La reciente polémica en torno al legado de Alejandro Sieveking y Bélgica Castro ha puesto en evidencia la falta de una institucionalidad estatal encargada del resguardo de esta memoria escénica que no solo proteja los archivos de los y las artistas que fallecen, sino que promueva la práctica archivística en las comunidades creativas activas, difunda el valor de la documentación y propicie trabajos colaborativos que permitan potenciar las iniciativas particulares y universitarias.
Por Constanza Alvarado, Pía Gutiérrez, Javiera Larraín, Marcia Martínez y Viviana Pinochet(*)
La riqueza de las Artes Escénicas (AAEE) se ve reflejada en su patrimonio documental, pero al mismo tiempo, la precariedad de las artes en Chile también se muestra en las dificultades que enfrentan las iniciativas desarrolladas en el ámbito de los archivos de teatro, danza, circo, performance y narración oral. Como académicas e investigadoras en el campo de los archivos de teatro chileno, queremos plantear la urgencia de buscar medidas a corto y largo plazo en torno a la salvaguarda, conservación, resguardo y difusión del patrimonio documental de las Artes Escénicas. Pensamos que es central la coordinación y el trabajo en red, que existan políticas de custodia y normalización de criterios, acceso abierto (digital y físico) a los documentos, estabilidad en el financiamiento y apoyo para los archivos de AAEE en proyectos que favorezcan la capacitación en el sector y la educación en torno al patrimonio en nuestro campo cultural.
Con este objetivo en mente, proponemos una serie de reflexiones y medidas para promover la valoración y el desarrollo de iniciativas archivísticas en la comunidad de artistas, y la creación de un Archivo Nacional de Artes Escénicas que apoye dichas iniciativas y vele por su resguardo y continuidad. Para esto, como primera acción, tomamos contacto con el Archivo Nacional de Chile, quienes han acogido nuestra interpelación y con quienes actualmente avanzamos colaborativamente; en segunda instancia, iniciamos un Catastro Nacional de archivos de AAEE que avanzará este año gracias al Fondo de Emergencia del Ministerio de las Artes, las Culturas y el Patrimonio. Esperamos que además de propiciar un diálogo, este documento motive a toda la comunidad a participar en él.
La superposición de precariedades en los archivos de artes escénicas en Chile
Distinguimos, inicialmente, tres factores generales que determinan el estado actual de los archivos de las AAEE, los que se vinculan estrechamente con los desafíos que enfrentan la archivística y el trabajo creativo escénico, ya que en este ámbito las precariedades que enfrentan ambas disciplinas se ven superpuestas en todas estas dimensiones. En primer lugar, observamos que la precarización del trabajo de las AAEE en Chile incide directamente en sus archivos. Como han denunciado varias agrupaciones por décadas y con mayor urgencia durante la crisis sanitaria, los y las trabajadoras tienen ingresos inestables, carecen de seguridad social, y los grupos y espacios no tienen garantías de continuidad, lo que repercute radicalmente en los procesos creativos de los y las artistas. Este contexto dificulta sumar la preocupación sobre el patrimonio, lo que lleva a que la labor de organizar y clasificar sus archivos sea relegado a un futuro hipotético o derechamente descartado, puesto que ni siquiera se dan las condiciones para almacenar los documentos.
En segundo lugar, creemos que pese al significativo aumento en trabajo de conservación y rescate de archivos de las AAEE en nuestro país, hay una escasa conciencia del valor patrimonial de los archivos. Reconocemos que hay investigadores, investigadoras e instituciones que han tenido una permanente preocupación al respecto, pero nos queda mucho por avanzar, puesto que como sociedad estamos lejos de apropiarnos de nuestra responsabilidad y potencia documental. Con esto nos referimos no solo al trabajo por realizar con los mismos archivos, sino a la difusión dentro de las esferas artísticas y ciudadanas de la importancia que tiene el resguardo de los procesos creativos y su recepción. La promoción del valor patrimonial de los archivos es una herramienta para reconocer la importancia de las AAEE a lo largo de nuestro territorio. La responsabilidad de preservar los documentos, a modo de huella de una práctica, ofrece comprender sus condiciones de producción, estéticas, poéticas y vínculos con sus comunidades, posicionando a las AAEE como un hecho cultural.
