Confinada en su casa de Ñuñoa al cuidado de su nonagenaria madre, la Premio Nacional Gracia Barrios, la artista pasa los días pintando y haciendo clases a distancia. Dice que este periodo de reclusión por la pandemia ha sido una oportunidad para volcar en su obra su historia personal y conectarse más con su entorno, aunque le preocupan los colegas que están viviendo dificultades económicas.
Por Denisse Espinoza
Las rutinas en casa de los Balmes Barrios continúan, pero se han vuelto más estrictas. “Al principio fue difícil, raro, me ahogaba con la mascarilla, pero con el tiempo me he ido acostumbrando, y cuando me toca salir llevo toda la indumentaria: mascarillas, guantes. Salgo en auto y no a pie, y cuando regreso a casa me cambio de ropa y lavo todo. Recién ayer mi hijo me acompañó a la farmacia después de 50 días sin salir, él es más estricto que yo. Es que el virus es un tema de responsabilidad con la familia, con el resto de las personas también, es tomar conciencia humanitaria, es simplemente la forma en la que hoy hay que vivir”, dice por teléfono, en tono convencido, la pintora Concepción Balmes Barrios. Su padre, el Premio Nacional de Arte, José Balmes, falleció en 2016 y hoy en su casa antigua de Ñuñoa, la única hija artista cuida de su madre, la pintora y también Premio Nacional, Gracia Barrios, quien con 95 años sufre de un Alzheimer que la tiene alejada de su obra y de esta realidad pandémica.
Concepción (1957) vive estos días de confinamiento obligatorio con aplomo, pensando que tarde o temprano el virus será controlado y con una mirada optimista; cree que en el intertanto, la gente tomará conciencia sobre los cambios que habrá que hacer en un mundo con un sistema económico que tilda de “monstruoso”, porque “no está preparado para proteger a nadie”. Su vida, cuenta, ha cambiado poco: ha debido adaptar sus talleres de pintura a la modalidad de clases a distancia y, por cierto, ha comenzado una nueva serie de pinturas de mediano y gran formato que ha titulado Cautiverio bajo el parrón y de la que ya ha vendido tres: “Estas ventas han venido como caídas del cielo, pero la verdad es que hay colegas que lo están pasando realmente mal”, cuenta.
—¿De qué forma ha afectado la pandemia y el confinamiento tu obra y proceso creativo?
La verdad es que los artistas o los pintores, en mi caso, siempre hemos vivido un poco en cuarentena, en nuestros talleres, trabajando haya o no pandemia, es como parte de nuestro estilo el estar solos trabajando. Claro que también me dedico a la enseñanza y con teletrabajo ha funcionado bastante bien. He tenido que descubrir otras maneras, otros ángulos, y la verdad es que ha sido una oportunidad súper positiva. En el taller hay una dinámica de trabajo físico, la pintura es una actividad física y muchas veces uno no puede tocar otros ámbitos de análisis, incluyendo la historia del arte, entonces ha sido una oportunidad de completar una mirada y eso ha sido muy bueno. Hago dos talleres, pero me quedé sólo con un grupo de 10 personas, a quienes hago corrección y seguimiento de proyectos personales, todo vía WhatsApp. Les voy enviándoles material sobre técnicas de la pintura, artistas contemporáneos, hemos tenido un feedback muy enriquecedor.
—Algunas personas que han adoptado el teletrabajo dicen que ahora trabajan mucho más que en su rutina normal ¿Cómo ha sido para tí?
Creo que se trabaja diferente y claro, uno tiende a estar más atento en todo momento, porque siempre se está disponible, manteniendo estos pequeños diálogos, consultas por interno, que antes no se daban. En la pintura es muy importante la continuidad, el tema de la conexión es esencial. Si tú te vas de vacaciones una semana, retomar la pintura a veces es muy difícil. Entonces en los talleres es igual, esta conexión permanente que tenemos ahora impide esa desconexión que se producía entre sesión y sesión, de cinco o siete días sin vernos, entonces esta fluidez que hemos adquirido para mí ha sido buena, productiva y apasionante.
En 1973, y con 14 años, “Conchita” Balmes salió al exilio junto a sus padres -comprometidos militantes de izquierda- hacia Francia, donde se radicaron por una década. Allí, se decidió por seguir el camino artístico de su familia e ingresó a estudiar arte en la Escuela Superior de Bellas Artes de París y luego en la Sorbonne. Regresó a Chile en 1983 y desde entonces ha tenido una constante y dilatada carrera en la pintura, con un obra que se caracteriza por su expresividad y gestualidad en el trazo, con temáticas sencillas y cotidianas que remiten a la naturaleza y a lo doméstico, pero también a lo ancestral y espiritual.
