Con sus escrituras desde el margen, ambos dramaturgos representan un nuevo teatro chileno que rompe con algunos vicios de la tradición. Zúñiga y Cayo son los encargados de dirigir la vigésima versión de este espacio, un encuentro fundamental para el teatro chileno impulsado por el Mincap, que esta vez estará marcado por voces disidentes y miradas descentralizadas.
Por Javiera Tapia Flores
Carla Zúñiga recuerda que en su época de estudiante, asistir a las funciones de la Muestra Nacional de Dramaturgia era algo vital.
—Mirar el teatro desde la dramaturgia es algo importante, siempre está como escondida. En ese tiempo, detenerme ahí, en el texto, al menos para mí, que me encantaba escribir, fue muy importante”, dice la actriz, dramaturga y una de las fundadoras de la excompañía La Niña Horrible, cuya trayectoria incluye más de 20 obras, entre ellas, Prefiero que me coman los perros (2017), Yo también quiero ser un hombre blanco heterosexual (2018) y Un montón de brujas volando por el cielo (2020), premiada por el Círculo de Críticos 2020 en la categoría Mejor Dramaturgia. Su último trabajo es La violación de una actriz de teatro y fue montado a fines del año pasado en Matucana 100.
—En la región había una bulla en torno a la Muestra. Porque no son solo obras, sino diferentes actividades, como los talleres, que entregan la posibilidad de seguir escribiendo. Ahora se cumplen veinte años, y ha sido, y sigue siendo para mí, un espacio de resistencia con el que decimos que todavía se puede escribir y vivir de nuestro trabajo —cuenta Bosco Cayo, también dramaturgo y autor de obras como Leftraru (2014), La dama de los Andes (2016) y El Dylan (2017), e integrante de Compañía Limitada, Teatro Sin Dominio y Teatro La Malaclase. Explica que tiene una experiencia similar a la de su compañera, pero con un giro: el de haberse formado en una ciudad diferente a la capital.
Carla y Bosco esta vez dejarán de mirar el evento como participantes o audiencia crítica, pues son los encargados de dirigir la vigésima versión. La Muestra Nacional de Dramaturgia nació en 1994 como un concurso público de escritura teatral chilena, en el que un jurado especializado selecciona obras para ser puestas en escena. Organizada actualmente por la Secretaría Ejecutiva de Artes Escénicas del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, desde 2007 sus versiones se desarrollan en períodos de dos años: durante la primera etapa, se seleccionan los textos cuyos autores y autoras reciben un premio en dinero, y en la etapa posterior sus escrituras pasan al escenario.
Durante el segundo semestre de 2022 veremos los montajes de las cinco obras ganadoras. Esta vez, las autorías se descentralizaron: dos son de Santiago y tres de otras ciudades de Chile. Eso ya representó una novedad para ambos creadores.
—Para mí fue muy sorprendente —explica el dramaturgo, que de hecho sitúa sus escrituras desde territorios diferentes a la Región Metropolitana—. Siempre se habla de que las regiones están al debe. Recuerdo estar en otras reuniones y concursos y que se dijera que faltaba participación desde regiones, que no estaban al nivel de Santiago. Y yo pensaba que no tenía que ver con eso. Son dramaturgias distintas.
Los dos concuerdan en que la Muestra ha ido cambiando con el tiempo y que debe seguir haciéndolo.
—Siempre hay una pregunta en torno a quiénes somos y creo que a sus veinte años, la Muestra tiene que reflejar lo diferente que somos como sociedad —opina Bosco Cayo, y Carla Zúñiga asiente.
Repensar el teatro
Ambos directores se han destacado por una autoría que se sitúa desde los márgenes y la disidencia, en su amplio significado. En sus obras se tensionan el género, el territorio, la clase e incluso se cuestionan los sistemas de dirección teatral tradicionales:
—Con Compañía Limitada hemos experimentado no teniendo a una persona a la cabeza, sino que entre todes hacemos un diálogo para encontrar una manera distinta de organizarnos y poner en esa misma discusión, por ejemplo, una mirada desde la producción que pueda influir en el proceso. Es decir, tratar de buscar una horizontalidad distinta. Es algo que demora y que provoca muchas cosas, porque enfrentarse a una jerarquía y a formas de quebrarla traerá frustración.
Carla Zúñiga cree que su manera de repensar las formas de hacer teatro está ligada a dejar de mirar el mundo desde el binarismo:
—Creo que no nos damos cuenta hasta qué punto vemos todo de manera binaria. Me interesa mucho tratar de romper mi propia cabeza con respecto a qué es lo serio, qué es lo ridículo, porque nada es absoluto. Estoy muy pegada con eso, y también con el acto político de nombrar las cosas. Eso también me interesa mucho ahora. Por eso mi última obra se llama La violación de una actriz de teatro.
Ahora que dices eso, pienso en cineastas como Celine Sciamma o Marialy Rivas. En su película Princesita había un abuso sexual que nunca vimos. Ella toma una decisión muy política, feminista, cuando construye una historia en la que sabemos que hay un abuso, pero no aparece de forma explícita.
