Neoliberales y conservadores hoy entienden mejor que los progresistas que la escuela es una poderosa herramienta de transformación social, sostiene Apple. Pero el panorama no es desalentador, añade, si activistas y comunidades acuden a su propia historia para apropiarse colectiva y solidariamente de la educación. “Optimismo sin ilusiones”, le llama. Y con un conjunto de tareas urgentes para los académicos críticos.
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