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Apuntes sobre el negacionismo

Ante los discursos relativistas sobre la dictadura y encuestas que muestran aumentos preocupantes de quienes justifican el golpe de Estado de 1973, se hace necesario preguntarnos por la política y la sociedad que han emergido desde 1990 y si Chile enfrentará estos fenómenos o los contemplará en silencio.

Fotografía: Martín Bernetti / AFP

1.

El pasado es parte de la existencia de cualquier persona, incluyendo la de un historiador, reflexiona Eric Hobsbawm. Estamos sentados en el vestíbulo del Hotel Carrera, que ya no existe, al igual que este importante historiador británico, autor de libros fundamentales como Historia del siglo XX, y cuyos restos descansan en Londres, cerca de la tumba de Marx.

Hobsbawm está de visita en Chile, a fines de 1998, y lo estoy entrevistando para la revista Rocinante, que tampoco existe, justo en los momentos en que Pinochet es detenido en Londres.

Hablamos de la importancia de la memoria, y le pregunto si es casualidad que un historiador se codee in situ con un episodio histórico. Se ríe y responde que solo se trata de suerte. La misma suerte que lo había llevado a visitar Berlín justo cuando Hitler asumió como canciller; a Moscú, luego de la muerte de Stalin; y a América Latina, en el auge de los movimientos revolucionarios.

Según Hobsbawm, en varios países de Europa había un silencio total sobre la experiencia de las guerras mundiales. Que a Inglaterra o Rusia, la Segunda Guerra les daba una experiencia común, que tenía continuidad a través de memorias públicas, de historias, de programas de televisión. Pero que en Alemania y en Francia no era así.

“En el primer caso había toda una generación que no pudo —o no quiso— hablar de lo que había pasado en la guerra. Lo mismo en Francia, que después de la guerra se reconstruyó en base a un mito, el mito de la resistencia de todos los franceses contra los alemanes, pero que en los hechos no fue así. Entonces no se pudo hablar de una gran parte del pasado por casi 30 años”, explica el historiador.

Su conclusión es que el mundo era otro, y que si bien se hablaba el mismo idioma según el diccionario, el significado de las palabras era diferente para quienes habían nacido en los 80 y en los 50.

Me pregunto en qué categoría está Chile a 50 años del golpe de Estado, cuando los discursos negacionistas proliferan en todos los frentes, mientras en las calles del centro de Santiago, una lluviosa mañana de fines de julio, “revivían” 119 hombres y mujeres detenidos desaparecidos protagonizando una inédita y desgarradora marcha.

Plasmados sobre figuras de madera y abrazados por sus familiares, fueron llevados desde el Museo de la Memoria y los DD. HH. hacia el Museo de Bellas Artes, en un recorrido de justicia y memoria donde los grandes medios, en especial la televisión, al no darles la cobertura que merecían, una vez más negó su existencia, como tantas veces en dictadura. En el periodismo ciertas omisiones parecen complicidades.

2.

“En un seminario organizado por la Secretaría de Derechos Humanos en el año 2010, el historiador francés Yves Ternon brindó una conferencia que se publicó bajo el título Genocidios y negacionismo (…) El especialista allí sostenía: ‘Un análisis del negacionismo debe estar precedido por una advertencia: trata de la negación, de la mentira y de las manipulaciones’”.

Este es el preámbulo del texto Negacionismo, editado por la Secretaría de Derechos Humanos de Argentina en 2021, que recoge definiciones de analistas y académicos que han investigado un tema que no solo preocupa en Argentina, sino también en Chile y en todos aquellos países donde se han cometido actos genocidas por parte de organismos del Estado.

Según UNESCO, “el negacionismo busca borrar la memoria de las atrocidades cometidas, lo que puede fomentar la repetición de tales crímenes en el futuro”. Para algunos, debería sancionarse mediante leyes, mientras que otros sostienen que la circulación de estos discursos debe ser enfrentada a través del debate y no ser sancionada penalmente. Así, por ejemplo, para el sociólogo e investigador argentino Daniel Feierstein, “el negacionismo y el relativismo se combaten argumentando ideas. Se combaten en todos nuestros espacios saliendo a dar la disputa conceptual, saliendo a dar la disputa política, saliendo a dar la disputa gubernamental”.