—¿La pandemia y el contexto de confinamiento se ha traspasado de alguna forma a tu trabajo? ¿Te ha servido de inspiración?
Completamente. No lo que suelen llamar inspiración, sino más bien se trata de estar viviendo el momento presente, es estar conectado. Cuando empezó la pandemia inicié una serie de pinturas de mediano y gran formato que se llama Cautiverio bajo el parrón; vivo en una casa antigua con un gran jardín y el parrón es un personaje importante en la casa. Entonces están los árboles, las plantas, en este tiempo he plantado varios árboles nativos que antes no teníamos, como peumos, quillayes, canelos, maitenes, quebrachos; quise poner arbolitos chilenos, porque siento que todo esto que está pasando del virus tiene que ver también con un tremendo desequilibrio en el ecosistema. En el fondo, la vida deja de sustentarse de manera natural y proliferan otro tipo de elementos frente a los que dejamos de tener protección. Esta serie refleja eso, este tiempo de mirarse, un tiempo para contemplar lo que nos rodea. Miro las flores del floripondio que tengo en el jardín, miro las hojitas distintas de los árboles nativos y me enfoco en eso, esas miradas que hablan no de lo bonito que es el paisaje, sino de lo importante que es la naturaleza para el ser humano y la idea es tratar de que la pintura se impregne de ese espíritu.
En mi pintura hay dosis de realismo, pero también de sugerencia, nunca he sido 100% realista, porque para mí, tan importante como la hoja que cae es el viento que la lleva. Tengo también otras telas más nostálgicas, hice una redonda donde sale mi madre y mi abuela caminando bajo este mismo parrón. Para mí ha sido como mirar hacia mi historia personal, ha sido un tiempo reflexivo y me siento muy agradecida de esta oportunidad que en la vida diaria de la ciudad no se da. Sobre todo para quienes vivimos en Santiago, el frenesí de la vida te provoca un estado mental que te impide pensar y contemplar, entonces más allá de lo tremendo que es y será esta pandemia, para mí, como nuevo enfoque, ha sido interesante.
—Si bien este periodo puede ser productivo para algunos artistas, muchos también están pasando por estrechez económica. ¿Cómo lo has visto tú dentro de tu círculo?
Estoy en contacto con muchos artistas amigos y la verdad es que la mayoría tiene una postura bastante parecida a la mía, están trabajando todos en sus talleres, está siendo un periodo productivo, pero el problema grave es la subsistencia, y ahí hay colegas que realmente lo están pasando mal y a esos colegas hay que apoyarlos. Hace poco la APECH (Asociación de Pintores y Escultores de Chile) convocó a una exposición en la galería de Eduardo Lira, en calle Luis Pasteur, y todo lo que se vendió fue para los artistas que allí exponían. Hubo muy buena respuesta y eso ayudó a algunos colegas. Es curioso, porque en este periodo he vendido tres obras, una en esta exposición y dos a clientes nuevos que me contactaron. Creo que en este contexto tan efímero, en el que todo se desvanece, el arte vuelve a aparecer como un lugar atractivo de inversión, eso se ha empezado a sentir y creo que lo iremos a sentir con más intensidad cuando pase un poco más el tiempo.
Pero la verdad es que entre mis compañeros artistas hay varios con problemas económicos y es lo que está pasando en todas partes. Cuánta gente despedida hay en las empresas, cuánta gente que no puede trabajar o gente que está exponiéndose al máximo en lo que sea para poder subsistir. Es el problema del sistema en que vivimos, un sistema monstruoso que no está preparado para proteger la vida de nadie, que no le sirve a la humanidad, un sistema que además ha ayudado a liquidar la naturaleza y donde los seres humanos tienen sobre todo obligaciones, pero ningún derecho. Es fuerte, pero también este tiempo ha sido clarificador, yo creo que de todas maneras, una vez que pase la pandemia, nuestra mirada de este mundo ya no será la misma.
—¿Cuál crees que debería ser el rol de Estado y qué te parece que el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio haya decidido repartir los $15 mil millones anunciados bajo un sistema de fondos concursables?
No sé bien qué opinar al respecto, espero que funcione, porque se necesita mucho. El tema es que de aquí a que salgan los fondos, los artistas, ¿qué van a hacer? ¿Comerse las plantas? Me parece un poco demagógico y poco concreto ese tipo de ayudas para las necesidades que hay. O sea, tengo colegas que se juntan a hacer ollas comunes. Creo que se necesitan demasiadas inyecciones distintas, está bien si quieren hacer los fondos concursables, pero además hay que hacer llegar a las personas una ayuda más directa y concreta.
