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La vitrina web • octubre

¿Por qué son tan lindos los caballos?, de Julieta Correa. Editorial Montacerdos, 2025. 222 páginas



¿Qué hacer si la persona que guardaba los recuerdos de una familia pierde la memoria? ¿Cómo seguir adelante cuando deja de ser ella misma? ¿Cómo afrontar esa pérdida? Tras el diagnóstico de demencia de Sari, su madre, la escritora argentina Julieta Correa (1986) arma en su debut literario un registro conmovedor del proceso de transformación de una mujer que “anotó durante años detalles precisos” en cientos de diarios y cuadernos y ahora no puede sumar “veinte frases coherentes en un día”. ¿Cómo lidiar con la falta de palabras, con los relatos, chismes y anécdotas que desaparecen con alguien? El libro, que fue un acontecimiento cuando se publicó a fines de 2024 en Argentina, es un intento por comprender ese proceso —cuándo comenzó, qué señales pasaron inadvertidas—, pero también un esfuerzo por conservar “su voz, su manera de armar las frases. Los temas. El énfasis, las alegrías. Los comentarios cariñosos”. A través de citas de libros y fragmentos de los diarios de Sari, Correa construye un retrato emocionante, un “registro un poco tosco de los últimos años” que, en realidad, de tosco no tiene nada. Basta abrir las primeras páginas para percibir la elegancia e inteligencia con que está escrito: la alternancia de tiempos, la precisión en la descripción, el uso de la elipsis y la delicadeza con que retrata, en sus dimensiones más cotidianas, a un personaje inolvidable.

José Núñez

Ecos de Palestina, exposición colectiva hasta el 2 de noviembre en Espacio MNWAL (Santa Filomena 357, Recoleta)

Crédito: Mila Belén.

Hace tres meses abrió, en el corazón de Patronato, esta galería itinerante —a fin de año se mudará a otro lugar del barrio— liderada por un grupo interdisciplinario, un espacio que invita a reflexionar sobre memoria, éxodo y resiliencia. Los 17 artistas chilenos de ascendencia palestina que reúne esta muestra expresan su vínculo con sus raíces en dos direcciones: la construcción de una identidad basada en la biografía familiar y la urgencia de usar el arte como herramienta de concientización frente al genocidio en Gaza. Rafael Guendelman, por ejemplo, nos muestra un álbum con fotos de Palestina y palabras en hebreo intentando comprender y reconciliar la historia de su linaje; Elizabeth Burmann rescata la artesanía ancestral de la madreperla, hecha con conchas del Mar Rojo, haciendo un cruce entre industria turística y oficio femenino; Estefanía Tarud borda delicadas escenas en la penumbra como metáfora de la persistencia de una cultura amenazada y María Jesús Masihy explora la pérdida cultural a través del video de una mujer palestina que ha vivido toda su vida en Chile y que no recuerda muchas de las palabras en árabe que de niña le enseñaron: “Si me viera mi madre, lloraría”, se lamenta. ¿A lo largo de cuántas generaciones se prolonga el impacto de una diáspora? ¿Qué tan responsables somos de la memoria de nuestros antepasados? Más que solo ver arte, estamos asistiendo a una conversación viva entre pasado y presente, donde las obras se transforman en invocaciones de una memoria colectiva que resiste en gestos, imágenes, texturas y símbolos, y que trasciende el tiempo y la distancia.

Denisse Espinoza

Gruñona, de Greta Montero. Editorial Overol, 104 páginas


Las mejores novelas son aquellas cuyos personajes despiertan tal nivel de empatía que quedan en la cabeza aun después de cerrar el libro. Eso ocurre con Gruñona —el nuevo libro de Greta Montero (Coronel, 1986)— y su protagonista, una niña irascible que descifra todo lo que le sucede recordando personajes de telenovelas y películas. Su viaje desde la infancia a la preadolescencia termina siendo también un espejo de los dolores y vivencias de sus abuelos, bisabuelas y de su archienemiga Sofía, quien la ama en secreto. Si bien hasta 2023 la carrera literaria de Montero había abarcado solo la poesía, con Gruñona su voz vuelve a hallar buen puerto en la narrativa. Esta es su segunda aventura de este tipo después de la publicación del celebrado Yo no soy esa (Editorial Aparte, 2024), un conjunto de relatos escritos en formas tan variadas como mensajes de chat, anotaciones escolares, diarios o papers académicos. Su estilo, siempre aliado de la ironía y el humor negro para retratar las durezas de la vida, se mantiene intacto en Gruñona, un libro que se devora de un tirón y que confirma que Greta Montero es una autora a la que hay que seguir, sea cual sea el género en el que escriba.

Gabriel Godoi

A la sombra. Retratos de escritores condenados a prisión, de Manuel Vicuña. Seix Barral, 216 páginas

Alguna vez, Pepe Mujica confesó que en los 13 años que estuvo en la cárcel descubrió que las “hormigas gritan si se las pone al lado de la oreja” y que las ranas son buenas mascotas. “Le ponía un vasito y se bañaban”, contó. Era su forma de escapar de la locura, porque si algo se desarrolla en la prisión —además de la paciencia—, es la imaginación. A la sombra, el último libro del ensayista Manuel Vicuña, explora justamente eso: lo que ocurrió en la cabeza de escritores que terminaron entre rejas por distintos motivos, desde célebres reos ilustrados —Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, Fiódor Dostoievski, Oscar Wilde— hasta personajes contemporáneos como Angela Davis o Rubén Adrián Valenzuela, un periodista gonzo chileno que en plena dictadura se infiltró en una cárcel para conocer el horror por dentro. Con una elegancia y una ligereza envidiables, Vicuña retrata a estas figuras a partir —aunque no solo— de su tiempo en las sombras. Mención especial para el capítulo “En cana: Presos (ni tan) comunes”, donde cuenta los poco conocidos lazos entre la literatura y las cárceles chilenas a partir de casos como los talleres literarios para reos de Mauricio Redolés o el mencionado caso de Valenzuela, que con sus reportajes sobre el infierno de la Cárcel Pública de Santiago sacó de quicio al mismísimo Augusto Pinochet.

Evelyn Erlij