A la eterna discusión sobre si el galardón debe dividirse entre género docto y popular, hoy se suma con fuerza la crítica sobre el escaso reconocimiento que han tenido las mujeres con sólo tres premiadas en 28 entregas del premio: Margot Loyola (1994), Elvira Savi (1998) y Carmen Luisa Letelier (2010). Otras mujeres de la música entran al debate.
Por Denisse Espinoza
El consenso es total sobre una deuda que ya no se puede pagar. La compositora, soprano y directora de orquesta Sylvia Soublette, quien hiciera un trabajo capital rescatando las óperas del siglo XVII y XVIII que la moda había descartado, además de formar y apoyar a generaciones de cantantes líricos, debería haber ganado el Premio Nacional de Música. Sin embargo, el pasado 29 de enero, la madre del director de orquesta Maximiano Valdés, falleció a los 97 años sin lograr jamás traspasar el umbral de eterna candidata al galardón. “Renuncié”, decía hace unos días el filósofo y musicólogo Gastón Soublette a La Tercera. “No puedo ser jurado del premio porque se farrearon a mi hermana que era una figura importante en la historia musical de Chile, y no se lo dieron”, resumió explicando sus razones de por qué se bajó del jurado de este año.
No hay duda de que la historia ha sido ingrata con las mujeres que han decidido dedicar su vida a la música en Chile. Sylvia Soublette no es la única, la compositora Leni Alexander, la pianista Rosita Renard o incluso la cantautora Violeta Parra también fueron ignoradas a la hora de acceder al podio oficial del canon. En estos últimos 75 años el premio se ha entregado 27 veces y sólo 3 ha recaído en mujeres: la cantautora Margot Loyola (1994), la pianista Elvira Savi (1998) y la cantante lírica Carmen Luisa Letelier (2010). La historia parecía volver a repetirse cuando a mediados de julio una nota en El Mercurio, aseguraba que en las candidaturas de este año sólo figuraban hombres y la mecha terminó de encenderse con los comentarios de Juan Pablo González, representante de los rectores de universidades privadas en el Consejo del Fondo de la Música que en sus redes sociales publicó “Por favor, nombren mujeres músicas chilenas de más de 60 años del mismo nivel de estos seis postulantes. Si hay que buscar “culpables” debemos buscarlos en la década de 1960 cuando debieron formarse y surgir, más que ahora ¿no?”.
El panorama desolador, sin siquiera una candidata mujer la vista, movilizó rápidamente a diferentes agrupaciones entre ellas a la Coordinadora por la Visibilización de la Mujer en el Arte en Chile (Covima), que además de presentar una carta pública denunciando discriminación de género y poca transparencia en el proceso de las postulaciones, confirmó este lunes su apoyo oficial a cinco candidatas mujeres: Mireya Alegría, primera directora de orquesta chilena, respaldada por Anfolchi, (Asociación Nacional del Folklore en Chile) y taller Calahuala; Isabel Fuentes, intérprete de arpa y guitarra chilena postulada por la Agrupación Musical Las Primas; Lucía Gana, cantante lírica y docente presentada por Thomas Hardy; Nora López, respaldada por SELAE (Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos), el Ducato di Abbiate-Grasso, el Marchesato di Arluno, la SIM (sello de la música italiana ); y Cecilia Pantoja, la Incomparable, cantante de la nueva ola que es presentada por Matriafest. Se suman además otras campañas independientes de la cantautora Isabel Parra, apoyada por el Museo Violeta Parra, la compositora e investigadora Carmen Lavanchy, presentada por el músico Winston Moya y la cantante Ruth Godoy, respaldada por la Asociación Latinoamericana de Canto Coral Chile y Extensión de la UMCE.
“Nuestro principio fundamental es generar redes de cooperación y no incentivar una dinámica competitiva, lo que ha sido un arma histórica para mantener a las mujeres individualizadas, sin redes de apoyo y sin la posibilidad de poder organizarse para defender y reivindicar sus derechos fundamentales”, explica la compositora y productora Milena Viertel, quien junto a Lorena Vergara, Maria José Jiménez y Karina Martínez Cáceres integrantes de Covima Chile, decidieron apoyar varias candidaturas de mujeres a la vez.
En total, hay ahora ocho mujeres que equilibran la balanza frente a los ocho varones que también postulan este año: el compositor Alejandro Guarello, el guitarrista Luis Orlandini, el director y fundador de Inti Illimani, Horacio Salinas, el compositor pionero de las tecnologías musicales Gabriel Brncic, el cantautor Patricio Manns, el pianista Roberto Bravo, el compositor sinfónico Hernán Ramírez y el director y percusionista Guillermo Rifo.
