Mathieu Guilhaumon: “Ojalá que la crisis sirva para que el Estado apoye más a la cultura”

Varado en Francia desde marzo, el coreógrafo y director del Ballet Nacional Chileno (Banch) mantiene constante comunicación con su elenco, con quienes celebra por estos días los 75 años de vida de la compañía a través de la producción de una serie de videos y la transmisión de la obra Poesía del otro por Ceac TV. Aunque la compañía tuvo un 2019 difícil, sin poder pisar el escenario del Teatro de la U. de Chile debido a las manifestaciones sociales que se emplazaron en Plaza Italia, Guilhaumon pudo cumplir el sueño de llevar al elenco de gira por primavera vez a Francia, aunque hoy la pandemia mundial los tiene a todos lejos y recluidos en sus hogares.

Por Denisse Espinoza A.

La escena parecía sacada de una película de guerra y el protagonista era él, un bailarín intentando cruzar la frontera que lo separaba de su natal Francia. Era el domingo 15 de marzo y Madrid estaba desolado; sólo la policía, ayudada de drones, vigilaba las calles semivacías de personas, que en un moda que iba a imponerse en los próximos meses, cubrían la mitad de sus rostros con mascarillas. Mathieu Guilhaumon, uno de ellos, caminaba raudo con sus maletas en dirección a la estación Atocha, también fantasmal. “Me sentía como un exiliado del país, los helicópteros pasaban por encima, la ciudad desierta, fue una experiencia bien extraña y surrealista. Cuando llegué a Francia cerraron las fronteras definitivamente y comenzó la cuarentena, que nueve semanas después recién se empieza a levantar”, cuenta el bailarín, coreógrafo y director del Ballet Nacional Chileno (Banch), quien en febrero pasado dejó el país para acudir a una invitación del Teatro Real de España.

El coreógrafo y director artístico del Ballet Nacional Chileno, Mathieu Guilhaumon.

“El estreno de la producción sería a inicios de marzo, pero finalmente no se pudo hacer, interrumpimos los ensayos cuatro días antes del estreno, lo que fue una gran frustración, pero las cosas en España se habían puesto realmente malas con la pandemia y de un día para otro decidieron cerrar todo. Yo tenía mi vuelo a Chile una semana después, pero como iban a cerrar las fronteras decidí ir a Francia y quedarme en Perpignan, en la casa de mis padres”, cuenta.

Con un pasaje de avión aplazado varias veces, Guilhaumon mantiene desde la distancia el trabajo con su compañía en Chile, la que dirige desde 2013 y que en mayo cumplió 75 años de vida. Confiesa que al principio sufrió la paralización de la cuarentena y que de a poco, en un trabajo colaborativo, se ha ido organizando con sus bailarines para mantener el contacto con el público a través de su cuenta de Facebook y de la plataforma del Ceac TV, donde por estos días trasmite el montaje Poesía del otro, estrenada en abril de 2017, que narra la relación entre los escultores Auguste Rodin y Camille Claudel. También están produciendo una serie de videos que titularon Fuera de eje, donde comentan sus procesos creativos tras cada coreografía. Uno de ellos es la campaña ¿Bailemos? donde invitan a la comunidad a expresarse a través de la danza, enviando videos de máximo 20 segundos, hasta este viernes, que hayan sido inspirados por las creaciones del Banch y así generar un diálogo entre público y elenco. 

En estos tiempos en que está restringido el contacto físico e incluso el movimiento se limita a espacios reducidos de acción, el quehacer de la danza se pone en entredicho. “Es difícil pensar en lo que hacemos en este contexto, pensar en cómo poder quedar en contacto con nuestro público sin hablar de lo que está pasando y sin entrar en ese mensaje de ‘quédate en casa’, porque a veces para todo el mundo no es lo mejor estar en casa”, dice el coreógrafo.

¿Cómo ha funcionado para ti el proceso creativo en estos tiempos de encierro?

