Tuvo a su cargo la creación del jardín infantil de la Universidad Técnica del Estado, que acabó siendo el plan piloto de la política de jardines de la Unidad Popular. Una iniciativa, cuenta con orgullo, que abordó simultáneamente problemas como la desnutrición y el abandono infantil y la dependencia económica de las mujeres. Es Mireya del Río, educadora comunista, dirigenta social y férrea defensora del papel de los partidos en las transformaciones impulsadas por la UP y anheladas en el Chile actual. “Si no hubiera habido partidos que organizaron eso, que crearon estrategias políticas, que condujeron las luchas, todo eso es imposible”.
Por Karen Cea Pérez
Esta entrevista fue originalmente publicada en la Revista Anales de la Universidad de Chile N°18 (Séptima Serie): A cincuenta años del triunfo de Allende y la Unidad Popular.
Para Mireya del Río (80), educadora de párvulos, militante del Partido Comunista hace más de 50 años y actual secretaria de la Unión Comunal de Juntas de Vecinos de Ñuñoa, el triunfo de la Unidad Popular significó la concreción de ese verso de La Internacional que canta “el día que el triunfo alcancemos”. A 50 años de la victoria de Salvador Allende recuerda su trabajo en la Universidad Técnica del Estado, las políticas de la Unidad Popular en relación a la infancia y las mujeres —que a su juicio buscaron «dar la autonomía y la independencia económica a las mujeres»—, y habla sobre los desafíos actuales que tiene la política si quiere avanzar hacia reales transformaciones sociales.
—La conmemoración de los 50 años del triunfo de la UP nos encontró viviendo uno de los movimientos sociales más relevantes del último tiempo, quizá comparable con la llegada al poder de Salvador Allende. ¿Qué significó para ti esa victoria?, ¿qué recuerdas de esos años?
Creo que todo depende de la biografía de uno. No todos estamos de acuerdo con el impacto que tuvo ese momento. Para mí fue un sueño de infancia. Nací con ese sueño y vengo de generaciones anteriores que persiguieron ese sueño, entonces es un sueño familiar y un sueño de infancia. Fue un día impresionante, un día histórico en mi vida, fue “el día que el triunfo alcancemos”. Entré a militar [a las Juventudes Comunistas] a los 13 años, por lo que viví mucho tiempo trabajando por ese triunfo; viví todo el proceso de construcción, de acumulación de fuerzas, de formación de un movimiento popular poderoso, de un movimiento sindical muy fuerte. El triunfo de la Unidad Popular fue la culminación de esos procesos. Es distinto cuando uno vive una cosa que es gratuita, que nace de la nada. En este caso fue una construcción en la que participé, y eso es una lección tremenda. Formarse así, participando de procesos colectivos, históricos, desde chica, sin duda tiene un valor distinto. Es un aprendizaje, una enseñanza de que los procesos históricos se construyen. Y uno sigue aprendiendo después, porque los procesos históricos no son todos iguales.
—¿Cuáles eran esos espacios en los que participaste como militante antes y después del triunfo?
Recuerdo la venta de El Siglo, ese esfuerzo de muchos años en que dediqué el domingo en la mañana a ir a vender el diario a las poblaciones. Iba a la Nueva Matucana, a la Colo Colo, y conocí a la gente. En la Jota también desarrollamos un trabajo en poblaciones para ir construyendo. Teníamos centros de amigas, que eran grupos de mujeres jóvenes que se juntaban para participar en la vida de su población. Eran trabajos de masas que hacia la Jota. Estuve varios años trabajando y formando centros de amigas con Gladys Marín y Sola Sierra, con las que estábamos en la Comisión Femenina. Nadie se acuerda de los centros de amigas, desaparecieron de nuestra historia.
