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Carlos Ruiz Encina: “Tenemos que reconstruir la política como el espacio donde delibera racionalmente la sociedad”

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Si de algo sabe el sociólogo, académico y presidente de la Fundación Nodo XXI, es de crisis políticas. El descalabro actual, que encuentra al mundo político disgregado y enfrentando una muy baja credibilidad ciudadana, también afecta a su sector, el Frente Amplio, que, a su juicio, “no puede quedar atrapado en los procesos más recientes de descomposición de esa política de la transición”. A pesar de todo, Ruiz es optimista, y en esta entrevista plantea tener “la impresión de estar en una de esas raras situaciones históricas en que lo que se puede venir es un cambio de ciclo más largo”.

Por Jennifer Abate y Evelyn Erlij

—¿Cuál es tu análisis breve de la situación actual?

Tengo la impresión de estar en una de esas raras situaciones históricas en que lo que se puede venir es un cambio de ciclo más largo. Uno que se proyecta para mediados de este siglo se está definiendo, y está en juego cuál va a ser el Chile del 2050.

—La madrugada del 15 de noviembre ocurrió lo impensado y el mundo político logró un acuerdo, que a ratos parece desarticularse, para trabajar en una nueva Constitución. ¿Cuáles son tus expectativas frente a este proceso?

Lo primero que hay que decir es que esto no es un regalo,es algo que se obtiene a un costo altísimo de la sociedad, son decenas de muertos, son miles de heridos, una sociedad absolutamente conmocionada por todo lo que está pasando. Por lo mismo, también es muy importante mantenerse movilizado, o sea, en ningún caso bajar los brazos, porque esta es una situación que puede tener regresiones, es un campo todavía muy lábil de correlaciones de fuerzas, por lo tanto, el tema es seguir movilizados y de alguna manera presionar claramente hacia una participación más determinante.

Es esa presión popular, me parece, la que logró sitiar a la política, es decir, el 15 de noviembre responde a una especie de política sitiada, una casta política sitiada por la asonada popular, de ahí que ofrecen iniciar un proceso constituyente. Ahora bien, ahí agregaría que todavía es una cuestión muy ambigua en muchos puntos, porque se produce en un momento de alta desorganización, incluso en la derecha.

—Respecto al acuerdo para iniciar un proceso constituyente, gran parte de la discusión se ha centrado en el mecanismo, pero no se ha hablado tanto sobre los contenidos que debería incluir el cuerpo legal a fin de cambiarlo estructuralmente y que dé respuesta a las demandas sociales. ¿Cómo deberíamos abordar el tema del tipo de país que se construye a partir de una Constitución?

Una Constitución consagra un modelo de sociedad, un modelo socioeconómico, incluso, y creo que el agotamiento de la que actualmente nos rige es el agotamiento de estos modelos hoy existentes. Por lo tanto, pensar una nueva Constitución es la oportunidad de pensar un nuevo modelo de sociedad y un nuevo modelo socioeconómico. En estos momentos, son los sectores más rentistas del empresariado los que se repliegan y tratan de estrujar esa situación al extremo. Lo impresionante de lo que estamos viendo es que todos los sectores empiezan a movilizarse, o sea, incluso los sectores que tú menos hubieras pensado. Tenemos que preguntarnos qué Chile queremos para el 2050.

“A lo que ocurre en Chile yo le he llamado ‘neoliberalismo avanzado’ para compararlo con el caso brasileño y argentino, que son las otras dos analogías que utilizo en el libro, pero prácticamente no tiene equivalente universal”

Y pensando en esta oportunidad, ¿cuáles, a tu juicio, son las discusiones que deberíamos estar teniendo respecto al carácter que debe tener la Constitución? ¿Quiénes deberían estar participando en esa conversación?

Hay dos dimensiones. Una, la que tú mencionabas, es la de los métodos, la discusión procedimental. Eso es muy importante y tiene que ver, sobre todo, con garantizar la participación. Creo que esta es una sociedad que ha dejado clarísimo que no quiere ser representada y que está exigiendo participar directamente en esto. Por lo tanto, métodos como la asamblea constituyente y otros similares están siendo muy demandados en estos días. Otra dimensión, que tiene que ver más bien con el fondo y el contenido, ha sido un poco postergada, y me parece que es muy importante tenerla en cuenta.