Por último, constatamos la falta de una institucionalidad que difunda el valor patrimonial de los archivos de AAEE y promueva su conservación y difusión en el área, lo que ha perjudicado las posibilidades de colaboración entre proyectos y la valorización de los archivos por parte de los artistas y sus familias, quienes muchas veces desconocen la importancia patrimonial de sus fondos. Actualmente existen muy pocos proyectos de archivos de AAEE en Chile y responden a esfuerzos más bien personales que programáticos, mayoritariamente asentados en Santiago. A diferencia de otras disciplinas artísticas —como las artes visuales, audiovisuales, la música y la literatura, que cuentan con espacios culturales y centros de documentación especializados y públicos— no hay una institución con financiamiento estatal ni estable que tenga entre sus funciones el resguardo y la valoración del patrimonio documental escénico a nivel nacional. Como consecuencia, todas las iniciativas existentes se financian de manera particular o por medio de fondos que solo cubren un año de continuidad del proyecto y no pueden garantizar su mantenimiento o vínculo con las comunidades, lo que propicia la precariedad y la falta de valoración de ese patrimonio. Si bien los esfuerzos de algunas universidades por sostener archivos es muy valorable, la discusión sobre las políticas de acceso, visibilidad y resguardo sigue siendo en el espacio privado y sin una regulación o mediación de un órgano público especializado que ayude, por ejemplo, en términos archivísticos a encontrar un lenguaje común de descripción y recuperación de metadatos (como elementos descriptores comunes, medidas de conservación especializadas, etc.). Las iniciativas individuales y particulares en torno a los archivos de AAEE en nuestro país evidencian la necesidad de contribuir a la posibilidad de conocimiento, colaboración, acceso, estandarización de los procedimientos archivísticos y apertura a la comunidad.
Los archivos y las Artes Escénicas como derechos culturales
Es importante enmarcar estas reflexiones y propuestas en la discusión sobre los derechos culturales y la normativa vigente de nuestro campo, en específico, la Ley de Artes Escénicas y la Política Nacional de Artes Escénicas elaborada por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio para el periodo 2017-2022. Reconocemos que la precarización extendida a la que hemos aludido es un factor que incide en la postergación de los derechos culturales que deben ser garantizados por las instituciones del Estado. Tenemos la necesidad cultural de poner en valor prácticas artísticas de sectores menos atendidos y se ha puesto en evidencia en los movimientos sociales y las demandas de la comunidad por una normativa en estas áreas (Ley de Artes Escénicas/ Lineamientos de cultura por parte del gobierno/ Ley General de Archivos).
Así como se espera que los archivos del Estado den cuenta de la diversidad de agentes de la cultura, nuestra expectativa es que la administración pública se preocupe de guardar los archivos institucionales para que garanticen el respeto a la integridad y dignidad del sector de las AAEE y que, frente a cualquier conflicto, sean evidencia de procesos tanto culturales como, eventualmente, judiciales y políticos. A su vez, consideramos que el Estado debe promover la protección de nuestro patrimonio cultural como una forma de garantizar el acceso a la cultura. De acuerdo a la Declaración de Friburgo (2007), elaborada por un grupo de destacados académicos e intelectuales de las ciencias sociales, existen seis categorías de derechos culturales, todos los cuales nos parecen relevantes para el ámbito de los archivos de las AAEE. En primer lugar, se consigna el derecho a la identidad y al patrimonio cultural y las AAEE son una instancia de construcción y de reflexión sobre la identidad y parte del patrimonio cultural, por lo que deben ser preservadas para que sean accesibles por la ciudadanía. En segundo lugar, se plantea el derecho a la autodeterminación cultural, las AAEE, y por extensión sus archivos, desde la diversidad de representaciones y materialidades, fomentan la reflexión en torno a cómo se ejerce ese derecho de autodeterminación y pone en evidencia los elementos que obstaculizan o promueven la conciencia de dicha autonomía. En tercer lugar, se define el derecho de acceso y participación en la vida cultural de toda persona, de manera libre y sin restricciones, el que es relevante para poder comprender los archivos como espacios de participación activa, por lo que el desarrollo de los archivos de AAEE generaría una instancia para compartir la creación cultural y favorecer una reflexión respecto de qué es lo que se protege con la propiedad intelectual y cuánto control se puede tener sobre las relecturas de una obra. En cuarto y quinto lugar se declaran el derecho a la educación y formación, y a la información y comunicación, que debemos promover facilitando el acceso a una diversidad de materiales que permitan desarrollar las diferentes identidades, por lo que un trabajo desplegado por todo el territorio es la mejor manera de dar cuenta de la diversidad. Por último, destacamos el derecho a la cooperación cultural, que resulta central para esta propuesta, puesto que esperamos que los archivos se construyan de manera cooperativa y pongan en evidencia el trabajo colectivo y vinculado a las comunidades que las Artes Escénicas promueven.