El doble mérito de las mujeres
Existe una opinión transversal sobre que el camino de las mujeres es mucho más difícil que el de los hombres sobre todo en el campo de la música docta. Así como también existe el consenso de que este panorama ha ido cambiado en los últimos cinco años, impulsado especialmente por el movimiento social feminista. La discriminación, eso sí, aún es fuerte en áreas específicas que han sido tradicionalmente dominadas por los varones, como es la composición y la dirección de orquesta. “Si yo estudié composición en el siglo XX y aún estaba el dicho de que la mujer no compone, ni me imagino cómo debiese haber sido antes”, comenta la compositora, académica de la Universidad Alberto Hurtado (UAH) y directora del colectivo Resonancia Femenina, Valeria Valle. “El exilio de las mujeres suele ser bastante sutil, se dice que “ella eligió irse”, pero nadie se pregunta por qué se fue, y eso suele ser porque los espacios no son gratos, porque te tratan mal, porque con ironía se deslizan comentarios inapropiados contra la presencia femenina, poniendo en duda el talento o la capacidad de las mujeres para este trabajo, en composición abunda”, agrega.
La compositora y académica de la Universidad de Chile Eleonora Coloma coincide en ese diagnóstico. “En estos dos últimos años ha habido una especie de revolución, algo que empezó hace unos cuatro años, una inquietud que vino desde los propios alumnos y alumnas que empezaron a preguntar por qué siempre había más referentes masculinos que femeninos, si es que acaso no existían más mujeres autoras. Luego vino el movimiento feminista que nos golpeó fuerte”, cuenta Coloma, quien justamente el año pasado se convirtió en la primera mujer en integrar el claustro de composición de la Casa de Bello. “En estos últimos años me empezaron a hacer más entrevistas, a invitar a más festivales, a programar mis obras, a hacerme encargos, cuando siempre había hecho mis conciertos en salas pequeñas, en el circuito alternativo de danza y teatro. Entonces no me puedo hacer la lesa, porque desde 2002 que soy docente de danza, que está en el séptimo piso de la Facultad, y recién en 2019 me hacen bajar al sexto piso e integrarme al Departamento de Música tras la movilización feminista, entonces algo pasó”, lanza la compositora.
La directora de Interpretación Superior de la UAH, Violaine Soublette, advierte que aunque el campo de la composición y la dirección ha sido mucho más vetado para las mujeres, el canto también tiene sus propias complejidades y exigencias. “Siempre fueron más reconocidas las mujeres, porque claro, una soprano nunca va a poder ser sustituida por un hombre, hay roles femeninos que tienen que ser interpretados por mujeres, pero junto con ello también se creó el mito en torno a las cantantes, las llamadas divas, figuras como Maria Callas o Renata Tebaldi tuvieron grandes carreras, pero fueron castigadas en su vida personal. Hay una serie de imposiciones con respecto a la apariencia, al físico, que en el mundo de la ópera hoy incluso son aún más duros, porque con el auge de la imagen digital ves más de cerca a las cantantes, entonces ahora se exige que sea bella, delgada y parecida a su personaje”, dice Soublette. “Yo te diría que la mujer siempre tiene que demostrar el doble y en el caso de mi tía Sylvia Soublette fue así, porque como compositora en la época que le tocó vivir, las mujeres sencillamente estaban dedicadas a las llamadas labores del sexo. Me acuerdo que siempre mi abuela nos contaba que le había dicho a Gabriel Valdés, antes de casarse con mi tía Sylvia, que se olvidara de que ella iba a estar encerrada en la casa criando a los hijos, porque su vocación era la música por sobre todo. Entonces claro que en esas circunstancias el mérito de ella fue doble”.
Y aunque los tiempos sin duda han cambiado, la violinista de 28 años Ninoska Medel, cuenta que también para ella fue difícil comenzar una carrera como directora; ahora ve los frutos de ese esfuerzo. Entre 2018 y 2019 estuvo al mando de la Orquesta Sinfónica Juvenil en la región de Aysén y ahora dirige la Orquesta de Mujeres de Chile. “Como no existe la carrera de dirección en Chile, la única forma es estudiar de forma particular y a mí me costó mucho que me aceptaran. Estuve años intentando que el maestro David del Pino me hiciera clases, pero siempre estaba reacio, hasta que finalmente me aceptó como alumna. No lo culpo a él, porque evidentemente es más cómodo tomar alumnos varones, cuando se viaja, por ejemplo, el gasto es menor porque pueden compartir habitación, pero en el caso de las mujeres no, porque puede ser mal visto, hay todo una serie de prejuicios externos que afectan”, explica Medel, quien es además directora asistente en la Orquesta Sinfónica Estudiantil OSE de la Fac. de Artes, de la U. de Chile. “De todas formas, las discriminaciones siguen hasta hoy, pero todo está más camuflado, los profesores se abstienen de hacer comentarios que antes no filtraban. Me acuerdo mucho de estudiantes de composición que en la toma de 2018 contaban que habían profesores que les decían que las mujeres no eran buenas para componer y que tampoco lo necesitaban porque ya eran capaces de parir. O intérpretes que frente a concursos para acceder a plazas en orquestas, que son con cortina para que el jurado elija sin ver, se siguen aconsejando no ir con tacos, no toser ni hablar para que no sepan que eres mujer, porque simplemente no te van a contratar”, agrega.
