Dos han sido las marchas multitudinarias que la agrupación “No + AFP” ha realizado en menos de un mes. De estas manifestaciones nacionales, a las que ha concurrido un público transversal, no ha emergido una tesis única respecto al modo de mejorar el sistema, pero sí una conclusión compartida: los chilenos no pueden vivir con las pensiones que ofrecen las AFP tal como las conocemos.
Por Gustavo González | Fotografía de portada: Martín Bernetti / AFP | Fotografías de interior: Sofía Brinck
Un millón de chilenas y chilenos marchó el 24 de julio en todo el país, convocado por la consigna “No + AFP”. Justo en la antesala de la segunda marcha, que se realizó con gran éxito el 21 de agosto, comenzaron las señales del Gobierno, de la “industria” (las comillas son válidas) y de los “expertos” (ídem), quienes construían un consenso de las capas dirigentes, que apunta a garantizar la supervivencia de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) a contrapelo de la ciudadanía.
El discurso por cadena nacional de la Presidenta Michelle Bachelet el 9 de agosto, en la víspera del caceroleo, fue en rigor un rechazo a la demanda de “No + AFP” desde el momento en que descartó el retorno a un sistema de reparto para las pensiones. Con ello ratificó la prevalencia del sistema de capitalización individual, aunque introdujo un tenue asomo de una modalidad mixta, con un pilar solidario a financiar con un 5% extra de cotización previsional a cargo del empleador.
En cualquier caso, un pilar solidario relativo, que representaría un tercio del ahorro previsional, aumentado del actual 10% a 15% del sueldo. Sin embargo, antes de que la criatura nazca ya corre el riesgo de ser desnaturalizada, porque en el cúmulo de reparos que desata subyace la esencia del actual sistema, que quiere seguir apuntalando la capitalización individual, por una parte, y que por otra sugiere una administración de las platas de este 5% que podría recaer en las propias AFP y en ningún caso en el Instituto de Previsión Social (IPS) o en otra entidad estatal.
Como siempre, hay un carnaval de opiniones y juicios de economistas, gerentes, parlamentarios, ministros, condimentados con contradictorias encuestas, que ponen en el centro del debate este asunto del 5%, su administración y las posibilidades de que una parte de este porcentaje se quede en la capitalización individual.
Adicionalmente, se discute sobre la creación de la AFP estatal, reiterada por Bachelet el 9 de agosto. También se opina en las cúpulas políticas y empresariales acerca del impacto del control sobre las comisiones ocultas de las administradoras privadas. Y se instala como gran tema, con perfume a amenaza, el carácter de “impuesto al trabajo” que va a tener el 5% con cargo al empleador y su impacto en el empleo y en la inflación.
La crisis de las pensiones es el gran tema de hoy. Se discute en consejos de ministros, desde donde trascienden las diferencias entre la Ministra del Trabajo, Ximena Rincón, que aboga por un fondo solidario para recaudar y redistribuir el 5%, y sus colegas de Hacienda, Rodrigo Valdés, y de la Presidencia, Nicolás Eyzaguirre, proclives a la capitalización individual. El presidente del Banco Central, Rodrigo Vergara, sale también a la cancha y sintoniza con Valdés y Eyzaguirre.
La Presidenta Bachelet conversa sobre las reformas al sistema de pensiones con la Confederación de la Producción y el Comercio. Los ministros, a su vez, se reúnen con los ejecutivos de las AFP y desde el Gobierno, el Congreso y los partidos comienzan a tirar líneas sobre la implementación de las reformas en el marco del “gran pacto nacional” planteado por la Mandataria. El test electoral de las municipales de octubre, así como el lanzamiento de la carrera presidencial el próximo año, gatillan una cierta urgencia que llama a tener definiciones de aquí a diciembre, lo cual ratifica que este es un “tema país”, como le gusta decir a los políticos, aunque no se esté resolviendo precisamente de cara a todos los chilenos.
Porque resulta sintomática la virtual exclusión entre los interlocutores del Gobierno de las voces disonantes. El dirigente sindical Luis Mesina, principal activista del movimiento “No + AFP”, convocante de las marchas del 24 de julio y del 21 de agosto, no es invitado a La Moneda y está prácticamente excluido de los medios, luego de sus sólidas intervenciones en foros televisivos que dejaron mal parados a más de algún analista y periodista, en particular su presentación en el programa “Mejor hablar de ciertas cosas” de TVN del 31 de julio.
