Las últimas semanas han inquietado al economista, Chicago boy disidente y Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. No sólo lo ha impresionado la creatividad de la protesta y lo ha conmocionado la violencia, sino que también lo ha interpelado la respuesta de la política, que hasta ahora mantiene la inercia que le ha “sacado los choros del canasto” a ciudadanos y ciudadanas que hoy claman por el cambio del modelo económico. ¿Se pueden hacer reformas estructurales al neoliberalismo? Es perfectamente posible, dice el Doctor en Economía.
Por Jennifer Abate C.
—¿Cuáles son sus reflexiones tras estas semanas de estallido social en Chile?
Primero, estoy impactado por la intensidad y la variedad de las manifestaciones y de las profundas virtudes que tienen para que Chile mejore en el futuro, e impresionado por la cara negra de la destrucción, que está dañando a la mayoría de los chilenos y mucho más a los vulnerables. La segunda reflexión es que veníamos acumulando insatisfacciones, con varios colegas estábamos advirtiendo hace tiempo que hay que acelerar ciertos ritmos para que Chile avance hacia el desarrollo, que implica un buen empleo, buena situación en el hogar, mejoras persistentes a través del tiempo. Esto había sucedido en alguna proporción muy positiva en algunos años desde el retorno a la democracia, pero después se había ido debilitando y hemos ido perdiendo fuerza.
—El jueves 28 de noviembre, un grupo de economistas, entre los que está Roberto Zahler, Carlos Ominami, Claudia Sanhueza, Andras Utthof y usted, entregó una serie de propuestas para potenciar la agenda social en Chile. ¿A qué tipo de medidas apunta este texto, que pone el acento en pensiones, salud y empleo?
Somos un grupo de economistas de centroizquierda decididos a aportar para ayudar a que mejoremos el futuro en vez de empeorarlo. Nos hemos centrado en el crecimiento. ¿Qué significa crecimiento? Es mejorar situaciones de empleo, posibilitar el aumento de los salarios. Es un tremendo error pensar que sólo los neoliberales quieren crecimiento. Los neoliberales han sido malazos en el crecimiento, la dictadura no dio crecimiento para la mayoría de los chilenos, dio poquito; poco concentrado en pocos, lo que significó enriquecimiento de unos y empobrecimiento de la mayoría del país.
—O sea, buscan que la idea del crecimiento económico no sea sólo patrimonio de la derecha.
Es patrimonio de la centroizquierda: los primeros nueve años de democracia crecimos a más del doble de la velocidad de la dictadura, mejoraron los salarios, las cifras de pobreza se redujeron a la mitad. Nosotros sabemos hacer eso mucho mejor que la derecha, pero en estos últimos veinte años hemos perdido velocidad. Ampliamos el espacio de lo posible y no lo estamos aprovechando. Estamos entregando ciertas herramientas que debería usar la autoridad económica y que han sido entregadas al mercado. La autoridad no puede ser un súbdito de los caprichos del mercado, sobre todo cuando se trata del mercado especulativo. Un buen país no puede vivir, no puede mantenerse si está en las manos de la especulación financiera.
¿De qué manera se relaciona la especulación financiera de la que habla con las crisis del modelo neoliberal?
La globalización pasa por las exportaciones, la inversión extranjera crece mucho cruzando fronteras, y en los últimos 20 años lo que creció abrumadoramente fueron los flujos financieros. ¿Qué es esto? Plata de algunos entes inversionistas en Nueva York, California o Londres que se comienzan a invertir en la bolsa chilena, en la bolsa argentina, etc., y entran a comprar acciones, les prestan plata a las empresas de distintos países y le compran bonos. Eso se llama flujo financiero internacional. El problema es que esas platas son muy volátiles, llegan a veces con mucho entusiasmo y de repente se van para otro lado. Si uno se acostumbró a esa plata, ¿qué sucede cuando no llega? El dólar se abarata porque llega la moneda extranjera, hay más importaciones de bienes de consumo (las platas financieras no van a la inversión productiva, van al consumo de lo importado) y lo importado no lo producimos nosotros, lo producen otros. Si uno empieza a comprar muchos productos importados está castigando a los productores chilenos, se empieza a reemplazar una cosa por otra y se va produciendo este fenómeno que nos deja con escasez de algo a lo que nos habíamos acostumbrado. Eso produce desempleo, baja de salario y ha sucedido muy frecuentemente. En los últimos 20 años ha ocurrido cuatro, cinco veces en América Latina y en Chile.
—De alguna manera deberíamos salir del paradigma de que el mercado “sabe” y que puede decidir por cuenta propia. Lo que hemos visto en los últimos años es precisamente eso, que la política dejó de tomar decisiones que quedaron sólo en manos del mercado. En ese contexto, ¿qué posibilidades reales tenemos hoy de que se instale con fuerza la disputa por el modelo económico que nos rige?
