Licenciada en geofísica, doctora en Física de la Atmósfera de la Universidad de Oxford, la académica del departamento de Geofísica de la U. de Chile e investigadora en (CR)2 está dedicada a comprender la evolución y la dinámica del clima en el hemisferio sur, aunque su reflexión –que pone en valor la importancia de la interdisciplinariedad llega hasta puntos más profundos, que involucran una mirada novedosa sobre el necesario cambio de mentalidad actual. Una transformación para la que, según explica, se hace necesario abandonar la construcción y concepción masculina del planeta.
Por Ximena Póo | Fotografías: Felipe Poga
Un mapa gigante, donde los continentes se mueven en un fondo azul profundo, cuelga de una de las paredes del Departamento de Geofísica de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Está invertido. América del Sur, África y Oceanía están arriba. En otra esquina figura un pequeño estante donde se ubican prolijamente algunos instrumentos para recoger datos que den pistas sobre el clima y sus transformaciones. Una sala de reuniones se emplaza en el centro, rodeada de fórmulas dibujadas en las paredes vidriadas. En la oficina la vida se resuelve entre pantallas, papeles en las paredes, fotografías que recuerdan viajes a terreno, cascos de bicicletas, libros y revistas especializadas.
En medio de todo, con vista a la calle Blanco Encalada, trabaja Maisa Rojas. “Estamos en medio de un cambio de paradigma”, dice mientras pensamos cómo en pocos años la Universidad de Chile ha ido comprendiendo que el trabajo colaborativo e interdisciplinario debe estar en el centro del quehacer académico. “Estamos llegando a un punto de inflexión respecto de cómo se ha desarrollado la ciencia en los últimos 500 años”, afirma. La tendencia es mundial. Y aquí no se puede ser menos.
Hacer ciencia mientras se intenta que la Tierra siga siendo habitable cuando, comenta, “uno de los forzantes más notorios de la situación actual es el aumento de la población. Un mundo con siete billones de habitantes es muy distinto a uno con nueve billones. Yo creo que hay planeta para todos los que somos, pero sí tiene que haber un cambio”.
Maisa Rojas es profesora asociada en el Departamento de Geofísica. “Mi formación académica incluye una licenciatura en Física en la Universidad de Chile y un doctorado en Física de la Atmósfera de la Universidad de Oxford, con tesis sobre la dinámica de la atmósfera media. Luego me especialicé en la modelización del clima regional como investigadora postdoctoral en el “International Research Institute for Climate and Society” (IRI, University of Columbia, USA). A lo largo de mi carrera he desarrollado dos áreas de investigación principales: paleoclima y de cambio climático regional. Las herramientas de análisis común son los modelos climáticos numéricos”.
Su investigación paleoclimática está centrada en la comprensión de la evolución y la dinámica del sistema climático en el hemisferio sur durante los últimos 25.000 años. Se trata de una indagación alojada en el Núcleo Científico Milenio “Paleoclima del Hemisferio Sur”, que dirige. “La otra área de investigación que he desarrollado es modelamiento regional de cambio climático, incluyendo la evaluación de sus impactos en diferentes sectores de la sociedad, en particular en la agricultura y los recursos hídricos. Este tema desarrollo como investigadora asociada en el Centro para el Clima y la Resiliencia (CR)2. A través de mi carrera científica he podido desarrollar mi interés por el trabajo interdisciplinario, fundamental para abordar la problemática de cambio climático. Participé en el consejo presidencial sobre cambio climático y agricultura. También fui autora principal del capítulo de Paleoclima para el quinto informe del IPCC”.
Hasta ahí una historia larga reducida a unos pocos párrafos que no alcanzan a dar cuenta de toda la densidad y valor que tienen sus investigaciones y su mirada respecto de cómo hacer ciencia hoy, cuando la crisis mundial respecto del desarrollo es total y definitiva. Debemos parar para analizar y detener el daño en medio de esta nueva era, el Androceno, que distingue la incidencia de la actividad humana en el sistema Tierra y que, si siguen los patrones masculinos (depredación, extracción, conquista, competencia), nos llevará a fases más críticas donde el cambio climático es decidor.