Fue justamente esto lo que le sucedió a la violinista de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, Lorena González. “En 2002 gané el concurso para ser concertino del Municipal y no me lo quisieron dar. Así fue por muchos años en varios concursos donde estaba mi nombre, pero luego gané el Luis Advis y el Premio de la Crítica y tengo otros siete premios fuera, pero me costó. Pienso que ahora hay más movimiento, pero el reconocimiento no ha cambiado en absoluto. Es muy difícil que en un país como éste donde no hay una mentalidad cultural, las cosas cambien tan rápido, van a tener que pasar muchos más años para que haya un cambio efectivo y por eso mismo decidí abrir en paralelo mi propia escuela”, cuenta González, quien además de ser docente en el Magíster de Violín de la Universidad de Chile, dirige desde 2018 la academia Fammusic, donde prepara intérpretes para concursos internacionales de alto nivel, y donde hace clases junto a otras mujeres: la soprano Patricia Cifuentes, la cellista Elisa R. Sádaba y la pianista Paulina Zamora.
Sin embargo, también concuerdan sobre que no es posible culpar sólo a los varones de hoy por una cultura machista completa que se ha ido sosteniendo desde el principio de los tiempos. Así lo cree la compositora Eleonora Coloma. “Existe una perspectiva patriarcal imperante que obedece a toda una manera de concebir la institucionalidad del arte que es heredera de una manera de mirar el mundo que es del siglo XIX, y que es absolutamente decimonónica, en que tenemos como estándares de lo que es bueno, una sola forma. Creo que ese es el problema de fondo. O sea a mí me parece bien cualquier iniciativa que implique equidad, pero la verdad es que me da lo mismo si quien gana el premio es mujer, hombre o trans o de cualquier otra disidencia. He estado muy contenta cuando hombres, profesores míos lo han ganado, como Cirilo Vila que incluso lo merecía desde mucho antes. El problema es que no se amplíe la perspectiva de las personas que deben obtenerlo, más allá del género o del sexo que sean”, dice la académica de la U. de Chile.
¿Qué se premia cuando se premia?
Más allá del tema de la paridad, hay muchos otros debates que siempre rondan al máximo galardón local de la música. Si debería pasar de ser bianual a entregarse cada año, si debería estar dividido por categorías, la más nombradas son la docta y la popular, aunque algunos mencionan también el género folclórico como un ineludible. También si es que debería primar el éxito de la carrera personal por sobre el aporte a la formación de generaciones jóvenes, o si debería predominar el factor edad, y así aprovechar de homenajear y compensar económicamente en vida a un artista, aunque a veces ya no estén del todo activos en la escena.
Para la doctora en musicología y directora del Instituto de Música de la UAH, Daniela Fugellie, todos estos temas merecen repensar el premio desde su raíz. “Mientras los criterios estipulados por el premio no sean claros nunca se va a llegar a un acuerdo. Hay que preguntarse qué es lo que se quiere premiar y por qué. Estamos en el siglo XXI y es necesario pensar hasta qué punto a nuestra sociedad le sirve canonizar a determinadas figuras para la historia de la música cuando claramente hasta ahora hemos fallado en eso”, plantea la docente e investigadora de la música docta contemporánea. “Los compositores que yo estudio y que enseño, mis alumnos nunca los han oído hablar ni en el colegio. O sea nadie sabe quién es Pedro Humberto Allende, o muy pocos conocen la obra de Carlos Isamitt o Fernando García, entonces para qué”, critica Fuguellie, abriendo la interrogante sobre cuál es la difusión efectiva que se hace entre la población de los Premios Nacionales luego de premiarlos. Al parecer tan rápido como se premian, se olvidan. Y lo cierto es que muchos también han disfrutado poco tiempo del reconocimiento tanto simbólico como económico que significa el premio. Así sucedió con el pianista Vicente Bianchi, quien tras haber sido 18 veces postulado, terminó recibiendo el galardón apenas dos años antes de morir, en 2018.
“Al final el premio termina siendo un homenaje a la trayectoria y es sabido que por lo general se lo dan a personas de avanzada edad, o sea ni pensarlo a alguien menor de 50 años. Creo que eso podría cambiar si a su vez cambia lo otro, porque al final todos estos premios se convertirán sino en caridad. No puede ser que nuestros artistas jubilados pasen hambre y no tengan una vejez digna”, opina Ninoska Medel. En ese sentido, el premio significa sin duda un gran apoyo económico, ya que además de un diploma, el ganador recibe $6.576. 457 (reajustados según el IPC) y una pensión vitalicia mensual de 20 UTM.
