Reimaginar el desarrollo: de utopía postergada a tarea urgente

La frecuencia con que escuchamos frases como “diversificar las exportaciones”, “transformar nuestra matriz productiva” o “crecer respetando el medio ambiente”, parece tener una relación indirectamente proporcional con nuestra capacidad de ponerlas en práctica. Una realidad que puede cambiar después de una crisis social y sanitaria que hasta los más conformistas reconocen podría ser un punto de inflexión en la manera como Chile se desarrolla. En la antesala de un proceso constituyente que forzará la toma de definiciones en la materia, conversamos con Ricardo Ffrench-Davis, Maisa Rojas y José Miguel Ahumada para encontrar señales que nos guíen por ese camino.

Por Francisco Figueroa 

La economía chilena enfrenta serias dificultades para encontrar una senda de desarrollo justo y sostenible. El dilema no es nuevo: Chile completa 20 años de productividad estancada y al menos 15 de bajo crecimiento. Pero lo añoso del dilema no le ha quitado complejidad. Por el contrario, las crisis social, ambiental y sanitaria han enredado los propios términos del dilema y ampliado significativamente sus alcances. ¿Se escondían nuestras desdichas actuales en los logros pasados? ¿Cuánto aguanta el planeta el imperativo del crecimiento? ¿Son siquiera preguntas que la sociedad y el Estado puedan responder? ¿O estamos indefectiblemente en manos de los superricos?

Ricardo Ffrench-Davis, cofundador de CIEPLAN y Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, reduce la incertidumbre reponiendo la centralidad de la desigualdad: “no hay crecimiento sostenible si no es incluyente”. Maisa Rojas, directora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y presidenta del Comité Científico de la COP25 para Chile, pone sus esperanzas en el camino hacia la carbono-neutralidad: “nos obliga a pensar en el largo plazo”. Y José Miguel Ahumada, profesor del Instituto de Estudios Internacionales y especialista en economía política del desarrollo, reconoce lo difícil pero ineludible de “introducir una racionalidad pública” en la determinación de las inversiones de los grandes grupos económicos.

El economista y académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, Ricardo Ffrench-Davis.

RICARDO FFRENCH-DAVIS: “PARA TENER UN CRECIMIENTO SOSTENIDO TIENES QUE ACORTAR LAS DISTANCIAS ENTRE LOS DE ARRIBA Y LOS DE ABAJO” 

—La crisis social que estalló en octubre parece haber develado la contracara negativa de cosas que considerábamos logros económicos. ¿Cómo se relacionan las virtudes y los defectos del desarrollo económico chileno de las últimas décadas?

Es muy interesante entender cómo fue posible que los primeros siete u ocho años de los últimos 30 hiciéramos logros tan importantes en reducción de la pobreza, del desempleo, crecimiento del producto e inversión productiva. Eso, en mi interpretación, fue consolidando esperanzas. Pero fueron apareciendo vicios tremendos (financiamiento de la política, Sename, ataques a las mujeres, colusiones), las reacciones fueron muy lentas debiendo haber sido brutales, y se deterioró la política macroeconómica. Chile, en 1990 y 91, fue contra la corriente poderosísima del Consenso de Washington al controlar la cuenta de capitales (los flujos especulativos) y el precio del dólar, nuestro nexo con la economía internacional. Pero el 99 el Banco Central retrocede y entrega el manejo de esas dos variables cruciales a los mercados financieros internacionales, y se colgó 100% de una creencia neoliberal profundamente equivocada: si frenamos la inflación, el resto se ajusta automáticamente. Nuestros empresarios empezaron a irse y parte de ese espacio lo ocupó la empresa extranjera. Tú no puedes hacer desarrollo incluyente y que las empresas extranjeras sean muy determinantes. Hubo un adormecimiento de nuestra dirigencia.

Ese crecimiento de cuya ralentización eres crítico, ¿importa en cantidad tanto como en calidad?