Después ingresé al Comité Central de la Jota y en algún momento me metieron o me metí, no sé, en la Comisión de Cultura, y me tocó vivir todo el rol que jugó la Jota en la creación del sello Dicap [Discoteca del Cantar Popular], de la Nueva Canción Chilena, porque la Jota tuvo un tremendo papel en su creación, en acoger a toda esta nueva música, difundirla y crear con ella una cultura. La Dicap fue fundamental en los cambios culturales de esa época. La Jota tuvo una visión muy clara del papel que jugaba la música. También en esa Comisión de Cultura realizamos mucho trabajo con los artistas plásticos. Antes del gobierno popular se hizo un trabajo con todos los artistas, con una gran apertura cultural y estética, porque había una gran claridad respecto de eso en el partido. En la Comisión de Cultura nos acompañaba también Volodia [Teitelboim], y había una orientación muy abierta a lo nuevo en el arte, a la creación, a la libertad, y ese marco fue muy importante. Como ves, me tocó participar en cuanta cosa hay, en tomas de terreno, en la marcha por Vietnam. En fin, me las viví todas.
—¿Qué recuerdos tienes de esos tiempos?
La Jota se declaró un organismo de masas, es decir, abrió sus puertas a todo joven y era un movimiento enorme, muy poderoso. Y, por supuesto, todo el movimiento de pobladores fue masivo, las tomas de terreno eran una cosa increíble. Miles de familias se trasladaban en la noche para tomarse un terreno, era como una gesta histórica. Se fue levantando un movimiento muy fuerte y el resultado fue el gobierno popular; y sin hablar de toda la parte de la política misma, la dificultad de las alianzas, de periodos tan difíciles como el de la Ley Maldita. La Unidad Popular fue la culminación de todo ese proceso.
—¿Cuál fue la relación del Partido Comunista con la campaña y luego con el gobierno de la Unidad Popular?
Tengo recuerdos de cosas que se saben perfectamente: todas las dificultades para aceptar a Allende de parte de los socialistas, por ejemplo, y también las dudas de quién iba a ser el candidato, porque tampoco era tan evidente que sería él. Me tocó conocer de bastante cerca a Allende, porque la familia de mi marido era muy cercana a él. Era la familia de don Miguel Labarca. Me acuerdo de los comentarios sobre las dificultades para crear alianzas. Es interesante la tremenda experiencia que el partido tiene en políticas de alianzas, es algo que forma parte de la cultura comunista. Los partidos en general tienen experiencia en eso, pero los grupos políticos nuevos que aparecen en las luchas revolucionarias tienen muy poca experiencia y muy poca madurez.
—Pensando en el valor que tuvieron los partidos y la militancia política para el triunfo de Allende, la política, lejos de ser criminalizada, se entendía como la forma de participar en ese proceso.
Claro, y una constatación de eso es que la revolución es imposible sin organización. Hoy día, por ejemplo, vemos la dificultad de las asambleas para organizarse; esa es la gran dificultad que tienen, están en pleno trabajo de eso. Y aquí hay una experiencia de los chilenos en general, de muchos chilenos en diferentes partidos, de lo que significa el estar en un partido, de la importancia que tienen en un proceso histórico como el gobierno popular y en toda la construcción de ese movimiento social y político que generó el gobierno popular. Si no hubiera habido partidos que organizaron eso, que crearon estrategias políticas, que condujeron las luchas, todo eso es imposible. Hay una elaboración política colectiva que se requiere.
—Bueno, el programa mismo de la Unidad Popular es reflejo de esa elaboración de política colectiva.
Llegar a ese programa y tratar de llevarlo a cabo, organizarlo, es una lucha, es decir, es una lucha en que también hay estrategias de las fuerzas enemigas, digamos, de los procesos de cambio. Todo eso requiere inteligencia colectiva y los partidos son eso. Ese apartidismo que está de moda hoy día me parece una ingenuidad, una vuelta atrás, pero bueno, la nueva generación tendrá que hacer su experiencia y adquirir esta experiencia política.
—Dijiste en una entrevista que la soberanía no se decreta, se construye. ¿Eso sintetiza el llamado a construir en conjunto de la Unidad Popular?