Lo que además logró Bianchi, reconocido por ser el gran orquestador de la música chilena, fue poner al género popular nuevamente en el ruedo de los ganadores. Un debate que nunca se añeja y que para la mayoría de las entrevistadas es esencial. “Separar los géneros es esencial porque no se pueden medir con la misma vara, o sea no tienen nada que ver una cosa con la otra y no son comparables, imagínate en 30 años más poner a competir a Félix Cárdenas que ha hecho un gran trabajo con las orquestas latinoamericanas acá en Chile frente a la Anita Tijoux, no tienen el mismo alcance en el público”, plantea Valeria Valle, quien el año pasado recibió el prestigioso premio a la innovación de la música docta Classical NEXT en Rotterdam, por su proyecto Resonancia Femenina, un colectivo que justamente busca ampliar la vitrina de las mujeres dentro de ese campo musical.
Con ella coincide también la periodista y especialista en música popular Marisol García, quien ve el tema de separar los estilos aún más prioritario que el tema del género. “Una alternancia para premiar los estilos docto y popular puede quedar como un acuerdo tácito, que quizás no requiere de cambios formales en las bases ni en la convocatoria pues confío en que puede irse dando por lo evidente que es la necesidad ya incontenible de que así sea. Sí veo más urgente revisar los cupos de los jurados, que a mi juicio incluyen una sobrerrepresentación de la academia en desmedro de otras áreas y oficios de constante y profundo trabajo con la música chilena, como quienes la graban, la arreglan, la difunden en salas y auditorios”, dice la autora del libro Canción valiente 1960-1989. Tres décadas de canto social y político en Chile.
Este año, además de Consuelo Valdés, Ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, quien preside la mesa, está el rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, Aliro Bórquez, rector de la Universidad Católica de Temuco y representante del Consejo de Rectores, Andrés Maupoint Álvarez, profesor asociado de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, miembro de número y representante de la Academia Chilena de Bellas Artes, Juan Allende Blin, compositor y último galardonado con el Premio Nacional de Artes Musicales. Además por primera vez se suman dos especialistas en el área: Carmen Luisa Letelier, cantante, académica y Premio Nacional de Artes Musicales 2010 y Rodomiro Huanca, cantor y músico tradicional y Premio a la Trayectoria Margot Loyola 2019, quien reemplazó a Gastón Soublette.
Para Marisol García la paridad de género dentro del jurado y los postulantes es más relevante que en el caso de los premiados: “Creo en las candidaturas de equilibrio paritario, no hay razones para que así no sea, y menos en Chile. Es innegable que la disparidad de género en las postulaciones ha sido llamativa hace años. Pero no considero el otorgamiento de premios como un espacio para turnos ni consideraciones ajenas a su sentido y sus bases, que en este caso claramente es la de evaluar trayectorias”, agrega.
Lo cierto es que resulta imposible a estas alturas que las mujeres puedan alcanzar en número a los premiados varones, no resultaría justo además que por la falta de antes ahora venga una avalancha de premiadas para solo rectificar una cuota obligatoria. Lo que es evidente es que el levantamiento de candidaturas de mujeres tiene sobre todo un sentido testimonial, reivindicativo, un intento por seguir visibilizando a tantas creadoras que a pesar de su talento y empuje nunca lograron tener el lugar que se merecieron en vida y que antes de premiar, sin duda es necesario primero conocer y situar. “Las mujeres siempre han sido parte de la vida musical, siempre ha habido mujeres, el tema es que esa parte ha tendido a no narrarse en la historia de la música y ahí la tarea sigue siendo bastante grande”, dice la investigadora Daniela Fugellie. “La musicóloga Raquel Bustos ha escrito dos libros sobre las mujeres en la música en Chile y por supuesto hay muchos artículos, pero todavía hay mucho que hacer por reescribir una historia que las integre al relato y que no las ponga simplemente en el nicho de las mujeres”, agrega.
Así lo piensa también la directora Alejandra Urrutia quien en 2018 marcó un hito al convertirse en la primera mujer en ser titular de la Orquesta de Cámara del Teatro Municipal. “A mí me gusta poner mi atención donde podemos ver que las cosas están cambiando. Creo que cualquiera que sea consciente necesita ser parte de la puesta en escena de una nueva narrativa. No llegaremos a un futuro inclusivo sólo observando la ausencia de igualdad. La gente no puede ver lo que no puede ver. Necesitamos más historias de éxito, más perfiles públicos de mujeres chilenas sorprendentes en todos los campos, incluyendo a la música: Verónica Villarroel, Cristina Gallardo-Domas, Marcella Mazzini, Frida Conn o jóvenes como Catalina Vicens o Paula Elgueta”, dice.