En el mundo se ha ido aprendiendo que no hay crecimiento sostenible en el tiempo si no es incluyente. El mercado libre es ineludiblemente generador de desigualdad, que es mala para la innovación, la diversificación productiva, las pequeñas y medianas empresas. Para tener un crecimiento sostenido tienes que acortar las distancias entre los de arriba y los de abajo. Eso ha ido tomando fuerza en los analistas más avispados del ámbito de la economía. Para crecer tienes que hacer crecimiento incluyente en el proceso, no después. ¿Lo ha hecho alguien? Europa occidental, Canadá y el Estados Unidos de Roosevelt. Con educación pública, a la que van ricos y pobres y apostando por la innovación no arriba, sino también desde abajo. Tenemos que agregar el manejo de nuestra macroeconomía, nuestro tipo de cambio, nuestra demanda agregada, nuestras tasas de interés. No podemos manejar la macro mundial obviamente, pero sí la interna; eso se hizo en los noventa eficazmente.

¿Y podemos diversificarnos con la actual matriz primario-exportadora?

No hay que perder lo que tenemos. Son decenas de miles de millones de dólares al año que financian nuestras importaciones. Necesitamos que eso se desarrolle, agregándole valor, y desarrollar nuevas actividades. La coreana era una economía agrícola el 65 y se convirtió en una economía industrial campeona en el mundo. Si somos el principal exportador de cobre en el mundo, ¿por qué no podemos producir más bienes y servicios intermedios para su producción e incluso exportarlos? Algo producimos, pero podríamos mucho más. E imitar a los oceánicos y los escandinavos, que pasaron de exportar troncos de árboles a casas y tableros y tecnología. Para exportar bienes intermedios que hoy importamos, podemos cooperar con nuestros vecinos cupreros. Entrar al mundo con otros de la región.

Al financierismo opones el productivismo, paradigma también cuestionado por la crisis socioambiental. ¿Se puede conciliar desarrollo y medio ambiente?

Claro que sí. En todo lo que es renovable, regular mejor los volúmenes de manera que no liquide la renovabilidad. El yacimiento de cobre no es renovable, lo sacas y te va a quedar el hoyo. Ahí, yo digo, que no nos preocupe que quede el hoyo, pues da empleo e ingresos hoy. Lo importante es que, cuando lo saques, no destruyas el agua de los ríos y el aire. Eso significa costos y hay que pagarlos. No se puede pensar sólo en el PIB de hoy día, hay que avanzar en los valores agregados para suplir el agotamiento de lo no renovable. Entre otros, son muy importantes los impuestos verdes. Tienen que conversar medio ambiente y economía, capital y Estado, y para eso hay que estar a favor de todo tipo de acuerdos, pero sin ceder las banderas centrales de lucha. Haber cedido esas banderas el 99 (tipo de cambio y cuenta de capitales libre, macro manejada por los mercados financieristas, que viven de la especulación) ha sido mortal para Chile, nos deterioró el empleo y la economía.

¿Qué principios económicos y rol del Estado en la economía debiéramos consagrar en una nueva Constitución?

La economía al servicio de la gente. Con una visión latinoamericanista: construyamos desarrollos convergentes con nuestros vecinos. Y una economía que sea amigable con el medio ambiente, participando, adoptando y siguiendo fielmente acuerdos internacionales en la materia como Escazú, y aplicando las políticas internas para eso, incluido el sistema tributario que requiere recaudar más y progresivamente.

“En el mundo se ha ido aprendiendo que no hay crecimiento sostenible en el tiempo si no es incluyente. El mercado libre es ineludiblemente generador de desigualdad, que es mala para la innovación, la diversificación productiva, las pequeñas y medianas empresas”. 

Ricardo Ffrench-Davis es doctor en Economía de la Universidad de Chicago, Estados Unidos, profesor titular de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile y cofundador y director de la Corporación de Estudios para Latinoamérica (CIEPLAN). Presidió el Comité de las Naciones Unidas de Políticas para el Desarrollo (2007-2010) y fue galardonado con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2005). Es un activo integrante del Foro para un Desarrollo Justo y Sostenible.

MAISA ROJAS: “EL CONCEPTO DE BIEN COMÚN DEBE ENTENDERSE INDISOLUBLEMENTE RELACIONADO CON LA NATURALEZA”  

En 2018 nos dijiste que la crisis de la cual el cambio climático es síntoma “es el resultado de una construcción masculina del planeta y su desarrollo”. ¿Puedes ahondar en esa afirmación?

