Skip to content

La huella extensionista de Amanda Labarca

La educadora y pensadora feminista fue mucho más que la primera profesora universitaria de Chile. También dedicó casi toda su vida al desarrollo y teorización de la extensión universitaria (hoy también llamada vinculación con el medio), función a través de la cual las instituciones de educación superior ponen el conocimiento al servicio de la sociedad. El trabajo de Labarca muestra a la extensión y a las universidades como un campo en disputa, tensionadas por el contexto político y social. 

Por Matías G. Flores

El 13 de noviembre de 1922, Amanda Labarca (1886-1975) se convirtió en la primera profesora universitaria en Chile. En la ceremonia que marcó este hito, Labarca definió los términos en los que aceptaba su nombramiento: “Hija espiritual soy de la Universidad de Chile y del Instituto Pedagógico; con piedad filial miro sus defectos con más ánimos de corregirlos en silencio que de criticarlos en público. Por eso deseé llegar a ella en cuanto profesora; para actuar desde dentro y colaborar a su reforma”.  Así, desde un inicio, la educadora y feminista se posicionó como una académica no neutral. 

En una época en que la Universidad de Chile estaba acotada a una elite y en que la participación femenina en sus aulas seguía siendo muy baja, Labarca buscó democratizar la universidad a través de la extensión universitaria. Lamentablemente, su ánimo de “corregir en silencio” y las resistencias de fuerzas conservadoras desde dentro de la universidad han dificultado evidenciar todo el alcance de su legado a la Universidad de Chile y las universidades latinoamericanas. A cien años de su nombramiento y a pocos días de una nueva versión de las Escuelas de Temporada fundadas por Labarca, seguimos descubriendo su huella extensionista. 

 Amanda Labarca en la Universidad de Chile. Fotografía tomada por el Departamento de Foto-Cinematografía de la Universida de Chile. Sin fecha. 

En América Latina, la extensión universitaria se entiende como una tercera función de las universidades (además de la enseñanza e investigación), a través de la que el conocimiento se pone al servicio de las necesidades de los países. Labarca fue pionera en esta área en la región, y dedicó casi toda su vida al desarrollo de la extensión universitaria y a su teorización. Para ella, la universidad es un campo vivo y en disputa, siempre tensionado por su contexto histórico y político. Su legado, hoy en día, invita a reflexionar sobre el rol de las universidades en las sociedades contemporáneas. 


El primer acercamiento de Amanda Labarca con la extensión ocurrió en 1907, un par de años después de egresar como Profesora de Estado en Castellano. El entonces rector Valentín Letelier, fundador de las primeras Conferencias de Extensión de la Universidad de Chile, la invitó a exponer una presentación titulada “La novela castellana de hoi (sic)”. Estas conferencias se celebraban cada domingo en el Salón de Honor de la Casa Central de la universidad y fueron uno de los primeros esfuerzos por replicar el university extension movement originado en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XIX. En ese momento, ella tenía solo 21 años y fue la única mujer invitada como expositora. 

Un par de años más tarde, en 1910, Labarca criticaría este formato de extensión, cuestionando el poco valor pedagógico de una única conferencia, donde la audiencia escucha pasivamente al orador. Como miembro de la Asociación Nacional de Educación (agrupación de maestros, maestras y activistas por la democratización de la educación), diseñó una reforma a la extensión universitaria en un texto llamado “Proyecto de Cursos de Estension (sic) Secundaria i (sic) Universitaria”. En él, propuso pasar de conferencias a cursos de extensión de cuatro o cinco sesiones, donde se pudiera desarrollar un tema en detalle y dar mayor protagonismo a las audiencias. Los cursos se impartirían tanto en la Universidad de Chile como en las sedes de sindicatos obreros. 

En 1913 dictó uno de estos cursos, titulado “Actividades femeninas en Estados Unidos”, que más tarde sería publicado como libro. En él destaca su análisis de los settlement houses, particularmente la Hull House, fundada por la feminista estadounidense Jane Addams. La Hull House, que serviría de ejemplo para otras settlement houses, fue una colonia u hogar en Chicago, donde mujeres universitarias ofrecían servicios legales y de salud a la comunidad e investigaban las condiciones laborales de mujeres y niños en la ciudad. Estos settlement houses y el “feminismo pragmático” de Jane Addams son hoy considerados referentes del community engagement (símil estadounidense a la extensión universitaria latinoamericana). 

Ya como profesora, en 1922, hizo clases en la Universidad Popular Lastarria, organizada por la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh), y, en 1927, realizó un programa piloto de las primeras Escuelas de verano en la ciudad de Constitución. Este proyecto, que luego se convertiría en las Escuelas de Temporada, no contó con el apoyo de la Universidad de Chile, y para desarrollarlo tuvo que solicitar ayuda a asociaciones de maestros. El piloto no tuvo una segunda versión, pues en 1928 la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo la despojó de sus cargos en la Universidad de Chile y en el Liceo de Niñas N°5.

En 1935, como miembro del Consejo Universitario, participó de la Misión Cultural que visitó Panamá, Costa Rica, México, y Estados Unidos para conocer experiencias de Escuelas de verano y convencer a otros integrantes del Consejo, escépticos de la importancia de la extensión. El viaje fue un éxito y al volver organizó la primera Escuela de verano de la Universidad de Chile, en 1936. Su versión de este programa fue innovadora. Mientras otras Escuelas de verano del continente estaban orientadas a recibir turistas de Estados Unidos o Canadá para enseñarles español y la cultura local, para adelantar cursos de estudiantes regulares o para actualizar los conocimientos de egresados, el programa de Labarca modificó dos aspectos: estuvo orientado a personas que no podían acceder a la educación superior y ofreció cursos vocacionales o técnicos para aprender oficios. Quienes más aprovecharon ese espacio fueron las mujeres, convirtiendo estas escuelas en una oportunidad concreta para democratizar la universidad.

