Bélgica Castro y Alejandro Sieveking, la partida de una pareja ícono del teatro chileno

Con más de seis décadas de matrimonio, mismo tiempo que dedicaron al teatro, la dupla de Premios Nacionales siguió unida hasta la muerte. La actriz falleció el 6 de marzo, día de su cumpleaños número 99 y un día después de que su marido dramaturgo también se despidiera de este mundo. Ambos serán velados en la Sala Antonio Varas del Teatro Nacional Chileno y el sábado sus restos serán cremados en el Cementerio General.

Bélgica Castro retratada en 2016 con motivo de su entrevista para revista Palabra Pública. Crédito de foto: Alejandra Fuenzalida.

Es una de las parejas más admiradas, queridas y respetadas del teatro local. Su formación se desarrolló al alero de la U. de Chile, en el llamado Teatro Experimental, claro que con años de diferencia: ella ya era una actriz conocida y profesora de Historia del Teatro, mientras él venía ingresando a la carrera de teatro, tras haber estudiado unos años arquitectura, cuando se conocieron en 1956. El flechazo fue inmediato, cuando coincidieron en la puesta en escena de Un sombrero de paja en Italia en el Teatro Antonio Varas,  y se prolongó hasta ayer, cuando el dramaturgo Alejandro Sieveking, autor de La remolienda abandonó este mundo, a los 85 años de edad. Su mujer Bélgica Castro, lo secundó al día siguiente: el mismo día de su cumpleaños número 99 y un día después de la muerte de su esposo, la actriz más longeva de las tablas chilenas también falleció.

Fue una historia de amor, de lucha y rigor teatral que los unió hasta la muerte. “Cuando todavía lamentamos la muerte de su compañero Alejandro Sieveking, las artes escénicas reciben otro golpe: la partida de la gran Bélgica Castro, una de las mujeres creadoras fundamentales del teatro nacional en los últimos 75 años. Una voz fuerte e inspiradora que se apaga”, tuiteó la ministra Consuelo Valdés, quien fue una de las primeras en confirmar el deceso de la actriz.

Bélgica Castro en La remolienda, escrita por Sieveking, dirigida por Víctor Jara y estrenada en 1965.

Bélgica Castro fue una de las fundadoras del Teatro Experimental de la Universidad de Chile, fundado por Pedro de la Barra, y recibió el Premio Nacional de Artes de la Representación en 1995. Su marido, Alejandro Sieveking, 14 años menor, lo ganaría también, pero bastante después: el 25 de agosto de 2017. Fue accidentado. El dramaturgo recibió la noticia mientras estaba tomando un taxi para llevar a Bélgica al hospital debido a una caída. Un mes antes había tenido un accidente vascular. Ese mismo año, la actriz de entonces 97 años abandonó las tablas definitivamente y ya en el último año era público que sufría de Alzheimer. 

Hija de emigrados españoles, nacida en Temuco en 1921, Bélgica Castro sería una de las estrellas más prominentes del Teatro Experimental, interpretado textos de los más importantes dramaturgos, como Lope, Chejov, García Lorca, Graham Greene, Arthur Miller, Brecht, Pirandello, Shaw, Ibsen, Durrenmatt, Valle-Inclán y Sófocles. Estuvo casada en primeras nupcias con el destacado actor Domingo Tessier con quien tuvo a su único hijo, Leonardo Mihovilovic. En 1961 pudo formalizar su relación con Sieveking, con quien trabajaría en diversos montajes incluida La remolienda (1965), Ánimas de día claro (1962), y La comadre Lola (1985). Al igual que su marido, también trabajó en cine. Juntos protagonizaron a una pareja de ancianos, muy parecida a ellos, en Gatos viejos (2010), pero también tuvo brillantes participaciones en Días de campo (2004), la miniserie La recta provincia (2007) de Raúl Ruiz, El desquite (1999) y La buena vida (2008) de Andrés Wood,

Entre sus últimos roles en teatro está su notable interpretación de misía Elisa en la obra Coronación, de Jorge Pineda, que se presentó en el GAM, en 2015, mientras que la última colaboración que tuvo con su esposo fue al año siguiente en Pobre Inés sentada ahí, que Sieveking escribió especialmente para ella. En esa ocasión, Bélgica fue entrevistada por revista Palabra Pública, donde recordó sus inicios en el teatro y donde dejaba algunas lecciones para las nuevas generaciones, que hoy resuenan como especie de manifiesto postmortem: “El espectáculo teatral no es obra de uno como en la poesía o la novela. Intervienen directores, actores, autores, escenógrafos, electricistas, etc., también participa el público como materia importantísima. ¿Tenemos nosotros estos elementos? La respuesta sería están, existen, pero en potencia. Formémoslos, pero no haciendo trabajar mecánicamente a los aficionados en obras grotescas e insustanciales que no estimulan la sensibilidad ni dejan enseñanza alguna. Se necesita gente nueva que recupere esta generación e inspirarla en valores de alta calidad estético-moral. Es preciso promover un sentimiento amplio y serio que no quede en el autor o el actor, sino que abarque los múltiples problemas del teatro”.

Adiós a Alejandro Sieveking, autor de “La Remolienda” e ícono del teatro chileno del siglo XX

El dramaturgo y Premio Nacional de Arte 2017 falleció a los 85 años tras combatir por largo tiempo un cáncer a la piel. Autor de obras emblemáticas como Ánimas de día claro y Tres tristes tigres, deja viuda a su compañera de vida y oficio, Bélgica Castro (98), con quien formó una de las parejas más queridas de las tablas locales.

A mediados de 2019 Alejandro Sieveking estrenó una nueva obra: Todos mienten y se van, que debutó en el Teatro UC bajo la dirección de Alejandro Goic. El texto era parte de la trilogía que partió en 2012 con la elogiada Todo pasajero debe descender, donde además compartía escenario con Bélgica Castro. Sin embargo, en esta nueva obra no estaba la nonagenaria actriz. Retirada de las tablas debido a una avanzado Alzheimer, Sieveking mostró públicamente varias veces preocupación por su mujer y su estado de salud: “Bélgica extraña mucho el teatro, y yo verla actuar. Cada tanto me lo dice y se lo digo”, decía en una entrevista a La Tercera el año pasado ad portas al estreno del montaje. Uno de sus mayores miedos -dijo también en la entrevista- era morir antes que ella. Finalmente sucedió así: el autor de La Remolienda, uno de los grandes dramaturgos del teatro chileno del siglo XX, falleció la tarde del 5 de marzo en su casa de Parque Forestal, a los 85 años.

Siguió activo y cuidando esmeradamente a su mujer hasta que hace sólo un par de meses cayó hospitalizado por una gripe fuerte. Hace décadas el dramaturgo combatía, además, un cáncer a la piel que lo obligó a someterse a varias intervenciones y que ahora último lo hizo salir de escena sorpresivamente. Sus restos son velados en la Sala Antonio Varas, ubicada en Morandé 25, y este sábado será cremado en el Cementerio General. Tras de sí deja un prolífico legado de obras entre las que destaca Ánimas de día claro (1961), Tres tristes tigres (1967), La mantis religiosa (1971) y Todo pasajero debe descender (2012).

Bélgica Castro y Alejandro Sieveking, junto a su gato Aliosha, en su departamento de Parque Forestal. Crédito de foto: Alejandra Fuenzalida

En 2017, el dramaturgo recibió el Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales, mismo galardón que su esposa Bélgica recibiera en 1995. Juntos, y al igual que su amigo Víctor Jara, dieron a conocer su trabajo en los años 50 y 60 en el entonces llamado Teatro Experimental nacido al alero de la U. de Chile, y que hoy es el Teatro Nacional Chileno. Seguido a ese galardón también recibió la Medalla Rectoral de la U. de Chile.

“Alejandro Sieveking contribuye en la construcción del espíritu de un país. Se trata de un creador en constante contacto con los artistas contemporáneos, que permanentemente ha hecho de este oficio un sentido de vida. Consecuente con sus principios, se exiliaba cuando la tiranía lo obligaba a someterse. Un premio totalmente merecido», decía el dramaturgo Ramón Griffero en 2017, a propósito del premio para Sieveking.

El director, escenógrafo y Premio Nacional de Arte, Ramón Núñez recuerda haber conocido a Sieveking a los 18 años, cuando él era alumno de la Escuela de Teatro UC y Sieveking de la U. de Chile. » Generamos un lazo de amistad con todo ese grupo, estaba Alejandro, Víctor Jara, Miriam Benovich, Tomás Vidiella. Hice algunas obras suyas como Peligro a 50 metros y Una vaca mirando el piano, también participamos juntos de la película La pasión de Michelangelo. Siempre le decía que se presentara al Premio Nacional y él se negaba rotundamente, finalmente yo mismo levanté su campaña junto a la Facultad de Arte porque yo mismo me daba cuenta que los otros candidatos no le llegaban ni a los talones», dice Nuñez.

«Simplemente hay un antes y después de Alejandro Sieveking en el teatro nacional», agrega el director. «El recuperó el realismo local y lo llevó a las tablas, pero convertido en un folclore urbano con toques de realismo mágico que se vieron en La remolienda y Ánimas de día claro, que es simplemente una maravilla onírica insuperable. Sus obras tenían compromiso social y político, pero nunca fueron panfletarias, las dotaba de un halo de misterio y de una belleza incalculable», resume Núñez.

Un año después del golpe de Estado, Alejandro y Bélgica se exiliaron de Chile, debido al clima hostil en que vivía el país y las trabas para ejercer el teatro -además del duro golpe emocional que le significó el brutal asesinato de su amigo Víctor Jara en el Estadio Chile. Se fueron a Costa Rica, donde recibió el Premio Casa de las Américas de Cuba, volviendo al país recién en 1984. En esos años, además de obras teatrales, escribió guiones para la televisión y publicó dos novelas, La señorita Kitty y Bella cosa mortal.

Víctor Jara, Sergio Zapata, Bruna Contreras y Alejandro Sieveking en la histórica banca de Parque Forestal donde se reunían los amigos de la U. de Chile. Crédito de foto: Luis Poirot.

El fotógrafo Luis Poirot también recuerda su larga amistad con el dramaturgo y valora su gran aporte al teatro chileno: «La dupla que formó con Víctor Jara significó la transformación del teatro de la Chile. En el año 59, Víctor Jara debuto como director con Parecido a la felicidad, escrita por Alejandro, que era increíble porque hacía una radiografía psicológica de los chilenos. Con esa obra se abrió el Teatro Antonio Varas a los jóvenes y luego salió a girar por Latinoámerica», cuenta Poirot. «Víctor entendía muy bien la poética de las obras de Alejandro, donde había humor, ternura y un conocimiento complejo de lo que somos los chilenos. Para mi es como un Chejov chileno», agrega el fotógrafo, con quien el año pasado Sieveking realizó una exposición conjunta en la Tienda Chile pianos ubicada en Ñuñoa, donde Poirot exhibió fotos y el dramaturgo, una serie de collages, otra de sus pasiones.