—¿Qué piensas que pasará con esta pandemia? ¿Tienes una visión más bien optimista o pesimista de lo que se viene?
La verdad es que yo soy optimista, creo que sí va a haber un cambio y que de a poco ya se está trabajando en nuestra cabeza. Probablemente va a ser largo el proceso, no va a ser de un dia para otro que vamos a cambiar todo. Ahora, yo siempre he sido optimista, creo que lo heredé de mi papá, quien vivió una guerra y llegó en el Winnipeg con 12 años y que luego, estando en Chile, se exilió de nuevo, junto a mi mamá y yo, entonces somos una familia de sobrevivientes, por lo tanto, el pesimismo no es nuestro fuerte. Yo creo que todo es aprendizaje.
—En los años 80 tú regresaste a Chile, pero tus padres seguían yendo y viniendo de Francia. ¿Por qué decidiste quedarte acá?
Porque siempre he sido chilena. Es cierto que estudié Bellas Artes en París, tuve mi primera hija en Europa, luego me separé y me vine con mi niña para acá, después acá tuve dos hijos más, me emparejé de nuevo, pero en los años en que viví en Europa siempre pinté la cordillera, siempre aparecían los cordeles con la ropa tendida, no te podría explicar por qué. Quizás fue herencia por los dos lados, mi madre, que por su padre escritor (Eduardo Barrios), siempre amó mucho la tierra y el campo, y por otro lado mi padre, quien fue siempre un agradecido de este país. Jamás en la vida me habría quedado allá, no fue una opción, para mí volver fue lo natural, lo único que quería era caminar por mi barrio, subirme a la micro, comprar maní confitado, cosas como esas que vienen de no sé dónde, que están como pegadas en el alma.
—Ahora estás al cuidado de tu madre ¿cómo ha enfrentado ella este periodo?
Mi mamá tiene 95 años, tiene Alzheimer y en su cuidado me ayuda una enfermera y mi nana, quien desde que partió la cuarentena decidió quedarse en mi casa. Mi mamá es como una niña, pero diría que es una persona bastante feliz también. Por suerte, no se da cuenta de lo que pasa, porque mi mamá era muy temerosa, así que ahora estaría aterrorizada. Ella mira mucho sus cuadros, los contempla. Es extraño, es como que desde la lógica no sabe lo que ocurre, pero desde el sentir, ella sí sabe. Probablemente, toda su historia con el arte la hizo una persona cuyo sentido de la percepción es muy agudo, entonces la parte de la razón no es tan importante como podría ser para otro ser humano que tiene Alzheimer. Su percepción sutil funciona plenamente, y creo que eso es lo que le da paz. Tiene una conexión curiosa, distinta, no es que esté mal o bien, porque qué puede ser eso, honestamente, es más bien como estar en otra dimensión, en otro estado de las cosas.
—¿Qué será lo primero que harás después de terminada la pandemia?
Tengo una casa dentro de una comunidad, ubicada entre Isla Negra y Punta de Tralca, al igual que mi hija que vive allá con mi nieta. Gracia es pintora y al igual que yo está confinada dentro de la casa, nos comunicamos siempre por videollamada. Así que ir a mi casa en la playa es lo único que quiero, sentarme en la terraza, tomarme un vino blanco y mirar el mar.
Vale la pena en cuarentena
Libros
–Correspondencia de Paul Cézanne. Libro dedicado a las cartas que se enviaba el pintor impresionista con su amigo también artista Emile Zolá.
–La experiencia mística y los estados de conciencia, edición de John White. Esta antología reúne textos de varios autores, entre ellos Aldous Huxley, Abraham H. Maslow, Ken Wilber y Jean Houston, donde abordan preguntas como ¿Somos todos potencialmente místicos? ¿Cuál es la relación entre mística y esquizofrenia? ¿Qué tuvieron en común el Buda, Jesús, Plotino, Dante, Santa Teresa, William Blake y Edgar Allan Poe?
Películas
-Van Gogh, a las puertas de la eternidad: último biopic del pintor holandés, estrenado en 2018 y protagonizado por Willem Dafoe.
–Mr. Turner: otro filme biográfico, sobre uno de los pintores más afamados y queridos de Inglaterra, J. M. W Turner, estrenado en 2014 y dirigido por Mike Leigh (El secreto de Vera Drake).