El académico del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, ex embajador de Chile en Alemania entre 1990 y 1994, y director del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea, CERC, analiza la sumatoria de escándalos de corrupción en las Fuerzas Armadas, los montajes policiales como la Operación Huracán y el reciente asesinato de Camilo Catrillanca por agentes del GOPE de Carabineros.
Por Felipe Ramírez | Fotografías: Felipe Poga
Durante los últimos años la confianza de la ciudadanía en las FF.AA. y Carabineros se ha visto muy afectada y existe la sensación de que “se mandan solos”, sin ningún control por parte de la autoridad civil.
– Objetivamente es una situación extremadamente grave. Lo que ha ocurrido es que el poder civil ha dejado esta autonomía más allá de lo prudente. Ha habido una falta de responsabilidad de parte de la autoridad política: los ministros de Defensa y también los presidentes; ha habido un descuido muy grande. Yo haría una excepción en la época en que Pinochet era comandante en jefe del Ejército, en que la preocupación central del Presidente Aylwin era lograr la estabilidad de la democracia y no darle pretexto a las provocaciones de Pinochet, que fueron muchas. Pero la posibilidad de influir en la institución castrense fue mínima, con la excepción de la FACH, donde el general Matthei tuvo una actitud muy constitucionalista y muy democrática. En el caso de la Marina y del Ejército era una actitud de indiferencia e incluso de beligerancia del poder civil y más adelante eso no cambió. Ese es un déficit de los gobiernos democráticos muy grande que abarca desde el Presidente Frei en adelante. Hay también una responsabilidad del Congreso, no solamente de los gobiernos, porque los parlamentarios y los partidos no tienen idea sobre temas de defensa y ha sido un error que la relación con los militares esté referida principalmente al tema de las violaciones a los derechos humanos, que es un tema necesario, pero paralelamente tiene que haber un mando efectivo de la civilidad sobre los militares. Algo central es que el Estado chileno, el Poder Ejecutivo, los ministros, no saben lo que pasa en sus carteras. Acuérdese lo que pasó en el Ministerio de Justicia, donde la ministra no tenía información sobre los niños que vivían y morían en el Sename. Ese ministerio que es pequeño tiene tres reparticiones completamente autónomas: Gendarmería, Registro Civil y Sename, y el gabinete y la subsecretaría no tienen conocimiento de lo que pasa.
Es un Estado con ministerios que se manejan autónomamente, gabinetes de los ministros extraordinariamente débiles y un gabinete presidencial también muy débil, entonces hay una segunda parte que tiene que ver con la organización del Estado y su debilidad.
A eso se agrega el tema de Carabineros, algo extraordinariamente grave. Yo lo veo desde el punto de vista de la legitimidad de un sistema democrático en el cual Carabineros ha llegado a un grado de autonomía incompatible con la democracia, donde hay una especie de AFP propia que funcionaba con decenas de miles de millones de pesos.
Ahora, con la transparencia, que es un elemento fundamental de la calidad de la democracia, tenemos la información transmitida por las redes sociales. Y esta opacidad en la administración de los bienes públicos por parte de uniformados y tolerancia irresponsable de la autoridad civil ha llegado a un punto de quiebre. Y el actual gobierno tiene que resolverlo.
También existe una arista, que quizás el tema de la corrupción la esconde un poco, que tiene que ver con la falta de una política de Estado en materia de seguridad. Pienso en que esta falta de directrices genera el marco para que ocurran montajes como la “Operación Huracán”.
– Eso pasa en los regímenes democráticos, no debiera sorprendernos. Lo que sí debiera sorprendernos es que no haya una instancia que controle y se haga cargo de esto, de verificar o de prever. Uno ve en las series norteamericanas que existe “Asuntos Internos”, una especie de fiscales, eso no lo tenemos nosotros. Aquí hay una visión conservadora, pinochetista, que entiende el orden público en términos represivos, no preventivos, y no deteniendo una organización en la cual hay personas que pueden abusar de su poder y están no sólo violando los derechos humanos de los afectados, sino que van haciendo uso de recursos públicos.
No se ha avanzado nada en la investigación sobre la compra de armas, porque cuando hablamos de Carabineros hablamos de tanquetas, de algunos equipos que son de centenares de miles de dólares, pero en otras instituciones estamos hablando de millones de dólares, y eso es un tema escondido que no se habla. El Congreso tiene que tomar en serio su labor de legislador y en seguida la Cámara de Diputados tiene que ejercer sus funciones fiscalizadoras de manera efectiva, reuniendo la información necesaria y llevándola a término.