Lo central es que es una crisis de desarrollo y parte de esa crisis es una manera masculina de desarrollarse, de una visión de un mundo con recursos infinitos que uno puede conquistar. Es momento de instalar valores dentro de la esfera pública que asociamos a lo femenino. Tradicionalmente, tenemos un set de valores que apreciamos en la esfera pública y otro distinto para la privada. En la esfera privada está bien la empatía, la solidaridad, la colaboración; el cuidado, digamos. Pero para la esfera pública valoramos la competencia, la no colaboración, la conquista. Ese es el problema. Ha llegado el momento de apreciar esos valores también en la esfera pública.

¿Por qué ese momento es ahora? ¿Qué lo define como crucial?

Desde mi perspectiva en cuanto a cambio climático, el momento actual se inicia en 2015 con la firma del Acuerdo de París, un punto de inflexión bien importante para -por lo menos en términos de emisiones- enfrentar esta crisis. Después viene, en 2018, el muy influyente informe del IPCC sobre calentamiento global, que dice que es posible todavía limitar el calentamiento a 1,5 [grados Celsius], un espacio relativamente seguro y justo para el desarrollo humano y de nuestro planeta, y que esa pequeña ventana de oportunidad se nos cierra en los próximos diez años. Y después viene, en 2019, un informe de biodiversidad que dice que más de 1 millón de especies están en peligro de extinción. Y bueno, siendo chilena, después viene octubre con una crisis social y marzo con una crisis sanitaria que nos hablan de lo mismo. Entonces, el “momento” se ha ido reduciendo de este siglo a esta década, a este año.

¿Y cómo piensas que estamos parados frente a lo que nos queda de ventana?

En muchos aspectos, estamos todos de acuerdo en que la pandemia es un punto de inflexión en cuanto a darnos cuenta de lo rápido que uno puede cambiar comportamientos. La capacidad de transformación social es muy impactante, y puede ser positiva justamente para enfrentar en particular el cambio climático. Es nuestra última oportunidad. Y hay señales superpositivas en Europa. Estados Unidos es otra historia y sabremos recién en noviembre qué resulta, y China es un misterio. Europa, por lo menos, está comprometida con la acción climática e incluso en el peak de la pandemia se comprometen con impulsar la reactivación económica con los objetivos de cambio climático y sustentabilidad en general. Yo diría que en América Latina se escucha el tema. Y créeme que en Chile también, aunque nuestro ministro de Hacienda no lo vea, lamentablemente.

Maisa Rojas es Doctora en Física de la Atmósfera de la Universidad de Oxford, Reino Unido, académica de la Universidad de Chile y directora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2

—Chile se ha comprometido a reducir las emisiones de carbono, pero, ¿es compatible el objetivo de esas medidas con seguir dependiendo de la extracción de recursos naturales?

Lo que uno quisiera es que el compromiso de Chile con ser carbono neutral signifique hacer las cosas de una manera distinta. Lamentablemente, uno sí podría ser carbono neutral y seguir siendo exportador de cobre. Para ser carbono neutral hay que, básicamente, transformar todas las fuentes de energía a renovables. Pero si las plantas solares las van a venir a hacer ingenieros de España o Italia, no tiene un gran plus versus si las hacemos acá, con la innovación que necesitan y si pensamos, más que en mega grandes centrales, en algo mucho más distribuido. Entonces, yo diría que es una tremenda oportunidad de cambiar, incluso si lo hacemos mal va a ser un país mucho mejor. Por ejemplo, eliminamos las zonas de sacrificio. Ahora, en cuanto a nuestra otra vulnerabilidad con el tema del agua, este camino hacia la carbono neutralidad permite un desarrollo muy distinto, pero no es automático. Lo que sí, es que nos obliga a pensar a largo plazo. Es una agenda a 30 años que va a determinar el desarrollo. En ese sentido, es una enorme ganancia para el país.

¿Qué actividades inciden más en la escasez hídrica y cómo la transición hacia la carbono neutralidad puede incidir allí?

Tiene que ver sobre todo con la agricultura y, por lo tanto, con el Código de Aguas, con tener una legislación que no toma en cuenta que vivimos en un clima cambiante. La idea detrás de los derechos de agua perpetuos es que el agua es una cantidad fija, y eso es una gran mentira, se contrapone a principios biofísicos. La carbono neutralidad a veces se piensa sólo como reducir las emisiones, pero va junto con la resiliencia, que es la capacidad de un grupo o sociedad o ecosistema para mantener sus características intrínsecas después de una perturbación o un cambio que es continuo.