Es complejo, porque uno podría pensar que este es un gran momento para aislarse, crear, inspirarse, y la verdad es todo lo contrario. Primero hubo estupefacción con lo que estaba pasando, porque era primera vez que todos vivíamos algo así, era muy extraño todo, porque es un contexto impuesto, no es que yo haya decidido aislarme para crear, entonces la verdad es que no nace nada de esto. Creo que en general lo más complicado para nosotros, como seres humanos, es la falta de proyección, porque siempre estamos trabajando hacia el futuro y ahora todo es muy incierto. Y para los bailarines, en particular, el distanciamiento es algo muy absurdo, en la danza es necesario ese grado de intimidad entre nosotros y el público, está el tema del cuerpo, del movimiento, entonces sentirse así, viviendo todo el tiempo entre paredes, es super difícil. Hay quienes en el ballet me han dicho que se sienten como un hámster en una jaula, esa es la sensación. Pero de a poco, con la conversación y con un trabajo colaborativo, han ido surgiendo ideas como estas cápsulas donde compartimos nuestro quehacer creativo y que hemos llamado Fuera de eje, que es un término que se usa mucho en la danza contemporánea, porque al contrario del ballet clásico, donde todo siempre es muy estable, nosotros tendemos a salirnos del eje, y hoy vemos eso aplicado a este mundo en total desequilibrio.

Poesía del otro se transmite por estos días en el canal online Ceac TV.

¿Cómo han enfrentado el tema del entrenamiento físico que en la danza es esencial? ¿Es algo que te preocupa como director del Banch?

Tuvimos esa conversación y cada uno tiene una rutina para mantener, pero yo creo que tampoco hay que forzar las cosas: si hay que parar un tiempo, hay que hacerlo. Hay cosas más dramáticas en este momento y la verdad es que sólo llevamos dos meses sin bailar, lo que no es tanto. Todo bailarín ha conocido lesiones que lo han obligado a parar seis meses o varias mujeres de la compañía que en su momento han tenido embarazos, de los que luego han vuelto sin problemas, perfectas. No me preocupa tanto el estado físico de los bailarines como el mental y emocional. Cada uno tiene realidades distintas, problemas específicos con los que deben lidiar, también echamos mucho de menos hacer lo que hacemos, subir al escenario, compartir con el público, son esas cosas más emocionales de las que hay que preocuparse. Sé que hay muchas compañías que ya partieron con clases de entrenamiento online, pero hemos luchado todo el 2019 para que los bailarines puedan entrenar en buenas condiciones y no me veo ahora imponiéndoles que tomen una clase en sus casas, en la cocina, en el comedor, porque no todos tienen las condiciones para hacerlo.

En este momento, Francia está levantando sus medidas de confinamiento. ¿Cómo se está viviendo este regreso que aún no es del todo normal?

En Francia, los teatros siguen cerrados y todos los festivales de verano se suspendieron y están viendo la posibilidad de abrir en septiembre. Hay un regreso lento, por ejemplo, a las playas, donde se supone que tú puedes estar, pero siempre en una actividad dinámica y no recostado, pero hay mucha gente que no lo respeta, aunque en esos casos la policía es más permisiva y nos les dicen nada si la gente se porta bien. No puede haber aglomeraciones y sólo puedes compartir con un máximo de 10 personas. Ahora también aquí hay mucha incoherencia, porque mandan a trabajar a las personas en transporte público, pero les prohíben estar al aire libre. En los próximos días se espera que se empiecen a levantar las fronteras para empezar a activar el turismo y que la economía comience a revitalizarse, porque también el impacto ha sido alto. En el sur de Francia, donde estoy yo, no han habido tantos casos porque el confinamiento partió a tiempo y los hospitales nunca estuvieron saturados, creo que el virus no circuló mucho en esta región. Aunque seguíamos todas las medidas nacionales, no podíamos alejarnos de la casa a más de un kilómetro y debíamos usar salvoconductos.

En Chile, las medidas son aún muy estrictas y las cuarentenas han afectado a los trabajadores independientes. La cultura no es la excepción. ¿Qué te parece la ayuda que ha comprometido el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio a través de fondos concursables?

En Chile, la situación que viven los artistas independientes es muy grave, y son cosas que hay que resolver, no podemos dejar a la gente sin comer. En Francia, desde antes de la crisis existe un sistema para los artistas que es muy bueno, que les permite, cuando no están trabajando, seguir recibiendo una remuneración que es estatal. Obviamente, los artistas tienen largos periodos en los que están creando o ensayando para una nueva obra y no tienen ingresos, entonces este sistema les permite seguir recibiendo dinero, pero para eso tienes que estar dentro del sistema, tienes que trabajar, actuar, bailar, tocar, hacer funciones, y ahora que los teatros están cerrados, el Estado comprometió mantener ese ingreso mínimo para los artistas y también para los técnicos, durante un año, que es una especie de indemnización. Entonces, cuando me enteré sobre los fondos concursables en Chile, la verdad es que sin siquiera tener la experiencia francesa, me parece totalmente absurdo, es realmente desconocer, ignorar la realidad de un artista en Chile. Creo que la crisis sanitaria está poniendo luz en todo esto que ya estaba en el estallido social, pero que ahora es peor. Pienso que ha llegado el fin de algo, no podemos seguir como siempre.