Familiares de detenidos desaparecidos marchando el 11 de septiembre de 1995, durante la conmemoración número 22 del golpe militar. Foto: CRIS BOURONCLE / AFP.

3.

El estudio de opinión Chile a la sombra de Pinochet (2023) de la consultora Cerc-MORI confirmó el clima que se percibía en los medios y redes sociales en torno a la conmemoración de los 50 años. El extenso informe destacó que el 36% de la población —20 puntos más que hace 10 años— creía que las FF.AA. “tenían razón” en dar el golpe de Estado, mientras que un 41% expresaba que “nunca hay razón para dar un golpe”, 17 puntos menos que en la misma medición de 2013. Para Marta Lagos, directora de MORI, el estudio revelaba “que no existe en Occidente ningún otro dictador que haya sobrevivido el paso del tiempo como lo ha hecho Augusto Pinochet, recuperando imagen a los 50 años del golpe”.

Esta encuesta, o la propuesta de un grupo de consejeros constitucionales de que reos mayores de 75 años puedan cumplir sus condenas en arresto domiciliario, lo que implicaría beneficiar a 145 condenados por violaciones de derechos humanos cometidas durante la dictadura, nos lleva a interrogarnos no solo sobre la política y la sociedad que emergen desde 1990. También hace que nos preguntemos acerca del rol de la prensa y del auge de discursos negacionistas y de odio que han aumentado y circulan sin contrapeso en los medios de comunicación, como si el periodismo no tuviera nada que ver con la ecuación ética-defensa de los derechos humanos-democracia.

4.

Quizás fue la muerte del dictador Augusto Pinochet en diciembre de 2006 la primera muestra concreta y masiva de la adhesión que generaba en un sector importante de la sociedad, ilustrada en el reciente informe Cerc-MORI que da cuenta de esta “pinochetización” de un sector de la sociedad chilena.

A ese acto, en que cientos de personas desfilaron ante su féretro, le sucedieron otros que adelantaban un siglo XXI en el que resurgían los demonios. En noviembre de 2011, se realizaba en el Club Providencia un homenaje a Miguel Krassnoff, criminal de lesa humanidad. En junio de 2012, se efectuaba un homenaje a Pinochet en el Teatro Caupolicán, organizado por la Corporación 11 de Septiembre. Estos son algunos de los antecedentes que ilustran el espacio desde donde se nutren los discursos negacionistas, advertidos y denunciados por diferentes organismos, como el Informe Anual de Derechos Humanos 2018 de la Universidad Diego Portales, que señalaba con preocupación un incremento de las expresiones públicas de negacionismo, en especial cuando provenían de quienes ostentan cargos significativos o tienen visibilidad social.

Pero no solo dentro de nuestras fronteras se denuncia este fenómeno. En su informe de 2022 Situación de derechos humanos en Chile, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) constata el ascenso de discursos negacionistas de la mano con ataques a sitios de memoria, en los que “se han producido daños parciales o destruido memoriales y placas que homenajean las víctimas de graves violaciones de derechos humanos de la dictadura, a través de mensajes ofenden a las víctimas y manifiestan discursos negacionistas, y de odio”.

5.

Eric Hobsbawm llamó al siglo XX “el siglo de los genocidios” por las violencias y crímenes cometidos en contra de la humanidad. En lo que ha transcurrido de este siglo XXI, se ha intentado ocultar y negar esas violencias y crímenes. Por ello, quizás algún historiador lo llegue a definir como “el siglo de los negacionismos y la impunidad”.

A medio siglo del golpe de Estado que causó el derrocamiento de un presidente elegido democráticamente y terminó con La Moneda bombardeada y con miles de personas masacradas, queda abierta la interrogante de Hobsbawm respecto de si Chile está entre los países que se quedaron en silencio, o si “las memorias públicas” de las que habla el historiador se impondrán sobre el negacionismo, el olvido y la omisión.