En abril nos dijiste: “el cambio climático es el telón de fondo del siglo XXI y (…) definitivamente debe ser incorporado en una nueva Constitución”. ¿Cómo lo harías?

Lo primero es decir sí, el cambio climático es nuestro telón de fondo, nuestra realidad. Escribir estas reglas comunes cuando uno ya tiene ese entendimiento, va a ser bien determinante. Vamos a tener que ir avanzando en escribir una Constitución que incluya una relación distinta con la naturaleza. ¿Qué debiera decir exactamente? La verdad es que no me lo imagino todavía, porque la Constitución actualmente sí da el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, pero la realidad es otra.

Solemos invocar el principio de interés público contra empresas contaminantes que se amparan en el derecho de propiedad y la libertad de empresa, pero ese principio también puede interpretarse como hacer lo mismo, pero desde el Estado. ¿Cómo repensarías la noción de interés público?

Claro, creo que es el concepto de bien común, el bien común debe incluir no solamente a los habitantes, sino que entenderse indisolublemente relacionado con la naturaleza. Somos parte de este ecosistema, de este planeta, no puede haber bien común ni bienestar humano sin cuidar la naturaleza. En ese sentido, hay que incorporar una visión más amplia que sólo la antropocéntrica. Tenemos que pensar la distribución, la igualdad, dentro de los límites que nos ofrecen la naturaleza y este planeta.

“Para ser carbono neutral hay que, básicamente, transformar todas las fuentes de energía a renovables. Pero si las plantas solares las van a venir a hacer ingenieros de España o Italia, no tiene un gran plus versus si las hacemos acá, con la innovación que necesitan”. 

Maisa Rojas es doctora en Física de la Atmósfera de la Universidad de Oxford, Reino Unido, profesora asociada del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile y directora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, de la misma casa de estudios. Presidió el Comité Científico Asesor de la COP25 para Chile y es investigadora del Núcleo Milenio en Paleoclima del Hemisferio Sur.

JOSÉ MIGUEL AHUMADA: “ES URGENTE CIERTO NIVEL DE PARTICIPACIÓN PÚBLICA EN LOS GRANDES CONGLOMERADOS ECONÓMICOS” 

—Hay quienes sostienen que nuestro problema es el “capitalismo de amigos” y promueven como solución un “verdadero” capitalismo, competitivo e innovador. ¿Es un sueño realista y deseable?

José Miguel Ahumada es doctor en Estudios del Desarrollo de la Universidad de Cambridge, Reino Unido, y profesor asistente del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.

El problema con esa hipótesis es que, si bien es coherente teóricamente, ese modelo de libre comercio con el que se contrasta nunca ha existido. El capitalismo, como sistema social, tiende endógenamente a generar estas grandes estructuras organizativas, a conquistar mercados. La conformación de los grandes conglomerados económicos es connatural a la competencia capitalista. En la idea del capitalismo de amigos, lo que se ve como solución es únicamente tratar que no vuelvan a coludirse, no atacando el problema de fondo, que es, creo yo, la naturaleza de estos conglomerados, su estructura familiar y determinada por la competencia monopolística, lo que significa que su inversión va hacia sectores donde la ganancia es inmediata, no a sectores riesgosos, como la energía renovable o construir capacidades productivas donde no hay ventajas comparativas. Estos grupos, por su propia racionalidad económica y no porque sean amigotes, invierten en sectores que son socialmente improductivos y que, económicamente, han perdido la bencina que tuvieron en los noventa.

Con lo concentrada de nuestra economía, no es raro que hablemos mucho de diversificar nuestra matriz productiva pero poco de cómo hacerlo: parece que no está en nuestras manos. ¿Cómo recuperar esa capacidad?