Tampoco la gran prensa ha dado un trato equitativo a los planteamientos díscolos dentro de la coalición gubernamental, como los del ex senador democratacristiano Ricardo Hormazábal, quien dijo que los anuncios presidenciales sobre las pensiones fueron “mucha paja y poco trigo”. Tampoco se da tribuna frecuente al economista Manuel Riesco, director del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (Cenda), afín al Partido Comunista, que ha elaborado numerosos informes sobre el carácter regresivo del sistema de jubilaciones.
¿Dónde está el piloto?
El programa de la Nueva Mayoría se hacía cargo del problema de las pensiones, pero tras el informe de la Comisión Bravo, que sesionó durante 16 meses entre abril de 2014 y julio de 2015, el Gobierno se concentró en otras materias consideradas más urgentes, entre otras la gratuidad universitaria y la desaceleración económica, presionado a la vez por los malos resultados en las encuestas de popularidad y aprobación a la gestión del Ejecutivo.
Se llegó a decir que la resolución de la crisis de las pensiones quedaba como tarea para el próximo gobierno. Pero al margen del buen o mal orden de prioridades, el problema estaba ahí, como una bomba de tiempo o, si se quiere, como un acumulado de rocas y lodo en un dique a punto de ceder, apenas cayera en él un peñasco de cierto volumen.
A la ex subdirectora técnica de Gendarmería, Myriam Olate, le cupo el triste mérito de desbordar el dique, cuando trascendió que gozaba de una pensión superior a los cinco millones de pesos. No era la única favorecida con el botín de este servicio dependiente del Ministerio de Justicia, pero su connotación como esposa del diputado socialista Osvaldo Andrade fue el condimento para elevar la rabia acumulada en la cadena de episodios de corrupción que tienen a mal traer el prestigio de los políticos.
Tras la exitosa marcha pacífica y familiar “No + AFP” del 24 de julio comenzaron a sonar los timbres de alarma. Algunos presidentes de administradoras abrumaron a sus afiliados con cartas en que se presentaban como víctimas de una campaña de desprestigio, al tiempo que resaltaban las bondades de la capitalización individual con un discurso que puede ser calificado de ochentero, es decir, que reflotaba los argumentos que dieron origen en noviembre de 1980 a las AFP, con el entusiasta José Piñera como padre de la criatura.
¿Valiente o autorreferente? ¿Consecuente o ególatra? Bajo cualquiera de estas categorías, el que fuera Ministro del Trabajo de la dictadura se sintió interpelado por la marcha del 24 de julio y se apresuró a viajar a Chile para defender su modelo. En sucesivas presentaciones televisivas hizo ostentación de un histrionismo autosuficiente, sordo a los múltiples casos de jubilados que malviven con pensiones miserables presentados por los propios canales.
En el marco del retorno de Piñera, TVN reflotó el video de una charla que dio el año 2010 en la universidad guatemalteca Francisco Marroquín, donde relataba con entusiasmo su diálogo con un piloto, que llevaba ahorrados 400 mil dólares en su pensión y planeaba tener reunidos 750 mil dólares a los 65 años para ir a gozar de su buen retiro a alguna isla caribeña.
Gracias a su buen piloto, José Piñera puede ignorar olímpicamente la realidad de unos 400 mil chilenos que ahorraron durante 35 años en un fondo de pensiones y que hoy tienen una jubilación de apenas 118.000 pesos al mes, como recordó el ex senador Hormazábal. Lo determinante, a despecho del entusiasta discurso del ex ministro de la dictadura, es que la mayoría de las pensiones en Chile hoy equivalen a sólo 34% del sueldo del cotizante al momento de jubilar, muy por debajo del 70% que el propio Piñera prometía en 1980.
El comodín del populismo
Las AFP comenzaron a existir en 1981. La reforma previsional de la dictadura fue parte de las “modernizaciones” que el régimen de Augusto Pinochet impuso como parte de un proyecto de refundación del Estado chileno. Bajo el dogma neoliberal se trataba de reducir el sector público a su mínima expresión, consagrando la libertad individual como eje de las relaciones económicas y sociales.