“Soy una convencida de que el rol de la mujer va a ser fundamental para resolver todos los problemas que tenemos en el planeta; lo vemos a nivel de ciencia, de pensar en grupos interdisciplinarios para tratar problemas complejos. El cambio climático es el último síntoma de toda una sociedad que está en crisis. Es el resultado de una construcción masculina del planeta y su desarrollo; esta crisis no es ambiental, es de desarrollo”, afirma convencida también de que “si queremos ser una facultad fantástica del siglo XXI tenemos que ponernos a la punta en la inserción de mujeres y de hacer ciencia desde una forma menos masculina de ver la vida”.
Paradigma
El Núcleo Científico Milenio Paleoclima del Hemisferio Sur es financiado por el Programa lniciativa Científica Milenio (ICM) del Ministerio de Economía, adjudicado mediante concurso público en diciembre de 2013. Su objetivo es “estudiar cómo ha evolucionado el clima durante los últimos 25.000 años en el hemisferio sur. Entender la evolución y dinámica del planeta durante este periodo es necesario para poder poner en el contexto correcto el periodo actual de cambio climático”. Sus principales lugares de estudio han sido la Patagonia chilena y el océano adyacente, zonas estratégicas para este tipo de estudios, ya que constituye la única masa continental de este hemisferio que cruza una extensión en latitud tan extensa (desde los subtrópicos hasta latitudes subpolares). El equipo está compuesto por un grupo interdisciplinario de investigadores e investigadoras de la Universidad de Chile, la Universidad de Magallanes y la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Rojas trabajaba en la evolución pasada del clima cuando comenzó a formar el grupo que dio origen al Núcleo, del que es su directora. Hoy se dedica especialmente a analizar cómo las actividades del ser humano inciden en el clima y sus cambios: polución, acumulación, industrialización y el uso de combustibles fósiles, y muchos otros factores están en la base de un modelo en crisis terminal. “Me pareció alucinante la creatividad que existe para interrogar la naturaleza y cómo el clima influye en muchos aspectos del planeta. Y así fue mi primer acercamiento al paleoclima. Y ha sido bastante enriquecedor, en el sentido de que yo especialmente he aprendido mucho de otras disciplinas. Para estudiar el clima uno tiene que entender y saber de muchas subdisciplinas de las ciencias de la Tierra, porque finalmente el clima es el producto de la interacción entre la atmósfera, los océanos, la biosfera, la criosfera y la litosfera incluso. Son áreas que tradicionalmente las estudian los glaciólogos, la geología, la oceanografía, la ciencia atmosférica y otras. Se requiere, entonces, de todas estas disciplinas, porque de otra manera no se logra entender”, advierte.
El cambio de era está dado por esas formas de abordaje y también porque la ciencia está dilucidando si ya finalizó el periodo Holoceno (época post-glaciación hasta ahora) y hoy estamos entrando a la era del Antropoceno, donde “el ser humano ha producido una perturbación significativa en el sistema climático, de manera que ese impacto se vaya a ver en una de las capas de la Tierra. En un millón de años más, un geólogo o geóloga va a ver una capa y dirá ‘mira, aquí comienza la intervención humana’. Un indicador es el plástico y otro es la bomba atómica”, sostiene.
“Ha sido enriquecedor darme cuenta de la complejidad del Sistema Tierra; de cómo estas interacciones son muchísimas, inesperadas a veces, bastante inexploradas algunas, y que son tan fundamentales para, en último caso, explicar la vida en el planeta. Son esas preguntas fundamentales sobre de dónde viene la vida. Darse cuenta de que es un sistema complejo y que requiere de todos esos ingredientes y engranajes, para mí ha sido lo más revelador”. Así Maisa Rojas va delimitando sus preocupaciones y asegura que los análisis respecto del clima (aumento de la temperatura y mayor frecuencia de anomalías, sequías, inundaciones, desprendimiento de glaciares, entre otros) plantean que se hace urgente “entender que el crecimiento y el consumo no pueden ser infinitos; no se puede seguir pensando que el planeta es infinito”. El rol de científicas como ella es “traducir el conocimiento sobre este sistema físico para que nos demos cuenta de que tenemos que cambiar cosas fundamentales de nuestra manera de vivir”.
