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Una batalla contra la ignorancia

El siguiente texto corresponde a la presentación que el astrónomo y Premio Nacional de Ciencias Exactas 1998, José Maza Sancho, realizó para su libro Somos Polvo de Estrellas. Cómo entender el origen del cosmos, con ocasión de su lanzamiento la noche del 7 de abril pasado en el Sky Costanera.

Yo creo que Chile es un país en guerra y no nos hemos dado cuenta. Yo no he escuchado nunca a nadie hablar con esa crudeza, pero esta guerra es contra la ignorancia y llevamos 200 años perdiendo la guerra. Se han dado muchas batallas en esta guerra contra la ignorancia. Pero en el siglo XIX ésta siempre ganó. Yo creo que Chile ha tenido el récord del país más ignorante del planeta en el siglo XIX. Y después, en el siglo XX, en 1920, 110 años después de la declaración de independencia, hay una ley de instrucción primaria obligatoria que dice que no va a ser legal ser analfabeto. Porque el 70 u 80 por ciento de analfabetismo que teníamos en el siglo XIX no le extrañaba a mucha gente. Esa fue una de las pocas batallas que le hemos ganado a la ignorancia.

En esta lucha, Andrés Bello, Pablo Neruda, Ignacio Domeyko, Gabriela Mistral, Nicanor Parra, han sido los generales que han ido tratando de vencer este océano de ignorancia que baña nuestras costas y que amenaza nuestros valles como una especie de vaguada costera que se mete y le va nublando el cerebro a todo el mundo. Y de repente nos aparecen tsunamis que nos traen horóscopos, nos traen tarot y nos traen una serie de reality shows, como para poner en duda a los que ya están más o menos convencidos de que la cultura es importante, la ignorancia nos ataca con nuevos métodos. Y cada vez que creemos que ganamos una batalla vuelven otros ataques de este océano de ignorancia.

Este libro es un pequeño rayo de luz para disipar esta neblina mental; es un granito de arena frente al océano de la ignorancia.

Pero cuando el 50% de los ciudadanos en Chile cree en fantasmas, y cuando más del 50% no es capaz de resolver una operación aritmética, -25 menos 30, ¿cuánto es? Eso no lo contesta nadie en el Transantiago- es obvio que estamos muy lejos de ganar esta guerra. Y parafraseando a Churchill, diré “esto no es el final de la guerra, no es ni siquiera el comienzo del final”. Yo creo que es, con suerte, el final del principio de la guerra contra la ignorancia.

Así que nos quedan muchas batallas y en estas batallas ciertamente yo me iré para el otro mundo, si es que hay otro mundo, haciendo un aporte, un granito de arena. Y este libro va en esa dirección.

Elegimos este día porque Júpiter está en oposición al sol. Si no hubiera nubes se debería ver Júpiter muy bonito, el más capo del sistema solar, el más grande de los planetas, entonces es un homenaje. Júpiter en otra época era el dios de todo; Júpiter antes se llamaba Zeus, que es más impresionante.

En el libro indico los porcentajes del cuerpo humano que son materia. Si yo pesara 70 kilos, el oxígeno de mi cuerpo serian 45 kilos, el 65% del cuerpo: la molécula del agua tiene un oxígeno y ese oxígeno está en todo el cuerpo. 12,5 kilos de carbono, siete kilos de hidrógeno, dos kilos de nitrógeno. El cuerpo nuestro es oxígeno, carbono y nitrógeno. En este libro cuento que, como corresponde, todos tenemos un padre y una madre, pero, en este caso, varias madres. El padre es el Big Bang: cuando todo se originó hace 13.800 millones de años, en el Big Bang, lo único que aparece es hidrógeno y helio. Por suerte eran tres cuartas partes de hidrógeno y un cuarto de helio.

El helio es el elemento más tonto de la tabla periódica. Es un gas noble, no se mete con nadie. Y el hidrógeno, aburrido, le metía conversa al helio, pero no pasaba nada: el helio realmente mantiene su filosofía de ser autista. En ese universo, que surgió hace 13.800 millones de años, no hay ninguna posibilidad de que jamás hubiera habido vida. Y el universo se expandió, se expandió, no hallaba qué hacer. Los átomos de hidrógeno se aburrían porque no tenían ningún amigo, el helio andaba por otro lado. Y sin embargo, cuando se aglutinan las nubes de gas –porque el universo inicial es todo gaseoso- empiezan a formarse grupos de estrellas.

