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León y Cociña: “No nos interesa atrincherarnos en un arte para pocos”

Desde el lunes 21 de abril y durante cuatro semanas, la sala de artes visuales de Matucana 100 se convierte en el set de grabación de La plaga, el nuevo proyecto de la dupla de cineastas y autores de La Casa Lobo. Al igual que con su anterior trabajo, Los hiperbóreos, los artistas abren el proceso de creación y filmación al público, mostrando por dentro escenografías, maquetas, animatronics y su universo que mezcla artes visuales, teatro, cine y animación.

Por Denisse Espinoza Aravena

Son películas hermanas, “siamesas separadas”, acota el artista Cristóbal León para describir cómo se originaron los últimos dos proyectos creados junto a su dupla de siempre, Joaquín Cociña. La primera en nacer fue Los hiperbóreos, que luego de un proceso de tres años de escritura de guion, dos semanas de intensa filmación en la sala de artes visuales de Matucana 100 en 2022, y otros cuántos meses de posproducción, se estrenó finalmente en mayo pasado durante la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes. “Un logro extraordinario”, “visualmente deslumbrante”, “alucinante”, “una experiencia inmersiva inquietante”, fueron algunos de los comentarios que cosecharon en el certamen, llamando la atención, como es de costumbre, por la audacia de su propuesta visual y  su narrativa poco ortodoxa. “Darle sentido a un filme como Los hiperbóreos es una tarea tonta y casi contradictoria con el espíritu del filme”, escribió el crítico Matthew Joseph Jenner en el sitio especializado International Cinephile Society.

Ahora, a casi un año de ese estreno mundial, la dupla repite el proceso de creación con su película hermana, La plaga. El miércoles 16 de abril inauguraron en la sala de artes visuales de Matucana 100 la exposición y rodaje de este nuevo proyecto, que estará abierto al público durante cuatro semanas, y donde los visitantes podrán recorrer el backstage, ver maquetas, muñecos, distintos decorados y las grabaciones de las escenas con el equipo técnico y de producción en vivo, tras bambalinas. Luego de la filmación, la exposición seguirá abierta hasta el 8 de junio. Además, en paralelo, entre el 7 y 27 de mayo, de miércoles a domingo, habrá funciones de Los hiperbóreos en la sala de cine del centro cultural.

“En un principio era todo un mismo guion, pero poco antes del rodaje de Los hiperbóreos decidimos separar elementos, cortar la historia y dejarla en dos guiones diferentes, aunque provienen de la misma raíz”, explica León.

“Ambas son películas con muchos mundos, como de multiverso, pero en el caso de La plaga, eso está abordado desde el género de la fantasía y la ciencia ficción, mientras que Los hiperbóreos es más bien como un laberinto metanarrativo, una abstracción simplemente. En ese sentido, La plaga es mucho más narrativa, mucho más convencional”, agrega Cociña. 

En términos técnicos, eso sí, La plaga es mucho más ambiciosa. Pasaron de contar con una sola actriz a tener tres personajes que llevan la acción —Antonia Giesen, protagonista de Los hiperbóreos, se repite el plato, y se suman ahora Francisco Melo y Andrew Bargsted—, además de unos 40 extras que compartirán escena con personajes hechos en cartón y animatronics.

El guion —coescrito entre León, Cociña y Alejandra Moffat— está inspirado en el cuento clásico de Charles Perrault, Piel de asno (1694), en el que una princesa, para huir del deseo incestuoso de su padre, huye al bosque escondida bajo una piel de un asno. “La manera en que la protagonista intenta escapar de su padre es a través de un viaje mágico a universos paralelos donde puede reescribir su historia y, claro, entre esos mundos viaja al Chile de los 90, al Chile contemporáneo y muchos otros universos más de ciencia ficción”, adelanta Cociña.

Imagen de La plaga. Crédito: León y Cociña

La puesta en escena dentro de la sala de Matucana 100 es un recorrido por los diferentes sets de la película. En una de las paredes se irán proyectando los fondos, algunos en directo y otros pregrabados, que irán acompañando al elenco al estilo de Teatrocinema, la icónica compañía teatral de Juan Carlos Zagal y Laura Pizarro, autores de obras como Sin Sangre y La contadora de películas. “Ellos son un superreferente para nosotros, de antes incluso, de cuando eran La Troppa [junto a Jaime Lorca]. Un 80% de la película estará filmada de esa forma. También nos impresionó mucho el trabajo con marionetas de Teatro y su Doble. Hace muy poco fuimos a ver una obra de Cata Bize al Teatro La Memoria, Re- producirse, y creo que le vamos a robar un par de ideas buenas”, afirma el artista entre risas.