En la última década, Sieveking -siempre dispuesto a colaborar con las generaciones jóvenes realizadores- incursionó en el cine como actor en  filmes como La vida me mata (2007) de Sebastián Silva, El club (2015) de Pablo Larraín y Los perros (2017) de Marcela Said. Premonitoriamente, en la película Gatos viejos (2010) dirigida por Sebastián Silva y Pedro Peirano, grabada en su propio departamento de Parque Forestal, el dramaturgo interpretaba junto a Bélgica Castro a una pareja de ancianos que debían lidiar con el Alzheimer de ella.

Poirot recuerda que vio por última vez a Sieveking durante el mes de enero, cuando había sido hospitalizado para recibir tratamiento por el cáncer que se había expandido hacia uno de sus ojos. «Lo vi cansado, pero que nos encontráramos le devolvió el ánimo. Siempre hablábamos de que volviera a dirigir una de sus obras, un proyecto que postergábamos y postergábamos, una de las razones era porque a él no lo dejaban de llamar para nuevos proyectos. Se reía diciendo que ‘ahora que estoy viejo me están descubriendo’. El trabajó hasta el último minuto, ese rigor, ese amor y entrega total al oficio es lo que vamos a echar de menos y es su gran legado y ejemplo a las nuevas generaciones», dice el fotógrafo.

Adriana Goñi: “El espacio virtual funciona como espejo de la realidad análoga y te obliga a tomar posiciones y hacerte responsable”

Como una nativa digital, Adriana Goñi se mueve por las redes con total soltura. A sus 74 años, tiene Twitter, Instagram, chatea por Whatsapp con sus nietos y su madre de 96 años y arma grupos en Facebook, como Hijos e hijas de la memoria, un espacio que reúne a más de 4 mil familiares y cercanos de víctimas de la dictadura. En el último Congreso Futuro, Goñi presentó su investigación sobre el cambio de paradigmas en el mundo virtual de temas trascendentales como la memoria, la muerte y los Derechos Humanos.

Por Florencia La Mura

“Como nunca en la historia, estamos expuestos a presenciar la muerte cotidianamente. Sin embargo, nadie muere realmente”, afirma Adriana Goñi, antropóloga y académica de la Universidad de Chile, quien en el último Congreso Futuro presentó la ponencia Morir y trascender digitalmente. A sus 74 años, cuenta que ha enfrentado la muerte de dos de sus hijos y que ella misma carga con un cáncer de tiroides muy difícil de operar. Desde esa experiencia personal, pero también profesional, Goñi aborda el tema de la muerte en la era de las redes sociales y plantea, por ejemplo, cómo el cúmulo de posteos, fotos y textos dejados por usuarios fallecidos en Facebook -que suman 30 millones en 8 años-, sirve como una especie de animita virtual, generando trascendencia y ayudando a sobrellevar el luto.

Todo comenzó en 1998, cuando trabajando  en la creación de un centro de estudios de memoria y DDHH en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC). Allí, Goñi encontró un vacío con respecto al registro de la experiencia de los hijos de exiliados y qué sucedía con la memoria personal y familiar de ellos. Comenzó a establecer redes entre esos descendientes a través de plataformas como MSN y MySpace y se sumergió en nuevas áreas de investigación como la etnografía digital y antropología virtual, hasta llegar a integrarse al Observatorio de Cibersociedad. “Mi generación fue muy golpeada por la muerte, además se me murieron dos hijos hace poco. Tengo la suerte de que mi mamá tiene 96 años, su hermana mayor tiene 100, entonces, el tema de la longevidad, la vida y la muerte me ronda en el cotidiano. Todos nuestros compañeros caídos no los sentimos muertos”, explica la antropóloga.

-¿Qué fue lo que le fascinó y atrajo de trabajar el tema de memoria y DDHH desde las redes sociales?

Fui dándome cuenta que el espacio virtual es un espacio antropológico al que hemos llegado como conquistadores a colonizarlo y nos encontramos con tribus, lenguajes, códigos que son propios de ese espacio virtual, que funciona como espejo de la realidad análoga. Me zambullí en eso, como broma me decían Adriana Spam, porque mandaba muchas cosas. Al comienzo no había gente que trabajara el tema, ahora sí hay colegas jóvenes que lo trabajan, y me dediqué a la sociabilidad que existe en la web. 

Me interesé en los descendientes de quienes sufrieron violencia, y ellos están todos en la red, es una memoria muy activa. Conozco a esos hijos desde pequeños y están permanentemente escribiéndole cartas a sus papás, para cada aniversario, cada condena, cuando encuentran restos de detenidos desaparecidos. Es una retraumatización permanente y reaccionan en la red, escribiendo. También formé un grupo de Facebook que se llama Hijos e hijas de la memoria y estamos en contacto, con un correlato online-offline. Todas las convocatorias y registros pasan por la web. Si ves las manifestaciones en Plaza de la Dignidad, la performance de Las Tesis, todas se han convocado por internet, es un medio vivo, muy líquido, porque va mutando permanentemente.

-Se tiende a pensar en el espacio virtual como uno aparte del “real”, más que una continuación de otros espacios y tan real como uno físico ¿de qué manera puede afectar en nuestras interacciones sociales la interpretación que tengamos del uso de estos espacios?

Pienso que son complementarios. En mi círculo cercano hay muchos homenajes y convocatorias sobre violaciones a los Derechos Humanos, esa convocatoria se traduce en el acto físico y se está grabando y fotografiando todo, que luego se sube a Instagram o Facebook. Es una interacción muy fluida, pareciera que lo que no fotografías no existiera. La presencia en el espacio virtual parece legitimar lo que se hace presencialmente, si no lo registras ni compartes, falta toda una parte de ese evento que sin ella no tiene repercusión pública. 

-¿De qué forma las redes sociales ayudan a vivir el duelo?

Voy a hablarte de mi caso. En febrero del año pasado se murió mi hijo en una carrera de mountain bike, y mi hija murió también murió hace seis años. A ninguno lo tenía de amigo en Facebook, pero ahora he podido ver sus posteos, los mensajes que intercambiaba con los amigos, sus amigos ciclistas hicieron una ceremonias increíbles en su honor, con convocatorias por redes sociales. Hicieron un monolito arriba del cerro y se juntan a recordarlo ahí. Por supuesto que eso me consuela, son todas cosas que yo no sabía de él. El hecho de escribir algo también sana, lo veo en los familiares de detenidos desaparecidos. Escribir es muy catártico en el duelo, sobre todo para quienes han tenido un duelo patológico, de muertos sin tumba. Mientras no se encuentren los restos, el duelo está latente, lo que hace un dolor crónico. Eso tu lo escribes y lo compartes y tu lo compartes y la gente te demuestra su apoyo. Hay una parte de mi disciplina que es la antropología de la muerte, de la enfermedad, del envejecimiento, le he echado vistazos a esto y si ves para atrás y ayuda a entender cómo se enfrentaba la muerte en otras sociedades precapitalistas, en términos de qué significa la muerte para el grupo social. Es otra relación, lo más conocido son las momificaciones y ahí te preguntas porqué lo hacían, quizás por esta idea de volverlos eternos. En la universidad supe que las mujeres esquimales masticaban el cuero para hacer utensilios y cuando perdían los dientes y las mujeres ancianas ya no tenían ningún valor, las dejaban morir. Todos tienen una relación con la muerte, los ancestros, el territorio y es distinta cualitativamente la percepción que se tiene de ella. 

-Con su frase del Congreso Futuro “nadie muere realmente”, se me vienen a la mente las figuras que han emergido de las protestas en Chile, como el Negro Matapacos y todas las veces que han destrozado su estatua ¿Cuál es el peso de los símbolos frente a la memoria?

Los símbolos y significados son muy importantes de entender, desde la postura de cada uno y se pueden demonizar o enaltecer como al Negro Matapacos, que ya es universal. Tengo un dibujo del perro en mi auto y estoy segura que en cualquier momento me puede llegar un piedrazo, como me pueden llegar señales de aprobación. Tengo ese dibujo porque me hace sentido. Los símbolos unen un código en común de un colectivo, por algo es tan fuerte cuando se destruyen estatuas, por un lado o el otro, porque apela a tu grupo de pertenencia y en una sociedad tan fragmentada como la nuestra, esto ha hecho explotar las burbujas y nos dimos cuenta que existen los demás. En esto sí creo que hemos retrocedido veinte años, en un buen sentido, cuando éramos comunidades, era una sociedad abierta. El estallido social lo veo desde los cambios culturales que se están produciendo. Pasamos de tener una comunicación individualista en RRSS, del cotidiano, y se nos empezó a abrir la burbuja. Lo veo en mis nietos, ya no publican las uñas postizas, las vacaciones, sólo cosas de su mundo personal, ahora también comparten convocatorias y afiches. 

-Si cambia nuestra percepción en torno a la muerte gracias a las redes sociales ¿Cómo cree que afecta a grandes temas como el amor, las relaciones a distancia, la violencia online?

Este mundo digital lo estamos recién colonizando, entonces no entendemos los códigos que se dan entre la gente. Tengo una amiga que está todo el día en Tinder y me molesta mucho, pero no sé por qué, si entiendo que ella es dueña de su cuerpo y hace lo que quiere, pero me daba pena. No he sabido ponerlo bien en palabras, pero pensaba ¿Por qué no se relaciona presencialmente con gente? Tuve cuatro maridos, soy lo menos cartucha del mundo, pero igual me costaba entender su forma de relacionarse. Creo que lo importante es poder ser tú, virtual o presencialmente, y esperar que el otro sea auténtico, pensando en las cuentas falsas y gente que se hace pasar por otra. Son grandes temas a estudiar: cómo socializamos con los otros en las redes, cómo cambia. Hay un discurso demonizador de las redes sociales y en mi caso, si no fuera por ellas no sabría de mis nietos, si no tuviera un grupo de Whatsapp con ellos o viera sus fotos en instagram no ejercería mi función de abuela. El mundo virtual es un espacio habitado, es una herramienta, una posibilidad, una amenaza, es todo, tal como el mundo análogo, porque te obliga a asumir posiciones y a hacerte responsable.

“Escribir una Nueva Constitución es un acto poético y las artes ayudan a tener la altura de miras para hacerlo”

Es una de las protagonistas del enero cultural en nuestro país. Desde 1994, Carmen Romero es directora del festival de Teatro Santiago a Mil y desde 2004 preside la Fundación Teatro a Mil que realiza actividades durante el resto del año. La edición 2019 del evento estuvo, sin duda, marcada por la revuelta social y las obras presentadas estuvieron acordes a los temas que hoy preocupan a la ciudadanía. Entre ellas estuvo Ka kiñe Ka kiñe, teatro realizado por una compañía Mapuche, la reposición, tras 16 años, de Mano de obra, escrita por Diamela Eltit; Dragón de Guillermo Calderón, sobre el rol del arte en la política; La ciudad de la fruta que retrata las consecuencias sociales y psicológicas del abuso y un ciclo dedicado a La Patogallina, una de las compañías de teatro callejero fundamentales de nuestro país. En esta entrevista la gestora cultural habla sobre el rol del teatro y la cultura en el actual clima social y de cara al proceso constituyente.