—Sí, creo que hay varios motivos. Por ejemplo, el hecho de no querer violentar a tu actriz y al equipo de trabajo. Tampoco violentar a la o las espectadoras que probablemente vivieron algo como eso. Creo que ahí hay algo importante —dice Carla.
La trascendencia de la Muestra también radica en las huellas que deja en las nuevas generaciones de dramaturgos. Cuando les pregunto por sus referentes al comenzar sus carreras, Carla aclara que es una pregunta que le da tristeza, porque solo eran hombres.
—Eso generó en mí una necesidad de escribir mis propias cosas. Es por eso que figuras como Manuela Infante eran muy inspiradoras —cuenta la dramaturga—. Creo que hay mujeres escribiendo o dirigiendo. Hay muchas. Lo que no hay son espacios, porque el teatro es un trabajo colectivo. Yo llego con el texto, pero hay un grupo que me tiene que creer. Y también, bueno, la maternidad sigue siendo un problema, porque seguimos estando a cargo de las guaguas. Entonces es mucho más fácil para un hombre o para una persona que no tiene hijes. Las mujeres que son madres no pueden ir a los ensayos. En los fondos [de financiamiento] debería haber un ítem de cuidadores de guaguas. Pero de esto no se habla.
—Estoy muy de acuerdo —dice Bosco—. Hay formas de teatro que siguen produciéndose, pero creo que gracias a los movimientos feministas hay una mayor conciencia, porque es algo que atraviesa todo: cómo escribo, sobre qué escribo, pero también cómo armo mis grupos de trabajo y con quiénes trabajo.
Pareciera ser que los proyectos seleccionados en la Muestra 2022 no podrían haber caído en mejores manos: se trata de escrituras contemporáneas y disidentes que tendrán la oportunidad de ser montadas y exhibidas durante noviembre de este año. De entre más de 120 postulaciones, el jurado —compuesto por Flavia Radrigán, Carlos Briones, Loreto Saavedra, Cristián Opazo y Claudia Hernández— eligió en la categoría Emergente a Daniela Schalchli con su texto Pam Berry, la historia de una lesbiana visible que busca a una persona con la que sueña desde niña. También fue seleccionada Continuidad de las cajeras, de Jorge Contreras, que relata la vida de una cajera de supermercado que sospecha que algo inexplicable se esconde entre los pasillos. Y El traje del novio, de Felipe Zambrano, sobre el encuentro entre Olivia, costurera del Gran Concepción, y Francesco, un violinista italiano que la busca especialmente a ella para que confeccione su traje de novio. Detrás de este ímpetu se encuentra un antiguo secreto.
En la categoría de Trayectoria, Nicolás Lange participará con Esto podría durar y durar y durar y durar y durar, donde tres historias se desarrollan en La Serena, Chiloé y Texas, teniendo en común la violencia contra personas disidentes sexo-genéricas. Y también está Blancanieves, de Karen Bauer, donde la protagonista es una niña refugiada, vulnerada y perseguida que cae en un sueño profundo.
—Algo que me emociona mucho es que todes les ganadores son autoras y autores muy interesantes —cuenta Carla—. Les de la categoría emergentes es gente que ha estado escribiendo mucho, gente estudiosa, con una mirada nueva. También Nicolás Lange y Karen Bauer son autoras superpotentes.
Bosco, en tanto, se siente sacudido por “los imaginarios que se escapan del realismo” presentes en estos trabajos.
—Hay algunos muy oníricos, nos alejan de esta realidad que es tan fuerte, tan estresante y nos pone en otras —asegura—. Siento que nos desamarramos un poco del realismo para entrar en otras formas de decir. Estos textos ofrecen nuevas miradas y quizás puede haber ahí pistas que nos ayuden a entender o a sobrellevar un poco esta realidad, pero no desde el mismo lenguaje. Quizás estamos saliendo un poco de ella para poder mirarla desde otro lugar.
Carla concuerda y explica que existe la necesidad de otros lenguajes:
—Creo que, en general, al teatro chileno le cuesta salir del realismo. Y también es un acto político hacerlo. Se trata de textos muy contemporáneos. Hay una problemática con los cuerpos también. Existen casos en escuelas de teatro en donde, por ejemplo, a chicos trans los obligan a hacer papeles de mujer y eso es muy violento. Hay que repensarlo todo. Y para la Muestra, tenemos que pensar muy bien quién les va a dirigir, cómo se va a hacer, porque hay una responsabilidad tremenda —dice Zúñiga.
—Vamos a hacer que los equipos artísticos se liberen de una mirada heteropatriarcal y binaria —agrega el dramaturgo—. Buscaremos personas que nos ayuden a quebrar esos límites. Y para eso necesitamos también armar grupos que contengan esa idea. Ya no es solamente escribir la obra ni su temática. Tiene que ver con la relación con una sociedad y con una comunidad. La Muestra tiene que ser el reflejo de cómo nos relacionamos como comunidad y entre comunidades.