigarrillos al día desde que tenía 34 años.

En una entrevista en 2002 explicaba su postura frente a la vida y su forma de ser aireada y sarcástica. «Hay que tener pesimismo de la inteligencia y optimismo de la voluntad. El optimismo de la voluntad consiste en seguir siendo, en mi caso, un intelectual o chileno letrado crítico a las realidades del mundo en que vivimos. Servir a la conciencia crítica colectiva. En eso tengo optimismo de la voluntad que llaman algunos voluntarismo o utopismo, pero que es también una posición humana racional, porque se sabe que las grandes conciencias colectivas se forman a partir de las personas que observan las realidades. Que tengo pesimismo de la inteligencia efectivamente lo tengo y me puedo dar el lujo de tenerlo por la edad a que he llegado, porque no creo que la gente joven se pueda dar el lujo de ser pesimista”.

Fumador empedernido, el poeta dejó el vicio en 2015, luego de que se le diagnosticó una insuficiencia respiratoria por fumar cerca de 40 cigarrillos al día desde que tenía 34 años.

En una entrevista en 2002 explicaba su postura frente a la vida y su forma de ser aireada y sarcástica. «Hay que tener pesimismo de la inteligencia y optimismo de la voluntad. El optimismo de la voluntad consiste en seguir siendo, en mi caso, un intelectual o chileno letrado crítico a las realidades del mundo en que vivimos. Servir a la conciencia crítica colectiva. En eso tengo optimismo de la voluntad que llaman algunos voluntarismo o utopismo, pero que es también una posición humana racional, porque se sabe que las grandes conciencias colectivas se forman a partir de las personas que observan las realidades. Que tengo pesimismo de la inteligencia efectivamente lo tengo y me puedo dar el lujo de tenerlo por la edad a que he llegado, porque no creo que la gente joven se pueda dar el lujo de ser pesimista”.

No te amo…

 No te amo, amo los celos que te tengo,

son lo único tuyo que me queda,

los celos y la rabia que te tengo,

hidrófobo de ti  me ahogo en vino.

No te amo, amo mis celos, esos celos

son lo único tuyo que me queda.

Cuando desaparezca en esos cielos

de odio te ladraré porque no vienes.

 de No hay lugar. Editorial Universitaria.Santiago,1970.

Las Críticas de Chile

3/La dictadura

no fue un error, tiene apellidos,

como colas de rata o lagartija,

y su elenco de honor para asesinos

los regocíja todaví y dura

indefinidamente; no fue un malentendido

sino la voluntad de pasar una lija

de hierro por encima de los niños.

(Críticas de la Vida Política)

1/ ¿Y qué fue del chileno

viril, culto, vernáculo,

señor de alguna tierra,

que sabe algo de leyes,

tranquilo? Se acabó, estará enterrado:

ya no corren los trenes,

las cortinas de fierro ya se cierran,

la ciudad y los campos son como cementerio.

(Críticas de la Vida Social)

2/Ciudades complicadas y secretas

y los terceros pisos en penumbra!

Libros de estampas japonesas,

Grabados en los muros, y abanicos,

Borlas de terciopelo y correas de seda,

Espejo grande oblicuo.

Amarrada a los pulsos, de los pies amarrada.

Sonrisa dolorosa con rouge color violeta.

Y la grupa es un grupo de amores que retozan

Con suaves movimientos de caballo las crines al aire del aliento.

Crimen de la virtud y delicia del vicio,

Anchas manchas violáceas, moretones

Dulcísimos, saliva como jugo

De agua marina, joyas en anillos

plateados, instrumentos de torturas

vehementes, el sol nos deja ciegos

con su relámpago y su rayo que desnuca.

(Críticas de la Vida Sexual)

Del libro «Las críticas de Chile

Be-uve drais Editores, Santiago, 1999

“La desaparición de Laura Rodig de la historiografía es sin duda un tema político”

La pintora y escultora que abogó por los derechos de la mujer y creó el área de mediación y educación en los museos chilenos es rescatada ahora en una gran muestra en la pinacoteca nacional. Lo que el alma hace al cuerpo, el artista hace al pueblo reúne varias de sus obras pertenecientes a colecciones públicas y es parte de la investigación que realiza la historiadora del arte sobre mujeres artistas chilenas, muchas de ellas invisibilizadas por el canon local.