La Política Nacional de Artes Escénicas 2017-2022 suscribe entre sus principios el reconocimiento del patrimonio cultural y la memoria histórica de las AAEE como bien público. Por su parte, la Ley de Artes Escénicas contempla la creación del Consejo Nacional de las Artes Escénicas, organismo que tiene entre sus principales funciones y atribuciones promover y colaborar en la salvaguardia y difusión del patrimonio de las Artes Escénicas (art. 3). Asimismo, la creación del Fondo Nacional de Fomento y Desarrollo de las Artes Escénicas (art.7), que considera entre sus líneas el financiamiento parcial o total de programas, proyectos, medidas y acciones de conservación y salvaguardia de las AAEE, buscando expresamente apoyar la investigación, identificación, recuperación, resguardo, puesta en valor, conservación, protección y difusión del patrimonio artístico escénico chileno (art.8). Observamos con preocupación que la ley tiende a garantizar el resguardo y la difusión del patrimonio de las AAEE a través del mecanismo de la concursabilidad, que es precisamente uno de los factores que han incidido en la precarización del sector. Por lo mismo, reforzamos que es urgente que se conforme una instancia estatal permanente que acoja las iniciativas en este ámbito, que permita mayor estabilidad y continuidad a los proyectos, que promueva la colaboración entre estos y la estandarización de criterios de trabajo.
¿Desde dónde podríamos empezar a discutir el rol de un Archivo Nacional de AAEE?
Comprendemos el trabajo archivístico como uno que debe realizarse en comunidad, vinculado a los territorios y a la ciudadanía. El archivista canadiense Terry Cook[1] identifica cuatro fases en los 150 años de evolución de la archivística como disciplina: de un legado judicial (el archivo como evidencia), a la memoria cultural (el archivo como memoria), al compromiso social (el archivo como identidad) y a la archivística comunitaria (el archivo como comunidad). A partir del momento fundacional de la disciplina, en el que se busca objetividad e imparcialidad para presentar los documentos y su contexto de producción, el desplazamiento ha ido gradualmente a una mayor conciencia de que la subjetividad permea todo el proceso y que la identidad, vinculada a las posibilidades de representación de la memoria colectiva del archivo, es fluida.
Para Cook, estas cuatro fases coinciden con cuatro perspectivas de trabajo archivístico que se van superponiendo, y que representan nuestras motivaciones para consolidar el trabajo con archivos de AAEE. En primer lugar, nos motiva preservar los archivos porque son evidencia de cada momento histórico; las AAEE dan cuenta de su época y sus archivos, por tanto, nos permitirán escribir la historia del país desde la perspectiva que ofrece la mirada crítica de la creación artística y, al mismo tiempo, conocer mejor la historia y desarrollo de las AAEE desde nuevas perspectivas, menos centralizadas, más atentas a las labores de interpretación y técnicas, menos logocéntricas y patriarcales.
