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Cultura y barbarie

Memoria implacable​,​ desde su título​,​ interroga cu​á​l es la forma y narración específica para construir un documento de la barbarie. Aquí se pone en juego​, específicamente, una estética del documento que rescata vidas sepultadas en el silencio, cuyas historias hoy reclaman justicia y responsabilidad”, escribe Iván Pinto sobre el documental de Paula Rodríguez Sickert.

Por Iván Pinto

Walter Benjamin nos recordaba a inicios del siglo XX que “todo documento de cultura es un documento de barbarie”. ¿Qué significaría en ese marco pensar una imagen documental? Bien podríamos decir que la premisa benjaminiana ha hecho andar parte importante de los documentales del siglo XX y XXI, en la lucha por construir un testimonio sensible de aquello que acalla el avance de la historia: la destrucción y la barbarie que la secunda. Ahí están las imágenes de los campos de concentración en Auschwitz tempranamente formulados en Noche y niebla (Alain Resnais, 1956) y en la extensa y fundamental Shoah (Claude Lanzmann, 1985); los crímenes de Pol Pot en Camboya en S-21: La máquina de matar de los jemeres rojos (Rithy Panh, 2003); o más cerca, la reconstrucción de los hechos ocurridos en la dictadura de Pinochet a través de documentales como La memoria obstinada (Patricio Guzmán, 2001), Calle Santa Fe (Carmen Castillo, 2007) o El edificio de los chilenos (Macarena Aguiló, 2008). Lo que tienen en común estas imágenes es que formulan una memoria de aquello que no se puede olvidar, una memoria de la catástrofe; y que desde ahí han construido un discurso específico sobre el lugar de la imagen documental en el mundo. 

Quizás, en ese sentido, la pregunta no debiera centrarse tanto en “¿qué es una imagen documental?”, sino más bien en otras como ¿qué puede una imagen documental? ¿A quién se debe una imagen documental? ¿Cómo construir imágenes justas sobre determinados testimonios o hechos de las distintas catástrofes de nuestra época? 

Estas inquietudes me surgen a partir del documental Memoria implacable, de Paula Rodríguez Sickert (1963), un trabajo que aborda la usurpación, colonización y luego genocidio de parte importante de la comunidad mapuche en el llamado “proceso de pacificación de la Araucanía”, perpetrado entre los años 1862 y 1885 por los Estados de Chile y Argentina. Se trata de un tema todavía poco documentado, y menos aún reconocido por la sociedad y el orden institucional chileno, tema central, por lo demás, de los desacuerdos políticos del primer proceso constituyente (2021-2022), y que hoy está en el fondo del conflicto y militarización de la Araucanía. 

Memoria implacable 
Chile/Argentina, 93 minutos 
Dirección: Paula Rodríguez Sickert 
Productoras: Errante Producciones y Gema Films

El documental de Rodríguez Sickert tiene por protagonista a la historiadora Margarita Canio Llanquinao, cuya investigación entrelaza la reconstrucción del relato de esta colonización con el rescate de saberes ancestrales de la cultura mapuche. A través suyo, hacemos un recorrido por las tierras usurpadas y por la historia de un despojo que aquí es narrado en la voz de las propias comunidades a modo de memoria oral. Como dice Margarita, su rol es “traducir la memoria oral a la historia escrita” mediante el encuentro con comunidades, lonkos y familias de ambos lados de la cordillera. De esta forma, el documental se establece como una investigación mediada por la mirada y reflexión de la historiadora. 

Pero el punto álgido —y el principal hallazgo— de Memoria implacable viene con la historia de Katrülaf. A partir del encuentro con los documentos y registros del etnólogo alemán Roberto Lehmann Nitsche en el Museo de Historia Natural de La Plata, en Argentina, se llega a una carta escrita por Katrülaf y dirigida al propio etnólogo, único testimonio escrito de un sobreviviente de la masacre. Se trata de un texto personal, autobiográfico, donde Katrülaf  —ya reincorporado al mundo huinca y renombrado Juan Castro— cuenta su vida desde los 17 años, edad en que empezó a vivir en carne propia la invasión y expropiación de sus tierras, el asesinato masivo, el arrastre en caravana en conjunto con grupos humanos que fueron falleciendo en el camino, el encierro en s campos de concentración donde fueron expuestos al hambre y el frío, luego la deportación y el destino trágico de los sobrevivientes, divididos entre la esclavitud, la incorporación al ejército argentino o el encierro en sótanos para luego ser exhibidos o examinados por la ciencia.  

El testimonio está bellamente escrito, y se trata de un caso único en términos de poner en valor la experiencia subjetiva y la narración biográfica. A través de él, se visibiliza un punto de vista no reconocido por la historia oficial y se incorpora la perspectiva mapuche a un pasado que ha sido siempre narrado por el colonizador huinca. Este          relato se va contrastando con el comentario de la historiadora y con los de las distintas comunidades mapuche. Rodríguez Sickert incluye también una acción simbólica en el presente por comunidades mapuches y familiares para que la capilla de Valcheta en Argentina —lugar que funcionó como campo de concentración— sea reconocida como un espacio de memoria. 

Mientras la voz lee en mapudungún, el lugar de la historiadora como traductora o mediadora es fundamental. ​En su narración​ es posible, de algún modo, ​visualizar ​el dolor y la vida de Katrülaf, y, a través de él, vislumbrar el destino de un pueblo ​que no ha sido​ lo suficiente​mente​ escuchad​o​. El documental juega también con la puesta en escena,  con el increíble paisaje patagónico y con ​los archivos y  ​fotografías encontrad​a​s en la investigación, que no son muchas, pero sí muy decidoras​, y ​​en las que vemos a ​grupos siendo arrastrados a distintos lugares: mujeres, lonkos, niños y hombres retratados con las técnicas de la época. ​Mediante​ estas imágenes, rostros anónimos interpelan a un espectador del presente, en una especie de anacronismo de la imagen documental, cuyo pasado adquiere una forma espectral de presente. 

Decíamos que la imagen documental ha construido un itinerario estético a través ​de la​ pregunta por la “imagen justa”.  Memoria implacable​,​ desde su título​,​ interroga cu​á​l es la forma y narración específica para construir un documento de la barbarie. Aquí se pone en juego​, específicamente, una estética del documento que rescata vidas sepultadas en el silencio, cuyas historias hoy reclaman justicia y responsabilidad. La memoria es implacable, se nos dice al final del documental. Parafraseando ​a​ Benjamin, bien podemos decir que toda memoria cultural es​, en el fondo,​ una memoria de ​la ​barbarie. La carta de Katrülaf que hoy llega a destino —con toda su crudeza y belleza— es una huella material de esto​.​​     ​​​