La relación entre memoria y patrimonio siempre es una disputa; las menos un acuerdo, las más una imposición de un grupo por sobre otro. La estatua del general en jefe de la Guerra del Pacífico no será el único ni el último de los monumentos en disputa, pero sí el que se encontró en medio del huracán del estallido del 18 de octubre de 2019, en el centro del centralismo de la “nación”: un lugar donde no solo se confronta lo popular con las elites, sino desde el que también se está increpando la masculinidad y el heroísmo.
Por Alejandra Araya Espinoza
Es un ejercicio democrático hablar de la identidad y la nación como construcciones culturales siempre en movimiento, sobre espacio público y visiones encontradas, sobre ideología e historia oficial, sobre voces autorizadas para decidir en temas públicos y sobre las capas que se cruzan, superponen y se levantan en torno de la llamada “guerra de las estatuas” o las “disputas por la chilenidad”. El hecho es que hoy, la escultura del general Manuel Baquedano emplazada en la Plaza Italia, en Santiago de Chile desde 1928, ya no se encuentra allí. Su instalación cerraba un ciclo de declaratorias como monumentos nacionales de hitos militares de la conquista española y de la guerra del Salitre —iniciado en 1926—, ya rigiendo la nueva Constitución de 1925. Esta olía a pacto ante la crisis social del régimen oligárquico bajo presión tanto del pueblo organizado y en masa, como de los militares deliberantes que, bajo la consigna de aprobar leyes sociales, pusieron en jaque al Congreso y al presidente Arturo Alessandri Palma en el llamado episodio del “ruido de los sables”, en 1924. En ese entonces, era director de la Escuela de Caballería Carlos Ibáñez del Campo, quien apoyó a la Junta Militar que un 11 de septiembre de ese año asumió el poder, para luego apoyar su caída y pedir el regreso de Alessandri. Ibáñez era presidente de la República en 1928, el año de la instalación de la estatua. Y también lo era en 1957, cuando Gabriela Mistral murió, una intelectual antimilitar por esencia que sufrió el acoso político de su primer gobierno.
Los monumentos públicos lo son por exponerse en espacios abiertos a los cuerpos que transitan, no son piezas de museo. La relación entre memoria y patrimonio siempre es una disputa; las menos un acuerdo, las más una imposición de un grupo por sobre otro. Baquedano no será el único ni el último de los monumentos en disputa, pero sí el que se encontró en medio del huracán del estallido del 18 de octubre de 2019, en el centro del centralismo de la “nación”. Al cumplirse un año, amaneció su figura cubierta de pintura roja. Entre toda la masculinidad narrativa predominante, la voz del Ejército se hizo fuerte y deliberante en un asunto de espacio público y civilidad, gesto que repitió hace pocos días en un comunicado oficial en Twitter tachando de antichilenos, violentistas y delincuentes a todos quienes no rindieran honores al general. La idea del retiro de la escultura, de hecho, fue de ellos. El rechazo a tal idea provino de civiles de derecha y autoridades de gobierno, que leyeron el signo como una “derrota”. La alianza cívica-militar aquí parece tener una tensión incluso mayor que aquella que confronta lo popular con las elites en la Plaza Italia, signo también de los de arriba y los de abajo.
El muro del orgullo varonil-militar
En torno al basamento desnudo se construyó un muro durante el fin de semana del 12 al 14 de marzo, el que ha sido comparado en redes sociales con el de Berlín o la frontera entre México y los Estados Unidos. El muro en torno a la estatua tiene explicaciones técnicas desde el Consejo de Monumentos Nacionales: se intenta resguardar el espacio donde se trabajará para revisar el basamento y la sepultura del soldado desconocido instalada allí en 1931. Importante acción que pudo ser de educación ciudadana a vista de todos para aprender cómo trabajan conservadoras, arqueólogas, historiadoras, arquitectas, entre otras profesionales. Pero es un muro, no una valla, ni un cerco de madera, ni una malla kiwi: sin transparencia, denso y custodiado por militares. Añoranza de las empalizadas de los fuertes coloniales o de las trincheras de la Primera Guerra Mundial, muy diferentes a las de los soldados de la Guerra del Pacífico, los de a pie, como el que duerme bajo la pisada del caballo del general, sin entrenamiento, sin uniformes muchos de ellos, y lanzados a la pampa a defender el pabellón nacional.
Sí, la estatua de Baquedano ha sido pintada, rayada, montada, y hasta fue rebanado el pie del caballo Diamante en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, conocido hoy como 8M, gota que rebalsó el vaso del orgullo varonil-militar. Aunque quienes lo hicieron eran hombres de overol que se confundieron con un fusil y escribieron en el anca del caballo: M8. El soldado desconocido, entre tanto, duerme su sueño en una lápida de jerarquías y de heridas que no cierran. Toneladas de peso están sobre él y el denso aire del clasismo por debajo: unos viajan en el tren subterráneo hacinados en pandemia y otros en helicópteros llegan a sus segundas viviendas escapando de la chusma pestilente. Un hombre con un triciclo (mi vehículo familiar de la infancia) y la wenufoye increpó a los militares que vigilaban y custodiaban desde el miércoles 11 la escultura, les gritó: «cuidan a un caballo muerto». Nos recordó también que estos asuntos no le importan a quienes viven en la calle o que en cualquier lugar del territorio sin casa, sin agua o sin luz para ver o leer estas noticias. El hombre del triciclo también cuestionó a los uniformados en su masculinidad y heroísmo, para muchos sinónimos. El mismo 11 de marzo se anunciaba que el Instituto Nacional, primer establecimiento educacional de la República, abría sus puertas a las mujeres. Cual nuevas Eloísas, hoy hicieron fila para inscribirse y abrir nuevos umbrales plurigenéricos: “sé lo que es hacer Historia”, escucho en la radio.