Claro. Para mí el testimonio más interesante y más fuerte de lo que fue el gobierno de la Unidad Popular es La batalla de Chile, el capítulo dos, que es donde muestran lo que pasaba en las industrias, en el campo, la participación de la gente y la toma de poder en los lugares de trabajo. Para mí eso es lo más impactante del gobierno popular, la toma de poder y el que la gente sintiera y viviera que los cambios dependían de ellos, no de otros. Y que la organización de la gente pudiera garantizar esos cambios, es decir, no era una cúpula, o una idea, no, era una construcción colectiva de una nueva vida. Por supuesto que estaba Allende y había una unidad de partidos, condiciones que permitieron eso, pero sin esa hegemonía del pueblo que se tomó el poder, el resto era chiste no más. Cuando el pueblo se toma el poder, el pueblo construye, y eso fue lo interesante del gobierno popular.
—¿Es lo que se ve hoy en las calles, en el movimiento social de hoy?
Es decir, el movimiento social representa eso, los resultados del plebiscito representan eso: aquí hay un movimiento social y político, aunque no esté organizado políticamente. Es un movimiento que tiene opinión política, es un movimiento que está mandando, que está determinando las cosas en Chile, eso es hegemonía, eso es poder popular. Si bien este fenómeno actual es un movimiento con otras características que las del gobierno popular, es también de cambio de poder, y eso yo lo he vivido dos veces: en el gobierno popular y ahora.
—En el contexto de profundas transformaciones de la Unidad Popular, las universidades jugaron un rol central, particularmente la Universidad Técnica del Estado (UTE). Fuiste parte de eso proceso al ser convocada por el rector Enrique Kirberg para hacerte cargo del jardín infantil. ¿Como fue ese periodo?
Yo llegué al jardín infantil con la reforma universitaria. Los estudiantes se tomaron una casa que había en el estadio de la UTE y le pidieron al rector la creación de un jardín infantil para sus hijos. El rector me pidió hacerme cargo del tema. Entonces se tuvo que reconstruir la casa para acoger el jardín infantil con todos sus niveles. Recibíamos guagüitas desde una semana hasta seis años, porque si las estudiantes tenían guagua no tenían dónde dejarla, la universidad seguía y no había permiso de maternidad. Entre medio llegó el gobierno popular y ya estábamos en conversaciones, viendo qué pasaba con la situación de los niños en el gobierno popular. Ya habíamos creado grupos de reflexión sobre el tema y ahí yo creo que la persona más importante es Manuel Ipinza, médico de salud pública que luego dirigió la Junji. En ese tiempo estábamos muy influenciados por la salud pública, era un enfoque muy importante para nosotros. Para mí en particular fue muy importante en mi formación. Hice una práctica en el Consultorio Andes de Quinta Normal, que estaba dirigido por la Cátedra de Salud Pública de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, y que era como el germen donde nacían las ideas de salud pública, era como una experiencia piloto, y eso a mí me marcó mucho profesionalmente, tuve la experiencia concreta de trabajar con los niños del sector. Yo ya tenía esa búsqueda de un modelo de educación ligado a la salud, entendida como una salud integral y preventiva, por supuesto. Entonces el jardín infantil era también la continuación de un pensamiento, de una construcción de un modelo. Tuvo que ver con qué tipo de jardines podíamos crear para el gobierno popular; ¿qué se requería?, ¿qué se podía hacer?, considerando las condiciones que había de profesionales y las dificultades para construir gobierno popular por el boicot que sufrimos. Entonces el jardín infantil de la UTE vino en paralelo al proyecto de la UP. Para mí —y creo que para todo el equipo— era el antecedente de qué experiencia y cuál era el modelo de jardines infantiles que podíamos implementar durante el gobierno popular.
—¿El jardín infantil de la UTE fue el origen de la política de jardines?