Un problema es que los núcleos de acumulación que determinan el tipo de desarrollo del país están en los grandes conglomerados económicos, allí está la estructura organizacional que permite o no generar políticas de largo plazo para modificar la estructura productiva. ¿Qué sabemos de los casos que han sido relativamente similares a Chile y han logrado un despliegue de nuevas capacidades productivas y de diversificación exportadora? Un típico caso es Corea del Sur, pero más interesante me parece Finlandia, porque lo hicieron en democracia y con una matriz exportadora, en 1950, muy similar a la chilena: exportaban cobre y celulosa y el PIB per cápita era prácticamente igual al nuestro. Los finlandeses hicieron dos tipos de política. La primera, generar encadenamientos productivos para diversificar las exportaciones a partir de los recursos naturales, no sólo desde las empresas públicas, sino también vía alianzas con los grandes conglomerados, con subsidios condicionados a que pudieran establecer esos encadenamientos productivos. Ese fue un periodo para diversificarse en torno los recursos naturales, lo que genera límites. La segunda, en los 70, fue que el Estado creó un conjunto de instituciones para la innovación, con espacios donde sentaban a discutir a sindicatos, gremios, el Estado y la sociedad civil para pensar la política de desarrollo a 30 años. Y lo que se decidió fue dar un salto a invertir en sectores electrónicos y de telecomunicaciones. Ahí, por ejemplo, Nokia pasó de producir celulosa a los celulares que conocimos. Y dar subsidios a exportaciones sujetos a que los grandes conglomerados hicieran proyectos de innovación con instituciones públicas locales e incluyendo a la pequeña y mediana empresa. Así se fue formando un tejido productivo. Esto fue posible al complementarlo con la educación pública, gratuita y de calidad, el 67, y una reforma tributaria progresiva.

¿Y cómo introducir la mirada de largo plazo en esas grandes empresas? ¿Participación pública en las juntas directivas? ¿De los sindicatos?

Políticamente es, por supuesto, muy complejo, pero es urgente cierto nivel de participación pública en estos conglomerados. Finlandia, por ejemplo, tiene pocas empresas estatales, pero tiene un holding financiero público que controla alrededor de 17 de las 20 empresas más grandes de Finlandia. Son empresas privadas, pero el Estado tiene mayoría accionaria, eso permite que haya una racionalidad pública a la hora de determinar las inversiones. No implica la estatización, son actores que están en el mercado y la competencia, pero su cálculo es más de largo plazo. Esto que Keynes llamaba socialización de la inversión, pero vía el sector financiero, es políticamente muy difícil, pero abre una puerta para cierto control de hacia dónde va la inversión de estos grandes conglomerados, que permita, por ejemplo, diversificar hacia sectores productivos y no sólo aprovechar monopolios internos.

Es difícil imaginar la viabilidad de una estrategia de diversificación en un solo país. ¿Qué papel le asignas a la integración regional?

La integración es fundamental, no porque la sugerencia que yo hago implique sustitución de importaciones, no, no, es integrarnos de otra forma al comercio internacional. Imaginemos que ya no queremos sólo hacer duraznos en almíbar, sino maquinaria para su producción. No vamos a encontrar mercados para eso en Estados Unidos, China ni la Unión Europea. ¿Con qué país tenemos la canasta diversificada más grande? Con Bolivia. Entonces la pregunta es qué mercado vamos a estimular, y ahí yo creo que debe ser el latinoamericano. Eso abre otro conjunto de problemas, porque un proyecto de integración implica una tensión con Estados Unidos, por los acuerdos comerciales que se firmaron durante los gobiernos de la Concertación.

“Desarrollo no es crecer cuantitativamente, es un cambio cualitativo; pasar de una estructura productiva que se especializa en sectores intensivos en recursos naturales y explotados por una fuerza laboral de baja cualificación, a sectores intensivos en conocimiento y explotados por una fuerza laboral de alta cualificación”.

Otra tensión es con el medio ambiente. ¿Cómo se concilia desarrollo y medio ambiente?

Creo que hay cierta confusión. Se habla de desarrollismo desde fines de los noventa, pero ese régimen fue extractivista, el Estado tuvo un rol redistributivo, pero no modificó las estructuras productivas. Para mí, eso no fue un proceso de desarrollo, sino un típico caso de crecimiento periférico. Desarrollo no es crecer cuantitativamente, es un cambio cualitativo; pasar de una estructura productiva que se especializa en sectores intensivos en recursos naturales y explotados por una fuerza laboral de baja cualificación, a sectores intensivos en conocimiento y explotados por una fuerza laboral de alta cualificación. El desarrollo no implica necesariamente un crecimiento cuantitativo de la producción, sí de la torta, eso es verdad, porque pasar de un sector extractivo a uno intensivo en conocimiento crea más riqueza, pero este tipo de transformación productiva hace que unos sectores crezcan y otros decrezcan, y si se integra con las energías renovables, se puede conjugar con la sostenibilidad medioambiental.

