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¿Animales a la carta?

En los Países Bajos se pretende prohibir las mascotas que sufren problemas de salud debido a mutaciones genéticas, como los perros de raza pug y ciertos buldogs, ya que se les haría sufrir solo porque nos parecen bonitos. Éticamente hablando, este tipo de prácticas no se pueden dejar al arbitrio de la lógica comercial. ¿Cuáles son los límites de la biotecnología en el diseño de animales?

Por Eduardo Rodríguez Y.

Desde hace mucho tiempo, la humanidad ha diseñado animales con características que le pueden ser útiles. En un inicio, mediante mutaciones espontáneas como consecuencia del cruzamiento y apareamiento selectivo; después, induciendo mutaciones; y más adelante, con la creación de transgénicos, una técnica que permite integrar un gen de una especie en otra, con el problema de que esa integración se hacía en cualquier lugar del genoma, al azar. Hoy día es posible, gracias a la biotecnología, modificar a los seres vivos de una forma más precisa. La tecnología de edición genómica permite modificar a voluntad cualquier genoma. Se denomina “edición” porque la técnica permite cambios precisos en lugares elegidos del genoma, para así corregir mutaciones o generar características de interés. 

Los avances en biotecnología se enmarcan en lo que se ha denominado la revolución tecnocientífica, con énfasis en el desarrollo y la innovación basada en capital privado con patentes comerciales flexibles. La intervención técnica significa que se manipula y se modifica de acuerdo a intenciones humanas, capacidad que no es ajena a cuestiones éticas. El uso de la biotecnología para modificar animales implica una fusión de lo natural con lo artificial, en que elementos naturales se integran en conjuntos artificiales, y viceversa, por intervención humana. De ahí que en la base de la intervención biotecnológica se encuentre una forma de pensar la relación del ser humano con el mundo animal como una relación de dominación y explotación, es decir, instrumentalista. 

Mediante la técnica de CRISPR se pueden diseñar especies con propósitos múltiples, entre ellos, modificar animales para estudiar enfermedades humanas (silenciando/mutando un gen); estudiar formas terapéuticas, como interrumpir secuencias de genes que causan enfermedades; corregir mutaciones o insertar nuevos genes con funciones protectoras; facilitar el trasplante de órganos animales en humanos al eliminar copias de retrovirus animales que pueden dañar al ser humano; producir cambios hereditarios en características de animales como alternativa de mutilaciones (ejemplo: eliminar cuernos o rabo o la castración); incorporar resistencia a enfermedades o tolerancia a condiciones ambientales adversas; mejorar la producción o calidad nutricional en animales de granja; modificar animales para que se conviertan en productores de proteínas de interés; mejorar las capacidades cognitivas en monos; y, por último, crear perros o mascotas con un diseño personalizado.

Hoy, de hecho, se da el fenómeno de comercializar mascotas a la carta. Hay personas que están dispuestas a pagar lo que haga falta con tal de adquirir una mascota con las características que desean. Por ejemplo, se han diseñado perros beagle con el doble de masa muscular normal —al eliminar el gen que produce la miostatina— para que sean perros atléticos.

Superar el antropocentrismo 

Las investigaciones con animales suelen ser reguladas éticamente por los Comités Institucionales para el Cuidado y Uso de Animales, conformados por equipos interdisciplinarios que velan, a través de normativas estrictas, por el bienestar de los animales, pues se considera que son seres sintientes que tienen capacidad de sufrimiento, felicidad y disfrute, lo que fundamenta sus derechos morales.

Sin embargo, hoy es posible realizar intervenciones en animales reguladas solamente por la lógica comercial, en función de los requisitos de los clientes. Por lo general, se aplica una patente o se comercializan animales modificados genéticamente. Para adjudicar una de ellas, el requisito es realizar una invención novedosa que tenga aplicación industrial; pero crear patentes de animales tiene implicancias éticas que cada país aborda de manera distinta. 

La Oficina Europea de Patentes puede excluir las de invenciones contrarias a la moral o el orden público. En 1992, rechazó una patente de la Farmacéutica Upjohn para un ratón transgénico al que se le introdujo un gen por el cual perdía su pelo, con el propósito de investigar productos de prueba para tratar la calvicie humana y explorar técnicas de producción de lana. El argumento para rechazar la patente se basó en un análisis utilitario de balance de beneficios y perjuicios, en el que se concluyó que la intervención en el animal era contraria a la moral y, por lo tanto, no patentable, ya que se le hacía sufrir para un beneficio humano que no revestía importancia. Sin embargo, no todos los países analizan las patentes desde el punto de vista ético, ni tampoco todas las modificaciones genéticas están sometidas a la ley de patentes.

También se puede desincentivar el requerimiento de animales que han sido creados con elementos que les hacen sufrir. En los Países Bajos, por ejemplo, se pretende prohibir mascotas que sufren problemas de salud debido a mutaciones genéticas, como los perros con hocico chato, entre los que están los de raza pug y ciertos buldogs, que por su condición siempre se encuentran sin aliento, y también algunas razas de gatos que tienen las orejas dobladas hacia atrás. De esta forma, su tenencia y el acto de publicitar fotos sería ilegal. La razón es que se les hace sufrir solo por un motivo estético.

Para la bioeticista estadounidense Jessica Pierce, crear mascotas que sufren solo porque nos resultan bellos constituye una forma de crueldad: «Los mismos atributos que hacen que los perros pequeños sean bonitos y populares están limitando poco a poco su capacidad para funcionar como animales de verdad», escribió en la revista Aeon. Ahí detalla que existe una serie de estructuras que evocan la apariencia de un bebé en un animal y que los hacen atractivos para los clientes. Por ejemplo, la cara redonda, los ojos grandes, la nariz pequeña; la piel o el pelo suaves, además de ciertos olores característicos y el sonido del lloriqueo. 

Desde una perspectiva ética, el diseño de animales no se puede dejar al arbitrio de la lógica comercial y los gustos o caprichos de los clientes, en particular cuando este tipo de prácticas puede afectar y hacer sufrir a seres vivos. Habría que regular este comercio, y las decisiones tampoco deberían depender solamente de expertos. La ciudadanía también debe ser parte de este diálogo para determinar qué intervenciones pueden aceptarse y cuáles no.

La reflexión ética plantea una superación del antropocentrismo, según el cual los organismos naturales solo tienen valor en cuanto a su explotación por el ser humano. Debemos reconocer que la naturaleza tiene sus propios fines y que no es un simple medio al servicio de los humanos.