En segundo lugar, nos impulsa el promover la reflexión en torno a qué, cómo y para quiénes archivamos; ya que entender el archivo como memoria implica concebirlo no como un repositorio de información, sino como un terreno en disputa en el que construimos imaginarios a partir de aquello que se recuerda y aquello que se olvida, lo que se consagra y lo que se invisibiliza, apostamos por reflexionar constantemente sobre cuál es el lugar desde el que se archiva; en tercer lugar, creemos que tanto las AAEE como los archivos son espacios de construcción de la identidad cultural, social y política de Chile, por lo que, así como toda la ciudadanía debería tener acceso a la cultura y al arte, también deberíamos promover que los archivos reflejen los procesos escénicos que han participado de la construcción de nuestra identidad a lo largo de todo el territorio.
Por último, nos importa construir archivos de manera comunitaria, donde sean las mismas personas quienes de manera activa participen de la construcción de nuestra historia, memoria e identidad.
Bajo esta lógica, afirmamos que la visibilización de los archivos de AAEE desde ejes territoriales nos permitirá fortalecer la comunidad que ellos representan y convocan, invitando a preguntarnos sobre aquello que ha sido menos puesto en valor, como la articulación en territorios no centrales, la actividad de mujeres y disidencias o la práctica artística no oficial, por nombrar algunos. Arjun Appadurai señala que “en la imaginación humanista, el archivo no es más que una herramienta social para el trabajo colectivo”[2] (15), por lo tanto, hacerse cargo o ver en un grupo la “aspiración” al archivo, es también prueba en sí misma de la necesidad de organización y visibilización, ambos objetivos que esperamos abordar con esta iniciativa.
Al mismo tiempo, las herramientas tecnológicas colaboran en el posicionamiento más estable sobre las posibilidades de archivar y el impacto que esto tiene en el tejido de un grupo. Esta nueva disposición técnica genera preguntas sobre la responsabilidad centralizada del archivo en esferas puramente estatales o institucionales alejadas de los contextos de producción documental y de las y los usuarios, lo que propicia nuevas dinámicas de trabajo y acuerdo para la conformación de archivos. Desde este lugar nos situamos con el objetivo de trabajar en colaboración con redes de organizaciones y artistas, así como en vínculo con las instituciones u órganos del Estado como el Archivo Nacional, para articular diferentes necesidades, técnicas y expectativas.
En este sentido, también nos parece importante relevar la relación entre patrimonio cultural y archivos; considerando que el patrimonio cultural, etimológicamente, establece el traspaso del saber por línea masculina de aquello que conforma nuestra identidad. Principalmente entendido desde la creación del Estado moderno, hablamos de patrimonio nacional en términos de fronteras que nos diferencian y cohesionan, pero dicha patrimonialización es un tema estanco si no se transforma en un contexto que pueda ser releído por otros. Desde esta perspectiva, podemos concebir el archivo como un hecho social, en tanto es algo que se va construyendo de manera colaborativa, que no existe per se. Este proceso de construcción tiene una arista política, ya que qué, quién y cómo se archiva, son ejes variables que determinan la definición de la memoria representada en el archivo. Este cambio de paradigma se hace más sólido con la expansión de internet y su uso en la vida cotidiana de los sujetos pues deja a la vista que los archivos, que están a la base del almacenamiento de la información en la producción digital, son un aparato en estado de cambio constante, inestables y modificables.
Situamos al propio teatro como un archivo vivo y pensamos que esto es extendible a todas las AAEE. Sabemos que cada una de las disciplinas de las AAEE tiene especificidades que requieren ser atendidas, por lo que nos parece relevante buscar espacios para compartir reflexiones y discutir hasta qué punto las propuestas en torno a los archivos de teatro (que tanto en Chile como en el extranjero han recibido más atención de la academia y la archivística) pueden compartirse por otras disciplinas de las AAEE como la danza, la ópera, el circo, los títeres y la narración oral.