Desde el 2013, claro, yo estoy bajo el techo de una institución, entonces es otra realidad, lo que no significa que no estoy consciente y al tanto de lo que pasa en la escena independiente, y ojalá la crisis, lo que vivimos ahora sirva para repensar todo esto y que el Estado se involucre aún más en apoyar la cultura, y con eso estoy hablando de un nivel económico. Es súper curioso, porque se siente que la cultura siempre es algo secundario, una frivolidad casi, pero durante el confinamiento, lo que ha hecho la gente es consumir cultura, sin embargo, los artistas no podemos vivir sólo del amor al arte. La gente tiene que darse cuenta también de que somos personas que necesitamos comer, pagar cuentas, ir al médico, etc. 

Estrenada en 2017, Poesía del otro esta inspirada en la relación pasional de la escultora Camille Claudel con su par August Rodin.

En ese sentido, los elencos estables del Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile, CEAC – donde además del Ballet Nacional Chileno, está la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, el Coro Sinfónico y la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, han hecho un llamado a unirse a la campaña ¡Toi toi! Apoyemos a nuestros artistas, donde se invita a hacer donaciones de dinero que irán directamente en apoyo a artistas, profesionales y técnicos de la escena independiente.

¿No te desanima seguir trabajando como coreógrafo en un país que no le da el mismo apoyo y valor a la cultura, lo que sí sucede en Francia?

Creo que no, si hubiese llegado hace un año a Chile quizás sería distinto, pero llevo siete años, conozco la realidad y tengo la capacidad de manejar estas circunstancias de otra manera. Llevar siete años con el grupo te permite tener una cohesión importante, estamos un poco en familia y eso es súper agradable, hay mucha confianza artística, no es como llegar a trabajar con alguien por primera vez, eso se valora mucho. Cuando entro en la sala para empezar una nueva creación, se nota de inmediato que estamos hablando el mismo idioma y no me refiero al español, sino al idioma de la danza, hay mucha fluidez y eso nos permite experimentar mucho más

Nacido y formado en Perpignan, Mathieu Guilhaumon comenzó sus estudios de danza a los seis años. Estudió en el Conservatorio Nacional de Danza de su ciudad y luego en la escuela de Martine Limeul y Matt Mattox, donde cursó ballet clásico, jazz y tap. Recibió una beca para el Alvin Ailey American Dance Center, de Nueva York, y a su regreso ingresó a la Escuela Rudra Béjart, en Lausanne (Suiza), y luego se integró el Groupe 13 formado por Maurice Béjart. En 2013 postuló a ser el coreógrafo del Banch, motivado por conducir un elenco propio de 22 bailarines. El proyecto que presentó para Chile fue ambicioso y tenía tres ejes principales: montar coreografías con su propio lenguaje e invitar a figuras internacionales; apuntar a un público más joven y realizar un trabajo interdisciplinario con profesionales de otras áreas creativas.

En estos siete años, Guilhaumon ha ido consiguiendo cada uno de esos desafíos. Ha puesto en escena exitosas coreografías como Añañucas, La hora azul, Alicia, Cuéntame la danza, Tengo más de mil años de recuerdos y Poesía del otro. En cuanto al público, el Banch puso en marcha una labor educativa a través de funciones especiales para colegios y talleres de verano para niñas, niños y jóvenes. Mientras, los cruces con otros elencos y disciplinas partieron con el Ballet de Santiago en obras como Cuarteto, Dos veces Bach y Noces, donde además ha recibido la colaboración de la dramaturga Millaray Lobos, el compositor clásico Sebastián Errázuriz y en 2019 tuvieron una exitosa presentación con los Power Peralta, con el montaje Hats off, quien fue el último antes de que el teatro cerrara sus puertas. Además, a inicio de octubre pasado, el coreógrafo cumplió el sueño de llevar a sus bailarines a los escenarios de Francia en su primera gira por ese país, visitando las ciudades Albertville, Amiens, Mulhouse y Vannes, presentando la obra ¿Puedo flotar? de la coreógrafa japonesa Kaori Ito, creada especialmente para la compañía.