Por Jennifer Abate

– ¿Cómo afectó el estallido social la organización y visión del festival de este año?

Hubo que hacer muchos cambios de horarios, y algunas compañías internacionales que tuvimos que bajar, por ejemplo algunas que se presentaban en el GAM, al lado de la zona centro. También hicimos un cambio poniendo más funciones en comunas donde vamos de forma gratuita, entonces como que dimos un poco esa vuelta. No dejamos las calles, porque las calles fueron nuestras desde hace 27 años, cuando las tomamos en democracia para hacer teatro y eso no se tocó pero sí los horarios, los horarios cambiaron.

-Santiago a Mil es una experiencia consolidada en nuestro país y no necesita tanta promoción como otros espacios e iniciativas culturales. ¿Cómo has visto a los distintos gestores culturales, artistas en términos de visibilidad?

Nosotros hacemos un trabajo de comunicaciones importantes, no es cierto que tengamos una visibilidad porque en el reino de los ciegos el tuerto es el rey. Si tú miras en el concierto de lo que hay en los medios de comunicación, lo que se dedica a las artes es ínfimo e inmerecido. La cantidad de teatro que se hace en Chile no tiene relación con la cantidad de periodistas especializados, programas especializados en radio, TV que no existe y en medios, entonces es un panorama  muy desolador. Es un desafío para los medios de comunicación, no es nuestra responsabilidad, sino de los medios de comunicación el transmitir más cultura.

La gestora cultural y directora ejecutiva de Santiago a Mil, Carmen Romero. Crédito de foto: Fitam.

-Considerando que se suspendieron iniciativas internacionales gigantescas ¿nunca fue una opción no hacer el festival?

Al contrario fue más potente todavía porque teníamos un proyecto de desarrollo regional, entonces comenzamos a llamar a las comunas para ver cómo estaban y estaban mal de nuevo, entonces fuimos con teatro la primera semana y después cuando se levantó el Estado de Emergencia nos fuimos a la PAC, Puente Alto, Til Til y no paramos nunca lo vimos como un preámbulo del Santiago a Mil. Entonces estuvimos siempre trabajando y pudimos palpar como siempre esa necesidad de la gente de sentarse a conversar, todas las funciones terminaban con conversaciones que ya ni siquiera eran producidas sino que naturales, la gente quería estar en diálogo con los artistas e hicimos una conversaciones como cabildos abiertos con artistas. Fue súper importante nuestro corazón de estar en los lugares donde se necesitaba, no solo en Plaza Dignidad o Plaza Ñuñoa, si no que en los lugares de la gente para escuchar qué pasaba, para estar y trabajar con ellos. Yo creo que el teatro es un canalizador tremendo en estos momentos de provocar nuevos diálogos, las artes en general te ponen en una sintonía distinta.

-El estallido social del 18 de octubre se cruzó además con la discusión del presupuesto de cultura para el 2020 que el gobierno intentó rebajar por segundo año consecutivo, y que finalmente se logró que no se rebajara el 20% que estaba anunciado ¿Qué reflexión te genera este proceso?

Creo que la unión hace la fuerza y lo que nos pasó es que éramos instituciones muy distintas trabajando por las artes, requerimos apoyo del estado porque somos instituciones sin fines de lucro, somos instituciones colaboradoras de lo que el Estado no puede hacer solo. O sea Santiago a Mil lo hace una organización de la sociedad civil y sería maravilloso que este gobierno hiciera uno, pero no se hizo en 27 años. Esperemos que no exista un tercer rebaje, creo que es importante que se escuche lo que estamos planteando: que no podemos disminuir los fondos y que ninguna de las instituciones puede estar sometida a fondos concursables aunque sean por tres años.

-¿Cuál es el principal problema de los fondos concursables?

Que son inestables, es dejar a las artes y la cultura a merced del mercado neoliberal y eso no es posible porque ninguno de nosotros tiene fines de lucro. Entonces la pregunta que hace un empresario si no tiene fines de lucro para ¿Qué lo hacen? Hay muchas iniciativas que llevan años desarrollándose y que requerirían estar en una glosa presupuestaria. El Ministerio de las Artes, la Cultura y el Patrimonio tiene un presupuesto que es un 0.34% del presupuesto de la nación, lo que es ínfimo. Eso te dice que efectivamente no es prioritario, que es accesorio, pero lo cierto es que cuando un país que está invirtiendo en el desarrollo humano estamos en un problema futuro muy grande.

– Y según tu experiencia internacional ¿Puedes hacer una comparación entre Chile y lo que has visto en otros lugares, respecto a políticas culturales estatales, presupuestos, etc? ¿En qué posición estamos?

Nosotros estamos recién empezando con el ministerio y el presupuesto todavía es ínfimo, estamos al lado de Uruguay y Argentina, pero al mismo tiempo estamos lejos. Por otra lado en todas partes del mundo hay crisis y se descuenta el presupuesto de Cultura y en algunos lugares como Brasil cerraron el ministerio. El tema es que en esos países igual hay estructuras que están históricamente trabajando por las artes y la cultura. Sao Paulo no se piensa sin museos y teatro ni tampoco Buenos Aires o Montevideo, en ese sentido nosotros estamos muy por debajo de lo que se ha realizado en todas partes del mundo en cuanto a la infraestructura cultural. 

Los fondos concursables dejan a las artes y la cultura a merced del mercado neoliberal y eso no es posible porque ninguno de nosotros tiene fines de lucro. Hay muchas iniciativas que llevan años desarrollándose y que requerirían estar en una glosa presupuestaria»-

-¿Por qué crees que estos países tienen más inversión en infraestructura cultural siendo que tenemos una historia parecida?

No quiero parecer injusta porque lo que se creó hace algunos años cuando se pensó que cada 50 mil habitantes debería haber un centro cultural, es una política de Estado, el tema es que se dejan esos espacios a gestores culturales para que ellos solos consigan levantarlos y no hay una responsabilidad más allá de la gubernamental para el sostenimiento de esos lugares. Es un modelo pésimo que no funciona. Es una especie de neoliberalismo de las artes y la cultura, te entregan la casa vacía y tú, arréglatelas. Esto no funciona sobre todo en las comunas donde no hay capacidad muchas veces para pagar una entrada y los costos que significa una obra de excelencia. Hay que pensar cómo crecemos para que cada uno de esos centros culturales, cada uno de esos espacios tenga una subvención que les permita funcionar y de ahí buscar recursos para mejorar su gestión.

-Quizás el logro más visible del estallido social ha sido la apertura de un proceso constituyente ¿Cuáles son tus expectativas frente una Nueva Constitución y qué rol debería tener el mundo de la cultura para asegurar derechos culturales para nuestro país?

Vamos a seguir hablando de arte, de pueblos originarios e impulsando estos temas en la Constitución. Es un acto poético ponernos a escribir una Nueva Constitución desde una hoja en blanco, es alucinante e inspirador. Creo que las artes nos ayudan a tener la altura de miras que se requiere para escribirla, pensarla y desde las artes uno no podría pensar que una Constitución no incluya a los pueblos originarios, que no sea paritaria, son las cosas que la mayoría de la gente incluida el mundo del arte está pidiendo. Nuestra visión como fundación es que las artes sean fundamentales en la vida del país, de los y las ciudadanas y ahora es cuando y claro que nos interesa participar en todas las mesas, debates y  hacer todos las alianzas para poner que las artes en la discusión pública.

El jardín de los ángeles, de Bélgica, una de las obras callejeras gratuitas del Festival Santiago a Mil 2020.

Haber sido una de las fundadoras de Santiago a Mil y estar al mando hasta ahora te ha permitido ver la evolución de la cultura en Chile desde los años 90 ¿Cómo has visto estos 30 años  en el mundo del arte y la cultura? 

Cuando la democracia llega, nosotros pensábamos que de alguna manera se recuperaba la calle, la celebración, la fiesta, emergería todo lo que subterráneamente existía, había teatro, música, arte. Pero se nos dijo desde el día uno que primero había que reconstruir el país, ponerse de acuerdo y siempre había algo más urgente, hasta que se decidió crear el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes luego de muchos años y recién ahora tenemos un ministerio, ha sido como lento y aún falta demasiado. Que aún no se construya la sala grande del Centro Cultural Gabriela Mistral que ya lleva siete y ocho paralizada habla del lugar en el que estamos. Santiago no tiene espacio teatrales y culturales para acoger la gran demanda ciudadana. Se han creado teatros regionales buenísimos pero en el resto de Latinoamérica están mucho más avanzados. Creo que hemos esperado pacientemente, hemos colaborado, porque la Cultura siempre tiene que esperar porque hay otras cosas que urgen, la salud, la jubilación, pero esto que pedimos no es para los artistas, es para la gente, la ciudadanía. Claro que han habido avances, en dictadura no existía nada en comparación de lo que hay ahora.

Además de la infraestructura ¿Qué otras medidas crees son indispensable para avanzar hacia el desarrollo de la cultura y el arte en el país?

La descentralización es algo que se requiere, necesitamos aumentar los recursos urgentemente a un 1% y también darle voz a esos talentos, que están creciendo y naciendo, no dejar que los y las niñas pierdan la oportunidad de crecer con las artes al lado.

Este es un extracto de la entrevista realizada el 17 de enero de 2019 en el programa radial Palabra Pública, de Radio Universidad de Chile, 102.5.

“La desaparición de Laura Rodig de la historiografía es sin duda un tema político”

La pintora y escultora que abogó por los derechos de la mujer y creó el área de mediación y educación en los museos chilenos es rescatada ahora en una gran muestra en la pinacoteca nacional. Lo que el alma hace al cuerpo, el artista hace al pueblo reúne varias de sus obras pertenecientes a colecciones públicas y es parte de la investigación que realiza la historiadora del arte sobre mujeres artistas chilenas, muchas de ellas invisibilizadas por el canon local.

Por Florencia La Mura

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El Movimiento pro Emancipación de la Mujer Chilena (MEMCH) nació en 1935 como una organización que buscaba la protección de las trabajadoras. En años donde la mortalidad infantil llegaba al 35%, el MEMCH peleó causas que hasta hoy no nos parecen tan lejanas, como el derecho al aborto y a la lactancia de madres trabajadoras. Dentro de sus integrantes se encontraba Laura Rodig, artista y militante que fue la encargada de crear el logo de la agrupación, el mismo que hoy se plasma en los pañuelos verdes que están llevando miles de mujeres atados a sus cuellos en las marchas de los últimos años, donde se vuelve a alzar la voz por el aborto libre.

A cinco décadas de su muerte, el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) inaugura Lo que el alma hace al cuerpo, el artista hace al pueblo, exhibición que reúne pinturas, esculturas y dibujos, además de documentación, archivos de prensa y cartas. Estas últimas ponen el acento en la estrecha relación que tuvo la artista con la poeta Gabriela Mistral.

