La sombra del poder. Entrevista a María Olivia Mönckeberg

Es una de las periodistas más reconocidas en Chile. Durante décadas ha investigado cómo operan los principales grupos de poder en el país y cómo se relacionan sus protagonistas, cruzan los mundos religioso, político y económico. Ha agotado ediciones de la mayoría de sus libros, los que, sin embargo, también le han ganado el apodo de “periodista non-grata”. Algo que, en realidad, parece tenerla sin cuidado.      

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Después de tanto tiempo, conversemos

Por Ennio Vivaldi

Hay conversaciones que, tras largo tiempo sin ser asumidas, se hacen de repente ineludibles. Esto suele ocurrir por acontecimientos que impiden seguir pretendiendo que está todo bien y que no necesitamos reflexionar acerca de ciertas condiciones

de existencia. En ese momento, la presunción tácita de normalidad se desvanece y hay que conversar. Esto nos ocurrió en Chile con un estallido social de convocatoria sorprendentemente amplia, y ahora, con la pandemia, pareciera que estamos tomando conciencia no sólo de nuestros problemas, sino también de los condicionantes que jugarán un rol clave en su solución. El problema evidenciado por el estallido tiene que ver con un inédito modelo de sociedad que nos fue impuesto y que, habiéndose reiteradamente tomado nota de sus falencias, pareciera haber sido imposible de reparar. El asunto de base está en que el modelo se diseñó desde la plataforma inexorable de un régimen dictatorial y se hizo en un modo cuasi axiomático. A partir de verdades asumidas como incuestionables, entre las que destacaban la primacía de lo privado sobre lo público, la ineficiencia del Estado y la motivación principal en la conducta humana del egoísmo y el lucro, se definieron estructuralmente los sistemas de educación, pensiones y salud, entre tantos. Poca o ninguna atención se prestó a los saberes disciplinares, a la opinión experta y a la historia de las instituciones. Ejemplo palmario es la redefinición operacional de lo que es una universidad como un lugar en el que se paga por obtener un título que después reembolsará dividendos. Otro ejemplo, que hoy nos cuesta caro, es el desinterés por la atención primaria en salud y por la salud mental de la población. Nótese, además, que los mencionados axiomas se presentaban como determinados por nuestra naturaleza humana, un antiguo juego de prestidigitación que enfatiza ejemplos de conductas que buscan la supervivencia individual e ignora las que promueven valores solidarios y altruistas.

La pandemia, por su parte, nos viene enseñando que los seres humanos necesitamos ser solidarios y sobreponer el interés colectivo al individual.

También nos ha mostrado que no nos sirven las miradas reduccionistas ni menos las que no quieren ver las interacciones factoriales. La pandemia se nos presenta en un nivel de complejidad donde lo sanitario y lo económico están recíprocamente relacionados, donde lo que le ocurre a algunos segmentos sociales necesariamente repercute en el todo. Pero de esto ya deberíamos haber estado más que advertidos, pues una visión transdisciplinar y sistémica ya se nos había mostrado como metodológicamente obligatoria ante problemas de la magnitud de, por ejemplo, el cambio climático y la preservación del medioambiente. 

Conversar acerca de cambios importantes en los valores y estructuras sociales podría habernos parecido un ejercicio inútil, ya fuera porque se pensara que los cambios no eran necesarios o porque no eran posibles. Hasta hace poco, se hubiera dicho que lo que la gente opinara sobre las cuestiones de fondo, si es que lo hacía, no importaba mucho. Hoy, recabar esas opiniones es absolutamente fundamental para poder restablecer un clima de convivencia, de intercambio de ideas, de reflexiones tranquilas que primen sobre la impulsividad y la rabia. Un muy buen ejemplo de esfuerzo en tal sentido lo constituye la iniciativa “Tenemos que hablar de Chile”, en la que las universidades trabajan colaborativamente al servicio del país para potenciar el diálogo, el pluralismo y la cohesión social. En este espacio, donde las personas pueden plantear sus inquietudes, necesidades e ideas a partir de discusiones ciudadanas, se elaborarán insumos que contribuirán a la creación de políticas públicas. En esta instancia será muy relevante la participación de personas de todas las regiones para pensar el ámbito local y el del país en el que quieren vivir. Es obvia la importancia que una labor de este tipo representa para el futuro debate constitucional. Otra iniciativa que nos compromete es el proyecto de generar una Propuesta de Acuerdo Social que busque la recuperación del concepto de lo público, un tema central para nuestra Universidad. Necesitamos establecer principios para la construcción de un nuevo Estado; volver a darle un soporte estructural a un concepto tan fundamental en nuestra historia y misión como es el de bien común; y lograr un acuerdo entre los ámbitos público y privado para la superación de la actual crisis. Este es un momento único para la solidaridad, la inteligencia y la responsabilidad.