El Banch llegó por primera vez a Francia con el montaje ¿Puedo flotar?, creado especialmente por la japonesa Kaori Ito.

A pesar de las complicaciones que tuvo el 2019, ese fue el año de la gira del Banch a Francia. ¿Cómo vivieron ese hito para la compañía?

Fue un desafío por lo que significa a nivel de gestión, de cómo armar una gira así, pero también un sueño, porque como francés obviamente quería llevar a la compañía a mi país. Fue un trabajo que partió hace varios años, desde mi llegada, de hecho, porque presentar a la compañía con mis contactos no era algo que se hiciera de un día para otro. Los bailarines estaban felices, entusiasmados y quieren volver, por supuesto, y de hecho, se nos abrieron puertas para otras invitaciones, pero luego vino el estallido social y se puso todo muy incierto e inestable, para la institución también. De hecho, los bailarines volvieron justo el día del inicio del toque de queda en octubre. Fue algo muy loco y que hicimos justo a tiempo; si hubiésemos esperado a este año, no lo habríamos podido hacer.

¿Este contexto te ha dado oportunidad para pensar en nuevas creaciones inspiradas en esta doble crisis?

La verdad es que no soy muy optimista en cuanto a eso, le temo al lugar común. Tengo la idea de que la creación no es algo inmediato, creo que hay que tomar distancia, entender lo que está pasando, porque se puede caer en esto de la representación, subir al escenario con mascarillas, reproducir el confinamiento y no es el modo en que yo lo veo. No es una fuente de inspiración en mi caso, creo que hay que sentir las huellas de lo que está pasando. Ha sido violento para muchas personas dependiendo de la realidad de cada uno, pero para mí la creación no tiene que ver con ilustrar una situación, sino justamente de lograr llevarlo a otro nivel. Soy muy cauteloso con ese carácter de profeta que a veces se le atribuye a los artistas, de salvar o iluminar el camino, no estoy seguro de si podemos ver mejor lo que está pasando, y no me atrevo a llevar un mensaje sobre la situación, prefiero actuar con prudencia y quedarme en algo más abstracto.

Parte de la inspiración pareciera que resulta también de la colaboración con otros. ¿Dirías que ese es uno de los sellos del Banch?

Sí, claro, ha sido parte de mi dirección hacer esos cruces de disciplinas con teatro, con otros estilos de danza, colaboraciones con otros artistas, con músicos, especialmente con Millaray Lobos, que sigue colaborando mucho, y creo que es muy interesante dialogar. Siempre hay algo que aprender del otro y abrir tu espacio al otro, y que también el otro abra su espacio al mío, de ahí siempre nace algo interesante y enriquecedor. La inspiración también ha nacido de esos encuentros artísticos. Con los Power Peralta fue impresionante porque pertenecen al mundo de la danza, pero tienen otros códigos súper fascinantes y ese fue todo un desafío, el cómo nos íbamos a encontrar para crear algo nuevo. Y ese diálogo también se replica dentro del grupo con los bailarines, donde su participación es muy activa. Para mí siempre ha sido importante dejar en claro que los bailarines no son meros ejecutantes de pasos, sino que también pueden desarrollar sus creaciones, como coreógrafos y también como docentes, que fue muy importante en las clases abiertas que dimos en diciembre y enero, porque claro, después del Ballet Nacional hay un futuro y hay que prepararse para eso.

Vale la pena en cuarentena

Libros

La trilogía Millennium del sueco Stieg Larsson. “Nunca los había leído y los encontré acá en casa de mis padres y es una lectura muy rápida y entretenida”.

Películas

“Vi La favorita (Yorgos Lanthimos), Parasite (Boon Joon Ho) y El irlandés (Martin Scorsese), y en series de enamoré de la española Las chicas del cable, que está en Netflix y es muy liviana y entretenida también.