El cuerpo femenino, con sus distintas luchas y formas, es el principal eje de trabajo de Rodig, de acuerdo a la investigación del museo. Si bien Laura Rodig accedió a estudiar en la Academia de Bellas Artes y a rodearse de cierta élite artística de la época, siempre vio su trabajo como artista desde una vereda política y de clase, abogando por derechos de mujeres e infancias, retratando cuerpos no hegemónicos y utilizando materiales precarios, mismas razones -dice Gloria Cortés- que pueden haber hecho que su legado sólo fuera puesto en valor hoy.

La curadora de la muestra, Gloria Cortés. Crédito: MNBA.

«Gabriela Mistral conoce a Laura como su secretaria y viajan juntas a diversas escuelas en Punta Arenas, Temuco y Concepción. Fueron pareja, pero no se sabe exactamente desde qué fecha. Sí hay cartas, especialmente una que le escribe Laura Rodig a Doris Dana cuando muere Gabriela Mistral donde habla de su amor por ella»

-Una de las luchas que ha tenido el movimiento feminista ha sido la de releer a artistas ya conocidas desde ese lugar político, además de hacer presentes a aquellas que fueron invisibilizadas. ¿Cómo aparece la figura de Laura Rodig dentro de tu búsqueda personal?

La vengo estudiando hace diez años en el marco de mi investigación de magíster, que resultó en mi libro Modernas, historias de mujeres en el arte chileno (2013). Si bien es mencionada en libros de historia del arte, nunca se había trabajado en profundidad la pertinencia y valor de su obra. Hemos sumado investigaciones y mostrado en distintas exposiciones y cobra mucho más relevancia cuando se determina que es la creadora del área de mediación y educación de los museos de Chile. En esa búsqueda se ha ido redondeando su importancia, su lucha política, su quehacer artístico y educativo hasta culminar en esta exposición, que se viene pensando hace tres años, donde la situamos en el museo en su justo lugar.

-Laura Rodig fue reconocida por su trabajo en su época pero desapareció de la historiografía chilena. ¿Por qué?

La desaparición de Laura Rodig es un tema político, sin duda. Se cruza clase, género y disidencias. Su obra no es lo canónico que se podría pensar de las colecciones del museo, porque son muy precarias en materiales y elaboración. Muchas están catalogadas como bocetos siendo que son obras terminadas. Era una artista muy reconocida por sus pares en su momento, y la historiografía no la deja fuera porque la menciona, lo que ya es un reconocimiento, pero no se ahonda en su valor.

A la izquierda, la escultura India mexicana; a la derecha, el óleo Desnudo de mujer.
Ambas obras de la muestra del Museo de Bellas Artes. Crédito: MNBA

-¿Qué puedes contar sobre la relación de Laura Rodig con Gabriela Mistral? Hay diversas esculturas, cartas y retratos de la poeta dentro de la muestra.

Gabriela Mistral conoce a Laura como su secretaria y viajan juntas a diversas escuelas en Punta Arenas, Temuco y Concepción. Fueron pareja, pero no se sabe exactamente desde qué fecha. Sí hay cartas, especialmente una que le escribe Laura Rodig a Doris Dana cuando muere Gabriela Mistral, donde ella se presenta y dice «usted no me conoce, yo soy pintora y maestra rural y amamos a la misma criatura durante siete años», y habla de su amor por ella. Hay mucha más documentación que no ha sido investigada en profundidad, sobre todo la relación en México entre las dos y el cruce amoroso con la escritora Palma Guillén. Ahí hay un enredo entre las tres que termina en una pelea entre ellas y Laura se termina yendo a Madrid. 

-Al igual que Mistral, Laura Rodig trabajó en paralelo como artista y educadora. ¿Esto era algo usual entre las mujeres artistas de la época?

Se repite mucho en las mujeres y tiene que ver con los procesos de instalación y circulación: ellas no pueden exhibir sus obras, hacer carrera artística de lleno y muchas de ellas terminan siendo profesoras de dibujo en los liceos y escuelas. Muchos nombres de artistas aparecen en los catálogos y luego desaparecen de la escena, las encontramos haciendo clases sobre todo en liceos normalistas, que incorporaron el dibujo en la educación primaria.

-Con respecto a la colección del MNBA, ¿cómo se evidencia esa invisibilización que han sufrido las mujeres en el arte chileno? 

Hace dos años establecimos que la presencia de mujeres en la colección del museo es de un 11%, entre 10% y 15% es el estándar mundial. Llegar a una paridad de género es muy difícil, no porque no existan mujeres, sino porque requiere adquirir sólo obras de mujeres y eso es una voluntad económica y política. Aunque hemos establecido una línea de incorporación de mujeres a la colección, se siguen comprando obras de hombres, entonces ese 11% se ha mantenido en los últimos tres años. Además, si bien tenemos investigadas a las artistas, es muy difícil encontrar sus obras porque nadie las guardó. Otras se perdieron, sobre todo las esculturas, al no ocupar materiales nobles. La obra de Laura Rodig se preservó porque estuvo involucrada en la formación de la educación de museos y donó muchas piezas. Si uno revisa este 11%, la mayoría fueron donadas por las propias artistas, porque nadie compraba ni exhibía a mujeres. De hecho, optamos por hacer esta muestra con colecciones públicas porque no tenemos información de colecciones privadas y espero que a partir de la muestra empiecen a salir.

-Dentro de muchas resignificaciones está el qué se entiende por “arte de mujeres”, muy distante de un “arte femenino”. Según tu investigación de artistas mujeres, ¿compartían elementos, visiones, deseos en común?

Las mujeres sin duda aplicamos una subjetividad que nos hace mirar el mundo desde otros lugares y eso está cruzado por la cultura y la sociedad, que nos ha relegado a ciertos espacios y omitido en otros. En el período de Laura lo que más cruza es el tema de las corporalidades femeninas, involucrando la maternidad y la ausencia de ella, el cruce con los cuerpos indígenas y obreros. Hay temáticas que están cruzadas y desde donde se podría hablar de un arte temático llevado a cabo por mujeres y que se diferencia de aquel llevado a cabo por hombres. Hay un reconocimiento y una reivindicación que está incluida en todas sus luchas sociales: querían voto femenino, querían estar en el espacio público y tener derecho al aborto en 1935. Por otro lado, hay una ausencia de iconografías maternas, quieren ser reconocidas como mucho más que madres. En el caso de las mujeres lesbianas aparece mucho la maternidad y cómo se les niega ese derecho. En el caso de Laura se suma la lucha por el derecho de la infancia y las mujeres trabajadoras. Y en el contexto  de la mortalidad infantil se lucha por el aborto como un tema de salud pública, como debiera serlo hoy.

Paisaje invernal, pintura perteneciente al Museo de Arte y Artesanía de Linares.

-La muestra Yo soy mi propia musa, realizada el año pasado en el museo, es otra de las muestras que van en la línea de rescate de mujeres artistas ¿De qué manera abordas la resignificación del espacio de la mujer en el arte?

Lo que hago es poner en escena a mujeres artistas, intelectuales y políticas que están en un escenario en un momento determinado y que fueron sujetas con opinión y significación que en algún minuto quedaron anuladas de la historia. Lo que me importa es poder mostrar que estas mujeres existen y que tienen un discurso político importante. En 2017 hicimos la muestra Desacato, donde reunimos obras de mujeres artistas entre 1835 – 1938 de la colección del museo. Luego ampliamos esa discusión y quisimos ver qué ocurría a nivel latinoamericano: ¿se cruzan las mismas temáticas? ¿están las mujeres preguntándose lo mismo? Luego vino Yo soy mi propia musa dos años después, donde entendimos que sí tocaban los mismos temas. Queríamos saber cómo se legitimaban entre ellas, si estaban trabajando en comunidad o sólo estaban insertas a nivel de estos linajes masculinos y patriarcales. Aparecieron muchas informaciones donde están involucradas en distintas organizaciones feministas, como la Sociedad Artística Femenina en Chile. Nos dimos cuenta de que esta red de mujeres latinoamericanas se encontraba en los mismos talleres en Europa, algo que no habíamos podido ver antes. Luego ahondamos en Laura Rodig como un caso específico y queremos hacer lo mismo con otras artistas de la colección del museo.  Es el caso de Clara Filleul, que ha sido consignada como la discípula, mujer amante de Monvoisin, pero investigando ha surgido una mujer mucho más interesante, que viajó sola de Francia a Chile en 1840, con 20 años, recorrió muchas partes, era pintora, cronista de viajes y publicó libros de infancia. Muchos documentos la sitúan como la financista de Monvoisin, era una mujer más emancipada de lo que se ilustraba.

-¿Se puede hablar entonces de otra historia del arte, una compuesta por mujeres?

No sé si se puede hablar de otra historia del arte, creo que es más bien incorporar y complementar esa historia, con mujeres y artistas que fueron marginados por su condición de clase, por ser hijos de obrero o de origen indígena. Estas otredades pueden generar una historia complementaria a la que conocemos, que da luces de otra genealogía, de otras formas de pensamiento no canónico, mucho más conectados con pensamientos culturales más amplios. Creo que eso permite que museos como este puedan involucrarse más afectivamente con la comunidad, porque no son sólo artistas que vienen de una élite europea, sino que hijos e hijas del pueblo que pudieron ingresar a estos sistemas y que generaron otra cultura visual que hoy día va teniendo cada vez más sentido en las luchas sociales. El reclamo invita y obliga a que la historia del arte empiece a mirar desde otros lugares.

Paz Becerra, abogada: “Es necesario que se establezca una comisión de verdad, calificadora de víctimas de la represión”

Durante las recientes movilizaciones, la abogada —que se ha desempeñado en el ámbito de los derechos humanos, trabajando en materias de género, discriminación y en casos de responsabilidad civil producto de vulneraciones de derechos y crímenes de lesa humanidad en el contexto de la dictadura, además de llevar casos de relevancia nacional, como el de Nabila Riffo contra Canal 13—, ha colaborado con la Defensoría Jurídica de la Universidad de Chile, el Cordón Jurídico de la UC y ha sido parte fundamental de la sistematización de los casos de traumatismo ocular en la Unidad Traumatológica Ocular en el Hospital del Salvador. 

Por Macarena Pérez

—Respecto de la grave situación relacionada a los traumatismos oculares generados por los piquetes antidisturbios de Carabineros, que el Colegio Médico ha catalogado como una “catástrofe epidémica” y Sociedad de Oftalmología como una “emergencia sanitaria”, ¿Cuál es tu reflexión respecto del actuar de la fuerza policial y del gobierno?