¿Suelen dejar muchas cosas a la improvisación?

Cristóbal León: La Casa Lobo consistía básicamente en nosotros improvisando, era llegar todos los días al set y no saber qué iba a pasar, pero La plaga es más película: todo está milimétricamente calculado. Ahora tenemos un equipo especial de producción y tienen reuniones superdetalladas de los tiempos y presupuestos. Por primera vez también hicimos un storyboard, plano por plano, de toda la película. Para nosotros eso es super inédito.

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Juntos hace más de 15 años, León y Cociña se conocieron en las aulas de la Universidad Católica, donde estudiaron Diseño y Arte, respectivamente. En un comienzo eran tres, junto al cineasta Niles Atallah, con quien se hicieron conocidos en la escena de las artes visuales con los cortometrajes Lucía (2010) y Luis (2008), y otras series de videos en stop motion creados bajo la productora Diluvio. En 2010, el mismo año en que Luis se exhibió en el Museo Guggenheim de Nueva York —tras quedar entre los 25 mejores videos del concurso Guggenheim YouTube Play—, el grupo se dividió. Mientras Atallah continuó en solitario haciendo películas, León y Cociña siguieron trabajando en Europa, donde emigraron, uno a Holanda y el otro a Alemania. Sus videos se han exhibido en galerías de Buenos Aires, Berlín y Amsterdam, y en varios festivales europeos de cortometrajes, ganando premios en Austria, Suiza, Estonia y España. 

En 2018 dieron el gran salto con La Casa Lobo, película animada de terror levemente inspirada en Colonia Dignidad, que fue elogiada tras estrenarse en el festival de Cine de Berlín y que hasta hoy les sigue dando satisfacciones. En marzo pasado, el diario New York Times la incluyó en su lista de las mejores películas de terror de lo que lleva el siglo, junto a títulos como Tren a Busán, Get Out y Hereditary.

Además, fue tras ver La Casa Lobo que el director Ari Aster (Midsommar) decidió contactar a los chilenos para pedirles colaborar en su nueva película, y así terminaron animando una secuencia de Beau tiene miedo (2023). Antes, ya habían colaborado en videoclips de artistas como PJ Harvey y The Smile, la banda de Thom Yorke.

Fue además con La Casa Lobo que León y Cociña comenzaron con esta metodología de proceso abierto: la película fue rodada durante cinco años en más de 10 museos y galerías frente a público en Holanda, Alemania, México, Argentina y distintos espacios chilenos, incluyendo el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Contemporáneo y Matucana 100.

Imagen de La plaga. Crédito: León y Cociña

Su trabajo logra  mezclar todos los campos donde se mueven: es una exposición de arte, un rodaje de cine, pero también tiene algo del teatro, porque allí suelen darse estas “aperturas de proceso”. ¿Cómo nace la idea de este método?

Cristóbal León (CL): Desde siempre nos pasaba que visitábamos los talleres de nuestros amigos artistas visuales y nos parecían más interesantes que las exposiciones que hacían. Como que a las exposiciones les falta esa organicidad, esa vida que tiene el taller donde se está creando todo el tiempo, entonces comenzamos a trabajar la idea de intentar recuperar ese espíritu, confundir los bordes, que el trabajo sea el proceso. Este modelo nos permite justamente enfocarnos más en el proceso y disfrutarlo más, en el sentido de liberar el estrés de que el resultado tenga que ser exitoso. O sea, el proceso ya es un resultado que considero exitoso y bueno; quizás la película no resulte tan bien, pero al menos hicimos una exposición que estuvo buena. Para mí, la exposición de Los hiperbóreos ha sido la mejor que hemos hecho.

Joaquín Cociña (JC): También que hay algo económico detrás y no se trata de si ahorramos más o menos plata haciendo una exposición, sino que al mostrar el proceso uno está  dándole más valor a los mismos recursos. Recuerdo que hay una secuencia en Érase una vez en Hollywood, la película de Tarantino, en la que Leonardo DiCaprio y Brad Pitt van hablando dentro de un auto y atrás se ven un montón de casas muy hermosamente iluminadas, y de pronto se ve el aparataje de las grúas gigantes iluminando todo para que al final se vea la ilusión de esa luz de noche y es tan loco, pero tan lindo. Entonces encuentro raro no poder mostrar eso también, que económicamente es una locura.

