Vanity fauna, de Marcela “Maliki” Trujillo, en el MNBA
Muchas crecimos hojeando revistas de moda en las que se dictaba qué estaba in y out, cómo vestirse para seducir o cómo actuar para atraer a los hombres. En resumen, manuales de comportamiento, compendios de normas de belleza y definiciones escritas en piedra de lo que supuestamente es una mujer. La ilustradora y artista Marcela “Maliki” Trujillo (1969) vivió su infancia rodeada de esas revistas, las que disfrutaba y, al mismo tiempo, la hacían sentirse incómoda con esos roles de género. “Me enseñaron a asociar lo femenino a la moda, al cuidado de la belleza, a la vida doméstica y a un destino poco tentador”, dice en el texto de la exposición Vanity fauna, que se puede visitar en el Museo Nacional de Bellas Artes. En ella, Maliki toma la estética e imágenes de los fashion plates —los grabados pintados a mano que dictaron la moda de la clase alta desde finales del siglo XVIII hasta comienzos del siglo XX— y, a partir de ahí, recrea escenas donde las mujeres son reemplazadas por conejas, leopardas o zorras de cuerpos antropomorfos y encorsetados en trajes victorianos. Personajes que posan en paisajes idílicos y espacios domésticos y que, a la larga, nos recuerdan que en el patriarcado las mujeres fueron vistas durante siglos como animalas —como las llama Trujillo—: hembras cuya misión era ser criaturas de compañía, domesticadas para la belleza y la maternidad. Hasta el 20 de octubre en el MNBA. Más información acá.
—Evelyn Erlij
El último neógrafo, de Ignacio Álvarez. Laurel, 2024
La historia dice que a fines del siglo XIX, en un contexto de reforma ortográfica, se dieron en Chile diversos debates lingüísticos, y que un grupo de intelectuales apodados los “neógrafos chilenos” propuso una ortografía racional, basada en el fonetismo (es decir, la “adaptación de la escritura a la más exacta representación de los sonidos de un idioma”, según la RAE). A partir de este hecho, Ignacio Álvarez, académico del Departamento de Literatura de la Universidad de Chile, editor de obras críticas de Baldomero Lillo y Manuel Rojas y autor del libro de ensayos El curso que hice al revés (Laurel, 2022), elabora parte del argumento de su primera novela. Ambientada en Valparaíso, entre 1860 y 1899, El último neógrafo sigue la historia de Juan Marín, un joven de ascendencia mapuche y francesa que, arrancando de su pasado, se interna en la ciudad portuaria. Allí conoce a “una pequeña sociedad de aficionados a los idiomas”, los neógrafos, pero pronto descubre que su misión no es solo ortográfica, sino también política. Novela de peripecias, El último neógrafo plantea una reflexión en torno al lenguaje y la narración literaria, al tiempo que, con ironía, escenifica el contraste de aquellos proyectos estrafalarios basados en la razón.
—José Núñez
Revista de la Universidad de México
“Cuando los historiadores quieren introducirse en un periodo del pasado, generalmente estudian las revistas culturales, porque en ellas se debaten los imaginarios de época”, decía en una entrevista el sociólogo y académico Tomás Peters sobre la importancia de los medios dedicados a la cultura. En tiempos en que en Chile el cierre de revistas y secciones culturales es cada vez más frecuente, a veces hay que mirar hacia afuera para encontrar referentes y ver que el periodismo sí goza de buena salud en otras latitudes. Qué mejor ejemplo que la Revista de la Universidad de México, la publicación cultural más antigua de su país —fundada en 1930—, y de América Latina. Por sus más de 800 números han pasado los escritores e intelectuales latinoamericanos más importantes del mundo contemporáneo, y sus contenidos se pueden leer en papel —solo en México, lamentablemente— y ver por la web de manera gratuita. La revista se publica de forma mensual y tiene un formato de números temáticos: los últimos han sido dedicados al viaje, las olimpíadas y al espionaje, por mencionar algunos. La Revista de la Universidad de México es un ejemplo del periodismo cultural nacido al alero de las instituciones de educación superior, y de cómo es posible tender puentes entre la academia, la literatura, las artes y todas las disciplinas imaginables. Accede a los contenidos aquí.
—Sofía Brinck
Santuario: Arte contemporáneo en Valdivia, en Palacio Pereira
El 22 de mayo de 1960 Valdivia se quebraba: el mayor terremoto registrado en la historia humana con 9.5 grados en la escala de Richter destruía la ciudad y la obligaba a reconstruirse desde las ruinas. Teniendo en mente esa compleja relación con el entorno natural, el curador Ignacio Szmulewicz reunió el trabajo de 20 artistas valdivianos en la exposición Santuario: Arte contemporáneo en Valdivia, abarcando producciones desde 1977 a 2023. La curatoría busca leer, a partir del decreto de 1981 firmado por Pinochet que oficializó el territorio al norte del Río Cruces y Chorocamayo como “Santuario de la Naturaleza”, obras de artistas como Mariana Matthews, Victor Ruíz Santiago o Kutral Vargas Huaiquimilla en su relación con el paisaje natural del sur de Chile, no como mero objeto de contemplación, sino como un escenario de tensiones políticas, expresiones culturales y corporalidades varias que crean sin rendirle cuentas al centralismo que tan seguido las olvida. La exposición —que incluye obras de pintura, grabado, registros de performance, instalaciones, fotografía y videoarte— es gratuita y albergará a lo largo de octubre y noviembre diversos conversatorios sobre arte, naturaleza, catástrofe y escenas locales, en una invitación imperdible a explorar nuevas formas de entender el arte chileno.
—Gabriel Godoi