Por otro lado, postulamos que si desde la perspectiva de la archivística actual, se comprenden los archivos como espacios donde se construye la memoria y la identidad, es en esos elementos en donde se juega el vínculo sustancial con la práctica escénica contemporánea. Algunas de las propuestas teóricas recientes dan cuenta de una importante dimensión performática del archivo, que se vincula con las comunidades de modos comparables a los que podemos observar en las AAEE. En este sentido, estas dialogarían con los archivos nacionales, ya sea desmontándolos, subvirtiéndolos o creándolos. El uso de documentos es una base para algunas obras de teatro y a la vez el teatro mismo es un ejercicio de documentación, organización y disputa de la memoria.
Esa tensión queda muy clara en, por ejemplo, “Los que van quedando en el camino” (1969) de Isidora Aguirre, que trabaja sobre la matanza de Ranquil y sus testimonios pero como herramientas para posicionar el proceso de Reforma Agraria e incorporación del campesinado al proyecto político de Allende; más recientemente, podemos verlo en los trabajos de la compañía La Laura Palmer, en especial los realizados junto a la compañía Ictus “Esto (no) es un testamento” (2017) y junto al equipo técnico y artístico del Teatro Nacional “Animales invisibles” (2019), ambas obras/documento de la historia teatral; o en “Galvarino” (2012) de Paula González y gran parte de la línea documental de su trabajo con la compañía Kimvn, como un ejercicio de descripción y posicionamiento de un archivo del pueblo Mapuche insistentemente omitido; por último, es interesante la propuesta de Samantha Manzur con la obra “Cuerpo pretérito” (2018) que no solo se construye a partir del trabajo del archivo, con los materiales del montaje de La Negra Ester de Andrés Pérez, sino que cuestiona el estatuto del documento en la escena y la performatividad de los acervos.
Creemos que la consciencia de archivo no consiste simplemente en la sistematización de materiales escénicos bajo la forma de documentos, sino que es una forma de relacionarse con el teatro en sí mismo, un prisma particular desde donde observarlo. La estabilidad del archivo, intensamente cuestionada en las últimas décadas, es puesta en cuestión desde esta perspectiva que también introduce el conocimiento corporalizado como documento que se usa y reinterpreta constantemente. De este modo, al entender el teatro como archivo se propicia una reflexión de la performatividad que, extensiva de las formas escénicas, permea el quehacer de los sujetos de una cultura.
Las discusiones que debemos tener como comunidad artística
Esperamos que estas reflexiones sirvan para nutrir y convocar a más agentes a las discusiones sobre el resguardo de nuestro patrimonio escénico. Nos parece relevante abordar problemas como: qué entendemos por un documento de archivo en nuestra disciplina, qué materialidades aparecen como soportes, cuáles son los desafíos para su conservación, cuáles son los vínculos entre los procesos creativos actuales y el trabajo en soportes digitales, entre otros. Además, buscamos propiciar diálogos entre las diferentes personas que participan de la creación, conservación y organización de los archivos de Artes Escénicas, para apoyarnos y compartir nuestras estrategias, poder pensar juntos y juntas los criterios de descripción, la adhesión a las normas archivísticas y, eventualmente, trabajar de forma colectiva las taxonomías para elaborar un tesauro en conjunto. Creemos que enfrentamos problemas similares, como la dificultad para dar continuidad a los proyectos en la lógica actual de la concursabilidad de los fondos, la complejidad para garantizar la conservación de nuestros acervos (con los altos costos de los materiales especializados y la falta de espacios idóneos) y la necesidad de una mayor formación en manejo de fondos documentales.
Nos parece central que se fortalezcan las redes de colaboración dentro de la comunidad de las artes escénicas y se impulsen espacios de encuentro, idealmente con un apoyo institucional, de manera que se fortalezcan y visibilicen las iniciativas individuales. Nos parece relevante que los archivos sean de acceso público, en esta línea nos parece urgente potenciar a los archivos digitales y buscar formas de consultas simultáneas en varios fondos documentales que reconozcan el trabajo de investigación que hay detrás de cada iniciativa.