Por Florencia La Mura

***

El Movimiento pro Emancipación de la Mujer Chilena (MEMCH) nació en 1935 como una organización que buscaba la protección de las trabajadoras. En años donde la mortalidad infantil llegaba al 35%, el MEMCH peleó causas que hasta hoy no nos parecen tan lejanas, como el derecho al aborto y a la lactancia de madres trabajadoras. Dentro de sus integrantes se encontraba Laura Rodig, artista y militante que fue la encargada de crear el logo de la agrupación, el mismo que hoy se plasma en los pañuelos verdes que están llevando miles de mujeres atados a sus cuellos en las marchas de los últimos años, donde se vuelve a alzar la voz por el aborto libre.

A cinco décadas de su muerte, el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) inaugura Lo que el alma hace al cuerpo, el artista hace al pueblo, exhibición que reúne pinturas, esculturas y dibujos, además de documentación, archivos de prensa y cartas. Estas últimas ponen el acento en la estrecha relación que tuvo la artista con la poeta Gabriela Mistral.

El cuerpo femenino, con sus distintas luchas y formas, es el principal eje de trabajo de Rodig, de acuerdo a la investigación del museo. Si bien Laura Rodig accedió a estudiar en la Academia de Bellas Artes y a rodearse de cierta élite artística de la época, siempre vio su trabajo como artista desde una vereda política y de clase, abogando por derechos de mujeres e infancias, retratando cuerpos no hegemónicos y utilizando materiales precarios, mismas razones -dice Gloria Cortés- que pueden haber hecho que su legado sólo fuera puesto en valor hoy.

La curadora de la muestra, Gloria Cortés. Crédito: MNBA.

«Gabriela Mistral conoce a Laura como su secretaria y viajan juntas a diversas escuelas en Punta Arenas, Temuco y Concepción. Fueron pareja, pero no se sabe exactamente desde qué fecha. Sí hay cartas, especialmente una que le escribe Laura Rodig a Doris Dana cuando muere Gabriela Mistral donde habla de su amor por ella»

-Una de las luchas que ha tenido el movimiento feminista ha sido la de releer a artistas ya conocidas desde ese lugar político, además de hacer presentes a aquellas que fueron invisibilizadas. ¿Cómo aparece la figura de Laura Rodig dentro de tu búsqueda personal?

La vengo estudiando hace diez años en el marco de mi investigación de magíster, que resultó en mi libro Modernas, historias de mujeres en el arte chileno (2013). Si bien es mencionada en libros de historia del arte, nunca se había trabajado en profundidad la pertinencia y valor de su obra. Hemos sumado investigaciones y mostrado en distintas exposiciones y cobra mucho más relevancia cuando se determina que es la creadora del área de mediación y educación de los museos de Chile. En esa búsqueda se ha ido redondeando su importancia, su lucha política, su quehacer artístico y educativo hasta culminar en esta exposición, que se viene pensando hace tres años, donde la situamos en el museo en su justo lugar.

-Laura Rodig fue reconocida por su trabajo en su época pero desapareció de la historiografía chilena. ¿Por qué?

La desaparición de Laura Rodig es un tema político, sin duda. Se cruza clase, género y disidencias. Su obra no es lo canónico que se podría pensar de las colecciones del museo, porque son muy precarias en materiales y elaboración. Muchas están catalogadas como bocetos siendo que son obras terminadas. Era una artista muy reconocida por sus pares en su momento, y la historiografía no la deja fuera porque la menciona, lo que ya es un reconocimiento, pero no se ahonda en su valor.

A la izquierda, la escultura India mexicana; a la derecha, el óleo Desnudo de mujer.
Ambas obras de la muestra del Museo de Bellas Artes. Crédito: MNBA

-¿Qué puedes contar sobre la relación de Laura Rodig con Gabriela Mistral? Hay diversas esculturas, cartas y retratos de la poeta dentro de la muestra.

