Hernán Larraín

(Vamos por Chile) Distrito 11 – Región Metropolitana

La primera dificultad de todos los constituyentes fue iniciar un proceso que venía sin un manual de instrucciones. Hubo que instalar una convención entre 155 personas que no se conocían, todos muy diversos, de distintos lugares, donde también existían muchas desconfianzas, prejuicios, distancias, diferencias; y eso fue una dificultad para el arranque. Fueron momentos muy emocionales, para algunas personas es toda una experiencia nueva con los medios y creo que hubo una primera etapa super compleja, bajo presión. Pero eso se ha ido moviendo y ha sido muy interesante. Nos hemos ido conociendo. Desde el Pleno, que es un trabajo muy abierto y colectivo, hemos pasado a trabajar en comisiones, que son grupos más pequeños y permiten la interacción, la generación de confianzas, de empatía, y se van derribando prejuicios. Siempre habrán legítimas diferencias políticas, proyectos distintos, pero comprendemos que por un tiempo acotado tenemos una gran responsabilidad de llegar a acuerdos. La izquierda tiene una responsabilidad superior a la derecha, que es minoría sin veto, y, por lo tanto, vamos a tener que buscar colaborar desde el lugar y el peso que tenemos.

Espero que estos primeros meses hayan sido un aprendizaje y que el respeto y el diálogo se impongan a las críticas —que a veces son muy vociferantes—, y a los discursos altisonantes.

Tengo plena conciencia de la responsabilidad que significa estar en la Convención, y por lo tanto estoy trabajando en este desafío de manera exclusiva. Tengo la convicción de que Chile necesita una nueva Constitución y con un pacto político que le vuelva a dar legitimidad a las instituciones y nos permita vivir un nuevo ciclo. También tengo la convicción de que la centro derecha, o una parte importante de ella y el mundo liberal, que ser parte de ese acuerdo y yo busco colaborar desde las propuestas y desde el diálogo para que una centro derecha democrática, abierta y liberal pueda participar en la construcción de grandes acuerdos, para que la Constitución sea para todos y todas y no solo para algunos.

El trabajo es terriblemente exigente. Tengo un hijo de 3 años y una guagua de 4 meses, y es muy difícil cumplir con mis responsabilidades como debería, y en eso mi pareja ha sido muy generosa, pero uno no puede estar en la Convención hablando que la nueva Constitución debe tener un enfoque de género y luego no llegar a la casa. Hay una responsabilidad también en la práctica y esto ha implicado tener que estar haciendo la pega, pero muy enfocado en lo que pasa en la casa y que, en mi caso, es lo más exigente.

Hay temas que me parecen muy relevantes, como el reconocimiento de los pueblos originarios, el cambio climático, la protección del medioambiente. Tener una economía del siglo XXI, el desarrollo económico y el financiamiento de los derechos sociales: la ecuación de esos tres elementos es clave. Luego está el régimen político, la denominada sala de máquinas, para crear una estructura que permita que funcione el sistema. En otros procesos de Latinoamérica esto ha sido más bien un fracaso. Se hacen constituciones maximalistas, extremadamente generosas en su catálogo de derechos, con grandes declaraciones, pero sin un motor que tenga la capacidad de movilizar todos esos compromisos.

Patricia Politzer

(Independientes por la  Nueva Constitución) Distrito 10 Región Metropolitana

Si tuviera que definir en una sola palabra los primeros dos meses del trabajo constitucional sería aprendizaje. Ha sido una etapa llena de sorpresas y emociones. La primera fue Carmen Gloria Valladares, esa funcionaria pública ejemplar que manejó con maestría la ceremonia de instalación. Las manifestaciones en el entorno del Congreso y las sensibilidades a flor de piel podían llevarnos a un callejón sin salida. Pero el espíritu republicano y la responsabilidad democrática de esta abogada le dieron solemnidad a la ceremonia. Logró que se hiciera silencio y cada cual declaró su compromiso con la tarea de escribir una nueva Constitución.

Luego vino la ineficiencia o falta de voluntad política del Ejecutivo con el proceso constitucional. La hoja en blanco había sido entendida como la nada, no solo en el texto sino en la infraestructura. No había computadores, papel, lápices, tampoco basureros. Sin embargo, con el apoyo de la Universidad de Chile y de la Cámara de Diputadas y Diputados, en menos de un mes se levantó de esa nada una nueva institución de la República: la Convención Constitucional.

En pocas semanas, sus 155 integrantes ya habían elegido a una presidenta mapuche, un vicepresidente, siete vicepresidencias adjuntas (dos de ellas con representantes de pueblos originarios), y habían formado ocho comisiones temáticas para comenzar a trabajar. Un mes después, la Comisión de Reglamento recibió la tarea cumplida para armonizar un documento que debe pasar por la aprobación del Pleno.

Sigo tan optimista como el día en que el Tricel comunicó oficialmente mi elección como Convencional Constituyente. He sido partícipe de un ejercicio democrático como nunca antes en nuestra historia. La Convención reúne a un conjunto plural y diverso, que refleja la complejidad de nuestra sociedad en toda su dimensión. Esta amalgama de historias de vida, experiencias, cosmovisiones, ideologías, religiones, ha ido conformando un todo armónico para dar forma a la institucionalidad constitucional.