Analizando el caso de Carabineros, si uno ve las cifras, desde los años ‘90 el número de personas que fallece por acción de Carabineros es algo permanente.
– Yo lo tomaría desde este punto de vista: esta es una democracia donde sus dirigentes políticos no han tomado seriedad sobre el grado de malestar latente que hay en la sociedad y las manifestaciones de protesta de ella con respecto a ellos. Con la política del consenso, con el énfasis en el crecimiento económico y con el hecho de que han mejorado las condiciones de vida, naturalmente hoy día vivimos mejor que hace 30 años, pero en 1964 vivíamos bastante mejor que 30 años antes, es mucho tiempo tres décadas. Eso hace que se produzcan manifestaciones de protesta muy tardíamente, que no son previstas por la autoridad política y que permiten que minorías -ya sean anarquistas o lo que sean- provoquen, y Carabineros se excede.
No quiero verificar si Carabineros actuó bien o mal, lo que veo como principal es que en esta sociedad los dirigentes se ajustaron a una teoría del consenso donde no hay huelgas, no hay protestas, los sindicatos se han debilitado, el movimiento estudiantil también, salvo el 2011. Entonces cuando hay gente que dice que esta sociedad tiene desigualdades, tiene injusticias, hay abusos, hay concentración de la riqueza, se está depredando el medio ambiente, hay ghettos verticales y no hay partidos o una izquierda que esté articulando esto, no hay un movimiento verde, la DC no tiene capacidad de movilizar los intereses populares, entonces llegan a estas expresiones de protesta no convencional que derivan en hechos de violencia que han llegado a extremos absolutamente inaceptables como las ocupaciones y perjuicios en los colegios y con eso la autoridad, gente de la Concertación que tiene problemas con el orden público y no se cortaron los desmanes a tiempo, por ejemplo en las escuelas públicas.
Entonces no es una sociedad que esté acostumbrada al conflicto, sino que está acostumbrada al consenso, y ese consenso lo manejan algunos. Es una democracia de poca densidad política.
En ese sentido faltarían canales o espacios democráticos de participación.
– Por supuesto, aquí hay muchos problemas que se tapan. Mire lo que pasó con los ghettos verticales, todo el tema inmobiliario. El actual gobierno quiere dar espalda a todo eso y que los problemas se inviertan o reprimir. Este gobierno de derecha no tiene una respuesta a ello, como tampoco la tuvieron algunos gobiernos en el pasado que fueron chuteando estos temas inmobiliarios. La gente no está teniendo calidad de vida mientras otros sí la tienen, entonces hay un potencial de malestar latente que lo demuestran las encuestas. Vea los datos de Latinobarómetro: la gente en el país se ve peor en comparación a otros países, hay una percepción crítica y eso se expresa en protestas y malestar social.
Existe la impresión de que durante los gobiernos de la centroizquierda hubo un respaldo ante hechos de violencia de Carabineros
– Obvio, esta es una vieja tesis conservadora, los que están actuando de manera anómala son los manifestantes, porque no habría nada por qué protestar: hay acceso a la educación, es cara pero es mejor que la que tenían sus padres, pero no se ve cómo ellos ven su propio futuro, no es suficiente decir que están mejor que sus padres.
Pensemos en la AFP: los viejos no tienen jubilación. Está también el tema mapuche, la población mapuche tiene un problema extraordinariamente complejo, entonces la manera más directa de resolver esto es imponiendo nuevamente el orden. La consecuencia natural de eso es respaldar entre comillas el actuar de Carabineros con una institución cuyos marcos de acción están definidos por ellos, no ratificados o aprobados por la autoridad
civil, que probablemente nunca lo ha hecho.
Pensando en esta relación compleja entre el poder civil y las Fuerzas Armadas y de orden, ¿cómo se puede pensar una relación distinta?
– Hay que ponerse al día como país de la OCDE. En el Congreso las comisiones de defensa de ambas Cámaras debieran tener un equipo de profesionales que asesore y los mejores parlamentarios sean miembros de ellas, y los presidentes de ambas comisiones deben dedicarle tiempo y tener el apoyo necesario. El Ministerio de Defensa además tiene que tener un equipo civil que esté dirigiendo esto, formulando políticas y revisando, y tener un departamento de presupuesto que controle realmente en qué se está gastando la plata en defensa y enseguida hacer un monitoreo de las carreras de los generales de las Fuerzas Armadas. ¿Cómo llegó el general Fuentealba a ser Comandante en jefe del Ejército con los tan buenos negocios que hizo siendo oficial? ¿Cómo no hay un filtro antes que advierta que hay gente que no puede seguir adelante?