José Miguel Ahumada es doctor en Estudios del Desarrollo de la Universidad de Cambridge, Reino Unido, y profesor asistente del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Es coordinador académico del Magíster en Desarrollo y Cooperación Internacional de la misma casa de estudios y autor del libro The political economy of peripheral growth: Chile in the global economy (2019).

Maisa Rojas, directora del Núcleo Científico Milenio: “Las desigualdades sociales exacerban los impactos del cambio climático”

Licenciada en geofísica, doctora en Física de la Atmósfera de la Universidad de Oxford, la académica del departamento de Geofísica de la U. de Chile e investigadora en (CR)2 está dedicada a comprender la evolución y la dinámica del clima en el hemisferio sur, aunque su reflexión –que pone en valor la importancia de la interdisciplinariedad llega hasta puntos más profundos, que involucran una mirada novedosa sobre el necesario cambio de mentalidad actual. Una transformación para la que, según explica, se hace necesario abandonar la construcción y concepción masculina del planeta.

Por Ximena Póo | Fotografías: Felipe Poga

Un mapa gigante, donde los continentes se mueven en un fondo azul profundo, cuelga de una de las paredes del Departamento de Geofísica de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Está invertido. América del Sur, África y Oceanía están arriba. En otra esquina figura un pequeño estante donde se ubican prolijamente algunos instrumentos para recoger datos que den pistas sobre el clima y sus transformaciones. Una sala de reuniones se emplaza en el centro, rodeada de fórmulas dibujadas en las paredes vidriadas. En la oficina la vida se resuelve entre pantallas, papeles en las paredes, fotografías que recuerdan viajes a terreno, cascos de bicicletas, libros y revistas especializadas.

En medio de todo, con vista a la calle Blanco Encalada, trabaja Maisa Rojas. “Estamos en medio de un cambio de paradigma”, dice mientras pensamos cómo en pocos años la Universidad de Chile ha ido comprendiendo que el trabajo colaborativo e interdisciplinario debe estar en el centro del quehacer académico. “Estamos llegando a un punto de inflexión respecto de cómo se ha desarrollado la ciencia en los últimos 500 años”, afirma. La tendencia es mundial. Y aquí no se puede ser menos.

Hacer ciencia mientras se intenta que la Tierra siga siendo habitable cuando, comenta, “uno de los forzantes más notorios de la situación actual es el aumento de la población. Un mundo con siete billones de habitantes es muy distinto a uno con nueve billones. Yo creo que hay planeta para todos los que somos, pero sí tiene que haber un cambio”.

Maisa Rojas es profesora asociada en el Departamento de Geofísica. “Mi formación académica incluye una licenciatura en Física en la Universidad de Chile y un doctorado en Física de la Atmósfera de la Universidad de Oxford, con tesis sobre la dinámica de la atmósfera media. Luego me especialicé en la modelización del clima regional como investigadora postdoctoral en el “International Research Institute for Climate and Society” (IRI, University of Columbia, USA). A lo largo de mi carrera he desarrollado dos áreas de investigación principales: paleoclima y de cambio climático regional. Las herramientas de análisis común son los modelos climáticos numéricos”.

Su investigación paleoclimática está centrada en la comprensión de la evolución y la dinámica del sistema climático en el hemisferio sur durante los últimos 25.000 años. Se trata de una indagación alojada en el Núcleo Científico Milenio “Paleoclima del Hemisferio Sur”, que dirige. “La otra área de investigación que he desarrollado es modelamiento regional de cambio climático, incluyendo la evaluación de sus impactos en diferentes sectores de la sociedad, en particular en la agricultura y los recursos hídricos. Este tema desarrollo como investigadora asociada en el Centro para el Clima y la Resiliencia (CR)2. A través de mi carrera científica he podido desarrollar mi interés por el trabajo interdisciplinario, fundamental para abordar la problemática de cambio climático. Participé en el consejo presidencial sobre cambio climático y agricultura. También fui autora principal del capítulo de Paleoclima para el quinto informe del IPCC”.