Bueno, el tema no sólo está en Chile, todos estamos pensando con qué se reemplaza el neoliberalismo. La decisión no es entre “mercado y no mercado”, sino sobre qué mercado y quién manda en lo estratégico, y ahí están las políticas públicas, un conjunto de políticas públicas que deben empujar una transformación productiva. Tenemos una torta chica y hay que agrandarla creciendo en los sectores bajos y medios y reduciendo la volatilidad y la informalidad. ¿Son estas cosas posibles? Claro que es posible. Lo hicieron en su época los europeos en la posguerra con una economía destruida. Reconstruyeron un sistema de manera inclusiva, con participación muy importante de los trabajadores. Son cosas posibles y no hay que creer eso de que “en estos tiempos no se puede porque está la globalización”.
O sea, ¿no se trata de un camino sin salida?
Tenemos que corregir la globalización. No podemos cambiar la globalización del mundo, pero podemos manejar lo que entra a nuestro mercado interno; no podemos manejar qué les pasa a nuestras exportaciones afuera, va a depender de lo que pase en el mercado de demanda del cobre, qué se yo, pero adentro podemos hacerlo, lo hicimos entre el 90 y el 96.
—Y en términos concretos, ¿cómo se cambia un modelo político y económico?
Tenemos que corregir la Constitución, que daba algunos espacios, pero quitaba otros. Pudimos avanzar en los 90 con esa Constitución, pero te ponía trabas. La nueva Constitución no debería poner esas trabas, debería abrir espacios.
—Usted suele hablar de gradualidad y respecto a la consigna “no son 30 pesos, son 30 años” ha dicho que las últimas tres décadas no han sido homogéneas en nuestro país, que ha habido avances y retrocesos, pero que definitivamente no enfrentamos el mismo panorama que teníamos cuando se derrocó la dictadura.
Sí, decir que no pasó nada en 30 años es un profundo desconocimiento de la realidad y cuando uno desconoce la realidad se dispara a los pies, es un suicidio. De partida, los 30 años perdonan a la dictadura, y los 17 años de la dictadura dejaron profundas huellas regresivas y una torta mediocre, lo que se llama el PIB, el Producto Interno Bruto. Durante los primeros años de la democracia crecimos, la torta se agrandó, aumentó el empleo, la desocupación disminuyó y se acortó la brecha de salarios entre hombres y mujeres. En los 90 controlamos los mercados financieros, el Banco Central puso barreras a los flujos especulativos, subió los impuestos, les puso impuestos a las empresas, pero tuvimos que esperar otros 20 años para la reforma que hizo la presidenta Bachelet. Tuvimos que esperar 24 largos años y deberíamos haber hecho reformas tributarias cada diez años, razonables, graduales, que van preparando el terreno. Hacer eso en el momento oportuno hace una gran, gran diferencia.
—¿Cree que lo que estamos viendo actualmente tiene que ver con una acumulación de insatisfacción producida por todas esas medidas que no se tomaron a tiempo?
Creo que lo que sucedió es que se iban detectando problemas y se iban tirando para adelante. Hubo inercia en educación, inercia en el Sename, inercia en lo tributario, inercia en la capacitación laboral, inercia en las pensiones. Recién en 2008 tuvimos una gran reforma con la presidenta Bachelet y eso fue un salto cuántico, significativo, pero no llegó a la meta, la meta estaba más adelante.
—Ha mencionado en varias ocasiones a la presidenta Bachelet y hace algunos meses se refirió a las críticas que ella recibió por su manejo económico a pesar de que sus cifras no habían sido tan escuálidas. ¿Cree que el actual estallido pudo haberle ocurrido a la presidenta Bachelet o a otro presidente antes que ella o tiene que ver con las características del gobierno del presidente Piñera?
Me saca mucho de mi ámbito de entrenamiento. Creo que ha habido un cúmulo de errores en los proyectos de reforma, partieron mal, varios de ellos sacaron los choros del canasto y después hubo inercia para responder oportunamente. Como he repetido en los años 96 y 97, “cuidado con seguir abusando de la paciencia de la gente”. Todos los gobiernos, desde el actual hasta finales de los 90, fueron deficientes en el manejo macroeconómico, no tomaron medidas suficientemente adecuadas para librarnos de estas fluctuaciones, de esta especulación proveniente del exterior. Nos abrimos de brazos frente a eso.
Esta entrevista es una breve síntesis de la que se realizó el 29 de noviembre de 2019 en el programa radial Palabra Pública de Radio Universidad de Chile, 102.5.