Universidad de Chile y su aporte al desarrollo artístico cultural del país

“Gobernar es educar” era el famoso lema del Presidente Pedro Aguirre Cerda. Comenzaban los años ‘40 y la Casa de Bello respondía haciéndose parte del modelo desarrollista del mandatario. Con plena convicción de su rol público, surgieron bajo la conducción del Rector Juvenal Hernández las líneas fundacionales del arte nacional: la Orquesta y el Coro Sinfónicos, el Ballet Nacional Chileno, el Teatro Experimental y los Museos de Arte Contemporáneo y de Arte Popular Americano. De su aporte y el desafío de leer su rol en una sociedad tan distinta a la de los años ‘40 se tratan las siguientes páginas.

Por Sofía Brinck y Natalia Sánchez
Fotografías: Felipe Poga / Colección Archivo Fotográfico, Archivo Central Andrés Bello / Fotografía de portada: Montaje de Fuenteovejuna (1952). Colección Fotográfica CIP – Teatro Nacional Chileno.

Fueron años difíciles. El país se sacudía con las noticias de una guerra que volvía a azotar los cuerpos y las mentes, separando el mundo en dos polos de pensamiento enfrentados en las armas. Es en este contexto que la visión de dos hombres radicales sobre el concepto de desarrollo de la nación da curso al rol protagónico de la Universidad de Chile. Se trata de Pedro Aguirre Cerda y Juvenal Hernández, quienes desde sus trincheras al mando del país y la universidad pública estatal decidieron crear una nueva institucionalidad para un sector históricamente relegado, las artes.

La ley 6.696 de 1940 creó bajo el alero del Estado el Instituto de Extensión Musical (IEM) con el mandato de la formación de una Orquesta Sinfónica, un Coro y un Cuerpo de Baile, los que debían fomentar la creación de obras nacionales y las iniciativas musicales en el país. La iniciativa era inédita en Latinoamérica. Por primera vez un Estado se hacía cargo directamente de la creación de una institucionalidad artística de carácter nacional que diera un espacio a los músicos, compositores y bailarines nacionales.

Fue el primer paso. Luego vendría el Teatro Experimental en 1941, el Museo de Arte Popular Americano en 1944 y finalmente el Museo de Arte Contemporáneo en 1947. Francisco Brugnoli, director del Museo de Arte Contemporáneo, los llama “los años dorados” de las artes en Chile. “Los cuerpos estables, los museos, los institutos… esos fueron la primera institucionalidad cultural del país”, recuerda. Es la era de la extensión universitaria, las Escuelas de Temporada (que recién en 2015 recuperaron su carácter regional después del corte de la dictadura) y también la era de ser el motor -Universidad y Estado- del desarrollo artístico y cultural de la nación.

La Orquesta y el Coro: compañeros de una vida

Fue un martes 7 de enero de 1941 en el Teatro Municipal de Santiago. Ante un lleno total, Domingo Santa Cruz, Decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile y presidente del flamante Instituto de Extensión Musical, pronunciaba las palabras que precederían a la primera función de la Orquesta Sinfónica de Chile: “el Instituto y su Orquesta serán un remanso en el que todos los músicos tendrán confianza, la palestra acogedora para estimular el trabajo de nuestros creadores y la mano generosa que habrá de tenderse en ayuda y apoyo de los ejecutantes y los profesionales de la música en general”.

Desde su inauguración, la Orquesta estuvo al mando de Armando Carvajal hasta 1947, cuando se hace cargo el maestro Víctor Tevah. Para ese entonces el IEM ya había pasado a estar bajo la tutela de la Universidad de Chile y la Orquesta Sinfónica se había hecho de un nombre a nivel nacional e internacional, lo que llevó a personalidades como Leonard Bernstein, Herbert von Karajan e Igor Stravinsky a dirigirla.

Luis Alberto Latorre, pianista titular de la Orquesta y reciente ganador del Premio a la Música Nacional Presidente de la República, lleva 26 años en la agrupación. Mirando al pasado, comenta que las décadas del ‘50 y ‘60 fueron fundamentales para el desarrollo musical de la Orquesta, pero que ésta ha cambiado: “el sonido y el trabajo de la Orquesta Sinfó- nica han ido aumentando en calidad en un gran nivel. Es cierto que antes hubo directores célebres que pasaron por acá, pero creo que el nivel de la Orquesta ahora es muy distinto, se ha ido profesionalizando cada vez más”.