Baquedano, ausente, se reemplaza por un muro-trinchera de los patriarcas, a quienes representa. La tensión entre el poder civil y el militar, entre hombres, cruzaba el monumento desde el 18 de septiembre de 1929, cuando se hizo la ceremonia pública de instalación en homenaje a los veteranos del 79, a los que la aristocrática pluma de Joaquín Edwards Bello calificó en sus notas personales como “parásitos” que vivían a costa del recuerdo pagado “por todos nosotros”. ¿Por qué olvidamos a Baquedano?, decía en La Nación: “Acaso porque fue demasiado nuestro, porque está muy cerca de nuestro temperamento: le miramos con el desdén del camarada de colegio para el hombre que se encumbra: “Psch! ¡Si he estado en el colegio con él”. Se le pidió rectificar y agradeció a Ibáñez que no lo obligara a hacerlo. En sus notas, refunfuñaba alegando que en “Chile nos han acostumbrado a los historiadores mistificadores”, y acusaba que “la principal falsedad de nuestros historiadores consiste en la inflación de los hechos militares”. Su comentario privado a la columna pública remata con esta frase: “La prueba de que Chile carece de militares es el asalto por ellos al poder. Ibáñez, al quien hago el honor de creer un civil bueno al estilo de O´Higgins, es importante para atajar los apetitos de la clase armada, no militar, que asalta todas las esferas nacionales donde existen caudales” [1].
Con permiso, héroes
La ecuación civil-militar se fundió en la Historia de Chile y firmó un nuevo pacto en la dictadura encabezada por Pinochet. ¿A quién le rinde homenaje el actual Ejército de Chile en la figura de Baquedano? ¿A cuál de todos sus generales? ¿A quién le dejan flores ad-portas de un 11 de abril, día de elección de una Convención Constituyente inédita en la Historia con mayúscula, a la que hoy se le agregó un día y militares custodiando las urnas?
El 26 de julio de 1922 se nombró una comisión para reunir fondos para erigir este monumento público, y se confió la obra al artista Virginio Arias. En mismo año y mes, Gabriela Mistral se iba de Chile, invitada por México a revolucionar la educación de una forma en que acá no le fue posible. En 1935, como cónsul en Madrid, ella, una mujer pública en tiempos de la “República del colegio de hombres”, escribía en El Mercurio un 20 de octubre un recado sobre los monumentos que hoy sería objeto de una querella criminal por “violentista”: “¿Por qué aprovechando el desorden de una huelga, no los tiran, dejando allí un letrero que diga: ‘Con permiso del héroe (cuando hay héroe) y por decoro de él?’ ¿O por qué no aprovechamos en noche normal el sueño espeso de los guardias municipales y se sale con una picota bajo el macfarlán o la manta o el poncho?”. Fiel a su rechazo a la historia de los cóndores, ironiza con el orgullo masculino sobre lo nacional y rebaja los monumentos a tradiciones pequeñas, edilicias: “Los buenos hombres ‘ediles’ o como los llamen, quieren honrar a su camarada de club o de café que se murió ayer y cuyo busto les hace falta en la luz familiar. Y ¡chas! Salta en la aldea el monumento” [2].
Una columna reciente sobre el caso Baquedano anota el número de monumentos dedicados a mujeres en Chile como gesto “solidario”, desde la mal leída paridad de género. No queremos entrar a la escuela del mal de macho. Lo que aún no se comprende es que la retirada del general de su pedestal ha hecho visible el pequeño espacio en que hoy rige el colegio de hombres y el regimiento. La masculinidad que representa un militar se repliega en sus laberintos y nuestro nuevo otoño ya no rinde honores a los patriarcas.
[1] Edwards Bello, Joaquín, 1887-1968. El caballo de Baquedano [manuscrito] Joaquín Edwards Bello. Archivo del Escritor. Disponible en Biblioteca Nacional Digital de Chile http://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/bnd/623/w3-article-335689.html . Accedido en 3/15/2021. El caballo de Baquedano, 10 de setiembre de 1929, La Nación. Agradezco el dato al colega Pablo Whipple que lo compartió en su twitter.
[2] Mistral, Gabriela, 1889-1957. Recado sobre sudamericanismo [manuscrito] Gabriela Mistral. Archivo del Escritor. . Disponible en Biblioteca Nacional Digital de Chile http://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/bnd/623/w3-article-138316.html . Accedido en 3/15/2021. Mistral, Gabriela, 1889-1957. Recado sobre sudamericanismo [artículo] por Gabriela Mistral. El Mercurio (Diario: Santiago, Chile). Archivo del Escritor. Disponible en Biblioteca Nacional Digital de Chile http://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/bnd/623/w3-article-145812.html . Accedido en 3/15/2021.