Límites planetarios
El avance tecnológico vertiginoso y esa visión de un mundo infinito de recursos naturales “que están aquí para que los podamos aprovechar, finalmente nos ha llevado al cambio climático, que es un síntoma de que algo estamos haciendo mal. Todo se transforma y, por lo mismo, debemos saber que nada se crea y se destruye. Ese es el paradigma al que tenemos que volver para resolver la crisis del cambio climático”, reflexiona al tiempo que sostiene que esta crisis es “una gran oportunidad para construir un desarrollo que sea sostenible y que nos va a permitir una mejor relación con el medioambiente y entre nosotros mismos”.
La Revolución Industrial -y el posterior desarrollo tecnológico y científico- ha generado progresos, pero también “sociedades desiguales, con mucha contaminación ambiental, con sesgos importantes; no ha solucionado los problemas de pobreza, guerras, migraciones forzadas. No hemos logrado avanzar y hemos llegado a un punto en el que la cosa se está poniendo seria. Hemos llegado a límites planetarios”, dice.
En cuento al clima, explica, “hay algunas regiones a las que llamamos hot spots, puntos en que, por ejemplo, las emergencias del cambio climático van a ocurrir antes. Identificar esas zonas no quiere decir que en otras no está ocurriendo nada. Aquí es importante distinguir impactos que son climáticos, como la sequía, pero el impacto que va a tener sobre distintas sociedades va a depender de la resiliencia de esa sociedad o comunidad y, por lo tanto, de las vulnerabilidades. Las desigualdades sociales exacerban los impactos del cambio climático y es por eso que, incluso, dentro de una misma ciudad el impacto de una ola de calor no es el mismo para quien vive en una comuna pobre sin acceso a aire acondicionado o sin áreas verdes; el cambio climático es exacerbado por relaciones de desigualdad social”.
Sobre todo lo anterior pesa el poder geopolítico, en el sentido de que “la era de los combustibles fósiles estuvo determinada por un poder internacional. En cambio, todos los países tienen alguna energía renovable a la que acudir. Esto es potencial y debe hacerse bien. Por ejemplo, en Chile la energía solar debe ser apoyada, pero hay que decir que los grandes proyectos solares son de conglomerados económicos importantes, y hay que observar que eso se debe a barreras de financiamiento. Hay lugares en Chile sin energía eléctrica y que podrían ser autónomos, donde en cada casa y en cada comunidad se aplique el modelo solar”.
Como país debemos, afirma convencida, apostar por la independencia energética y el cambio urgente de las matrices que sostienen la energía. Reconoce que se ha avanzado, sobre todo en aceptar acuerdos internacionales (París es uno, sobre reducción de gases de efecto invernadero) que requieren ser honrados (no actuar como Estados Unidos) y en considerar investigaciones científicas para producir transformaciones. Pero falta: aún Chile invierte menos del 0,5% de su PIB en I+D, muy por debajo del resto de los países de la OCDE.
Maisa Rojas mira sus datos. La megasequía que nos afecta en Chile se agravará si no se actúa rápido, cuando un grado de aumento de la temperatura global es un hecho. “Chile tiene mucho potencial, pero se tiene que tomar en serio lo que pasa. Los países ricos son ricos porque en algún momento decidieron invertir en ciencia, tecnología e innovación”, enfatiza mientras pensamos por un segundo en que el consumismo – centro del modelo- debe ser derribado por las 3R (reducir, reutilizar y reciclar). Tres palabras que nos hacen mirar de nuevo el mapa, el mapa al revés al que deberíamos ubicar en el centro del nuevo modelo.