Misma suerte ha corrido el Coro Sinfónico y las cien voces que lo componen. Fue fundado sólo cuatro años después que la Orquesta, siendo su primer director Mario Baeza. A pesar de que su trayectoria ha estado íntimamente ligada a la Orquesta -ésta los acompañó en su primer concierto en el estreno del Oratorio El Mesías de Händel- el Coro ha logrado construir un nombre por sí mismo. Esto se ha reflejado en las múltiples giras nacionales e internacionales, y en los numerosos reconocimientos que ha recibido, entre los que destacan el Premio a la Trayectoria otorgado por el Círculo de Críticos de Arte, un premio APES y en 2008 el Premio a la Música Nacional Presidente de la República.

“La labor cultural que ha realizado el Coro Sinfónico en este país no la ha realizado ningún otro coro, y no sé si hay ejemplos en Sudamérica”, afirmaba su director, Juan Pablo Villaroel, en noviembre para el aniversario 70° de la agrupación, ocasión que fue conmemorada con un concierto en la Casa Central de la Universidad de Chile.

En enero la Orquesta Sinfónica cumple 76 años de trayectoria, celebración que comenzó de forma anticipada en diciembre con el Premio Senado de la República 2016, recibido recientemente por la agrupación sinfónica por su aporte a la cultura nacional.

Para Diego Matte, director del Centro de Extensión Artística y Cultural (CEAC) que agrupa a las mencionadas entidades, los cuerpos estables nacionales no se pueden entender fuera de la Universidad de Chile y en ese contexto enmarca el galardón recibido. En su opinión, los principales aportes de las agrupaciones nacionales a Chile son el compromiso con la excelencia artística y el acceso a esa excelencia, que debe estar al alcance de todos. “Es un mérito que estas instituciones todavía existan y que estén bajo la tutela de la Universidad de Chile, lo que les ha permitido esa proyección y desarrollo, porque acá están protegidos dentro del ámbito público, en un ambiente comprometido con el desarrollo intelectual, científico y social del país”, reflexiona.

Banch y TNCH: Dos compañías para dos escuelas de artes escénicas

Cuando el afamado Ballet Jooss se presenta en el Teatro Municipal en 1940 con La mesa verde, obra que marca un antes y un después en la historia del ballet moderno, la historia nacional de la danza también comienza a reescribirse. Tal fue el impacto de la compañía en Chile, que cuando llega a los oídos de Armando Carvajal y Domingo Santa Cruz que parte del equipo del Ballet Jooss se había instalado en Venezuela no dudaron en realizar las gestiones para contratar a tres de ellos con la misión de conformar la escuela de ballet del IEM. Así es como llega al país Ernst Uthoff, como director y fundador de la futura escuela, su esposa y bailarina Lola Botka y el bailarín Rudolf Pestch.

El 7 de octubre de 1941 se iniciaron las actividades de la Escuela de Danza con una selección de 70 postulantes entre los centenares que solicitaron matrícula. El 18 de mayo de 1945 se presentaron por primera vez como un cuerpo estable con el nombre de Ballet de la Escuela de Danza, que con los años se transformaría en el Ballet Nacional Chileno (Banch). Coppelia fue la obra escogida, con música de Leo Delibes y coreografía de Uthoff.

Inverso fue el proceso de profesionalización del teatro en Chile. Meses antes, en el mismo año 1941, un grupo de estudiantes del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile presentaba en el Teatro Imperio la primera función oficial del Teatro Experimental, compañía que muchos años después se conocería como Teatro Nacional Chileno (TNCH). El grupo, formado y liderado por Pedro de la Barra y José Ricardo Morales, se componía de 28 actores y actrices aficionados que fueron conocidos como la Generación del ‘41. Mauricio Barría, actual Subdirector del Departamento de Teatro de la Universidad de Chile e integrante del Directorio Transitorio del TNCH, afirma que “el objetivo era profesionalizar el teatro y renovar los repertorios. Se instalan como un teatro de vanguardia, por eso el nombre es Teatro Experimental, hay toda una mirada de la época a pesar de que ya vienen un poco pasadas las vanguardias en el año ‘40’”.

Es gracias a los esfuerzos del Teatro Experimental que en 1949 se funda la Escuela de Teatro y, casi en paralelo, la Escuela de Diseño Teatral. Otro importante logro se da en 1954, cuando se logra el arriendo al Banco del Estado de la Sala Antonio Varas, que acoge al TNCH hasta hoy.

