Para el 2020 se estima que se graduarán más de mil estudiantes de doctorado al año en Chile. Muchos de ellos han estudiado en el extranjero y otros en Chile gracias al apoyo del programa Becas Chile. Sin embargo, hay una cláusula clara en el contrato: deben retribuir al país lo invertido en ellos trabajando en instituciones chilenas durante varios años para aportar en investigación e innovación. El problema es dónde.
Por Sofía Brinck
“Becas Chile es como el Transantiago, la idea inicial era buena pero la implementación fue mala”. Claudio Parra, Doctor en Química Orgánica Experimental de la Universidad de Barcelona, es tajante cuando se le pregunta por su evaluación del programa de becas de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt). Él fue parte de la tercera generación de becarios de doctorado y recuerda que cuando postuló, la gente se iba a estudiar por gusto los temas que les interesaban personalmente. “Se mandó mucha gente al extranjero, pero cuando comenzamos a volver se dieron cuenta de que no había cabida, que no había cupo dentro de la academia y que tampoco había empresas que pudiesen absorber este capital humano”.
En Chile hay actualmente 4.172 personas estudiando un doctorado. De ellos, un 69% lo hacen en el país y 31% en el extranjero. Están llamados a ser quienes ayudarán a llevar a Chile al desarrollo y profundizar áreas innovadoras que cambien al país. Sin embargo, cuando egresen de sus programas la realidad será diferente: muchos de ellos no lograrán encontrar trabajo en el mercado laboral chileno. Si bien no hay cifras oficiales de Conicyt al respecto, el desempleo alcanza un 12% de acuerdo a la Asociación Nacional de Investigadores en Postgrado (ANIP). Y de acuerdo a un estudio de la Dirección de Presupuesto, esta realidad se agudiza en el caso de las últimas generaciones de egresados.
La historia es conocida: cuando Chile ingresó a la OCDE en 2008 tenía diferencias enormes con el resto de los países de la organización y las cifras de investigadores en I+D (Investigación y Desarrollo) no eran la excepción. El primer gobierno de Michelle Bachelet decidió seguir los consejos del organismo internacional, que advertía que Chile necesitaba contar con mayor capital humano avanzado para continuar su camino al desarrollo, y aumentó el presupuesto para las becas de postgrado, creando el programa Becas Chile. Han pasado nueve años y el objetivo se ha cumplido: actualmente tenemos un investigador por cada mil habitantes (aún lejos de los 8.3 de la OCDE) y se proyecta que para 2020 se graduarán 1.065 doctores al año. Sin embargo, hay un problema. Al terminar sus estudios, los becarios deben comenzar su retribución al país, pero la tarea no es tan sencilla. La mayoría tiene la misma duda en mente: ¿dónde y en qué trabajar?
Doctores buscan trabajo
La cifra de desempleo de los doctores según la ANIP dobla al promedio nacional de desempleo, pero tiene un factor que la hace aún más compleja: el Estado invierte casi 20 millones anuales por cada becario de doctorado en el extranjero, y un poco más de 10 millones en el caso de los que estudian en Chile.
Pensando en esto, Conicyt creó en 2009 el Programa de Atracción e Inserción de Capital Humano Avanzado (PAI). “Nuestro objetivo es fortalecer las capacidades académicas, científicas y tecnológicas de instituciones nacionales que desarrollan ciencia y tecnología. Para eso, una de nuestras líneas de acción persigue apoyar la inserción laboral de nuevos investigadores formados en Chile y el extranjero, tanto en la academia como en el sector productivo nacional”, enuncia Tomás de Aguirre, coordinador del PAI.
Existen varios mecanismos para lograr este objetivo, entre los que se cuentan concursos de postdoctorado, Fondecyt de Iniciación, apoyo al retorno de investigadores desde el extranjero, concursos de tesis en el sector productivo, fondos de inserción para el sector productivo y para la academia. En la última convocatoria de esta última modalidad se financiará la inserción de cincuenta doctores en universidades chilenas, cantidad dos veces mayor al concurso del año pasado.
Las instituciones de educación superior son la gran fuente de trabajo de los doctores en Chile, ya que acogen a cerca de un 60% de los investigadores. Sin embargo, desde la academia ven con preocupación el futuro, ya que se estima que las universidades no tendrán la capacidad para absorber a las crecientes nuevas generaciones de becarios.
Para Jorge Babul, científico y director del Programa Académico de Bachillerato de la Universidad de Chile, el problema yace en que no hay un plan de desarrollo nacional para la innovación y el desarrollo, el que debería pensar en las necesidades de Chile en áreas estratégicas, e incluir a las universidades y al mundo privado.
“No hay una política nacional y tampoco hay ganas de resolver el problema. En Chile debería haber anticipación a las necesidades. Si quisiésemos incursionar en energía nuclear ahora, por ejemplo, en este momento no tenemos los físicos necesarios para hacerlo. Uno se demora 15 ó 20 años para tener el personal para algo así. Si hubiésemos querido hacerlo, deberíamos haber pensado hace mucho tiempo y haber decidido enviar gente para afuera”, ejemplifica.