Hay que tener un ministerio con más gente, hay que meter plata, no encargar consultorías al lote, hay que tomar en serio este tema.
¿Será necesario reflexionar sobre la doctrina de unas FF.AA. en un contexto republicano?
– Yo obviamente parto de la base de que las FF.AA. cuando están subordinadas, en una democracia… primero no podemos hacerlos jurar una Constitución que viene desde la dictadura, que ni yo estaría dispuesto a jurar. Creo que a los militares hay que mandarlos, eso entienden, el mando es distinto a la persuasión de la vida civil y eso es lo que falta.
¿Y en materia de formación?
– Cómo le vamos a pedir a los militares que participaron en lo que participaron, en funciones impuestas por el poder político en su momento, cómo les vamos a pedir cosas que hay civiles que no participaron en eso y justificaban haber votado a favor del Sí. No puede haber un militar plenamente comprometido con el sistema democrático como estamos hablando, como se entiende en la Universidad de Chile entre los profesores, independiente de la posición política, sabemos que la democracia tiene ciertos valores que son sagrados, si civiles no están compartiendo lo mismo que nosotros, que aún hoy votarían todavía por el Sí.
Creo que no es un problema de sectores sino de la fractura que hay en la élite y en la memoria histórica de este país, de sectores que siguen siendo pinochetistas, que justifican lo que pasó por la Unidad Popular, que la Democracia Cristiana hizo la Reforma Agraria, y en eso no ha habido un paradigma distinto, un combate ideológico político. No se hizo en su tiempo y creo que la presión es demasiado sobre los militares porque fue un régimen autoritario civil-militar.
¿Qué le parece la posibilidad de que las nuevas generaciones de oficiales cursen algunos estudios en universidades del Estado?
– No estoy de acuerdo con eso, hay universidades del Estado pero también hay libertad docente, este es un Estado democrático con universidades privadas que tienen libertad de impartir distintos programas. No me parece una solución, no corresponde que haya una especie de educación cívica por parte de las universidades del Estado en circunstancias que la institución castrense tiene rasgos propios que también son alimentados, porque el personal civil piensa exactamente como ellos en ese punto y también los hay en la Universidad de Chile, somos pluralistas, no vamos a hacer una caza de brujas, entonces no lo veo por ahí.
Pensando en la recuperación de la confianza, ¿qué camino debería tomar el mundo político?
– Creo que por ejemplo en nuestra Universidad tenemos que conversar esto, plantearlo y hacerlo presente, viendo que hay una responsabilidad colectiva en esto. Carabineros ha llegado a esto porque se le ha dado un espacio de autonomía y lo dijo un griego hace más de dos mil años, la naturaleza le tiene miedo al vacío y cuando hay vacío se ocupa altiro, y eso han hecho los carabineros.
Creo que la oposición no ha estado a la altura porque hay un mínimo de dignidad, ellos tienen responsabilidad en esto y se dan cuenta. Pero debe llegar un punto en que el Congreso debe formar una comisión investigadora bien constituida que haga un trabajo transversal, y en un plazo relativamente breve, y analice lo que ha pasado, quizás sobre lo anterior porque con los casos inmediatos hay investigaciones abiertas, pero un ex comandante del Ejército, antes de la “Operación Huracán” estuvo esta institución financiera con decenas de miles de millones de pesos, temas de ventas y compras de armas. El Congreso en un mes perfectamente podría hacer un informe sobre la situación y ofrecer alternativas de solución en materias legislativas y de una política para que las cosas mejoren, y el gobierno debería ponerse las pilas y enfrentar el tema antes que hacer decenas de actividades que parecen voladores de luces.
La confianza se puede recuperar, a pesar de ser la columna vertebral de la dictadura el Ejército tuvo un grado de confianza de más del 50% al final de los 2000, ahora se desplomó, pero para recuperarla tienen que mostrarse hechos que desmientan la historia que ha habido y eso tiene que darlo la propia institución y el poder político, junto a quienes forman opinión: los intelectuales, los académicos y los periodistas.