Tanto las acciones como las omisiones de los órganos del Estado (ministerios del Interior, de Salud, de Justicia y Defensa), son omisiones que podrían llegar a generar responsabilidad no sólo política, sino también penal. Al día 22 de octubre, cuando tomo contacto directo con la UTO, ya existían 23 lesionados y el número ya había sido informado al MINSAL, pero hasta esa fecha no se había tomado ninguna medida concreta. Sólo recientemente hemos tenido un pronunciamiento del MINSAL que carece de profundidad y de medidas concretas. Las omisiones de estos órganos públicos son sumamente graves, ya estamos con índices que la Sociedad Oftalmológica ha indicado como desproporcionados. A tal punto, que se dice que en los últimos 20 años de conflicto armado del Medio Oriente los heridos con traumatismo ocular son 300. En cambio, en Chile llevamos más de 200 en tres semanas, por lo que nadie puede ignorar la extrema gravedad de este tipo de ataques indiscriminados e injustificados.

El Ministerio del Interior de manera explícita, tanto en sus alegatos en la corte como los informes que han acompañado en la corte, se desentiende del accionar policial. Sólo dicen que enviaron un oficio para preguntarle a Carabineros qué es lo que está pasando, una vez que presentamos los recursos en la corte. A su vez, han señalado que no tienen las facultades para hacer un control directo de ese accionar y lo limitan a una responsabilidad funcionaria, dando a entender que los sumarios fueran las instancias que corresponden para este tipo de hechos, cuando claramente no se trata de una responsabilidad individual del funcionario. Aquí estamos hablando de la respuesta del Estado hacia los manifestantes. Es algo mucho más complejo que sí genera responsabilidad del Estado, porque éste está consintiendo y avalando transversalmente el accionar de Carabineros.

—¿Cómo el Estado puede decir que no son prácticas sistemáticas, si hay más de 200 heridos con traumatismo ocular?

Según los relatos de las víctimas, todo indica que no son errores, sino que son decisiones: se decide atacar y dañar. Que eso sea una orden directa de los altos mandos, no lo puedo afirmar, sería irresponsable. Pero lo que sí puedo afirmar es que ese actuar está avalado a través de las declaraciones públicas de las autoridades. Lo que el Estado ha señalado es que las víctimas tienen derecho a realizar las investigaciones que correspondan. Lo que señalamos muchos abogados independientes es: perfecto, se realizarán las investigaciones, pero estas demoran meses, años. Por lo tanto, es una mirada restrictiva decir que sólo podemos parar esta situación con investigaciones penales o con sumarios internos. Detrás de esa supuesta evasión de tomar una decisión política para parar estos ataques hay una decisión política de permitirlos.

—¿Qué ayuda pueden entregar las y los abogados en estos momentos? ¿Cuál fue tu primer paso y cómo comenzaste a ayudar?

Existe una serie de grupos a lo largo de Chile que se componen de abogados, académicos y estudiantes que prestan asesoría jurídica, tanto en comisarías, hospitales, manifestaciones y en diversos lugares. Desde mi experiencia, sabía de la existencia de la Defensoría Jurídica de la Universidad de Chile con quien me contacté. Ellos están organizados, trabajando en terreno en comisarías, hospitales, redactan querellas, un trabajo muy potente y transversal. También conozco el trabajo del Cordón Jurídico de la Universidad Católica que está enfocado en comisarías.

Mi primera participación fue acercarme al Cordón Jurídico de la Universidad Católica, visitando comisarías con ellos. Ahí me di cuenta que se necesitaba presencia y apoyo concreto en la Unidad Traumatológica Ocular (UTO) del Hospital del Salvador. Como tramito causas de violación de derechos humanos en dictadura, tengo una idea de lo que el informe Valech ha entregado como consecuencias de los mecanismos de tortura. Me llamó de inmediato la atención que en los primeros días de movilización tuviésemos un número tan alto, y si la represión seguía igual, este tipo de consecuencia sería, sí o sí, una forma particular de aleccionar a los manifestantes, una violación a los derechos humanos que, claramente, se volvería algo sistemático. Por eso, comencé de manera independiente un trabajo en terreno en la UTO el día 24 de octubre. Tomé contacto con el Colegio Médico, ingresé a la UTO, me vinculé con los profesionales de enfermería y medicina. Inicié un apoyo directo de orientación con las víctimas de estos ataques, a medida que realizaba esta ayuda fui tomando sus testimonios y registré fotográficamente las lesiones con la autorización de ellos. También dejé registro de su documentación médica. En ese momento, los profesionales de la salud nos manifestaron la importancia de que los abogados se mantuvieran presencialmente en el establecimiento médico, ya que el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), independiente del valioso trabajo que realizan, no dan abasto para estar presentes en todas partes.

—¿En qué consiste tu trabajo diario?

Voy cada dos o tres días a la UTO, hay días en que no llegan pacientes, pero siempre después de una gran manifestación reciben nuevos heridos. Al ver esta realidad, es muy importante mantener el trabajo en terreno. Por un lado, la orientación a las víctimas y familiares, generando vínculos con equipos de psicólogos y conectándoles con el Colegio Médico para que realicen informes médicos con estándar de Estambul. Por otro lado, la orientación jurídica para que realicen las respectivas denuncias. En paralelo a las querellas que puedan tramitar las víctimas con la Defensoría Jurídica de la Universidad de Chile o con el INDH, algunos abogados, de manera independiente, nos estamos haciendo cargo de presentar acciones de amparo o de protección, que son acciones cautelares urgentes, para que la corte dicte orden de protección para las víctimas y ordene directamente a Carabineros para que dejen de disparar de manera horizontal a partes sensibles del cuerpo, de manera injustificada, utilizando proyectiles que, independiente del material, al ser disparados de cerca y directo al rostro, de todas maneras, van a causar mutilaciones o daño significativo.

¿Por qué hemos tratado de conseguir estos recursos de amparos a través de la Corte? Porque, efectivamente, son vulneraciones de derechos. Por tanto, deberían ser admisibles y son compatibles con una querella, ya que van por vías distintas. Y, por último, porque requerimos del pronunciamiento del poder judicial para ponerle límites al accionar de Carabineros, ya que el poder ejecutivo, el Ministerio del Interior y el General de Carabineros avalan el actuar de la policía y no han asumido ninguna responsabilidad. Frente a esto, lo que nos queda es el poder judicial, que hasta ahora ha dado buenos resultados en Antofagasta y Concepción. Llevamos varias acciones presentadas en Santiago, a la espera de que sean acogidas.

—¿Qué balance haces frente a la violencia que ha ejercido Carabineros durante las manifestaciones?

Es imposible disociar el nivel de represión que se ha ejercido en contra del movimiento actual del que se ejerció en dictadura, las consecuencias de ésta y de la forma en que la transición procesó esas consecuencias. En ese sentido, creo que es imprescindible exigir al poder judicial que actúe, de acuerdo a la declaración que el mismo poder realizó el año 2009, cuando hizo un mea culpa y asumió que fue omiso frente a las violaciones de derechos humanos en dictadura. Entonces, esta es la oportunidad para que el poder judicial haga carne, concretice esa declaración, esté a la altura de las circunstancias e impida que Carabineros siga actuando sin ningún control, de manera injustificada y absolutamente fuera de los protocolos que el propio Estado ha establecido para sí. Hay que considerar además la larga data de casos donde el accionar policial no sólo ha sido puesto en cuestión, sino que, derechamente, ha sido un accionar ilegal, como ocurrió en el caso de Camilo Catrillanca y Alex Lemún. Este último es sumamente relevante, porque a raíz de este caso, en un acuerdo de solución amistosa en la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el Estado de Chile dicta un protocolo para el uso de la fuerza pública, lineamientos que hoy no se están cumpliendo.

Considero que atendido el grave daño que causó la omisión del poder judicial en dictadura, hoy es absolutamente exigible que éste controle que esos protocolos se apliquen, porque el accionar policial no los está respetando. Además, estamos frente a un Ministerio del Interior que también está incumpliendo sus obligaciones, porque la misma CIDH ha señalado que los órganos que dictan los protocolos de actuación y uso de la fuerza pública no se pueden desentender de la forma y la fiscalización de cómo se aplican. Es decir, el Ministerio del Interior no puede lavarse las manos, diciendo que Carabineros está siguiendo solo las órdenes de la máxima autoridad de dicha institución. El Ministerio del Interior tiene que hacerse cargo, ya que tiene por ley la obligación del resguardo del orden público. Ante toda esa omisión institucional, el poder judicial tiene la obligación de actuar. Lo veo como una oportunidad y como una obligación, ya que se comprometieron a no repetir lo que sucedió en dictadura.

«Las consecuencias de las violaciones a los derechos humanos exceden lo jurídico y requieren de un procesamiento político y social con una comisión de verdad, sin secreto establecido como ocurrió con el informe Valech»

—¿Qué te parecen el audio filtrado de la máxima autoridad de Carabineros, quien daba respaldo absoluto a los miembros de la institución?

Las declaraciones de Rozas —quien afirmó que los carabineros se pueden quedar tranquilos porque no los van a castigar de manera grave— se vinculan con la impunidad, generando el discurso de que no hay responsabilidades políticas ni penales. Por lo tanto, pueden seguir actuando de esa manera porque quedarán impunes, no habrá castigo social, público, penal o institucional que les genere una consecuencia y que, por lo tanto, los inste desincentivar su accionar. Muy por el contrario, los incentiva.

Esta impunidad no es nueva. Este tipo de declaraciones son una expresión más de la impunidad instalada que hemos conocido a propósito de la mayoría de los casos de sobrevivientes de prisión política y tortura en Chile frente a los que no han existido las investigaciones que corresponden, ni el Estado se ha hecho cargo de sancionar esos hechos. En general, todas las instituciones de las FF.AA. saben que pueden actuar en impunidad. Y la impunidad también está instalada en otras esferas de la vida política y social, como por ejemplo en los delitos de cuello y corbata. Hay una dinámica en la cual, lamentablemente, desde el gobierno se insta a seguir actuando de la manera que se está haciendo.

Creo que aquí la psicología o la sociología pueden hacerse cargo de un aspecto que es más profundo, como lo es la particularidad que implica la mutilación, sobre todo en el rostro, como mecanismo para irradiar terror. Así como en dictadura se torturaba a los detenidos y eran devueltos vivos a sus círculos sociales, estos irradiaban el terror en la forma en que regresaban, maltrechos, traumados. No podría afirmar que hoy hay una decisión concreta a realizar estos ataques, sería irresponsable de mi parte, pero esta práctica sistemática da cuenta que incluso el “dejar hacer” y no exigir la aplicación de protocolos es, también, una omisión culpable.

—¿Cuáles son los pasos a seguir en caso de ser herido por la fuerza policial durante una manifestación en el espacio público?

Primero tratar de tomar contacto con los equipos de salud que están prestando asistencia in situ. Lo principal es velar por la integridad de las personas, o dirigirte a un centro de salud. Es muy importante que en el parte médico o epicrisis indiquen la mayor cantidad de detalles.  Segundo, realizar la denuncia en Fiscalía. Luego te contactará la brigada de DD.HH. de la Policía de Investigaciones. Y en paralelo recurrir al Colegio Médico para realizar el informe médico con el estándar de Estambul cuando se es víctima del actuar policial. Tercero, realizar la denuncia en la web del INDH. Esta institución tiene mandato legal para actuar y hacerse parte en las diferentes causas por acción policial. También hay diferentes agrupaciones de DD.HH. que prestan apoyo jurídico, como también universidades, en el caso de la Defensoría Jurídica de la U. de Chile y el Cordón Jurídico UC.