Durante las décadas del ‘50 y ‘60 ambas compañías de artes escénicas alcanzan su época de mayor gloria con un amplio repertorio y un nutrido desarrollo de sus disciplinas. Destacan en el Banch montajes como Carmina Burana, considerada la obra maestra de Uthoff, y también las obras de Patricio Bunster; Bastián y Bastiana (1956), y Calaucán (1959), una de las más importantes de la época y de las piezas mejor logradas del Ballet Nacional Chileno. En tanto, el Teatro Experimental se consolidó a través de obras que transitaban entre lo clásico y moderno, como Romeo y Julieta, protagonizada por Marcelo Romo y Diana Sanz, y ¿Quién le tiene miedo al lobo?, dirigida por Agustín Siré y llevada a escena en 1964.

La llegada de la dictadura y la intervención militar en la Universidad presenta un quiebre en la historia común de estos elencos. Es en el año 1987 cuando, bajo la rectoría designada de José Luis Federici, se decreta la desvinculación del Coro de la Universidad de Chile, el Ballet Nacional Chileno y la Orquesta Sinfónica de Chile de la Facultad de Artes, tras la creación, ese año, del Centro de Extensión Artística y Cultural Domingo Santa Cruz, actual CEAC. Por otro lado, el Departamento de Teatro defiende la permanencia del Teatro Nacional Chileno y lo consigue, sin embargo, el elenco deja de funcionar en la década siguiente por problemas administrativos y financieros. Para la historiadora y directora del Proyecto NAVE, María José Cifuentes, el Banch -que en 2015 cumplió 70 años de funcionamiento- ha sabido sobreponerse a diversas dificultades que ha enfrentado en el último tiempo. “Los cambios de dirección y de elenco han sido un importante desafío y sin duda sus decisiones han apostado a su profesionalización y desarrollo de nuevos lenguajes, determinaciones que han llevado a esta compañía a seguir siendo un referente nacional en el ámbito de la danza, afirma Cifuentes.

El actual Directorio Transitorio del Teatro Nacional Chileno -que celebró sus 75 años de vida el presente año- se encuentra trabajando, según relata Mauricio Barría, en un nuevo estatuto que establezca los mecanismos para escoger a su director o directora mediante concurso público, que redefina la relación del TNCH con el Departamento de Teatro, entendiendo al Teatro Nacional como “el organismo natural de extensión de nuestro departamento”. “Para nosotros el Teatro Nacional debería ser un lugar de prácticas profesionales, un lugar donde están apareciendo los discursos que al departamento, como investigadores y creadores, le interesa que aparezcan, las reflexiones, pero también las formas de vinculación con la comunidad”, concluye Barría para la nueva etapa que está en diseño.

MAPA: patrimonio e identidad de Chile

“El Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago salvaguarda el patrimonio para todos los chilenos”. Nury González es rotunda al definir la labor de la institución de la que es directora desde el año 2008. Y como si no fuese a quedar claro, agrega: “Somos nacionales. Es el único lugar que está salvaguardando una memoria de una identidad que está desapareciendo”.

El MAPA se inaugura oficialmente el 20 de diciembre de 1944, pero sus orígenes se remontan a la Exposición de Artes Populares que se realizó en 1943 en medio de las celebraciones del centenario de la Universidad de Chile. Para esa ocasión, Amanda Labarca, académica de la institución y presidenta de la Comisión Chilena de Cooperación Intelectual, encabeza un llamado a los países vecinos a donar obras de artesanía popular para la muestra. Si bien no todas las piezas alcanzan a llegar debido a la inestable situación política de la época, la exposición se realiza exitosamente y da pie para que el Consejo Universitario decrete la creación del MAPA.

El museo ha tenido una historia accidentada. Desde su fundación nunca ha contado con una sede propia, recalando primero en el Castillo Hidalgo y siendo luego relegado a las instalaciones del MAC después del golpe militar, periodo durante el cual incluso desaparecen piezas de la colección. Actualmente su sede está en una casa en la calle Compañía, pero parte de su acervo se exhibe en el Centro Cultural Gabriela Mistral.

En palabras de su directora, las más de seis mil piezas que componen su colección “tienen que ver con objetualidades del cotidiano. Son objetos que se hacen en lo que llamo el espacio calmo de la heredad, son transmisiones de abuelas a madres a hijos, transmisiones de saberes aprendidos en ese contexto.”

