Por Ennio Vivaldi
Hemos escuchado que sería deseable que todos nos quedáramos en nuestras casas por muchos días, pero que esa medida resulta difícil de implementar pues mucha gente necesita, para comer en la noche, obtener algo de dinero durante el día. Esa aseveración debería provocarnos una doble extrañeza. Lo primero que esa declaración nos enrostra es que muchos no teníamos conciencia de la extensión de la fragilidad de subsistencia y de la precariedad laboral en nuestro país. Lo segundo es que esa afirmación, que nos da a conocer un nuevo factor a tener presente en la toma de decisiones acerca de medidas de contención de la pandemia, suele exponerse en tono neutro. Al menos la noticia podría conmovernos; esperaríamos que pudiera ser comunicada con incómodo pudor.
Cuando ocurre una catástrofe, ella, a la vez, nos habla de sí misma y de nosotros. La pandemia en curso nos confronta con asumir que en Chile hay precariedad laboral, desigualdad insolente, discriminación odiosa. Debemos lamentarlo, empezando por las consecuencias que tiene sobre cada uno de nosotros mismos, pues si la pandemia nos cayera en una sociedad mejor, quizás tendría menor impacto y podríamos enfrentarla mejor. Cuando dentro de una ciudad segregada la pandemia se traslada de los lugares con mejor nivel socioeconómico a aquellos con mayor hacinamiento, es posible, ojalá no, que cobre tal fuerza que redoble sus bríos, se intensifique y se devuelva a golpearnos a todos. Y estamos obligados entonces a pensar que los “otros” no eran tan ajenos a nosotros como por tanto tiempo habían tratado de convencernos. Estamos obligados a pensar que, contrario a lo que se nos ha hecho creer por décadas, uno no se mantiene solo, no se educa solo, no se sana solo, no se pensiona solo ni se salva solo.
Hemos aprendido que las cosas relevantes para cada individuo se juegan a un nivel de integración distinto, superior al de sus propios y simples intereses circunscritos; que, por el contrario, se juega al nivel de la sociedad, nivel de integración que posee lógicas y códigos irreducibles a los de las personas aisladas. Pareciera entonces que ideas como que el Estado deba garantizar el derecho a la salud y la educación de todos los ciudadanos no debieran entenderse como atingente solo a “otros” ciudadanos.
También la catástrofe ha sido una oportunidad para evidenciar nuestra gran vocación de servicio, consustancial a nuestra historia y a nuestra condición de universidad pública. La Universidad está realizando máximos esfuerzos por contribuir en diversos ámbitos a combatir esta pandemia. Hemos puesto al servicio del país nuestra infraestructura, equipamiento, y las competencias científicas, profesionales y técnicas de académicos y funcionarios, para que Chile pueda enfrentar la amenaza a la salud más grave que ha vivido el mundo contemporáneo.
Ha habido gran presencia de nuestro Hospital y nuestros campus clínicos en el combate a la pandemia, así como de las facultades del área de la salud en los testeos, los análisis epidemiológicos y la secuenciación del genoma del Covid-19. El Hospital envió un equipo de intensivistas para instalar una unidad de pacientes críticos en un hospital de La Araucanía. Hemos tenido un especial rol en explicar y promover la relevancia de la salud mental en el contexto de la Mesa Social Covid-19 del Ministerio del Interior. Se entregó un prototipo de ventilador mecánico diseñado y construido en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Están nuestros aportes en diseño y producción de equipos de protección, así como propuestas de distribución arquitectónica segura para consultorios. También destacamos nuestra presencia como organizadores y participantes en foros internacionales.
Un área que merece mención aparte es la de análisis de datos para anticipar la evolución de la información más relevante, como son los requerimientos de ventiladores mecánicos. Quizás aún más importante, para evaluar los efectos diferenciales de tomar o no tomar una u otra medida mitigatoria. Estos modelos permiten analizar el comportamiento de la pandemia bajo diferentes estrategias de contención, tales como medidas de confinamiento, testeo masivo, cuarentenas intermitentes o suspensión de actividades docentes.
Y lo destacamos porque pensamos que esta línea de trabajo representa una convergencia de, por una parte, ciencia y técnica, y por otra, política y democracia. Con la información que les proveen los investigadores, las autoridades nacionales y locales pueden tomar decisiones con fundamentos racionales explícitos y pueden explicar a la ciudadanía el porqué de sus decisiones e instructivos.
Confiamos en que esta tragedia que vivimos permitirá, también, reforzar la comprensión del rol que corresponde a todo el quehacer científico y humanístico en la vida democrática del país y la importancia que para todos los ciudadanos tiene contar con una esfera pública inclusiva basada en los valores de equidad y solidaridad.