—¿Qué debería ocurrir en términos legales desde ahora en adelante?

Quienes están a cargo de las investigaciones son las fiscalías, el Ministerio Público. Es importante hacer un llamado a que estén a la altura de lo que está pasando, atendido a los hechos que ya conocemos en cuanto al comportamiento y las decisiones que ha tomado el Ministerio Público en investigaciones como las de financiamiento ilícito de la política, donde su labor ha sido sumamente cuestionada. Hay que estar alerta a lo que vaya sucediendo en el escenario de estas investigaciones. Quienes hemos trabajado con las consecuencias de la dictadura, creemos que es necesario que se establezca una comisión de verdad, calificadora permanente de víctimas de la represión. Atendiendo a los efectos psicológicos que generan este tipo de ataques, es absolutamente entendible que existan personas que no se sentirán llamadas o convocadas de inmediato. Por eso es importante tener una comisión permanente y que se establezca un reconocimiento estatal, para que no tengamos que procesar nuevamente la tortura y las consecuencias de la represión, solamente desde el ámbito de lo jurídico.

Las consecuencias de las violaciones a los derechos humanos exceden lo jurídico y requieren de un procesamiento político y social con una comisión de verdad, sin secreto establecido como ocurrió con el informe Valech. Las comisiones de verdad recogen los testimonios, sistematiza la realidad de lo ocurrido, las dinámicas de represión, los centros de tortura. Es muy importante que esos archivos no sean secretos. Si se van a establecer reparaciones, que sean proporcionales a los daños causados, porque si se deja al arbitrio jurídico se depende del criterio jurídico del tribunal donde caiga la causa y de la composición de los ministros de determinadas salas que van a conocer cada caso. Si como sociedad asumimos que tenemos consecuencias nefastas en materia de DD.HH, no debemos dejar a la suerte de la tómbola de tribunales el reconocimiento de calidad de víctima de quienes hoy son víctimas del actuar policial.

Asimismo,es importante poder otorgar un apoyo permanente en el tiempo a las víctimas para que decidan seguir participando de los largos procesos penales y no desistan en el camino.

«El país venía despertando desde hace mucho rato y, justamente, lo jurídico ha sido un ámbito que, salvo excepciones, ha sido una tranca para que los movimientos sociales puedan avanzar en sus demandas. Con esto me refiero, por ejemplo, a la institucionalidad del Tribunal Constitucional»

—¿Qué papel crees que ha tenido en este estallido social el desempeño del poder judicial en las últimas décadas?

Creo que este estallido responde a diversos movimientos sociales, como, por ejemplo Aysén, Freirina, los movimiento por el agua, por la educación, por los derechos reproductivos; movimientos de trabajadores y la falta de cabida institucional que existe para los sindicatos. El país venía despertando desde hace mucho rato y, justamente, lo jurídico ha sido un ámbito que, salvo excepciones, ha sido una tranca para que los movimientos sociales puedan avanzar en sus demandas. Con esto me refiero, por ejemplo, a la institucionalidad del Tribunal Constitucional, donde vemos que muchas veces han existido proyectos que han logrado avances significativos en el Congreso, como por ejemplo el aborto, que luego, cuando son procesados por la institucionalidad, llegan al Tribunal Constitucional y se ven cercenados y se les agregan refuerzos que no pasaron por una deliberación democrática. Es el caso de la profundización y la fuerza que se le otorgó a la figura de la objeción de conciencia en el caso de la Ley de aborto en tres causales. Entonces, este caso nos permite ver cómo el ordenamiento jurídico y su institucionalidad, en su conjunto, no ha funcionado como un canalizador de demandas sociales, si no que termina siendo una obstrucción.

Esto también lo podemos ver en el tema de las Isapres, el poder judicial se ha comprometido a hacerse cargo, incluso se generó un edificio por completo dedicado a canalizar las acciones judiciales en que las personas se oponen año a año al alza de los planes de Isapres, y donde el poder judicial ha tenido que invertir en mayor infraestructura solamente para efectos de rechazar las alzas en su gran mayoría. Aun así, no tenemos una ley que impida ese comportamiento y, finalmente, el poder judicial tiene que terminar absorbiendo un problema que se podría solucionar de una manera mucho más rápida. Entonces, nuevamente, vemos que el poder judicial canaliza una demanda que en general no permite el alza unilateral de los planes, pero el entramado jurídico de intereses políticos económicos no permite que se establezcan trabas para el negocio que existe con la salud. Estos son ejemplos nos demuestran que la cuestión jurídica colaboró en el estallido social actual.

Lo que sabemos es que la problemática de los derechos sociales se tiene que canalizar por una vía política, y la jurídica no da el ancho, lamentablemente no resulta operativa.

Crónica de una audiencia incómoda

La sesión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) para abordar la crisis política y social en Chile enfrentó al Estado y a la sociedad civil en dos posturas radicalmente opuestas: la defensa de los derechos humanos versus el vandalismo y el desorden público. El organismo más importante de la región en la materia escuchó con atención, formuló preguntas e hizo llamados que constituyeron la primera alerta internacional respecto a los vejámenes contra miles de manifestantes en nuestro país. Llamados que complican a un gobierno que día a día pierde respaldo ciudadano.

Por Bárbara Barrera

Los gestos casi siempre dicen más que las palabras. Mijail Bonito (44), abogado cubano, defensor del Estado chileno, ha hablado poco más de 22 minutos en total y ahora escucha, alternando su mirada hacia al frente y hacia abajo —con un dejo de preocupación—, la última intervención de la audiencia. “¡¿Carabineros capacitados?! —lanza la abogada Patricia Muñoz (41) y el énfasis en la pregunta importa— Le puedo decir, por si el señor Bonito no sabe, que Carabineros tiene instructores de derechos humanos liderados por la coronel Soza, que ha hecho un esfuerzo porque su institución respete los derechos humanos, pero ellos no son los que hacen la formación de las fuerzas policiales; quienes la hacen son exgenerales, excoroneles o personas en retiro que de derechos humanos no saben”.

El asesor del gobierno de Sebastián Piñera gira hacia su derecha. Allí se encuentra, uniformada, Karina Soza, jefa del Departamento de Derechos Humanos de Carabineros de Chile. “¿Es cierto?”, le pregunta Mijail Bonito segundos antes de que aquella tarde del lunes 11 de noviembre el salón del Swissôtel Quito se llenara de aplausos para la defensora de los Derechos de la Niñez. Los gestos dicen más que las palabras y eso parece saberlo la coronel Soza, que con la mirada fija en su computador asiente tímida, incómoda.

El desafío para los representantes de la sociedad civil es grande. No sólo porque ocho personas tengan un total de 20 minutos para hablar sobre la situación de los derechos humanos ante la Cidh, sino porque los representantes del gobierno de Sebastián Piñera son conocidos por ser de la “facción más dura”. A eso apuntan las críticas de Patricia Muñoz, que se pregunta dónde están los representantes de las subsecretarías de Derechos Humanos y la Niñez. Para ella, la respuesta es clara: “la delegación que se presenta desde el Estado es la mejor manifestación de la forma que ha elegido el gobierno de Chile para enfrentar una crisis social: la represión policial a través del Ministerio del Interior y Seguridad Pública”.

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Tres casos de impactos de proyectiles balísticos y 730 de proyectiles no balísticos, de los cuales 122 implican lesiones oculares. Fracturas de costilla, perforaciones de pulmón, esguinces cervicales. 48 casos de torturas y apremios ilegítimos que van desde golpizas reiteradas, quemaduras e intentos de ahorcamiento, hasta amenazas e intimidación, vejámenes y humillaciones. La exposición de la Defensoría Jurídica de la Universidad de Chile en la audiencia dio cuenta de un país mutilado por las fuerzas policiales, que amparadas en la impunidad siguen reencarnando los horrores de la dictadura chilena. Los datos presentados por la Defensoría de la Niñez y el Instituto Nacional de Derechos Humanos (Indh) fueron igualmente brutales: un total de 174 niños, niñas y adolescentes han sido víctimas de vulneraciones a los derechos humanos a lo largo de Chile. 12 de ellos heridos de bala, otros 12 por perdigones y cinco que han presentado traumas oculares.

El panorama narrado por las organizaciones sociales e instituciones autónomas no deja indiferente a nadie. El público escucha atento y cada tanto más de una cabeza se mueve en señal de sorpresa, de indignación. “El Estado condena cualquier delito, abuso, arbitrariedad o acción que pudiese representar una infracción de derechos humanos. (…). En Chile operan las instituciones del Estado de Derecho para investigar, juzgar y eventualmente sancionar cualquier ilícito”, dice Hernán Salinas, representante de Chile ante la Organización de Estados Americanos (Oea), en los primeros minutos de su intervención. Lo que no sabía Salinas es que el miércoles 13 de noviembre, sólo dos días después de la audiencia en Quito, se filtraría un audio del general director de Carabineros, Mario Rozas, en el que aseguraba a un grupo de suboficiales que “a nadie voy a dar de baja por procedimiento policial, aunque me obliguen”.

En agosto de 2013 Chile se alistaba para conmemorar los 40 años del golpe de Estado. Por primera vez desde el retorno a la democracia, un gobernante de derecha ocupaba el sillón presidencial. En ese contexto, Sebastián Piñera quiso dar una señal clara de moderación y desmarque de los sectores más vinculados a la dictadura: además de sostener que los altos mandos de las Fuerzas Armadas cometieron violaciones a los derechos humanos, Piñera responsabilizó a los “cómplices pasivos que sabían y no hicieron nada, o no quisieron saber”.

Sólo un mes después, el presidente anunciaba el cierre definitivo del Penal Cordillera, el recinto carcelario que albergó, en condiciones “cinco estrellas”, a exmilitares condenados por crímenes de lesa humanidad. Pese a estos gestos políticos, durante la transición el negacionismo pasó a ser una práctica institucionalizada, según Manuel Guerrero, académico de la Universidad de Chile, quien ha señalado: “si primero se trataba de la negación del derecho a la vida de un conjunto de sujetos que estaban calificados como grupo potencialmente peligroso, en el período posdictatorial hay una extensión simbólica en el plano discursivo y judicial de lo que fue esta practica material durante las violaciones sistemáticas a los derechos humanos”.

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Es el momento más esperado de la audiencia. Luego de escuchar a las tres partes, la Cidh comenta sus primeras impresiones. El comisionado y relator para Chile, Luis Ernesto Vargas, se mantiene tranquilo, pero apunta directamente al Estado. Acusa que desde febrero de 2018, previo al inicio del segundo mandato de Piñera, no ha tenido respuestas de los funcionarios de gobierno presentes para continuar trabajando en conjunto. Y algo que le preocupa más: las versiones de los hechos son diametralmente opuestas. “Mientras la sociedad civil hace una gran cantidad de denuncias, el Estado se toma el tiempo para decir la cantidad de daños materiales que se han producido en el contexto de las protestas […]. Si importan más los bienes materiales que la vida, que la integridad personal, pues ahí se marca una gran diferencia entre las visiones que podamos tener de las cosas”, asegura Vargas.