Y las estrellas son la gran maravilla, porque en su interior apelotonan todo y lo dejan bien calentito, y empiezan a hacer reacciones nucleares. Y las estrellas, en vez de hacer conversar al hidrógeno con el helio, lo primero que hacen son reacciones que al hidrógeno lo transforman en más helio. Pero por ahí no está pasando nada en ese universo, está todo fome.

Eso fue hace 13.800 millones de años, tal vez 12.500 millones de años, cuando empiezan a formarse las primeras estrellas. Y cuando las estrellas agotan el hidrógeno en el centro, los átomos de helio que no hacían nada se empiezan a achurruscar, porque ahí queda toda la parte central de la estrella de helio puro. Y el helio de repente sacaba a bailar a otro helio; le proponía matrimonio, pero era un matrimonio que duraba menos que un Candy, porque dos helios forman un berilio 8: separación express, una centésima de millonésima de segundo más tarde estaban separados. Y ahí, cuando la temperatura del centro de la estrella llega a como 100 millones de grados, arman un trío y ese trío es estable: tres atomitos de helio se agarran de las manos, producto de que la estrella estaba tratando ahí de que algo pasara, y forman un átomo de carbono. Ahí viene la maravilla y de ahí vamos a salir nosotros.

El helio no servía para nada, pero en tríos forman carbono. Y el carbono de puro aburrido se come un canapé de helio y hace un átomo de oxígeno. No a todos los carbono les gusta el canapé de helio, así que se comen dos protones y forman un nitrógeno 14. Entonces en el corazón de una estrella, Fonasa nivel 1, va a quedar un cuesco de carbono, con un poquito de oxígeno y un poquito de nitrógeno. Y los átomos de carbono, que son bien sociables, de repente se toman de las manos con cuatro hidrógenos y forman una molécula de metano, un CH4. Y el oxí- geno, para no ser menos, se agarra a dos hidrógenos y forma un H2O, más conocido como agua. Y el nitrógeno, que es el tercero en el trío, agarra tres hidrógenos y forma una molécula de amoníaco, NH3. Y muchos átomos de carbono se toman de la manito y hacen una cadena y forman un granito de polvo, una partícula de grafito. Así que el título del libro no es metáfora.

El polvo que se forma en el interior de una estrella sale volando al espacio. En esa micro se van moléculas de agua, de amoníaco, de metano. Y ese polvo se mezcla con las nubes. Esto ocurre durante 9.000 millones de años. Y ahí de repente, en un lugar cuyo nombre no quiero acordarme, se forma el sol con sus planetas. Y en este planetita, el tercero, hay carbono, hay nitrógeno, hay oxígeno y todo el resto de los elementos. Las estrellas Fonasa Nivel 1, como el sol, forman carbono, nitrógeno y oxígeno; pero las estrellas grandes, las ABC1, de más de ocho masas solares, al final explotan como supernova. Y en el interior de la estrella y en la explosión de la supernova se generan todos los elementos químicos: los elementos que están más allá el hierro se forman en la supernova. Y los que llegan hasta el hierro se forman tranquilamente en el interior de la estrella.

Qué les puedo decir. Somos polvo estelar diluido con un poquito de hidrógeno. Quiero decirles a todos que los extraterrestres existen. Los extraterrestres somos nosotros. Porque de la cabeza a los pies no tenemos nada que no venga del cosmos. Y a los niños les cuento que ellos son igual de viejos que yo, porque no tienen ningún átomo del cuerpo que sea menor a 5000 millones de años. Y yo tampoco. Así que a nivel atómico somos igual de viejos. Y parafraseando un cuento de Bradbury, donde un niño preguntaba, ¿y dónde están los marcianos?, al final el papá lo lleva y lo pone a mirar en un espejo de agua y le dice “los marcianos están ahí”. Yo les digo, esta noche vayan a verse a un espejo y verán al extraterrestre más cercano.