Hasta ahí una historia larga reducida a unos pocos párrafos que no alcanzan a dar cuenta de toda la densidad y valor que tienen sus investigaciones y su mirada respecto de cómo hacer ciencia hoy, cuando la crisis mundial respecto del desarrollo es total y definitiva. Debemos parar para analizar y detener el daño en medio de esta nueva era, el Androceno, que distingue la incidencia de la actividad humana en el sistema Tierra y que, si siguen los patrones masculinos (depredación, extracción, conquista, competencia), nos llevará a fases más críticas donde el cambio climático es decidor.

“Soy una convencida de que el rol de la mujer va a ser fundamental para resolver todos los problemas que tenemos en el planeta; lo vemos a nivel de ciencia, de pensar en grupos interdisciplinarios para tratar problemas complejos. El cambio climático es el último síntoma de toda una sociedad que está en crisis. Es el resultado de una construcción masculina del planeta y su desarrollo; esta crisis no es ambiental, es de desarrollo”, afirma convencida también de que “si queremos ser una facultad fantástica del siglo XXI tenemos que ponernos a la punta en la inserción de mujeres y de hacer ciencia desde una forma menos masculina de ver la vida”.

Paradigma

El Núcleo Científico Milenio Paleoclima del Hemisferio Sur es financiado por el Programa lniciativa Científica Milenio (ICM) del Ministerio de Economía, adjudicado mediante concurso público en diciembre de 2013. Su objetivo es “estudiar cómo ha evolucionado el clima durante los últimos 25.000 años en el hemisferio sur. Entender la evolución y dinámica del planeta durante este periodo es necesario para poder poner en el contexto correcto el periodo actual de cambio climático”. Sus principales lugares de estudio han sido la Patagonia chilena y el océano adyacente, zonas estratégicas para este tipo de estudios, ya que constituye la única masa continental de este hemisferio que cruza una extensión en latitud tan extensa (desde los subtrópicos hasta latitudes subpolares). El equipo está compuesto por un grupo interdisciplinario de investigadores e investigadoras de la Universidad de Chile, la Universidad de Magallanes y la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Rojas trabajaba en la evolución pasada del clima cuando comenzó a formar el grupo que dio origen al Núcleo, del que es su directora. Hoy se dedica especialmente a analizar cómo las actividades del ser humano inciden en el clima y sus cambios: polución, acumulación, industrialización y el uso de combustibles fósiles, y muchos otros factores están en la base de un modelo en crisis terminal. “Me pareció alucinante la creatividad que existe para interrogar la naturaleza y cómo el clima influye en muchos aspectos del planeta. Y así fue mi primer acercamiento al paleoclima. Y ha sido bastante enriquecedor, en el sentido de que yo especialmente he aprendido mucho de otras disciplinas. Para estudiar el clima uno tiene que entender y saber de muchas subdisciplinas de las ciencias de la Tierra, porque finalmente el clima es el producto de la interacción entre la atmósfera, los océanos, la biosfera, la criosfera y la litosfera incluso. Son áreas que tradicionalmente las estudian los glaciólogos, la geología, la oceanografía, la ciencia atmosférica y otras. Se requiere, entonces, de todas estas disciplinas, porque de otra manera no se logra entender”, advierte.

El cambio de era está dado por esas formas de abordaje y también porque la ciencia está dilucidando si ya finalizó el periodo Holoceno (época post-glaciación hasta ahora) y hoy estamos entrando a la era del Antropoceno, donde “el ser humano ha producido una perturbación significativa en el sistema climático, de manera que ese impacto se vaya a ver en una de las capas de la Tierra. En un millón de años más, un geólogo o geóloga va a ver una capa y dirá ‘mira, aquí comienza la intervención humana’. Un indicador es el plástico y otro es la bomba atómica”, sostiene.