Tras el éxito de este y otros programas, Amanda Labarca se transformó en Directora del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Chile en 1949. El Departamento coordinaba las Escuelas de Temporada, Escuelas por Correspondencia, Bibliotecas Móviles, Misiones Culturales, Extensión Estudiantil, Grupos de Amigos de la Universidad de Chile, sección de Foto-Cinematografía y Conferencias. Todos estos programas estaban abiertos a las comunidades en distintas provincias del país. Por su importancia, el Departamento contó con sede propia, ubicada en Huérfanos 1117, donde también estaba la Sala de Actos Valentín Letelier, abierta al uso de organizaciones sociales. 

En ese período, Labarca comenzó la internacionalización de su propuesta extensionista. En 1952, viajó a la Mesa Redonda de Escuelas de Temporadas de las Universidades Latinoamericanas celebrada en Puerto Rico y, en 1953, realizó una conferencia titulada “Las labores de la extensión cultural de las universidades”, en el Segundo Congreso de Universidades Latinoamericanas, en Santiago. Este congreso, fundamental para la institucionalización de la extensión en la región, Labarca reforzó el carácter pedagógico de la extensión universitaria, pues la definía como una forma moderna de educación de adultos, aquella de “radio más vasto y posibilidades más variadas.” Afirmó que esta labor “ayuda a elevar el nivel del pueblo y permite a sus componentes gozar de una vida más amplia, más útil, conscientemente solidaria del bien de todos y que haya en ese bien, parte de su propia dicha.”.

Ese mismo año Labarca buscó apoyo y reconocimiento por parte del Ministerio de Educación Pública a través del envío de un anteproyecto al Subsecretario de Educación que buscaba crear los “Servicios Coordinados de Extensión Cultural del Estado”. Este anteproyecto proponía potenciar campañas nacionales de alfabetización, ampliar la extensión a sindicatos y campesinos, la edición de manuales de oficios de fácil comprensión y premios a estudiantes y profesores destacados en su labor social. Estos “Servicios Coordinados”, que no llegaron a implementarse, son una idea audaz y ambiciosa, que perfectamente puede ser retomada en la actual discusión sobre la vinculación con el medio de las universidades. 


Pese a su éxito y alcance, el proyecto de extensión de Amanda Labarca fue cuestionado por algunos colegas contemporáneos, en su mayoría varones. En 1970, Labarca señalaba: “Se nos reprochó de haber ‘plebeizado’ un tanto la universidad.”. Esto se ve reflejado en un debate ocurrido en el Consejo Universitario de la Universidad de Chile, en las sesiones del 31 de agosto y 7 de septiembre de 1949. Juan Gómez Millas, en ese momento decano, consideraba que la extensión que defendía Labarca era poco universitaria, difícil de encauzar y cara. Luego, ya como rector, Gómez Millas promovió una extensión universitaria entendida como divulgación de los altos conocimientos científicos a públicos capacitados y la idea de una universidad preocupada por entender la sociedad, y no actuar directamente en ella. 

Francisco Huneeus Salas, Amanda Labarca, 1964. Biblioteca Nacional de Chile.

Este giro explica en gran medida el silenciamiento histórico de la labor extensionista de Amanda Labarca. En su ceremonia de retiro de la Universidad de Chile, en 1956, sus colegas y discípulos la llenaron de halagos. Sin embargo, ella, en un tono melancólico, les replicó: “Como en toda vida, en la mía hay innúmeros fracasos y algunos logros. Generalmente, los éxitos que me aplauden no son los que aprecio más. Porque yo solamente sé cuál fue la profundidad de mi anhelo, la envergadura de mi ideal y cuán lejos quedaron mis realizaciones, pobres realizaciones, de alcanzarlos”. Ella dudaba que su legado fuese recogido por generaciones futuras. En la misma ceremonia, Labarca reflexionó: “¿Qué corazón va a latir más de prisa en cien, en cincuenta años más por lo que hoy hemos gozado, sufrido y esperado? A nadie servirán de lección ni de consuelo mis experiencias de joven que al enfrentar por vez primera el torbellino de mis propias y las ajenas pasiones, agonizaba de dolor. No servirán a nadie…”.

Sin embargo, a cien años de su nombramiento y a días de una nueva versión de las Escuelas de Temporada, se puede decir con certeza que el interés por su labor sigue creciendo. Labarca nos abre la puerta a repensar el alcance de la extensión universitaria y representa una entrada diferente a la discusión sobre la vinculación con el medio. ¿Cuál es su valor pedagógico? ¿De qué manera aporta la universidad no solo a pensar, sino a actuar frente a las desigualdades sociales? ¿Cómo se promueve la coordinación de los programas de extensión del país? Ahora que la Ley de Educación Superior de 2018 establece de forma obligatoria la acreditación en vinculación con el medio en todo el sistema de educación superior, revisitar a Amanda Labarca se ha vuelto indispensable. Hoy no basta sólo con conmemorar su importancia o replicar su más famoso programa; el desafío es seguir estudiando y debatiendo su legado extensionista para poder reimaginar el futuro de la educación superior en un Chile en proceso de cambios*.


*Referencias citadas y mayor desarrollo de estas ideas pueden encontrarse en: Flores Gonzalez, M. G. (2022). “We wanted to democratize the university” The history of Amanda Labarca’s university extension project [Master Thesis]. Cornell University.