En esta tarea el MAPA trabaja codo a codo con el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes mediante proyectos y convenios. Uno de los más importantes tiene que ver con el Programa “Sello de Excelencia”, concurso que releva la calidad de la artesanía chilena. Las piezas ganadoras pasan automáticamente al MAPA, alimentando así la colección con nuevas representaciones artísticas. “Los únicos que damos garantías de dar el acervo para el país somos el MAPA, porque somos un museo público y estatal. Lo que entra al MAPA, entra para la Universidad; y si entra para la Universidad, entra para Chile”, afirma su directora. Ana Carolina Arriagada, directora regional del Consejo de la Cultura de la Región Metropolitana, está de acuerdo con ella. “El MAPA es un anclaje a nuestra identidad latinoamericana, al reconocimiento de nuestras artes y oficios tradicionales y populares; una reivindicación de nuestros saberes y formas de habitar en nuestro territorio”, explica.

Es por estas razones que el Ministro Ernesto Ottone nombró a González como curadora de la exposición chilena que participará en 2017 en Revelation, la III Bienal de Artes y Oficios que se realizará en París y que tiene a Chile como invitado de honor. “Cuando tomé el cargo de directora quería poner al MAPA en el mapa cultural chileno. Hoy nadie duda de qué es el MAPA”, declara Nury.

MAC: la añoranza por la actualidad

Corría junio del año 2002 y mientras Brasil y Alemania protagonizaban la final de la Copa del Mundo de Fútbol, en Chile cinco mil personas daban la sorpresa al salir a las calles a desnudarse ante el lente del fotógrafo Spencer Tunick, ante una fuerte oposición de grupos conservadores.

Francisco Brugnoli, director del Museo de Arte Contemporáneo, fue el coordinador de la venida de Tunick a Chile. “Debimos gestionar los permisos ante la Intendencia y el Concejo Municipal de la época en medio de mucha oposición”, rememora. Para Brugnoli, acciones como ésta representan el espíritu del MAC y demuestran, además, lo fundamental de que el Museo esté alojado en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. “Eso es muy importante, porque nos da autonomía, nos permite ser libres”, manifiesta.

Los orígenes del Museo de Arte Contemporáneo se remontan a la creación del Instituto de Extensión de Artes Plásticas en 1945, enmarcado en las políticas dedicadas a la cultura de la época. La primera muestra se inauguraba dos años más tarde en el edificio conocido como “El Partenón” en la Quinta Normal, con la presencia de autoridades nacionales, universitarias y artísticas. Para su primer director, Marco Bontá, el MAC representaba un “concepto que abarca lo histórico, lo estético y lo político”, que llegaba a cumplir un anhelo de los artistas de la época por la actualidad.

En 2017 el MAC cumplirá 70 años de historia. Por sus dos sedes -Quinta Normal y Parque Forestal- han pasado los más grandes artistas nacionales y connotados representantes internacionales. Francisco Brugnoli lo ha encabezado durante las últimas décadas y lo define como “un museo de actualidad que pone a la sociedad civil en contacto con el mundo, hace crecer el imaginario nacional”.

En la actualidad, el museo no sólo cumple la función de ser un espacio de exhibición, sino que también se hace cargo de las tres bases fundamentales de la universidad: docencia, investigación y extensión. Es en este último campo donde ha desarrollado áreas como Educamac, cuyo objetivo es convertir al museo en un espacio de intercambio de ideas y vinculación con la comunidad.

“El Museo de Arte Contemporáneo ha generado potentes dispositivos educativos y pedagógicos para nuestra comunidad, labor sumamente relevante en una área como las artes visuales, donde existen claras brechas de acceso, no sólo en la materialidad, sino también en lo simbólico, en comprender, acceder y participar al proceso de apropiación, señala la directora regional del Consejo de la Cultura de la Región Metropolitana. Para ella, el museo representa “una apertura a nuevos lenguajes, un diálogo con ‘lo otro’, la alternancia necesaria para definir lo que somos; la capacidad para abrirnos a otros referentes”.

La Camerata Vocal de la Universidad de Chile

Fue el último de los cuerpos estables en ser creado, fundándose en el año 2000. Está compuesta por 16 cantantes profesionales, que a su vez son instructores vocales del Coro Sinfónico. Su objetivo es cultivar y difundir repertorios de música a capella, entre los que destacan musicales como West Side Story, cantatas, música de películas, arias famosas de óperas como La Traviata, y música de grupos contemporáneos, como The Beatles, entre otras.