Manuel Lagos Mieres es historiador y se ha dedicado durante años a la investigación sobre el movimiento obrero y anarquismo en Chile. A su amplia y sólida obra, ahora se suma Feminismo obrero en Chile. Orígenes, experiencias y dificultades, 1890-1930, trabajo que destaca por su rigurosidad, permitiéndonos acceder a una impresionante cantidad de fuentes bibliográficas, lo cual sólo puede ser fruto de una dedicación de años enfocada, entre otras cosas, a rastrear materiales de difícil acceso como archivos, periódicos, folletos, revistas y libros del periodo, tanto de sectores conservadores como feministas y librepensadores.
Es importante también señalar que el autor no desconoce que hay amplias investigaciones sobre el movimiento obrero, sin embargo, enfatiza que han sido realizadas desde un punto de vista masculino. Esto refuerza el carácter sesgado y patriarcal que ha hegemonizado a la historiografía chilena. A modo de ejemplo, entre muchos, Lagos Mieres señala que se ha insistido en figuras como Luis Emilio Recabarren, a quien reconoce como un gran luchador, en desmedro de Teresa Flores, su pareja, quien trabajó codo a codo con él recorriendo el país y “propagando el socialismo”. Por tanto, aquello que particulariza esta investigación, es decir, su objetivo central, es dar cuenta de la relevancia de la mujer en los movimientos políticos de fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. En ese sentido, el libro insiste en que vastos sectores de mujeres, en particular las obreras organizadas, se plantearon como una fuerza activa de oposición al capitalismo. En ese sentido, uno de los grandes aportes del volumen es reconfigurar la historia a partir de la participación política de las mujeres obreras, en su mayoría anarquistas, expandiendo así los límites del nacimiento del feminismo en Chile, ligado tradicionalmente a las elites.
Podemos agregar que el fenómeno de la invisibilización de las mujeres no es sólo comprobable a nivel de los movimientos sociales y las luchas emancipatorias, sino también en otros ámbitos. Baste, por ahora, un ejemplo de la historia de la literatura, donde la presencia de la mujer es ínfima, sólo algunos nombres desperdigados, cuya concurrencia se debe, en gran medida, a su posición de clase, a su pertenencia a la elite. Esto incidió directamente en la asignación de un tipo de escritura “femenina”; es decir, apegada a las convenciones impuestas desde lo patriarcal: sensible, sentimental, pasiva.
En líneas gruesas, el volumen expone, a través de siete extensos capítulos, el contexto, en el que imperaba la pauperización de grandes sectores sociales, el ideario anarquista, los modos en que éste se difunde, el modo en que las mujeres toman conciencia de su lugar subalterno, su deseo de emancipación y la necesidad de operar desde el colectivismo. Esto último permitió dar una fuerza inédita a la sindicalización de las trabajadoras, un mecanismo fundamental para exigir mejoras salariales y derechos de género.
Si bien el eje de atención del volumen es la mujer, el autor también elabora una genealogía de las ideologías emergentes y dominantes de la época. Posteriormente, configura las ideas anarquistas como parte de una cultura orientada a un cambio de mentalidad que “debía partir del individuo mismo y sus prácticas cotidianas”. El anarquismo, de tal manera, se convertía en el gran impulsor del movimiento de emancipación de las mujeres obreras propiciando la existencia de diversas plataformas donde la mujer pudiera dar a conocer su pensamiento: “centros sociales y culturales, periódicos, generación de un circuito de conferencias abocado al tema de la mujer”.
Los tiempos de cambio augurados en este convulsionado período, 1890-1930, terminaron siendo aplastados por la hegemonía patriarcal, reorientada a confinar a la mujer al espacio de lo no discursivo, acrítico e individualista. Por lo mismo, el trabajo de Lagos da pie para preguntarse cómo operaron y cómo operan las prácticas de silenciamiento, quiénes son sus agentes y cómo terminan por convertirse en un pilar fundamental en la historia de exclusión y subordinación del sujeto femenino.
El solo hecho de inscribir en la historia a mujeres anónimas es en sí un tremendo mérito. Resulta imposible no sorprenderse ante la enorme cantidad de publicaciones, acontecimientos y nombres de mujeres que esta investigación convoca, haciendo frente al enorme silencio al que fueron relegadas, una forma de violencia que ha tenido efectos perdurables en la lucha por la emancipación de la mujer. A esto habría que sumar un segundo acierto de Lagos Mieres: vincular lucha feminista con anarquismo y movimiento obrero. Este tramo del pasado, denominado por el investigador como “gesta histórica”, designación que comparto plenamente, es narrada con entusiasmo y solidez argumental, insistiendo en otorgar a las mujeres el lugar de “protagonistas de nuestra historia social”, dispuestas a luchar en diversos frentes “tal cual que su par masculino”. Este libro, además, es tremendamente generoso, ya que abre puertas e invita a investigadores de diversas áreas a continuar desarrollando esta genealogía, necesaria no sólo para completar una historia de silenciamientos, sino para confirmar que la rebeldía de las mujeres no solamente tiene un presente, sino una larga y dolorosa historia de luchas, plagada de nombres anónimos, no pertenecientes a las elites, que es necesario reivindicar.