Por ejemplo, hasta ahora nos basamos en modelos de crecimiento en función de la explotación de recursos naturales, que es lo que se conoce como modelo extractivista o modelo primario exportador. Es muy sabido que esos modelos tienden a producir una enorme concentración de la riqueza porque explotan un trabajo muy precario, de muy poca capacidad de agregar valor a las exportaciones, porque lo que arrancan son las materias primas y las mandan en estado líquido, prácticamente, hacia afuera. Esas sociedades tienden a producir modelos de crecimiento que intrínsecamente producen una sociedad muy desigual, y contra esa desigualdad está estallando toda esta sociedad en este momento.

Crédito: José Miguel Méndez

—En tu último libro, La política en el neoliberalismo, trazas los orígenes y el desarrollo de este sistema hasta llegar a Chile, un caso que suele conocerse como el “experimento chileno”. Tomando la idea de que Chile fue el laboratorio del neoliberalismo, al parecer los tubos de ensayo de ese laboratorio explotaron. ¿Por qué crees que este estallido se produce justamente en nuestro país?

A lo que ocurre en Chile yo le he llamado “neoliberalismo avanzado” para compararlo con el caso brasileño y argentino, que son las otras dos analogías que utilizo en el libro, pero prácticamente no tiene equivalente universal. Hay dos ciclos de privatizaciones que se realizan en Chile: el primero es más o menos común a diferentes países, que corresponde al remate de las grandes empresas estatales, y es lo que relata María Olivia Mönckeberg en su libro El saqueo de los grupos económicos al Estado chileno. Eso ocurre en Chile en la segunda mitad de los años 70.

Pero a partir del inicio de los años 80, años 81, 82, lo que empieza es la privatización de los servicios sociales, y eso no lo encuentras replicado, en la intensidad de la experiencia chilena, casi en ninguna parte. Bush hijo no quiso instalarla en Estados Unidos y Menem quiso establecerla en Argentina y tuvo que echarla para atrás a mediados de los años 90. Ha sido irreplicable en otras partes. Cuando tú privatizas eso, privatizas las condiciones de reproducción social de las personas: el individuo chileno tiene privatizadas sus condiciones de reproducción social a un nivel que prácticamente no existe en otras partes del mundo. Privatizar significa volver mercancía algo que no lo era antes, convertir en mercancía la salud, las pensiones, la educación. Ahí tienes un individuo que ha ido perdiendo más soberanía sobre su propia vida en nombre de la libertad, la libertad prometida, que es una libertad simplemente mercantil.

“Yo creo que lo único que tienen para defender sus intereses los dominados, los que no tienen grandes recursos de poder, es la política, es la democracia”.

Y un mercado donde, como lo has señalado, no hay competencia, ya que las empresas que ofrecen estos servicios, que ya no son derechos, están subsidiadas por el Estado.

Y donde tienen condiciones monopólicas de explotación. Una clínica privada “x” obtiene la concesión de tal o cual patología y no compite con nadie más. La paradoja de eso es que está fuera del capitalismo, de la doctrina neoliberal, entonces se empieza a convertir en una suerte, diría yo, de burguesía norcoreana, porque a lo que se le tiene miedo es a la competencia y, por lo mismo, se protegen estos nichos de acumulación regulados por el Estado, lo que es una especie de capitalismo de servicio público. Por supuesto, esta no es la realidad de todos los empresarios, hay otras empresas que viven en el mundo de la competencia, sencillamente.

El rol de la izquierda, que ha estado dividida de cara a este acuerdo, ha sido bastante criticado. ¿Por qué dirías tú que es tan difícil encontrar puntos en común dentro de la oposición?

Creo que la izquierda chilena es parte de esa esfera política que está anonadada, como hablábamos al comienzo, que ha sido superada de alguna manera por esta rebelión de las masas. Aquí se reflejan varias décadas de derrotas, la dificultad de poder reaccionar de una manera más o menos articulada. Lo que viene es un periodo largo de reorganización muy fuerte de la política. Porque lo que se ha acabado es la política en la cual se estructuró todo el proceso político de la transición en adelante, ese sistema político se acabó. Lo que podría llamar la atención en este sentido es que el Frente Amplio no viene de esa historia y su gran dilema es que no puede quedar atrapado en los procesos más recientes de descomposición de esa política de la transición.

