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La historia del niño de ojos profundos

Rodrigo Rojas De Negri. Hijo del exilio, el último libro de la reconocida periodista Pascale Bonnefoy, no es solo la reconstrucción de la vida de este fotógrafo que, junto a Carmen Gloria Quintana, fue víctima de uno de los actos de terrorismo de Estado más feroces de la dictadura cívico-militar. También es la historia de su familia, de su país, del exilio y el retorno; del heroísmo y la solidaridad; del horror y la dignidad. De la resistencia, pero también de la impunidad.     

Por Faride Zerán

Dice la autora que Rodrigo era tres años menor que ella, que llegaron a la misma edad a Estados Unidos, aunque por razones diferentes; que ambos vivían en Washington a mediados de los años ochenta, y que recuerda haber visto muchas veces a ese muchacho callado y de ojos profundos, con cuerpo de hombre y cara de niño, que pululaba entre los chilenos exiliados en Washington, pero que sin embargo no lo conocía.

Pascale Bonnefoy, periodista con posgrado en Estudios Internacionales y autora de otros libros de investigación como Terrorismo de estadio (2005) y Cazar al cazador (2019), nos cuenta en el prólogo de este tremendo y conmovedor  libro, Rodrigo Rojas de Negri. Hijo del exilio, editado por Penguin Random House, que supo que el hijo de Verónica De Negri había sido quemado por militares en Chile mientras ella viajaba a bordo de un ferry entre Dinamarca y Holanda, y que esa noche no durmió.

Luego confiesa que “todos quienes conocieron a Rodrigo tienen grabado en su memoria el momento exacto en que supieron que había sido cruelmente atacado por militares junto a la joven Carmen Gloria Quintana, en uno de los actos de terrorismo de Estado más feroces de la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet”, y que luego de ello, escribe Pascale, “nadie ni nada quedó igual”.

La autora también nos advierte que durante todos estos años, quienes los quemaron vivos siguen viviendo tranquilos y en libertad, mientras lanza una frase demoledora que ya la hemos escuchado de Joan Jara, por los asesinos de Víctor Jara, o de tantas madres y familiares de víctimas de la dictadura: “Cuando la justicia tarda treinta y cinco años, ya dejó de ser justicia”.  

Las casi 400 páginas de este libro contienen el relato del crimen cometido contra Rodrigo y Carmen Gloria, pero también la historia de este niño inquieto de ojos profundos; de su madre, Verónica De Negri, una mujer valiente que fue encarcelada y  torturada brutalmente antes de partir al exilio; y la historia de los De Negri, una familia amplia, generosa y comprometida con el gobierno de Salvador Allende y luego con las luchas para acabar con la tiranía.

El trabajo exhaustivo de Pascale la llevó a realizar en Chile, Canadá –donde vivía exiliada parte de la familia De Negri– y Estados Unidos casi ochenta entrevistas, además de trabajar con una profusa documentación que abarca desde los expedientes judiciales del crimen, hasta cartas y documentos privados facilitados por la familia de Rodrigo, así como archivos y otros materiales de centros de derechos humanos; y la colección de documentos desclasificados por el gobierno de Estados Unidos, entre otras fuentes.

Escrito con fluidez y sobriedad, el libro aporta lo mejor del periodismo narrativo a una investigación detallada, sin cabos sueltos, capaz de reconstruir no solo la vida familiar-afectiva de Rodrigo, sino el contexto social y político del Chile de fines de los sesenta hasta ese fatídico 2 de julio de 1986.

Pascale Bonnefoy. Crédito: Lorena Palavecino/Penguin Random House

De ahí que se puede afirmar que este trabajo de Pascale Bonnefoy se inscribe en la galería de los libros periodísticos que le disputan palmo a palmo a lo mejor de la literatura no solo por la buena pluma y la profusa investigación. También, por el ritmo narrativo y la descripción y atmósfera que permiten sumergirse en el mundo de este adolescente de ojos profundos, entenderlo y amarlo en sus búsquedas, y recorrer tras  su cámara con el dedo puesto en el obturador las calles de ese Santiago ensangrentado e insurgente de los años ochenta.

Entonces, seguimos los recorridos de Rodrigo redescubriendo su ciudad, su país, sus raíces, haciendo suyas sus luchas, y lo vemos deambular por las poblaciones; refugiarse en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, desde donde se lanza con arrojo a capturar los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, pese a los consejos del científico Benjamín Suarez, que le prestaba un espacio en su facultad.

Vemos a Rodrigo vincularse con sus pares, habitantes de “la ciudad de los fotógrafos”, esos hombres y mujeres que, arriesgándolo todo, documentaban las protestas, y que no lograban entender a este muchacho que despertaba suspicacias por su audacia o desenfado, donde se parapetaba su timidez.

Pero así como Bonnefoy nos transporta al Chile de todos los tiempos, incluyendo al país insurrecto de los ochenta que recibe a Rodrigo en esos intensos dos meses de reencuentro, la autora también retrata con precisión la vida del exilio chileno en Washington; el activismo de esos hombres y mujeres desterrados que vivían con las maletas hechas y seguían y sufrían cada acontecimiento ocurrido en Chile; sus penurias y desvelos, o el rol de figuras claves en el activismo contra Pinochet ejercido por personas como Isabel Margarita Morel, la viuda de Orlando Letelier, el canciller de Allende asesinado por la Dina en la capital estadounidense.

Y es que este libro contiene además un lúcido retrato de un tiempo, de una época y de una generación marcada no solo por la tortura y la muerte. También por el exilio.

El exilio, ese desgarro interior, “esa grieta insalvable producida por la fuerza entre un ser humano y su lugar de nacimiento, entre el yo y su verdadero hogar”, como lo describió el intelectual Edward Said.

Me detengo en Said cuando agrega que la desdicha esencial de esa ruptura no puede superarse. Y entonces pienso en el joven Rodrigo Rojas De Negri  tomando el avión para partir rumbo a Chile, en mayo de 1986, como el viaje de retorno no solo hacia sus raíces, sino quizás como el gesto de reparación de esa desdicha esencial de quienes, como su madre, estaban impedidos de retornar a su país.

Su madre… Qué difícil ser madre y padre a la vez y estar en el exilio.

Qué difícil sobrevivir al horror volcado hacia ti.

Y cuando crees que las heridas van sanando, recibir ese telefonazo de Chile para decirte que ahora se ensañaron con tu hijo mayor…

Te veo, Verónica De Negri, llevando a tu hijo al aeropuerto a las seis de la mañana de ese día de mayo, sin sospechar el infortunio. 

Te veo después acariciando la punta de los pies que se asoman de la camilla donde yace tu niño grande, porque solo ahí podías tocarlo, ya que agonizaba conectado a un ventilador mecánico, en una sala de la UTI, con el sesenta y cinco por ciento del cuerpo quemado.

No hay perdón ni hay olvido, pienso, cuando concluyo la lectura de este libro conmovedor.

 Y es que no hay justicia, me digo, para justificar la ira cuando nuevamente en el Chile de las últimas décadas reaparece con fuerza la palabra impunidad.

Y este libro trata de todo eso. De la vida de Rodrigo, de su historia, de la historia de su familia y de su país; del exilio y el retorno; del heroísmo y la solidaridad; del horror y la dignidad. De la resistencia, pero también de la impunidad.     

Rodrigo Rojas de Negri. Hijo del exilio
Pascale Bonnefoy Miralles
Debate, 2021
392 páginas
$16.000