Gabriela Mistral conoce a Laura como su secretaria y viajan juntas a diversas escuelas en Punta Arenas, Temuco y Concepción. Fueron pareja, pero no se sabe exactamente desde qué fecha. Sí hay cartas, especialmente una que le escribe Laura Rodig a Doris Dana cuando muere Gabriela Mistral, donde ella se presenta y dice «usted no me conoce, yo soy pintora y maestra rural y amamos a la misma criatura durante siete años», y habla de su amor por ella. Hay mucha más documentación que no ha sido investigada en profundidad, sobre todo la relación en México entre las dos y el cruce amoroso con la escritora Palma Guillén. Ahí hay un enredo entre las tres que termina en una pelea entre ellas y Laura se termina yendo a Madrid. 

-Al igual que Mistral, Laura Rodig trabajó en paralelo como artista y educadora. ¿Esto era algo usual entre las mujeres artistas de la época?

Se repite mucho en las mujeres y tiene que ver con los procesos de instalación y circulación: ellas no pueden exhibir sus obras, hacer carrera artística de lleno y muchas de ellas terminan siendo profesoras de dibujo en los liceos y escuelas. Muchos nombres de artistas aparecen en los catálogos y luego desaparecen de la escena, las encontramos haciendo clases sobre todo en liceos normalistas, que incorporaron el dibujo en la educación primaria.

-Con respecto a la colección del MNBA, ¿cómo se evidencia esa invisibilización que han sufrido las mujeres en el arte chileno? 

Hace dos años establecimos que la presencia de mujeres en la colección del museo es de un 11%, entre 10% y 15% es el estándar mundial. Llegar a una paridad de género es muy difícil, no porque no existan mujeres, sino porque requiere adquirir sólo obras de mujeres y eso es una voluntad económica y política. Aunque hemos establecido una línea de incorporación de mujeres a la colección, se siguen comprando obras de hombres, entonces ese 11% se ha mantenido en los últimos tres años. Además, si bien tenemos investigadas a las artistas, es muy difícil encontrar sus obras porque nadie las guardó. Otras se perdieron, sobre todo las esculturas, al no ocupar materiales nobles. La obra de Laura Rodig se preservó porque estuvo involucrada en la formación de la educación de museos y donó muchas piezas. Si uno revisa este 11%, la mayoría fueron donadas por las propias artistas, porque nadie compraba ni exhibía a mujeres. De hecho, optamos por hacer esta muestra con colecciones públicas porque no tenemos información de colecciones privadas y espero que a partir de la muestra empiecen a salir.

-Dentro de muchas resignificaciones está el qué se entiende por “arte de mujeres”, muy distante de un “arte femenino”. Según tu investigación de artistas mujeres, ¿compartían elementos, visiones, deseos en común?

Las mujeres sin duda aplicamos una subjetividad que nos hace mirar el mundo desde otros lugares y eso está cruzado por la cultura y la sociedad, que nos ha relegado a ciertos espacios y omitido en otros. En el período de Laura lo que más cruza es el tema de las corporalidades femeninas, involucrando la maternidad y la ausencia de ella, el cruce con los cuerpos indígenas y obreros. Hay temáticas que están cruzadas y desde donde se podría hablar de un arte temático llevado a cabo por mujeres y que se diferencia de aquel llevado a cabo por hombres. Hay un reconocimiento y una reivindicación que está incluida en todas sus luchas sociales: querían voto femenino, querían estar en el espacio público y tener derecho al aborto en 1935. Por otro lado, hay una ausencia de iconografías maternas, quieren ser reconocidas como mucho más que madres. En el caso de las mujeres lesbianas aparece mucho la maternidad y cómo se les niega ese derecho. En el caso de Laura se suma la lucha por el derecho de la infancia y las mujeres trabajadoras. Y en el contexto  de la mortalidad infantil se lucha por el aborto como un tema de salud pública, como debiera serlo hoy.

Paisaje invernal, pintura perteneciente al Museo de Arte y Artesanía de Linares.

-La muestra Yo soy mi propia musa, realizada el año pasado en el museo, es otra de las muestras que van en la línea de rescate de mujeres artistas ¿De qué manera abordas la resignificación del espacio de la mujer en el arte?

