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Un exagente y un golpe periodístico

En 1993, Informe Especial emitió uno de sus episodios más recordados: la entrevista a Michael Townley, el exagente de la DINA que asesinó a Orlando Letelier y Ronni Moffit en Estados Unidos, quien por primera vez hablaba con la prensa. Tres décadas después, su autor, Marcelo Araya, recuerda la trastienda de una entrevista, cuya emisión fue suspendida en dos ocasiones, pero que, según él, respondía a una deuda de la televisión pública con los chilenos.

Ilustración: Fabián Rivas

El Chile de principios de los noventa parecía cuartel militar. La dictadura había terminado, pero Augusto Pinochet seguía como comandante en jefe del Ejército y, en apenas tres años, había sacado dos veces a los militares a la calle (el “ejercicio de enlace” y el “boinazo”).

El Informe Rettig, que documentó las desapariciones forzadas y las ejecuciones ilegales de la dictadura, había sido publicado en 1991. La derecha, el Poder Judicial y las Fuerzas Armadas dijeron que era “parcial”. La investigación penal contra Manuel Contreras, exmandamás de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), y Pedro Espinoza, su mano derecha, por el asesinato a Orlando Letelier en Washington, en 1976, estaba a cargo del ministro en visita Adolfo Bañados. Pero, como la mayoría de las causas contra agentes de la dictadura, no mostraba avances.

En 1993, Informe Especial llevaba casi diez años al aire en Televisión Nacional de Chile (TVN). Marcelo Araya, uno de sus fundadores, se encontraba en Perú cuando recibió una llamada del canal: “Estaba haciendo un reportaje sobre Sendero Luminoso cuando una secretaria me avisa que llegó un fax que decía ‘estoy dispuesto a recibirlos’, firmado por M.V.T.W. O sea, Michael Vernon Townley Welch”, recuerda hoy el periodista, alejado de los medios y convertido en gerente de comunicaciones corporativas del mercado mayorista de Lo Valledor. El exagente de la DINA que detonó la bomba que mató a Orlando Letelier y Ronni Moffit en Estados Unidos, en 1976, resguardado por el programa de protección de testigos de ese país desde 1979, se allanaba a hablar.

La llamada

“Le habla Miguel. Michael. Desde Estados Unidos. Quisiera conversar con usted respecto al fax que mandó a la oficina de mi abogado”. La voz de Townley, al teléfono, abre el reportaje “Las confesiones de un asesino”. El episodio de casi dos horas emitidoel 16 de agosto de 1993 incluye la entrevista exclusiva al exagente de la DINA. “Michael Townley. El agente. El criminal. Ha decidido romper su silencio”, agrega la voz de Araya.

El reportero, persistente, consiguió que hablara por primera vez con un medio chileno sobre su participación en el asesinato de Letelier y Moffit. “La definición de criminal, la acepto. Confesé un crimen”, dice en la entrevista. Del exagente no se tenían noticias desde que la dictadura lo expulsó del país en 1978, a él y a su compañero de tropelías, Armando Fernández Larios. Una corte federal en Estados Unidos lo condenó a diez años de cárcel y se le concedió protección por su colaboración con la justicia de ese país. Su testimonio era un eslabón perdido en las causas criminales que se ventilaban en cortes chilenas y era una voz que faltaba en la construcción de la historia reciente.

El capítulo implicó tres viajes a Estados Unidos, varias horas de conversación sin cámara, 40 cintas de video, una jornada maratónica de grabación en algún lugar del estado de Florida y solo un puñado de personas del canal al tanto de las tratativas con el exagente.

Araya no pensó que la entrevista a Townley sería un golpe que marcaría 33 puntos de rating en horario prime y menos que se convertiría en el “reportaje que más impacto causó en la historia del programa”, según afirmó en 2014 Santiago Pavlovic, uno de los fundadores de Informe Especial. Para el periodista, era la pieza que faltaba para completar la investigación sobre el caso Letelier que había cubierto con dos trabajos anteriores: un reportaje de octubre de 1991 y una entrevista al anticastrista José Dionisio Suárez en la cárcel estadounidense donde cumplía condena por el asesinato de Letelier, de noviembre de 1991. La entrevista a Townley, dice Araya hoy, respondía a una deuda que la televisión pública tenía con los chilenos. “Lo que contaba no era extraordinariamente desconocido. Lo fundamental era que él lo decía directamente al país”.