Hernán Salinas y Mijail Bonito intercambian miradas y de vez en cuando se acercan y se hablan al oído. Las palabras de Esmeralda Arosemena de Troitiño, presidenta de la Cidh y asesora en temas de infancia, niñez y adolescencia para organismos internacionales, los interpelan. “Mi llamado al Estado es a que encuentre en esa fuerza de los adolescentes una fuerza de progreso, de desarrollo, de compromiso”, dice la abogada panameña para abrir paso a los comentarios del relator especial para la Libertad de Expresión, Edison Lanza, quien le pide al Estado una respuesta frente al patrón de disparos por parte de Carabineros, que ha dejado a más de 200 personas con heridas oculares. El relator cierra preguntando por otro patrón: las supuestas presiones, telefonazos y reuniones que el gobierno ha tenido con directores de medios de comunicación para delinear las coberturas periodísticas sobre las movilizaciones.

El embajador ante la Oea toma el micrófono y a medida que habla comienza a elevar el tono. Hernán Salinas acusa al relator Vargas de “desvalorizar la posición del Estado”. “No estamos hablando de daños materiales, estamos hablando de los derechos humanos de todos quienes han sido vandalizados en sus personas y en sus bienes. Y eso quiero dejarlo claramente establecido aquí, señora presidenta, porque es inaceptable”, alega el abogado y cierra su intervención. Bonito contesta: “el propio gobierno, a través del Ministerio del Interior, dio instrucciones a Carabineros de defender y custodiar a varios canales de televisión que iban a ser saqueados (…). Desde el gobierno han salido las órdenes para permitir, justamente, que la libertad de prensa siga funcionando correctamente en Chile”. Sin embargo, lo que no considera el asesor es lo que varios periodistas han catalogado como un “atentado a la libertad de prensa”: desde el primer día del estallido social, el presidente de Chile no ha respondido ninguna pregunta de las y los periodistas que trabajan en La Moneda.

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Claudio Nash, abogado y coordinador académico de la Cátedra de Derechos Humanos de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile, critica el manejo del gobierno en el resguardo del orden público a partir de medidas que no han sido “ni oportunas ni efectivas”. Recordando a los cientos de hombres, mujeres, niñas y niños con lesiones oculares, Nash cierra su intervención con una analogía: “la dictadura militar chilena quedó marcada en la historia por la desaparición forzada de personas como un instrumento de terror. Este gobierno pasará a la historia por los cientos de jóvenes que vivirán con mutilaciones oculares como consecuencia de la violencia opresiva. No estamos hablando de casos aislados, estamos ante el terror instalado como práctica sancionatoria y atemorizante. Desde la antigüedad que la humanidad no veía un uso semejante de la ceguera como instrumento para callar a la ciudadanía”.

Los representantes del gobierno conversan entre ellos y de a poco se retiran del salón con sus rostros duros. El público se acerca a los representantes de la sociedad civil y a la defensora de la Niñez para felicitarlos. La postal de un Estado expuesto frente a las presentaciones de organizaciones sociales y organismos autónomos se proyecta con fuerza esa tarde desde Quito.

Con el paso de las semanas, los informes de Amnistía Internacional y Human Rights Watch reafirmaron las alarmas que sonaron con más fuerza tras la audiencia de la Cidh. “Chile desmiente el Informe de Comisión de Derechos Humanos”, tituló El Mercurio el 21 de octubre de 1975. “Gobierno rechaza y califica de ‘irresponsable’ duro informe de Amnistía Internacional”, se lee en La Tercera el 21 de noviembre de 2019. Una incómoda coincidencia que persigue al Estado tras 44 años. Demasiado incómoda, por cierto, para los esfuerzos de Sebastián Piñera por proyectar una imagen conciliadora, democrática y tajante en la defensa de los derechos humanos.

Manuel Antonio Garretón: Los desafíos del Chile de la “democracia expresiva”

De cierta forma, el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales está viviendo el momento que por muchos años esperó, el de discusión sobre una nueva Constitución que siempre ha considerado indispensable para alcanzar una democracia completa. Por eso no duda en señalar que este es un hito histórico, a pesar de que advierte las complejidades de debatir en un contexto de crisis de la representación y exacerbación de lo que llama “democracia expresiva”, que vendría a ser algo así como la ilusión de estar decidiendo y participando políticamente sólo porque hacemos un comentario en redes sociales.

Por Jennifer Abate C.

¿Cómo nombra usted lo que ha pasado en Chile hasta hoy? ¿Se trata de un estallido?

Creo que hay una dimensión de estallido, que es clara y que uno puede definir en términos del tiempo, pero esto también tiene un aspecto de movimiento, y mi impresión es que lo que va a ir ocurriendo es la separación entre el estallido y el movimiento. El estallido es un momento que funda una situación, es una coyuntura crítica, pero el movimiento es algo con proyecto. Todo el problema está en si el estallido va a ser algo más, si se va a convertir en un movimiento y si va a tener consecuencias que vayan más allá de un estallido o ruptura de situaciones actuales, si va a tener una proyección.

¿Y a dos meses del inicio del estallido, cree usted que va a tener proyección, que se va a convertir en un movimiento?

No todo estallido es un movimiento o proyecto, pero este tiene todas las de poder ser uno. Tengo la impresión de que en Chile este estallido se produce porque ya había un movimiento larvado, si no, no se hubiera producido. Lo que me llama la atención es la poca importancia que se le da en los análisis a la continuidad. Sin el 2006 y el 2011, sobre todo sin el 2011, no hubiéramos tenido esto. Ahora todos se hacen un poco los locos diciendo que nadie vio venir esto cuando había señales bien claras de un descontento que se iba manifestando.

Hoy el estallido le pasa la cuenta a un gobierno de derecha, pero no podemos olvidar que desde la recuperación de la democracia hemos tenido cinco gobiernos de la ex Concertación o ex Nueva Mayoría. Hace un año usted dijo: “al no intentar alterar el modelo de acumulación, sino que más bien pensar que era posible una alianza con el empresariado para mantener ciertos niveles de crecimiento, lo que hizo la ex Concertación fue corregir pasar del 50% de pobreza a un 15%, de cinco mil dólares per cápita a 20 mil”. ¿Cree que el hecho de que esa coalición hiciera oídos sordos a las demandas ciudadanas incubó el actual malestar?

Yo no hablaría de oídos sordos. ¿Qué demanda de cambio al modelo económico había por parte de los movimientos ciudadanos si se dedicaron a consumir durante 20 años? No hay 30 años de sordera a las demandas, hay 30 años de mantención y sólo corrección del modelo económico. Es injusto decir que se hacía oídos sordos porque no se gritaba; para hacer oídos sordos tiene que haber un grito. Hay que tomar en cuenta que en Chile prácticamente nunca se expresaron las demandas ciudadanas si no era a través de los partidos políticos, y muchas de esas demandas fueron generadas desde los partidos. Por ejemplo, el plebiscito para derrocar a la dictadura: la ciudadanía no estaba para nada en eso, para nada. En Chile la manera en que se constituían las demandas ciudadanas era vía partidos, y eso hizo que estos siempre fueran algo más que sólo partidos.

¿Es posible desprender de eso que si hoy la ciudadanía está disputando y exigiendo en las calles es porque perdió esa confianza en partidos políticos que hoy están desarticulados y no concitan tanto interés?

La idea de ciudadanía es inseparable de la idea de participación en la polis o de la idea de votar. Cuando hablamos de la ciudadanía hoy en día hablamos de otra cosa, de nuevas formas de ciudadanía, hablamos de una mezcla de ciudadanos y consumidores, porque detrás de ciertos reclamos, lo que hay son demandas de consumo.

Hace décadas que usted plantea como urgente contar con una nueva Constitución. ¿Qué opina del acuerdo al que llegó el mundo político para realizar un proceso constituyente en un momento en que algunos partidos amenazan con salirse del acuerdo?

Considero que se trata de una cuestión histórica en el doble sentido: es la primera vez que Chile puede tener una Constitución definida a través de un proceso constituyente popular y, por otro lado, le da una salida a un conflicto que parecía sin salida política. Es un avance porque quiere decir que va haber un proceso en el cual van a haber elecciones para decidir quiénes participan en una asamblea constituyente y ella podrá hacer la Constitución que estime conveniente.

¿Qué piensa de que actualmente la discusión constituyente se centre en la paridad de géneros y la representación de los pueblos indígenas?

Se hace un acuerdo que no contempla la paridad y el tema que se discute es la paridad. No me gusta esta frase que usa todo el mundo, de que “el discurso constituye realidad”, pero bueno, el discurso hoy en día apoya predominantemente la paridad y luego eso va a tener algún efecto.

Sí, pero no ganamos nada con quedarnos en el discurso si finalmente no se toman medidas concretas para asegurar la paridad.

De acuerdo. ¿Pero qué hubiera pasado si la manifestación o movilización de las mujeres hubiera sido no sólo sobre Lastesis, que me parece muy interesante, sino que hubiera sido un llamado a la Plaza de la Dignidad o al Parque O’Higgins a todas las mujeres para exigir paridad? Hubiéramos tenido un 8M en términos de paridad y de asamblea constituyente. Muchas veces los movimientos dicen “ah, es que no me quiero meter porque no quiero legitimar esto”. Y por eso no se realiza una movilización masiva, un gran acto en el Parque O’Higgins y en todas las distintas ciudades del país, todos movilizados en torno a voto obligatorio, paridad, cuota de pueblos indígenas, participación durante la asamblea.

Crédito: Felipe PoGa

¿Por qué cree que no se logran esos acuerdos más transversales?

Porque creo que la ciudadanía, que es más opinión pública que ciudadanía, no cree en esto. No puede ser que una enorme cantidad de gente considerara que el acuerdo era importante y una enorme cantidad dijera que no importaba nada. O sea, hay una ruptura, hay en la cultura de hoy un rechazo a lo institucional, a lo vertical, al que me digan algo: yo me represento a mí mismo. Hay un cuestionamiento universal del principio de representación. Pero hay ciertas cosas que la política debe hacer y que no siempre van a corresponder con lo que la gente quiere. Porque si la política hace lo que la gente quiere, entonces, primera cosa, desaparece la política. No hagamos política, hagamos lo que la gente quiere y que la gente se gobierne.

Sin embargo, probablemente hay que encontrar una solución al problema de una clase política que no está escuchando a la ciudadanía y que por lo tanto no representa a nadie.