José Piñera fue un adalid de estas modernizaciones, que incluyeron, además de la reforma previsional, el Código Minero, que reabrió la gran minería del cobre a los privados; el Código Laboral, que en nombre de una peculiar libertad de trabajo arrasó los derechos sindicales; y la reforma de la salud con la creación de las Isapres. Bajo un estado de excepción, con partidos políticos proscritos, un Parlamento clausurado, sin prensa opositora y un Poder Judicial sumiso, se impusieron paradojalmente estas transformaciones como paradigma de la libertad.
En la superficie, el argumento para reformar las pensiones fue que los sistemas de reparto, administrados por cajas previsionales y con apoyo estatal, no sólo eran impositivos, sino que impedían multiplicar adecuadamente los recursos, considerando que éstos se tornarían insuficientes con el envejecimiento de una población en la que los jubilados crecerían a mayor ritmo que la fuerza laboral activa. Por tanto, era una solución inteligente optar por la capitalización individual, en que cada uno tendría la pensión que fuera capaz de ganar, lo cual era a su vez un estímulo para ahorrar.
Lo que no se dijo y que hasta hoy los sostenedores de las AFP se niegan a reconocer es que en los hechos se produjo una expropiación de los ahorros previsionales en beneficio de los grupos económicos que contarían desde entonces con cuantiosos recursos de inversión. Fue, a su modo, una reforma del mercado de capitales, cuyos resultados están hoy a la vista: las AFP administran 1.700 millones de dólares, que equivalen a dos tercios del PIB chileno.
Sin duda se ha creado mucha riqueza, de lo cual dan cuenta las utilidades del sistema, pero con una tendencia regresiva en cuanto a su distribución. “Las AFP recaudaron en abril 500 mil millones de pesos, sólo en cotizaciones obligatorias, y pagaron un millón de pensiones a 200 mil pesos cada una, lo que son 200 mil millones de pesos. Es decir, recaudaron 500 mil millones y pagaron 200 mil millones y eso lo vienen haciendo todos los meses desde que se crearon”, sostuvo Manuel Riesco en una entrevista radial.
La contradicción es tener, entonces, un sistema que da pensiones escuálidas y al mismo tiempo es un pilar irrenunciable del modelo neoliberal. Numerosas investigaciones periodísticas dan cuenta del entramado de las AFP, que no es sólo económico-financiero, sino también político. Too big to fail, demasiado grande para caer. La analogía que hizo el diario electrónico El Mostrador con los responsables de la crisis subprime de 2008 es acertada.
Por eso, desde el establishment se descarta a priori la posibilidad de volver a un sistema de reparto para las pensiones, bajo el argumento de que sería una medida “populista”. Un término que sirve de comodín para desacreditar toda propuesta que vaya en contra del sentido común neoliberal.
¿Alejandro Magno o Houdini?
Harry Houdini fue el seudónimo de un mago y malabarista de origen judío, nacido en el Imperio Austro-Húngaro, que vivió entre 1874 y 1926 y se hizo famoso en los Estados Unidos sobre todo por su habilidad como escapista: se libraba de camisas de fuerza en críticas circunstancias, escapaba de baúles atados con numerosas cadenas y candados sumergidos en el mar y deshacía nudos imposibles de gruesas sogas, entre otras hazañas.
En esto de los nudos imposibles, muchos años antes de Houdini –en el 333 antes de la era actual, para ser exactos– el conquistador Alejandro Magno se enfrentó al desafío de desatar el mítico nudo gordiano como requisito para conquistar Frigia. El emperador macedonio no se hizo problemas y en lugar de bregar con los voluminosos cordeles sacó su espada y los rebanó de un tajo. La leyenda cuenta que Zeus validó el acto: “da lo mismo cortar que desatar”.
En la crisis del sistema previsional chileno pareciera que el Gobierno pretende desatar nudos de la superficie en un empeño que tendrá resultados parciales. El baúl de las administradoras de los fondos de jubilación está poderosamente blindado y ni siquiera Houdini podría escapar de él. Distinto sería el panorama si se optara por el método de Alejandro Magno. Tal vez la movilización ciudadana bajo el lema de “No + AFP” conduzca hasta allá, aunque la tarea se ve casi imposible.