El reportaje sobre el caso Letelier de 1991 fue clave para entrevistar al exagente: se basaba en un reporteo exhaustivo en terreno, en Chile y Estados Unidos, y en un acucioso trabajo de archivo. Diversas fuentes aparecían en cámara: familiares y amigos de Letelier y Moffit, fiscales y reporteros estadounidenses, exagentes de la DINA, activistas anticastristas y la exesposa de Townley, Mariana Callejas. Araya entrevistó a Fernández Larios, miembro del equipo que preparó el atentado contra Letelier, integrado también por Mónica Lagos, identificada poco antes en otra joya del periodismo investigativo local, “Yo soy Liliana Walker”, de Manuel Salazar, en el diario La Época. Araya habló también con Manuel Contreras, sin cámara, en el Hospital Militar. Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos, Townley había declinado dar una entrevista.

“Hice todo el reportaje”, recuerda Araya, frustrado de no haberlo conseguido. Patricio Caldichoury, fundador y editor de Informe Especial, le dijo “Marcelo, la historia está hecha. Después buscamos a Townley”. Poco después de que el reportaje sobre Letelier saliera al aire, Araya supo que Callejas viajaría a Estados Unidos. A través de ella, envió un VHS con el episodio.

El agente

Michael Vernon Townley fue uno de los mil agentes que, se estima, tuvo la DINA, la policía secreta de la dictadura que operó entre 1974 y 1977. Nació en 1942, en Iowa. En 1957, la familia Townley se trasladó a Chile pues el padre asumió la jefatura de la Ford en el país. A los 19 años, “Mike”se casó con la escritora Mariana Callejas. Tuvieron dos hijos. En Santiago, trabajó como eléctrico y mecánico de autos. La familia se trasladó a Miami, pero Callejas anhelaba volver a Chile.

El periodista Marcelo Araya en 2023. Foto: Felipe PoGa.

Y así lo hicieron después de la elección de Allende, en 1970. Algunos interpretan este regreso como prueba de que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) lo había reclutado. Sin embargo, el informe del Senado de Estados Unidos sobre las operaciones de ese país en Chile no encontró nada que lo confirmara. Sí se sabe que Townley y Callejas se incorporaron al movimiento de extrema derecha Patria y Libertad. El golpe los pilló en Miami, donde celebraron en la calle con champaña. Nunca volvió a Chile. O no con su nombre: los fiscales estadounidenses acreditaron que Townley usaba cinco nombres y tres pasaportes de diferentes países para cruzar la frontera. A poco de volver al país, la pareja entró a la planilla de la DINA, organización que compró una casa en la precordillera santiaguina. Había espacio suficiente para que viviera la familia Townley-Callejas y sirviera, además, como laboratorio químico y subterráneo de detención al servicio de la DINA.

Townley parece un personaje de una película de espías de la Guerra Fría. Agente de la policía secreta, técnico en electrónica, mecánico automotriz, hábil con explosivos, casado con una mujer que organizaba talleres literarios en su casa-cuartel mientras mataban a Carmelo Soria o sintetizaban gas sarín en el subterráneo. Michael y Mariana han inspirado numerosos productos culturales: Nocturno de Chile, de Roberto Bolaño, crónicas de Pedro Lemebel en De perlas y cicatrices y la serie Mary and Mike (2018). Pero el Townley que Araya conoció en 1993 era de carne y hueso y lo que había hecho era muy real.

El making of del reportaje

La memoria es esquiva. Araya no recuerda cuándo fue su primer encuentro en persona con Townley. Según entrevistas que dio después del reportaje, fue en diciembre de 1992. En ese primer viaje, el exagente no aceptó ser grabado. Al reportero le dijeron que un tal “Freddy” lo recogería en su hotel. “Le dije a Juan Carlos Segovia, el camarógrafo, que no podía ir conmigo y que, si no aparecía en dos días, fuera al consulado chileno”. “Freddy” lo condujo en una camioneta durante unas cuatro horas por carreteras de Florida. “(Townley) me esperaba en shorts y con un tequila margarita… ‘estoy frente al criminal’, pensé”.

Araya le dejó un recado telefónico a su editor, Patricio Caldichoury, para reportarse. Cuando éste llamó de vuelta al hotel, Townley supo y se indignó: había pedido no dar su ubicación. Araya cuenta que estuvieron dos días en ese hotel, en un lugar indeterminado de Miami, construyendo confianzas, bebiendo “margaritas medio dulzonas”. “Mi convicción era que él tenía que hablarnos a los chilenos porque tenía una obligación. Si nos contaba qué pasó, entenderíamos mejor las cosas pendientes”, asegura hoy el periodista.