Lo que hago es poner en escena a mujeres artistas, intelectuales y políticas que están en un escenario en un momento determinado y que fueron sujetas con opinión y significación que en algún minuto quedaron anuladas de la historia. Lo que me importa es poder mostrar que estas mujeres existen y que tienen un discurso político importante. En 2017 hicimos la muestra Desacato, donde reunimos obras de mujeres artistas entre 1835 – 1938 de la colección del museo. Luego ampliamos esa discusión y quisimos ver qué ocurría a nivel latinoamericano: ¿se cruzan las mismas temáticas? ¿están las mujeres preguntándose lo mismo? Luego vino Yo soy mi propia musa dos años después, donde entendimos que sí tocaban los mismos temas. Queríamos saber cómo se legitimaban entre ellas, si estaban trabajando en comunidad o sólo estaban insertas a nivel de estos linajes masculinos y patriarcales. Aparecieron muchas informaciones donde están involucradas en distintas organizaciones feministas, como la Sociedad Artística Femenina en Chile. Nos dimos cuenta de que esta red de mujeres latinoamericanas se encontraba en los mismos talleres en Europa, algo que no habíamos podido ver antes. Luego ahondamos en Laura Rodig como un caso específico y queremos hacer lo mismo con otras artistas de la colección del museo.  Es el caso de Clara Filleul, que ha sido consignada como la discípula, mujer amante de Monvoisin, pero investigando ha surgido una mujer mucho más interesante, que viajó sola de Francia a Chile en 1840, con 20 años, recorrió muchas partes, era pintora, cronista de viajes y publicó libros de infancia. Muchos documentos la sitúan como la financista de Monvoisin, era una mujer más emancipada de lo que se ilustraba.

-¿Se puede hablar entonces de otra historia del arte, una compuesta por mujeres?

No sé si se puede hablar de otra historia del arte, creo que es más bien incorporar y complementar esa historia, con mujeres y artistas que fueron marginados por su condición de clase, por ser hijos de obrero o de origen indígena. Estas otredades pueden generar una historia complementaria a la que conocemos, que da luces de otra genealogía, de otras formas de pensamiento no canónico, mucho más conectados con pensamientos culturales más amplios. Creo que eso permite que museos como este puedan involucrarse más afectivamente con la comunidad, porque no son sólo artistas que vienen de una élite europea, sino que hijos e hijas del pueblo que pudieron ingresar a estos sistemas y que generaron otra cultura visual que hoy día va teniendo cada vez más sentido en las luchas sociales. El reclamo invita y obliga a que la historia del arte empiece a mirar desde otros lugares.

Juan Cristóbal Peña: “A diferencia de los 90, hoy no existe ninguna organización subversiva que tenga un poder de fuego de relativa importancia”

El periodista y académico de la Universidad Alberto Hurtado reflexiona sobre el estallido social y cómo la revuelta se conecta con su más reciente obra: Jóvenes pistoleros que recorre la vida de Ricardo Palma Salamanca, condenado como autor material del asesinato del senador Jaime Guzmán y prófugo de la justicia desde 1996, cuando logró huir de la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago.

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Karin Friedli, soprano y parte del Requiem por Chile: “Hay una necesidad de que la música clásica se acerque a todas las comunas”

Tras el estallido del 18 de octubre y en pleno Estado de Emergencia, 500 músicos se reunieron de forma voluntaria e interpretaron el Requiem de Mozart frente a la Iglesia de los Sacramentinos, en Santiago Centro. Lo que sería un acto único en apoyo a las víctimas de la represión estatal por las manifestaciones sociales, terminó replicándose en distintas plazas y poblaciones dentro y fuera de Santiago. Karin Friedli, soprano y directora de diversos coros, ha sido parte del Requiem por Chile y en esta entrevista comenta el impacto que ha tenido en la gente y qué se entiende por “sacar la cultura a la calle”.

Por Florencia La Mura

El 27 de octubre se vivían los primeros días de las manifestaciones que partieron el 18 de ese mes, aún regía el Estado de Emergencia y ese domingo, mientras 500 músicos tocaban en la plaza Bernardo Leighton, a las afueras de la Iglesia de los Sacramentinos, un helicóptero sobrevolaba el sector. La convocatoria partió días antes con unas llamadas entre amigos músicos: la idea tocar el Requiem de Mozart en el espacio público como apoyo a la revuelta social. Una de las intérpretes que atendió el llamado fue Karin Friedli (46), licenciada en Teoría de la Música y directora en coros de distintas universidades, quien se ha dedicado a explorar y difundir la música clásica a tiempo completo. Para ella, el Réquiem de Mozart es una pieza infaltable en el repertorio de cualquier intérprete.