Fue el plan piloto. El hecho de que recibiéramos guagüitas chiquititas, por ejemplo, era un problema que no solamente afectaba a las estudiantes, sino que afectaba a las mujeres en general, a las mujeres trabajadoras que muchas veces no tienen un marco de protección en el trabajo. El jardín nos servía para ver todo el tema del apego, por ejemplo, de la estimulación del niño. Nos planteábamos problemas como esos, que en ese tiempo ya se planteaban en todo el desarrollo teórico de la profesión de la educación de párvulos. Existía la posibilidad de crear un modelo que efectivamente respondiera a las situaciones que había en el país, en las clases populares, de las mujeres que necesitaban tener a sus niños en jardines infantiles. Y ahí levantamos una figura que era la desnutrición, por ejemplo, que estaba muy estudiada y a la que había que responder. Estaba toda la campaña del medio litro de leche, había una serie de cosas en el programa que respondían a eso, pero nosotros hicimos un estudio respecto a qué es lo que había que hacer y cuáles eran los temas que había que enfrentar: caracterizamos las vulneraciones de los niños de la época, digamos, sobre todo de abandono o de relativo abandono, esa era la categoría con la que logramos resumir lo que veíamos o lo que nos daban las cifras. Había toda una capa de niños en Chile que estaban en relativo abandono, que eran hijos, por ejemplo, de familias numerosas. Las mujeres teníamos muchos hijos en esa época. Ocuparse de ocho niños significaba que los niños estaban relativamente abandonados, por ejemplo, entonces los jardines se propusieron hacer frente a los hijos de familias numerosas.
—¿A nivel nacional?
Sí, a nivel nacional. Y cuáles eran los problemas que los jardines tenían que resolver, a qué tenían que hacer frente. Estaba la desnutrición, pero también todos los temas de desarrollo integral que había que asegurar. Entonces se llegó a una cierta cifra de niños que atender, de etapas que llegar a cubrir para esta categoría de niños en relativo abandono; y luego la cantidad de jardines que se necesitaban, la cantidad de personal y el cómo hacíamos para cubrir ese personal, porque no lo teníamos. En ese tiempo las educadoras de párvulo eran pocas y estaba la idea —muy generalizada entre nosotras, incluso yo también— de que el personal que cuidaba niños de menos de seis años tenía que ser un personal muy especializado. La decisión fue crear una profesión, crear auxiliares de educación de párvulos a cargo de niños y pensar en una formación que fuera a largo plazo. La UTE armó un departamento con este propósito, en un convenio con la Junta de Jardines Infantiles y con el Cocema, que era la Coordinadora de Centros de Madre. Se trataba de formar una profesional totalmente ligada a su comunidad, y eso yo creo que también es una gran lección que se ha perdido, el pensar que la educación, en general, y la educación de los niños con mayores riesgos y vulneraciones, en particular, tiene que ser una educación comunitaria. Para mí el más grande defecto del Sename es ese, el haber abandonado a la comunidad en todos sus enfoques. Por eso nosotros trabajamos con los centros de madre todo el tiempo.
—Osiel Núñez, expresidente de la Federación de Estudiantes de la UTE ha señalado que la reforma universitaria en esa universidad no fue una reforma, sino una revolución, ¿estás de acuerdo con eso?
Yo creo que fue la universidad que se puso realmente al servicio del proceso que vivía el país, es decir, fue absolutamente funcional al gobierno popular. Y por supuesto que hay una serie de cosas que son muy trascendentes, empezando por la democratización de la universidad, pero esas son condiciones que permitieron lo otro. Lo importante es esta búsqueda de la forma en que una universidad podía estar ahí donde se necesitaba; en el incremento de la producción, por ejemplo, en la formación de los trabajadores, ahí donde se requiriera, era una voluntad. No digo que lo hayamos hecho fantástico, pero todos los esfuerzos fueron puestos ahí. El convenio CUT-UTE fue eso, formó parte de la reforma y nosotros con el jardín infantil formamos parte del convenio también.
—Has hablado de las mujeres. Precisamente uno de los cuestionamientos que se le ha realizado a la UP es que no haya tenido en su programa un punto específico sobre la situación de la mujer. ¿Fue la UP un gobierno machista? ¿Qué opinas del rol de las mujeres durante la UP?