Es en esta institucionalidad, en la que cada cual va encontrando su espacio, su manera de relacionarse con el otro, de asombrarse con vivencias insospechadas, de enriquecerse con nuevos conocimientos. Lentamente, la rigidez de nuestra sociedad se va metamorfoseando, para permitir que participen en el ágora diversos colectivos que durante décadas fueron invisibles para las elites.

Cuando se cumplió un mes de la instalación de la Convención escribí una columna que hablaba de los extraordinarios tintineos que se escuchan en los pasillos y de cómo la norma son los colores, los aros y los adornos en hombres y mujeres. Los ponchos y vestidos cuyas formas y texturas dan cuenta de variados territorios de norte a sur. Un colorido similar a la diversidad de los seres humanos. Esta realidad, cada vez más natural, da cuenta de que ya se inició el cambio profundo que Chile necesita. Algunos siguen incrédulos y enfadados; otros, atemorizados y a la defensiva. Pero el mirarnos a los ojos, reconocer nuestras voces, adivinar una respuesta, permite que empiecen a caer las corazas, surjan complicidades insospechadas y se vayan creando confianzas. Que se pueda trabajar codo a codo, hablar con franqueza y sin resquicios de realidades duras y dolorosas. Así, en conjunto, vamos aprendiendo a dialogar, argumentar y llegar a acuerdos.

Bárbara Sepúlveda

(Apruebo Dignidad) Distrito 9 – Región Metropolitana

Lo más complejo ha sido adaptarse a un espacio de deliberación política como este. La diversidad que existe adentro ha implicado descubrir una forma de relacionarse que, personalmente, me es ajena. Viniendo de organizaciones sociales y del activismo, incluso aunque sea militante, no me había tocado tener una experiencia de este tipo, entender las dinámicas y las lógicas de las relaciones políticas. Ha sido un gran aprendizaje. Lo más difícil es estar con gente de la que no se sabe qué esperar. Si tengo al frente a una persona de derecha, sé inmediatamente cuál es su postura, sin embargo, hay gente de centro que en algunas cosas se inclinan para un lado, en otras para otro, y eso representa una gran complejidad en las conversaciones y los acuerdos.

Una de las sorpresas gratas ha sido conocer gente independiente, de otras regiones, de otras listas y colectivos políticos. Hemos podido construir relaciones muy buenas; hay muchas mujeres increíbles, llenas de fuerza y convicción. El trabajo más intenso ha sido el de la Comisión de Reglamento, donde comparto con gente muy aplicada, con muy buenas ideas. Este es un un espacio donde la mitad somos mujeres, algo novedoso. Por eso pienso mucho en mis compañeras que están en el Congreso y en lo tremendo que debe ser estar en un espacio tan masculinizado.

Ser parte de este proceso histórico es importante y lo vivo en el día a día, tratando de superar mis estándares de exigencia. Trato de mantener un contacto muy fluido con la gente, especialmente de mi distrito, y es un trabajo que consume muchísimo tiempo. Fuerzo mi agenda a tener espacios de conexión con la ciudadanía e ir a asambleas, y no es sencillo por el ritmo que tiene la Convención, que es brutal. Nuestros horarios de trabajo son sin parar de mañana a noche, fines de semana completos. A todas y todos nos ha pasado que vemos menos a nuestra familia y amistades. Vivo con mi compañero, no tengo hijos, pero sí una gata: la Abogata. Pienso en mis compañeras que son madres y mis compañeros que son padres o que ejercen labores de cuidados y la incompatibilidad de eso con este ritmo. No podemos permitirlo, porque las que se van a ver más afectadas serán las mujeres. Si nosotras no somos capaces de moderar esto de alguna forma, ellas tendrán que empezar a marginarse de espacios de reunión y eso es tremendamente injusto. Creo que no estamos dando un buen ejemplo sobre lo que es tener una política de cuidado dentro de la CC, y eso es grave. Avanzar en eso es clave.

Mi gran batalla es la Constitución feminista. Obviamente, son varios los otros asuntos en los que he puesto mucho énfasis, sobre todo en los derechos sociales, pero creo que mi gran batalla es introducir la perspectiva de género de principio a fin en el texto constitucional.

Crónica de una participación (des)encantada

Cuatro fueron las fases de participación ciudadana que sentarán las bases del proyecto de Constitución que el Gobierno presentará al Congreso. En total, casi 83 mil personas respondieron la consulta individual online, algo más de 100 mil participaron en los Encuentros Locales Autoconvocados, 12 mil 852 en los Cabildos Provinciales y en los Cabildos Regionales se estima que fueron 10 mil. A la espera de la síntesis que se presentará en octubre, dos ciudadanas, mujeres santiaguinas, participantes del proceso, madre e hija, representantes de distintas formas de mirar la política, reflexionan sobre este inédito ejercicio de la democracia y manifiestan sus aprehensiones sobre lo que viene.

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