También es importante que se respete la integridad de los fondos documentales, es decir, que no se fragmenten ni seleccionen los conjuntos documentales; los y las artistas suelen ser muy multifacéticos/as, por lo que en su mayoría desarrollaron carreras de gran interés en otras áreas de la cultura, como la literatura o las artes visuales (por ejemplo, los escritos periodísticos de Sergio Vodanovic o la obra narrativa de Isidora Aguirre). Asimismo, creemos que debe respetarse la dimensión territorial de los documentos, creemos que hay un gran trabajo por realizar con los grupos y espacios de las AAEE a lo largo de nuestro país, tanto en el resguardo de los documentos más antiguos como en el apoyo para la conservación de la documentación que están produciendo actualmente.
Para poder cumplir estos objetivos, creemos necesario saber dónde y en qué estado están los archivos en nuestro país, por lo que nuestro primer paso es realizar un Catastro Nacional de Archivos de Artes Escénicas a través de un trabajo directo con los territorios, para conocer y difundir la existencia y descripción de sus diversas manifestaciones, lo que nos permitirá establecer un protocolo de descripción de los archivos, conocer las existencias, formas de organización y estado de los mismos, y difundir estos resultados a través de medios nacionales y regionales, con el fin de promover el acceso a la información sobre archivos de Artes Escénicas en Chile a la comunidad y al público en general. Nos alegra contar con el apoyo del Archivo Nacional para esta iniciativa y esperamos que la comunidad de las artes escénicas pueda participar e involucrarse con el catastro.
Los archivos participan activamente de la formación de la comunidad y deben estar abiertos, no solo para consultas sino también para nuevos usos e interpretaciones. Creemos que un Archivo Nacional de Artes Escénicas debe involucrar a toda la comunidad creativa en el incesante proceso de construcción; y que su divulgación y puesta en valor nos permitirá conocer otros contextos de producción que posibilitará revisar los actuales. Esperamos que esta publicación propicie el diálogo en torno a la relevancia de nuestro patrimonio documental y motive a la participación en el Catastro como una contribución a la actividad archivística ya iniciada en este campo, favoreciendo la salvaguarda, conservación, resguardo y difusión de las artes escénicas a lo largo de nuestro territorio.
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Bibliografía citada
Appadurai, Arjun. “Archive and Aspiration”. En Information is Alive. Brouwer, Joke y Arjen Mulder, eds. Rotterdam: 2003, pp. 14-25.
Cook, Terry. Evidence, memory, identity, and community: four shifting archival paradigms. Archival science 13.2 (2013): 95-120.
(*)
- Constanza Alvarado. Magíster en artes. Proyecto Arde, Archivos de Teatros Escolares. Asociación Cultural de Teatristas de Los Ríos, ARTELOR.
- Pía Gutiérrez Díaz. Doctora en literatura y académica en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Jefa del Doctorado en Artes UC. Proyecto Arde, Archivo Manuel Rojas, Archivo Isidora Aguirre, Archivo Sergio Zapata.
- Javiera Larraín. Magíster en dirección teatral y académica UAI y UDD. Archivo Ateva.
- Marcia Martínez C. Doctora en Literatura Latinoamericana y académica en la Universidad de Valparaíso. Proyecto Teatro y memoria en Concepción.
- Viviana Pinochet Cobos. Doctora en literatura, archivera y académica Universidad Finis Terrae. Archivo Sergio Vodanovic, Archivo Jorge Díaz. Integrante de la Asamblea de archiveras y archiveros de Chile, ASARCH.
[1] Cook, Terry. Evidence, memory, identity, and community: four shifting archival paradigms. Archival science 13.2 (2013): 95-120.
[2] Appadurai, Arjun. “Archive and Aspiration”. En Information is Alive. Brouwer, Joke y Arjen Mulder, eds. Rotterdam: 2003, pp. 14-25.
La traducción es nuestra, la cita original es: “in the humanist imagination, the archive is no more than a social tool for the work of collective memory”.