Nunca me había planteado el tema. El proyecto del gobierno popular era un proyecto feminista, sin duda. La inserción de la mujer al trabajo fue un gran tema. Efectivamente, los problemas de las mujeres son problemas culturales, pero son también problemas económicos. Gran parte de las mujeres que aceptan el maltrato lo hacen porque no tienen otra solución económica, porque su trabajo a cargo de los niños, a cargo de esta economía familiar, a cargo de los adultos mayores, de los enfermos, de la sobrevivencia en la familia, no es remunerado y no se puede salir de la protección económica del hombre —protección entre comillas. En esa época era todavía peor, sin duda era mucho más dramática la situación de las mujeres; recién empezaba la contraconcepción, la píldora tenía poquitos años, imagínate lo que era la cantidad de niños.
—¿Cómo enfrentó la UP lo relacionado con la economía y la autonomía de la mujer?
Yo creo que nuestro programa apuntó a eso. Y la construcción de los jardines infantiles fue lo máximo que podía alcanzarse en ese momento desde el punto de vista económico, es decir, el país no podía producir más jardines infantiles ni más personal para cubrir lo que nosotros tratamos de hacer.
—¿Avanzamos como mujeres con la Unidad Popular?
Por supuesto que avanzamos. Se hizo el máximo, y el problema de la dependencia económica era el más importante desde el punto de vista feminista. ¡Cómo iba a haber otro más importante que ese! Por supuesto que hubo otras cosas, hay que ver todo el trabajo de tantos años de formación de una salud pública y todos los esfuerzos que se hicieron con respecto a la contracepción, por ejemplo. Los grandes teóricos de salud pública eran chilenos, y la contracepción era el gran tema. Se hacían abortos clandestinos y la cantidad de mujeres que morían por eso era tremenda, no hay comparación con lo que pasa hoy día. Todo lo que se hizo en medicina se acrecentó durante la UP. Para mí ese fue el compromiso real con las mujeres de la época.
—Tú eras una mujer militante. ¿Cómo vivías esa militancia en un contexto de tanta transformación?
Me identifiqué con muchas mujeres dirigentas. Primero con la Dolores Ibárruri, mi gran referente de chiquitita, era mi ídola. Pero luego también estaban Julieta Campusano, Elena Caffarena, Olga Poblete, en todo el movimiento por la paz, que fue muy importante porque el tema de la guerra era tremendo en esa época, y había grandes mujeres que pensaban muy bien. Además, había modelos identificatorios nuestros, estaban la Gladys (Marín), la Ruth y la Mireya Baltra, teníamos modelos, sin duda, y mujeres que en el partido se destacaban y otras compañeras que eran menos destacadas, que no eran figuras públicas, que eran esas militantes de base y eran la fuerza del partido, de las que yo tengo el mejor recuerdo. Marta Ugarte no era una de las mujeres públicas, pero en el gobierno popular asumió tremendos roles, importantísimos. Era una mujer que uno veía en los locales, trabajando y estando, tomando los nombres de los que llegaban a la reunión, la secretaria. Entonces, eran los modelos de nosotras.
—Este año el llamado de las organizaciones sociales fue conmemorar el triunfo de la UP bajo el lema un pasado lleno de futuro. ¿Cuál es el futuro del proyecto político, social y cultural de la Unidad Popular en el Chile actual, con una nueva Constitución y movilizaciones?
La UP fue un periodo en que el pueblo logró estar en el poder y empezar a construir una sociedad de derechos. Fue un proyecto inconcluso que continúa, es el hilo conductor de más de 100 años de lucha por construir una vida mejor, una vida más justa. Que la cultura del pueblo sea la que predomine para mí es el gran tema, es un cambio cultural muy grande. Que tome la palabra el pueblo sobre la realidad, eso me parece que es el proceso constante, y eso fue la culminación en el gobierno popular, truncada por la dictadura con tanta brutalidad. Y seguimos en eso, y seguiremos quizá cuanto tiempo más, porque no son algunos años, es una construcción muy larga.