Basta estar en una marcha para darse cuenta de que lo que falta en esta movilización son las banderas de los partidos políticos, que están bastante deslegitimados en esta vuelta. ¿Hay algún futuro para ellos en Chile de cara a esta crisis?

Los necesitamos. Nosotros no podemos prescindir de la política y creo que, al revés, si a algo hay que aferrarse como única salida es a la democracia. Yo he salido a las marchas y es absolutamente cierto, lo he comentado antes: no hay ninguna bandera de partido. En una marcha, estábamos acostumbrados a bloques de partido, y el militante que se metía en otro bloque estaba perdido. Eso queda absolutamente arrasado en este momento. Creo que tiene que ver, sobre todo, con un desborde completo de la política y, de alguna manera, la política reacciona anonadada, aturdida, se encierra, no sabe qué decir, tarda mucho. Esto lo he compartido con el sector con el que más me identifico, que es el Frente Amplio: ese intento de superar la política de la transición, que surge en 2011, tiene en este momento una gran demanda histórica sobre sus hombros, y si no le responde a esa demanda histórica, bueno, las sociedades son dinámicas y van a construir otro liderazgo. Lo que viene en adelante es un proceso de reorganización de la política que es necesario.

Los partidos son necesarios, pero ¿no crees que deberían buscar nuevas formas de organizarse que no resulten tan verticales?

Yo te diría que esa fisonomía, esa forma de hacer de los partidos, ya está agotada, y el que no se ha dado cuenta, se va a comenzar a secar. Esa utopía de la política de los acuerdos que se generó está completamente eliminada como posibilidad, porque con ella sólo se va a llegar a más estallidos.

Yo creo que lo único que tienen para defender sus intereses los dominados, los que no tienen grandes recursos de poder, es la política, es la democracia. En cambio, los otros, los poderosos, tienen una serie de recursos para debilitar la democracia y con eso, debilitar la política. Una de las transformaciones más complejas que hace el neoliberalismo como proyecto histórico es cambiar el estatuto del lugar de la política en la sociedad: ya no es el medio por el que se delibera, pues se cambia la política por el mercado. Nosotros tenemos que reconstruir la política como el espacio donde delibera racionalmente la sociedad. Y es ahí donde vamos a tener que construir. ¿Qué tipo de expresiones políticas? Los partidos, o como quieran llamarles, van a ser los que van a incidir en ese tipo de deliberación racional que es la democracia.

El neoliberalismo es una ideología y muchos hemos sido educados en ella, lo que ha impactado en nuestras formas de pensar, de trabajar, de habitar el mundo. ¿Crees que es posible lograr un cambio de hábitos, de mentalidad en Chile? ¿Crees que podamos reemplazar las formas de vida actuales por otras más comunitarias, más colectivas?

Creo que una de las luchas más trascendentes que se ha dado en términos de las formas de organización cultural de la sociedad, de los sistemas de autoridad y de dominación que existen a nivel extendido en la base de la sociedad, es la del feminismo. El neoliberalismo generó una modalidad de trabajo que ya no existe en el espacio tradicional donde se realizaba, como la oficina o la fábrica, sino que se hace en cualquier lugar, en la casa, en el camino, el domingo y en cualquier horario. Eso significa que también se rompen los viejos límites entre lo público y lo privado, es decir, lo que era la esfera privada ya no funciona, y aquí se nos cae el viejo sustentador masculino. Empieza a florecer otro tipo de organización de la vida social y la política está compelida hoy a dar cuenta de todo ese gigantesco fenómeno. Creo que las demandas de los movimientos feministas van a ser las más estructurantes. La política va a tener que estar muy abierta a cómo se van a construir partidos para ese tipo de situaciones.

Esta entrevista es una breve síntesis de la que se realizó el 15 de noviembre de 2019 en el programa radial Palabra Pública de Radio Universidad de Chile, 102.5.