Usted necesita, de todas maneras, sistemas de representación, la pregunta es si los actuales sistemas de representación son capaces de garantizarla, y yo creo que probablemente nunca se va a asegurar totalmente, y por lo tanto hay que dejar espacio a la democracia deliberativa, a la democracia participativa, que es distinta a la representativa, y que propone participación, sobre todo a nivel territorial, directa, a través de referéndum, plebiscitos revocatorios, etc.

Desde esta perspectiva (desde otras son muy buenas), las redes sociales son nefastas porque dan la ilusión de estar decidiendo, de estar comunicando, de estar interactuando, estamos ante una nueva forma de democracia. Siempre se ha hablado de democracia representativa, democracia participativa, de democracia deliberativa, pero yo creo que estamos ante una nueva democracia, que se llama “democracia expresiva” y no es deliberativa, donde lo que importa es lo que yo pueda decir, no el debate con el otro. En ese sentido, es antirrepresentativa.

¿Cuáles son los riesgos de creer que todo se puede resolver a través de esto que usted llama “democracia expresiva”?

La pura “democracia expresiva” no sirve porque no permite gobernar. Yo decía que me hubiera gustado que las mujeres hubieran hecho un 8M por la paridad, pero eso implica que se plieguen al proceso y que entiendan que el acuerdo es un avance, pero muchas veces los movimientos sociales no quieren aceptar este tipo de cosas pues se sentirían cooptados. Con eso perdemos la posibilidad de ligar los avances del movimiento social con los avances del movimiento político. Va a haber que pensar, además, en todo lo que es la democracia a nivel territorial, donde se puede avanzar mucho.

Esta semana se dio a conocer el informe de la Onu, que al igual que el de Amnistía Internacional y el de Human Rights Watch da lapidarias conclusiones sobre la violación de derechos humanos en los últimos dos meses en Chile. ¿Cuáles son los riesgos de no actuar enérgicamente frente a denuncias tan graves como las que han salido a la luz?

Primero, quiero nombrar la importancia en la política chilena de Michelle Bachelet. Todo lo que está pasando hoy ella ya lo puso como un tema clave en su gobierno. Además, lo que ha hecho en su cargo, en ONU, ha sido de extremada relevancia. Creo que estamos frente a un tipo de violación de derechos humanos que no viene desde el dictador, pero que sí viene del aparato del Estado. A mi juicio, el gobierno no ha entendido nada y aquí tendría que haberse dado una propuesta de reforma muy estructural de las fuerzas de orden, cosa que no ha habido. Tenemos fuerzas policiales que no saben qué hacer con esto, que están desbordadas; una fuerza policial que está desbordada no es una fuerza policial.

Esta entrevista es una breve síntesis de la que se realizó el 13 de diciembre de 2019 en el programa radial Palabra Pública de Radio Universidad de Chile, 102.5. 

Los indios de Chile

Por Rodrigo Karmy

En El Fantasma de la sin razón, Armando Uribe Arce cuenta que: “Poco después del Golpe de Estado de 1973, el Presidente Frei Montalva, que lo fue hasta 1970, lo explicó así el 74 en Nueva York a un ex ministro suyo que era alto funcionario de Naciones Unidas: ‘Toda la historia de Chile consiste en evitar que los indios atraviesen el Bío Bío (…) con el gobierno de Allende y la Unidad Popular, los indios lo atravesaron; ¡por eso se produjo el Golpe!’. Naturalmente —prosigue Uribe— se trata de una metáfora; muy interesante porque el hijo de suizo señor Frei, calificaba así de indio al pueblo chileno que representaba el Presidente Allende y la izquierda (…)”.El comentario de Uribe expresa el anudamiento mítico sobre el que se juega el devenir histórico y político de Chile. La máquina mitológica de una oligarquía blanca e hispánica que despreció a los indios durante la colonia, no ha dejado de despreciar al pueblo en su fase republicana. Indio y pueblo yuxtapuestos en una intensidad irreductible que habita los bordes del orden y que, de vez en cuando, irrumpe en las superficies: la asonada popular —la indiada— que llevó a Allende al poder vuelve a emerger después de varios desgarros iniciados desde el “eslabón más débil” que se cristaliza en los estudiantes secundarios.

Los indios —toda esa potencia popular— están de regreso. “Indios”, ese nombre puesto por equívoco que se aferra a la “indi-gencia” en que vive un pueblo durante la República, da la medida para pensar esa irrupción tan infinita y múltiple como es la imaginación popular. Siendo equívoco, el término “indio” implica una exclusión del sistema de verdad, la “indi-gencia” del indio traza un lugar sin lugar que puebla los bordes del orden, sus fronteras, sus límites –tras el Bío Bío. La indi-gencia del indio, la indiada indi-gente no es más que porosidad en la que los muros se han disuelto y las identidades se intersectaron en la apuesta de un mundo común. La indi-gencia del mundo se abalanza contra su entera destrucción propiciada por la oligarquía financiera que hoy domina el planeta y que en Chile encuentra en su Constitución (la de 1980) el texto que legaliza su infinito saqueo.   

Para el 18 de octubre el error indio mostró la indi-gencia de la República al “atravesar el Bío Bío” y tomarse un país por más de un mes. La indiada se refugia en las calles, se parapeta en árboles frente al ojo policial, ataca y se fuga, abraza la ciudad como si fuera suya, no teme más que lo que festeja. Irrumpe en la singular “normalidad” de los poderosos y acampa en sus bordes para “despertar”. Porque la indiada no habita, sino  acampa. Ha llegado el momento de cognoscibilidad donde los “abusos” parciales contra los que se opuso con fuerza, se anudan en la imagen de un sistema completo: el pueblo quiere la caída del régimen —gritan desde el mundo árabe; todo el pueblo quiere un nuevo régimen, claman desde las “grandes alamedas” que otra vez abiertas en medio del país.

“La asonada popular —la indiada— que llevó a Allende al poder vuelve a emerger después de varios desgarros iniciados desde el ‘eslabón más débil’ que se cristaliza en los estudiantes secundarios”

La indiada recorrió las calles, expuso su vida a la violencia de militares y policías que defendían la “frontera” y, en el instante en que sus representantes del Congreso suscribieron el “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución”, el primer significante obliterado fue el de “asamblea constituyente”, que fue imperceptiblemente sustituido por el de “convención constitucional” (o mixta, en caso que así lo dirima el plebiscito). Recordemos que la indiada de Chile ha expresado que la “asamblea constituyente” sería el lugar en el que el intelecto común puede cristalizar una forma precisa de deliberación política. La indiada es apabullante potencia de un deseo sin dirección ni liderazgo que, sin embargo, ha destituido al orden de las cosas. Porque, en tanto cristalización del intelecto común, el pueblo quiere sentarse en el vacío dejado por parlamentarios y gobierno. Pero no para investirse de su autoridad oligárquica y reproducir la soberanía que él mismo ha destituido, sino para abrazar una “democracia popular” que no habrá que entenderse  por un específico “régimen” de gobierno, sino por una “potencia igualitaria” capaz de destituir el ensamble militar-empresarial sobre el que se ha fundado el pacto oligárquico de Chile.

Crédito: Fabián Rivas

Que los parlamentarios de turno —por presión del capital financiero y presunta digitación expresa de Washington— hayan sustituido el significante “asamblea” por el de “convención” no puede ser algo casual. Ante todo, los juristas se han apresurado a subrayar que el asunto de nombres no importa porque, en el fondo, el dispositivo será el mismo. ¿Será el mismo? Y si es el mismo, ¿entonces por qué no recurrir al término “asamblea constituyente”? La sustitución de “asamblea” por “convención” es una operación que sustituye el vocabulario popular por el de la oligarquía en su versión parlamentaria, obliterando la posibilidad de un simple “agenciamiento” que emerge desde la propia potencia popular, en favor de la “aristocratización” promovida por el paradigma parlamentario. En ese plexo, el “acuerdo” se erige desde una primera derrota popular, pero, a la vez, nos abre a un segundo tiempo por disputar.

Sin política no habrá disputa y hoy, más que nunca, a pesar de todo, la indiada nuevamente tendrá que asaltar los elegantes palacios y abrir su lugar en la futura Carta Fundamental. Porque la indiada ha ganado demasiado para bajar los brazos frente al “acuerdo” y dejarle el nuevo artefacto a los de siempre: más bien, no tendrá que restarse ni sumarse, sino que tendrá que actuar políticamente para transformarlo. A pesar de que el Estado la sigue acribillando y hace pasar todo como si la violencia sistemática ejecutada por militares y policía hubieran sido “hechos aislados”, todos sabemos que se trata de una política que, permeada del mito colonial, pretende que la indiada retroceda de las calles y vuelva al Bio Bío. Pero, como se ha visto, ella no volverá, sino que ingresará a las calles para destituir lo que sea necesario del nuevo artefacto (el “acuerdo”) y no renunciar a su imaginación popular. Su disputa ya ha comenzado desde el instante en que después del anuncio del “acuerdo” el pueblo se ha volcado a las calles.

“Sin política no habrá disputa y hoy, más que nunca, a pesar de todo, la indiada nuevamente tendrá que asaltar los elegantes palacios y abrir su lugar en la futura Carta Fundamental”

Los indios de Chile no descansarán. La presencia simultánea de banderas mapuche y chilena en las marchas expresa la intempestividad de la potencia popular. La indiada es el punto de intersección entre ambas banderas, el lugar sin lugar en que acampa el sitio baldío, más allá de toda representación. Porque la indiada no es más que el sobrante –el resto- del pacto oligárquico de Chile, aquel que se ha restituido demasiadas veces (1833-1925-1980) y que no ha consistido más que en el atrincheramiento de una oligarquía en desmedro del indio. Este sigue siendo el “error” al orden y la “indi-gencia” que no se quiere ver. Pero la indiada popular —esa multitud acéfala— se levanta y aterra a su oligarquía, deviene monstruosidad inmanente a la República, la sombra que puede ser calificada de “alienígena”: de otro mundo, de otra lengua, de otra frontera.

La indiada deviene inactual consigo misma y, por esa misma intensidad, no puede sino temblar intempestiva. Por eso, no da lo mismo “asamblea” que “convención”: si esta última se deja regular por el régimen de representación parlamentaria, dejando de lado el vocabulario popular, reproducirá en un “segundo tiempo” la expulsión de la indiada y terminará haciendo de la nueva Constitución una nueva frontera del pacto oligárquico de Chile. Sin embargo, los indios de Chile están aquí para disputar esos dispositivos y actuar políticamente frente a la posibilidad de una nueva injusticia.

Galería de fotos: El estallido

Desde el 18 de octubre, día en que comenzó el estallido social en Santiago y luego en el resto del país, los fotógrafos de la Universidad de Chile, Felipe PoGa y Alejandra Fuenzalida, han estado cubriendo lo que ha ocurrido en las calles de la capital. Ejercer el periodismo en estos tiempos no ha sido fácil: PoGa recibió balines en su mano y espalda mientras cubría las manifestaciones en Plaza Italia el lunes 21 de octubre. Este es un registro de algunas de sus imágenes.

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Fotografías Felipe PoGa

Fotografías Alejandra Fuenzalida