El mito dice que un misterioso hombre vestido de negro llegó un día la casa de Mozart para encargarle componer un réquiem, pieza musical que se interpreta en misas fúnebres, sin darle mayores detalles. Poco más de un mes después, Mozart ya había avanzado en su encargo, pero tras caer enfermo dejó de componer y solo se dedicó a darle instrucciones a su discípulo, Franz Xaver Süssmayr, quien la terminaría para estrenarla nada menos que en el funeral del propio Mozart, en 1792. Más de doscientos años después, la obra fue escogida como el primer homenaje musical a las víctimas que sufrieron represión policial -algunas de ellas murieron- en medio de las protestas que hasta hoy exigen un Chile más digno. Este domingo 19 de enero, la pieza volverá a sonar en la Plaza Victoria de Valparaíso y en marzo se planean más conciertos ciudadanos. Según Karin Friedli actos como “El réquiem por Chile” dan luces de que cómo debería vivirse la cultura en nuestro país.

-Los primeros días de manifestaciones fueron muy violentos y confusos ¿qué te motivó a ser parte de este proyecto?

La indignación y la desesperación de lo que estaba pasando en esos momentos, que era muy crítico. Estábamos en pleno toque de queda y luego empezamos a ver los asesinatos, las denuncias por tortura, las mutilaciones de ojos, cosas que aún siguen después de estos dos meses y medio. 

La soprano y director de coro Karin Friedli es parte del Requiem por Chile. Crédito foto: Patricia Rivera.

-¿Cómo fue el origen del Requiem por Chile?

La invitación la recibí de Igor Osses, violinista y director de orquesta, y Carolina Muñoz, soprano, ellos son los creadores de este réquiem que partió como una manifestación que sería por vez única en la plaza Bernardo Leighton, afuera de la Iglesia de los Sacramentinos. Ellos decidieron hacerlo como forma de manifestación en contra de la violencia de Estado que se estaba viviendo en las primeras semanas de la crisis social, en octubre. Entonces ellos llamaron a varios directores de orquestas y coros, entre esos a mí. La instancia se replicó muchas veces más, unas diez veces y yo participé en siete de ellas. Entremedio falté a alguna porque yo misma monté la Cantata de los Derechos Caín y Abel, del compositor chileno Alejandro Guarello del Grupo Ortiga, también como forma de manifestación.

-En la primera convocatoria participaron más de 500 músicos ¿cómo ha sido preparar una presentación tan masiva?

Como han sido diez versiones, la primera tuvo 500 músicos y luego ha ido fluctuando entre 200 y 300. Esto es una manifestación en forma de concierto, no es un concierto en sí, con las características que tiene, su formalidad. La idea es hacer partícipe a la gente como ciudadanía, pero también es la forma que los músicos tienen para manifestarse, quienes también somos parte de la ciudadanía. Cada uno está moviéndose desde su trinchera y se eligió el Requiem de Mozart porque es un canto para una ceremonia de difuntos y porque es una obra que se va repitiendo a través de la vida para los músicos clásicos. Muchos la han tocado y no hay forma de hacer ensayo en este caso, como sería en un concierto tradicional. Acá llegamos, tocamos y muchas veces no hay tarima para el coro, ni siquiera sillas y debemos tocar hora y media de pie. Sí hemos ido pidiendo cosas mínimas necesarias como que haya sombra. También nos han ayudado sonidistas, porque al principio no teníamos ni micrófonos. Hay gente que ha solidarizado desde lo que sabe para poder llevar este réquiem a las comunas.

-El réquiem de Mozart es una pieza clásica, una misa cargada de simbolismos ¿Cuál ha sido tu experiencia particular al interpretarla en días de manifestaciones y en Estado de emergencia?  

