«Los cursos, al ser abiertos, reflejan la diversidad que la U. de Chile tiene respecto al origen de sus estudiantes. El económico, social, religioso, esa variedad, también está presente dentro de los cursos de español porque puede asistir cualquier persona, sin importar su lengua materna, qué escolaridad tiene, si ha asistido a la universidad o no, ni los motivos que lo hacen estar en Chile, ni la edad.»
Por Ana Rodríguez | Fotografías: Alejandra Fuenzalida y Cristian Vergara
Los cursos de español que ofrece la Universidad de Chile son abiertos: pueden asistir tanto estudiantes internacionales que estén haciendo uno o dos semestres en la Universidad, como extranjeros que permanezcan en Chile un mínimo de cuatro meses, que es lo que dura el curso.
El curso tiene un arancel diferenciado. Los que son estudiantes de la Universidad pagan un poco menos que aquellas personas que viven en Chile o están de paso en el país y quieren tomar el curso. Cada semestre nosotros impartimos cuatro niveles: desde el nivel elemental, para gente que no habla nada de español, hasta el curso más alto que es el post intermedio.
Somos un equipo del que yo soy la coordinadora: seis profesores, todos licenciados en lengua y literatura inglesa, a excepción de una que es del área hispánica. Todos fuimos estudiantes de la Universidad de Chile y también del curso que originalmente se impartía para profesores de español, un curso de verano.
Los cursos, al ser abiertos, reflejan la diversidad que la U. de Chile tiene respecto al origen de sus estudiantes. El económico, social, religioso, esa variedad, también está presente dentro de los cursos de español porque puede asistir cualquier persona, sin importar su lengua materna, qué escolaridad tiene, si ha asistido a la universidad o no, ni los motivos que lo hacen estar en Chile, ni la edad. Eso permite que en la mayoría de las aulas haya gente entre 18 y 50 años, de lugares diversos como Brasil, Finlandia, Indonesia, Japón, todos en una misma sala. Y eso lo hace muy rico para ellos, desde una perspectiva inter y multicultural, y también muy desafiante para los profesores, porque no hay otra lengua posible que el español.
Los haitianos han formado parte de los cursos regulares, sea porque ellos se han costeado los cursos o porque –como hicimos a partir de este año- están becados. Hasta ahora hemos tenido dos personas becadas. Ha sido una experiencia muy positiva porque también a los otros extranjeros que viven en Chile, que ya han tenido información de este grupo de migrantes, les permite conocerlos directamente y saber que estas realidades son súper distintas. En las clases puede estar, por ejemplo, una francesa que está en Chile porque su marido es un alto ejecutivo que está trabajando en la construcción del metro, junto a una haitiana que está trabajando, que está becada, que le cuesta ir a clases, y muchas veces van a trabajar juntos, hacer actividades juntos. Y eso les va a permitir entender otras realidades que hay dentro de Chile.
Los refugiados sirios, que llegaron en junio de 2017 a Chile, están en un curso cerrado que se preparó y organizó especialmente para ellos. Ha sido un desafío muy grande por varias razones, principalmente porque el grupo es muy heterogéneo. Hay personas que tienen conocimiento de nuestro alfabeto, por lo tanto les va a ser un poco más fácil el proceso, hay personas que sólo escriben árabe y que están en el proceso de familiarizarse con nuestro alfabeto, y hay personas analfabetas. Ellos están divididos en tres grupos y ha sido un desafío para los profesores porque nunca habíamos tenido clases con estudiantes que declararan no conocer nuestro alfabeto. Eso nos ha obligado a hacer modificaciones en los materiales, en nosotros mismos, en ser más histriónicos, usar más dibujos, y acostumbrarnos a sólo usar la letra imprenta mayúscula para comenzar.
Los cursos de español se caracterizan por tener una perspectiva que es el desarrollo de la competencia comunicativa intercultural. Esto significa que esperamos que estas personas aprendan a comunicarse entendiendo que hay elementos que son distintos a sus culturas. En ningún caso queremos que ellos abandonen algún elemento de su cultura, sólo que entiendan que va a haber otras formas y que va a haber que entenderlas para poder interactuar de manera más efectiva. Y ellos van a ser también un vehículo interesante para transmitir su cultura a la nuestra. En las clases el intercambio fluye y eso es algo muy bonito, así como también fluye en las otras aulas que son súper multiculturales.”