—Has dicho que todavía estamos trabajando el pasado, que son recién 50 años.
Exactamente. Imagínate, yo tengo dos bisabuelas que fueron dirigentas sindicales, entonces no me vienen con que esta cuestión es rápida. Son procesos larguísimos, que atraviesan generaciones. Es así y esa es la vida. Mi papá decía ‘yo no compro casa porque va a llegar el socialismo’, y por eso nunca tuvimos casa (risas). Esto es mucho más largo, la resistencia es una forma de vida, y es además la mejor forma de vida, de eso estoy convencida.
—¿Y qué rol tienen los partidos políticos en este proceso, en un contexto en que se los cuestiona fuertemente?Para mí no es imaginable una vida sin un partido porque somos individuos que se nutren de los otros, construyen con otros y la vida es con otros siempre, esto es necesario en todo orden de cosas. Los partidos, y mi partido en particular, son una escuela. Es obvio que uno es colectivo, que uno tiene pensamientos y proyectos que comparte con otros, una construcción en la vida que es compartida; y ahí están los partidos, sobre todo en cosas tan importantes como construcciones sociales grandes como la política. ¿Cómo vas a cambiar cosas si no confluyes con otros en un proyecto? Yo participo en algunas asambleas, y en las asambleas se están formando pequeños partidos. Una asamblea es como el nacimiento de un pequeño partido, que va a durar un tiempo, posiblemente se liga con otros partidos o forma partidos más grandes, algo va a pasar, pero es la formación de un partido si lo que buscan es tener una cierta homogeneidad de pensamiento y de estrategia.
—Con todo lo que está ocurriendo socialmente, ¿crees que es posible otra Unidad Popular?
Yo creo que hay cosas muy distintas, en particular, esto de la decadencia de los partidos revolucionarios. En el fondo quedamos bastante solos, porque el Partido Socialista tenía un rol muy importante en toda esta construcción que tuvimos en el pasado. En particular el PS porque es un partido grande, había otros partidos más chicos que también jugaron roles, pero actualmente nos vemos ante un panorama de partidos políticos mucho más debilitados, más corrompidos, con mucha menos claridad revolucionaria. También las organizaciones son mucho más débiles, no tenemos la CUT que teníamos antes, es decir, la organización del pueblo está muy debilitada. El movimiento social es demasiado espontáneo como para que uno cante victoria. Tiene condiciones, pero se requiere una organización que no tenemos todavía. Y la organización es indispensable, o si no los movimientos son derrotados. Y hay tanta experiencia de eso.
—¿Y ahí qué experiencia nos deja la UP?
Bueno, una experiencia terrible que deja la UP es que, a pesar de la madurez política de esa época, fuimos vencidos. La derecha tiene partidos políticos y tiene una conducción de su política mucho más sólida que la nuestra. La tenía y la sigue teniendo. Es un tremendo tema, tenemos un momento fantástico hoy día, es increíble que sin partidos este pueblo se levante.
—«Lo imposible sucedió», dijo la historiadora Verónica Valdivia en relación a la UP. ¿Se puede aplicar para lo que ocurre tras el 18 de octubre?
Es increíble. Me llama la atención la manera de comunicarnos que tenemos los chilenos. Uno lo ve en las redes, pero antes lo veía también en los diarios, con los chistes. Hay una cultura popular chilena impresionante, que logra enfrentar a los grandes medios de comunicación y a la cultura dominante. Pero no basta, porque la cultura política es muy importante, es indispensable. Sin un movimiento que tenga mayor solidez política cuesta imaginar cómo vamos a seguir avanzando. No tenemos las mismas condiciones que en el 73 o el 70, tenemos condiciones más difíciles.
— ¿Venceremos?
Igual venceremos, y aunque no venzamos, estamos venciendo cada día, yo de eso ya me convencí, me resigné: lo importante es la resistencia. Imagínate vivir sin eso, vivir sin resistir, qué vida más triste. Si eso de «el día que el triunfo alcancemos» ha sido el lema de mi vida.