Pese a que todos conocemos la obra y la hemos cantado varias veces, ha sido muy impactante el darle este sentido de angustia por la muerte y por la tortura de los compatriotas en plena democracia. Algunos de nosotros, los que tenemos más de 40, vivimos la dictadura, entonces es angustiante volver a traer ese recuerdo que pensamos totalmente olvidado. Esta sensación de que si te manifiestas puedes terminar herido, desaparecido o muerto, toda esa angustia se plasma en la música. Se ve en los asistentes y en los colegas mientras tocan o cantan, se convierte en una comunión dentro del dolor, que es muy fuerte.

-La música docta tiende a estar reservada a espacios cerrados y algunos bastante elitistas ¿cómo ha sido la recepción de este público más popular?

Creo que la parte linda de esto ha sido el hacer comunidad con los colegas músicos y con la gente de las poblaciones. Hemos estado en Santiago Centro, Quilicura, Maipú, La Florida, Lo Hermida, La Legua y la recepción siempre es de mucho agradecimiento y muy sentida. No estamos celebrando la alegría de que llegó una orquesta a tocarnos algo bello, aunque de alguna forma si fue así, pero el fondo es mucho más duro. Ha sido una mezcla de emociones, igualmente la gente lo agradece muchísimo y para nosotros es un honor y un privilegio entrar en el centro de las comunidades, en sus plazas, sus canchas. Mucha gente de estas personas no habían visto nunca una orquesta ni habían escuchado en vivo un coro tan grande. Ha sido muy emotivo.

El primer Requiem por Chile reunió a cerca de 500 músicos en el frontis de la Iglesia de los Sacramentinos. Crédito de foto: Marco Montenegro.

-¿Crees que debiesen existir más políticas públicas que ayuden a hacer itinerar la música clásica?

El llevar nosotros la música debiera ser parte importante y vital de la misión del músico. Sería maravilloso que en un breve tiempo más haya fondos para que este gran coro y orquesta viaje a regiones y a más comunas. Sería maravilloso saber que existen los fondos para pagarle a los músicos y tener las condiciones óptimas de tarima, iluminación, techo para músicos y público. Nos hemos dado cuenta que todos nosotros como músicos clásicos queremos ir, queremos hacer música y cantar, tocar y compartir con la gente. Después de tocar siempre nos invitan a sus casas, a una olla común, eso es hacer comunidad. Pero claro, ahora se hace todo desde la motivación personal, desde la rabia, el dolor y la necesidad de manifestarse. Efectivamente las políticas públicas, de la mano con los fondos públicos, una vez más no han estado a la altura de la necesidad. Hay que decidir, pensar y crear cómo después que termine este movimiento, vamos a seguir llevando la música, porque es algo vital, la gente tiene que oír orquestas y coros en vivo, porque algo pasa, algo se remueve en todos nosotros, no solo el público. Las presentaciones las hemos terminado con canciones de música chilena y la gente también se hace partícipe. No hay esa formalidad de las salas de teatro, donde después de cada movimiento hay que mantener el silencio, por ejemplo. Esta es una manifestación y eso se dio naturalmente así, no hay nombre de la orquesta ni de los solistas, ni directores. Esta es una orquesta y coro de gente que vino a manifestarse.

-¿Qué lecciones les ha dejado el Requiem por Chile?

Esta experiencia nos ha marcado como músicos y ha evidenciado la necesidad y la importancia de que la música se acerque a las comunas. Las comunas lejanas al centro no tienen por lo general teatro, un buen piano, ni los espacios ni la costumbre de ir al concierto. Entonces, hay que fomentar de alguna manera la música. En este caso es una manifestación, nace desde una necesidad como músicos el acercarnos a las personas desde nuestro hacer, pero deben haber políticas públicas a cargo. Los fondos de la música ya no dan abasto, son muy pocos y cada año disminuyen, por ende van ganando proyectos que requieren mucha menos plata. Sabemos que llevar a 300 músicos a cualquier parte es muy caro, si cobramos lo que corresponde. Acá en Chile pasa algo bien impactante, en general los músicos clásicos bajan sus honorarios en enero y febrero, muchos colegas no están recibiendo sueldo dos meses y sin embargo, hay gasto de igual manera para ir a tocar. Es una necesidad real del público y de los músicos el poder acercarnos y terminar con el elitismo de la música clásica, pero para eso no solo necesitamos voluntad, porque ya está, se necesitan también políticas eficientes.