La entrevista en cámara se concretó en un par de viajes posteriores, una vez que la dirección ejecutiva del canal accedió a las peticiones de Townley, como no transmitirla por la señal internacional, no contactar a sus hijos y entregarle una copia de la cinta. No aceptaron cubrirle el rostro. “Usted tiene que hablar de cara al país”, le dijo Araya. El camarógrafo, Juan Carlos Segovia, lo maquilló toscamente, como se ve en cámara.

La jornada de grabaciones se dio “en algún momento de febrero de 1993 y en algún lugar de la idílica Florida”, como dice Araya en el episodio. Parte de la entrevista fue filmada arriba de un bote y no sabían bien dónde estaban: “Nos cambiaba de lugar. Nos pedía que no precisáramos ni fechas ni lugares”, explica en el reportaje.

Araya preparó unas 400 preguntas. Como contrapuntos a los dichos de Townley, el reportaje incluye archivos judiciales, material de prensa y otros testimonios. “No le di voz, lo sometí con las herramientas que disponía, no para que dijera que es la persona más buena, sino para que me contara lo que había hecho”, recuerda el periodista.

Townley dijo que aceptó la entrevista porque “me declaré culpable. Estuve en cárceles estadounidenses. Esperando que Espinoza y Contreras reconocieran sus responsabilidades… y decir ‘señores, fuimos nosotros’… es hora de que respondo [sic] a las preguntas”. En efecto, en 1979, el régimen pinochetista se negó a extraditar a Contreras y a Espinoza a Estados Unidos para que enfrentaran el juicio por el asesinato a Letelier y Moffit.

Contestó todo, “salvo lo de Prats”, recuerda Araya. “¿Usted es el autor del asesinato de Carlos Prats en Buenos Aires?”, preguntó en cámara. Se produce un intercambio cortante. Molesto, el exagente se paró y se fue. Los camarógrafos dejaron de grabar “pensando que iba a quedar la escoba”, cuenta el periodista. Varios años después, Townley reconocería su responsabilidad en el atentado a Prats ante la jueza argentina que investigaba el homicidio. Callejas, junto a otros exagentes, fue condenada por la justicia chilena por ese crimen.

“CENSURADO”

Marcelo Araya asegura que no calibró el impacto que tendría la entrevista. “No lo imaginaba un golpe… para mí era fundamental cerrar el ciclo (del reportaje sobre Letelier del ‘91)”. Townley abriría la temporada 1993 de Informe Especial. Así se informó en el lanzamiento oficial, en una conferencia de prensa, a fines de julio de ese año, donde se exhibió una sinopsis del reportaje en un hotel capitalino. “Sabía que estaba haciendo el tema uno”, recuerda Araya.

La entrevista estaba programada para salir al aire el 5 de agosto. Sin embargo, se emitió el 16. Entremedio, todo se enredó. A petición del entonces presidente de la República, Patricio Aylwin, el 4 de agosto el directorio de TVN accedió a postergarla. Caldichoury, Araya y el resto del equipo estaban indignados, como se lee en la prensa de esos días, que cuenta que, en la puerta de las oficinas del programa, pegaron un cartel: “CENSURADO”.

Una de las integrantes del directorio, Eugenia Weinstein, la directora de prensa, Patricia Politzer, y el sindicato de profesionales de TVN solicitaron por escrito al directorio reconsiderar la postergación del episodio y emitirlo. La petición fue rechazada. Trabajadores de prensa del canal enviaron una carta a Aylwin, quien respondió que solicitar la postergación del material no era censura. La Cámara de Diputados convocó a una sesión especial.

El ministro Bañados, escueto como era, dijo a la prensa que un reportaje televisivo no arriesgaba la investigación criminal. Caldichoury fue despedido y Araya amonestado pues los responsabilizaron de haber filtrado a los diarios los memos de la presidencia y del directorio del canal. “Fue desproporcionado”, se lamenta hoy Araya, pues el editor era, también, el representante de los trabajadores en el directorio. La entrevista a Townley llevó al periodista varias veces a las oficinas de la justicia militar y civil que investigaban la acción de la DINA.

A pesar de las dificultades, la investigación era, a juicio de Araya, parte de sus obligaciones. “Queríamos construir un canal nuevo y darle su carácter público”, recuerda. En efecto, para agosto de 1993, Informe Especial había transmitido reportajes sobre las cárceles de menores (Carlos Pinto), la pobreza y las deudas en salud, educación y justicia (Alipio Vera), el exilio y la tortura (Santiago Pavlovic) y los detenidos desaparecidos (Guillermo Muñoz), entre otros. Marcelo Araya, de hecho, reporteó sistemáticamente desde fines de los 1980 y durante los 1990, Colonia Dignidad. Pero esa historia es para otra crónica.