En sus trabajos también hay un culto por lo artesanal, por lo hecho a mano. ¿Hay detrás de eso cierta reivindicación de lo análogo frente a lo digital, la tecnología o incluso la inteligencia artificial?

JC: La verdad es que no tenemos nada en contra de la tecnología como artesanía. Creo que lo nuestro pasa más por el cariño y la dedicación que le ponemos a cada técnica que usamos, sea esta de cualquier naturaleza. Pasa que suele decantar más en lo artesanal, en el alambre a la vista. Y también nos pasa que con lo artesanal podemos jugar más de local. Si ves las películas de varios millones de dólares producidas en Estados Unidos o en Canadá, trabajan lo digital y lo análogo con el presupuesto correcto, y contratan a la empresa con la tecnología más avanzada, pero nosotros no podemos hacer eso y tampoco es nuestro afán entrar a luchar por eso tampoco. Siento que podemos obtener algo más rico estéticamente y contar una historia más interesante usando nuestra propia artesanía.

CL: Yo creo que hay varias dimensiones. O sea, como  claramente optamos por disfrutar el proceso, creo que nos produce más goce cuando estamos pintando o construyendo algo con las manos. Pero, por ejemplo, yo igual trabajo con inteligencia artificial, y al final lo que te suele tirar por defecto es todo supercaucásico, hegemónico, colonizante, y termina viéndose todo muy igual. Algo más artesanal es algo también más genuino, más tuyo.

Imagen de La plaga. Crédito: León y Cociña

Pareciera que en Chile el problema ya no es hacer cine, sino más bien hacer circular las películas y lograr que permanezcan en cartelera. ¿Cómo lo ven ustedes?

CL: Onda Media es la plataforma natural para nuestras películas, ahí está La Casa Lobo, pero no es muy conocida, lamentablemente. Es una pena, porque hacen una buena pega que depende de un organismo público que le paga bien a los cineastas por sus películas, pero destinan poco financiamiento a su propia difusión. Y la difusión lo es todo. El ejemplo más ridículo es la película Anora [de Sean Baker], que gastó como 6 millones de dólares en hacerse y como 20 millones de dólares en promoción, y terminó ganando el Oscar.

JC: Onda Media hace un buen trabajo, yo creo que hay un problema con los propios cineastas. Lo que uno aprende en las escuelas de arte y haciendo artes visuales es que aunque seas un performer o hagas videos, instalaciones o pintes, igual siempre tienes que tomar la decisión de cómo y dónde mostrar el trabajo. Creo que los cineastas podríamos hacer eso, podríamos hacer una sala improvisada y ser nuestros propios distribuidores, pero en general los autores son un poco más lentos y se quedan dormidos cuando se trata de mover su trabajo.

¿Pero eso no implica entrar en una lógica precaria? Es decir, que el artista, además de crear su obra, tenga además que distribuirla.

CL: No, a mí no me gusta esa posición del artista quejándose de que el mundo no lo entiende. Me da mucha envidia lo que logró Aplaplac con 31 minutos, que son un superboom no solo en Chile, sino también en México y Colombia. Me encantaría hacer algo así, no nos interesa atrincherarnos en un arte para pocos. Y ya sea por la vía de crear tu propio sistema de difusión o de adaptarse, la idea es tratar de llegar a más gente. Manteniendo lo genuino, lo propio, pero hay que salir.

JC: Yo creo que la pega del artista no es entrar al sistema, sino crear su propio sistema que va a soportar su trabajo. Sino, eres un peón dentro de un juego ya predefinido. De hecho, yendo al mainstream, los cineastas norteamericanos exitosos y buenos son productores de sus propias películas y eso no es coincidencia. El artista tiene que estar consciente de qué hace, cómo se muestra, cómo se distribuye. Y creo que con esta misma exposición y con el hecho de abrir el proceso estamos ensayando formas de circulación no convencionales.

En el caso de Los hiperbóreos, ¿cómo están trabajando en su circulación?

JC: Los hiperbóreos no ha terminado aún su paso por festivales. La distribución la estamos viendo con Bendita Film, una productora española. Pero también tenemos claro que es una película extraña, y más extraño sería que fuese un hit. Ahora, también son procesos largos, el ejemplo más paradigmático es La Casa Lobo, que fue hecha en 2018 y hace dos años se estrenó en Japón y le fue increíble, vendió muchos tickets. El año pasado, incluso, fui a Hiroshima y estuve firmando como 500 autógrafos y había gente con tatuajes de La Casa Lobo, fue muy loco. No estoy diciendo que vaya a pasar lo mismo con Los hiperbóreos, pero quién sabe, es temprano para juzgar.