Ignacio Ormazábal, presidente de la ANIP, coincide con el diagnóstico del Profesor Babul, pero además cree que hay una arista que tiene que ver con el sistema de acreditación de universidades, que pide programas de doctorados para alcanzar la acreditación máxima en el área de investigación. “Esto ha generado un aumento en la oferta de programas y la matrícula se ha disparado. En 2006 alcanzaba los 2.753 estudiantes según los datos de Conicyt, y para el 2016 había subido a 5.545. Pero aumenta la matrícula y a medida que se van graduando los doctores, aumenta la demanda por los fondos”.
En este último tema se anticipa lo crítico de la situación: para los fondos de Postdoctorado, camino de muchos investigadores luego de terminar sus becas, hubo 955 postulaciones este año y se adjudicaron 310. El número de fondos otorgados no ha variado mucho durante los últimos años, pero sí la tasa de adjudicación, que cayó de un 60% a un 30% durante la última década. Se trata de los mismos fondos, pero hay más doctores.
Un esquivo mundo privado
Sólo una de cada diez empresas en Chile declara realizar I+D, de acuerdo a datos del ministerio de Economía. Esto se refleja en la empleabilidad de doctores: según un informe de 2015, sólo un 3,8% de ellos está trabajando en el sector empresarial privado y un 6,1% en instituciones privadas sin fines de lucro.
La información y las comunicaciones son el sector que realiza más I+D, según la última Encuesta de Investigación y Desarrollo en las Empresas Chilenas del mismo ministerio, con casi un 37% del total de la actividad. Lo siguen los suministros de electricidad, gas y agua; las actividades financieras y luego las actividades profesionales, científicas y técnicas. Otros sectores importantes para la economía de Chile, como la agricultura, por ejemplo, realizan sólo el 6,7% de la inversión en I+D del país.
¿Por qué nuestro sector productivo no está absorbiendo el capital humano avanzado? Requerido por Palabra Pública sobre estos temas, Conicyt se limitó a apuntar que han introducido en las bases concursales de algunas convocatorias el requisito de contar con investigadores con grado académico de doctor.
Desde los investigadores, por otra parte, hay un diagnóstico claro: a los empresarios no les interesa apostar por un conocimiento que requiere inversión y que demorará años en dar frutos. Para Ormazábal la explicación tiene que ver con la matriz productiva chilena y el modelo de negocios de corte extractivista instalado en el país. “Si bien el modelo económico chileno es bien limitado, el empresariado chileno también es muy conservador. No está dispuesto a hacer grandes apuestas, a invertir con riesgo de no tener ganancias de vuelta rápidamente. Pero también está el tema estructural, Chile no tiene las capacidades de poder insertar doctores en esos espacios porque no tenemos dónde, funcionamos de otra manera”, señala.
Paga lo que debes
Un becario de doctorado que estudió en el extranjero debe volver al país y trabajar aquí el doble del tiempo que pasó afuera para retribuir lo que se inviertió en su educación, lo que generalmente se hace en ocho años. Si el becario se va a regiones, la cantidad de tiempo baja a la mitad. De lo contrario, deberá pagarle al Estado el dinero que se destinó a sus estudios y manutención.
Para muchos esta forma de retribución coarta la carrera de los investigadores. La mayoría logra establecer redes afuera e incluso encuentra puestos para investigar, pero deben dejarlos para volver al país. Cuando retornan, muchos se encuentran con que carecen de las redes necesarias dentro del sistema chileno producto de su tiempo fuera, lo que les hace aún más difícil encontrar empleo. Es por esto que modificar esta cláusula de las bases podría ser una forma de paliar el problema del desempleo y fomentaría las redes internacionales, opinan Babul y Ormazábal.
Claudio Parra opina que quedarse fuera es la mejor retribución que un becario puede hacerle al país. “Cuando uno vuelve y postula a algún proyecto o fondo, en la mayoría de ellos te piden un partner internacional. Una persona que hizo el doctorado en Chile se ve limitado en este aspecto, a menos que haya hecho una estadía en el extranjero. En este sentido, ayudaría mucho contar con chilenos en otras partes para ayudar a quienes están en el país.”
Otro tema que también ha logrado consenso es la necesidad de focalizar parte de las becas que se otorgan en sectores estratégicos para el desarrollo, los que podrían asegurar plazas de empleo. En la Asociación Nacional de Investigadores de Postgrado creen que esta idea podría ser una solución, pero que debe ir en coordinación con un esfuerzo más grande. “Si vamos a formar investigadores, preocupémonos no sólo de su formación, que puede ser en áreas estratégicas, sino que también preocupémonos de tener la capacidad e infraestructura para que cuando ellos vuelvan puedan insertarse”, enfatiza Ormazábal.
Claudio Parra es de la misma opinión. Cree, además, que instancias como los centros de investigación son oportunidades que deben ampliarse si se desea cambiar el rumbo de Becas Chile. “Al programa hay que echarle una revisada, pero se está haciendo. Vamos en buen camino, pero los primeros, como fue mi caso, pagamos el noviciado.”