“Ha sido enriquecedor darme cuenta de la complejidad del Sistema Tierra; de cómo estas interacciones son muchísimas, inesperadas a veces, bastante inexploradas algunas, y que son tan fundamentales para, en último caso, explicar la vida en el planeta. Son esas preguntas fundamentales sobre de dónde viene la vida. Darse cuenta de que es un sistema complejo y que requiere de todos esos ingredientes y engranajes, para mí ha sido lo más revelador”. Así Maisa Rojas va delimitando sus preocupaciones y asegura que los análisis respecto del clima (aumento de la temperatura y mayor frecuencia de anomalías, sequías, inundaciones, desprendimiento de glaciares, entre otros) plantean que se hace urgente “entender que el crecimiento y el consumo no pueden ser infinitos; no se puede seguir pensando que el planeta es infinito”. El rol de científicas como ella es “traducir el conocimiento sobre este sistema físico para que nos demos cuenta de que tenemos que cambiar cosas fundamentales de nuestra manera de vivir”.

Límites planetarios

El avance tecnológico vertiginoso y esa visión de un mundo infinito de recursos naturales “que están aquí para que los podamos aprovechar, finalmente nos ha llevado al cambio climático, que es un síntoma de que algo estamos haciendo mal. Todo se transforma y, por lo mismo, debemos saber que nada se crea y se destruye. Ese es el paradigma al que tenemos que volver para resolver la crisis del cambio climático”, reflexiona al tiempo que sostiene que esta crisis es “una gran oportunidad para construir un desarrollo que sea sostenible y que nos va a permitir una mejor relación con el medioambiente y entre nosotros mismos”.

La Revolución Industrial -y el posterior desarrollo tecnológico y científico- ha generado progresos, pero también “sociedades desiguales, con mucha contaminación ambiental, con sesgos importantes; no ha solucionado los problemas de pobreza, guerras, migraciones forzadas. No hemos logrado avanzar y hemos llegado a un punto en el que la cosa se está poniendo seria. Hemos llegado a límites planetarios”, dice.

En cuento al clima, explica, “hay algunas regiones a las que llamamos hot spots, puntos en que, por ejemplo, las emergencias del cambio climático van a ocurrir antes. Identificar esas zonas no quiere decir que en otras no está ocurriendo nada. Aquí es importante distinguir impactos que son climáticos, como la sequía, pero el impacto que va a tener sobre distintas sociedades va a depender de la resiliencia de esa sociedad o comunidad y, por lo tanto, de las vulnerabilidades. Las desigualdades sociales exacerban los impactos del cambio climático y es por eso que, incluso, dentro de una misma ciudad el impacto de una ola de calor no es el mismo para quien vive en una comuna pobre sin acceso a aire acondicionado o sin áreas verdes; el cambio climático es exacerbado por relaciones de desigualdad social”.

Sobre todo lo anterior pesa el poder geopolítico, en el sentido de que “la era de los combustibles fósiles estuvo determinada por un poder internacional. En cambio, todos los países tienen alguna energía renovable a la que acudir. Esto es potencial y debe hacerse bien. Por ejemplo, en Chile la energía solar debe ser apoyada, pero hay que decir que los grandes proyectos solares son de conglomerados económicos importantes, y hay que observar que eso se debe a barreras de financiamiento. Hay lugares en Chile sin energía eléctrica y que podrían ser autónomos, donde en cada casa y en cada comunidad se aplique el modelo solar”.

Como país debemos, afirma convencida, apostar por la independencia energética y el cambio urgente de las matrices que sostienen la energía. Reconoce que se ha avanzado, sobre todo en aceptar acuerdos internacionales (París es uno, sobre reducción de gases de efecto invernadero) que requieren ser honrados (no actuar como Estados Unidos) y en considerar investigaciones científicas para producir transformaciones. Pero falta: aún Chile invierte menos del 0,5% de su PIB en I+D, muy por debajo del resto de los países de la OCDE.

Maisa Rojas mira sus datos. La megasequía que nos afecta en Chile se agravará si no se actúa rápido, cuando un grado de aumento de la temperatura global es un hecho. “Chile tiene mucho potencial, pero se tiene que tomar en serio lo que pasa. Los países ricos son ricos porque en algún momento decidieron invertir en ciencia, tecnología e innovación”, enfatiza mientras pensamos por un segundo en que el consumismo – centro del modelo- debe ser derribado por las 3R (reducir, reutilizar y reciclar). Tres palabras que nos hacen mirar de nuevo el mapa, el mapa al revés al que deberíamos ubicar en el centro del nuevo modelo.