A diez años de su muerte, el legado de la artista del underground chileno Hija de Perra es más venerado que nunca. Su rostro está en murales, las disidencias marchan con frases suyas en lienzos y ha irrumpido en la academia con su obra más desconocida: una serie de ensayos y ponencias sobre sexo e identidad de género que presentó en diversas universidades.
Por Pedro Bahamondes Chaud | Foto principal: Zaida González. Las come guaguas (2010). Fotografía análoga coloreada a mano. Gentileza de la fotógrafa
Parte I: “Una raza sospechosa”
El abogado Roberto Nahum revisó exhaustivamente el programa que encabezaban él, como decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, y la antropóloga Sonia Montecino. Al final de la nómina de expositores, figuraba “HDP”. “¿Quién es ‘HDP’?”, preguntó Nahum. Álvaro Fuentealba, director de carrera de la época, le advirtió que no había de qué preocuparse, pero le mintió.
Nahum no podía enterarse de que una de las artistas más radicales de la escena disidente, una singularísima travesti, actriz y cantante llamada Hija de Perra, sería la encargada de cerrar las primeras Jornadas Estudiantiles de Teoría de Género y Feminismo que se realizarían en la facultad. Aún corría el telúrico año 2010 y nadie quería volver a mover el piso.
“De haberlo sabido, el decano no lo hubiese permitido. Por esa razón, preferimos editar su nombre”, cuenta Nicolás Ried, uno de los creadores del evento organizado por el Centro de Estudios Críticos Universitarios (CECU) y quien invitó a la performer a participar —por primera vez— en una actividad académica.
“Queríamos crear un espacio de discusión que incluyera el trabajo práctico de personas que, sin estar en la academia, apuntaban en la misma dirección. Hija de Perra calzaba perfecto. Además, ya era una leyenda”, explica Ried. La conoció a mediados de ese año, en una de las noches de fiesta con que terminaban las lecturas performáticas del Colectivo Universitario de Disidencia Sexual (CUDS), uno de los grupos activistas más audaces de la época. Hija de Perra se había unido dos años antes y era la musa inspiradora y embajadora oficial. Esa misma noche, Ried la invitó a presentarse con una ponencia en las primeras Jornadas.
Volvieron a encontrarse al día siguiente, esta vez en el taller de ropa de la artista en calle Cumming, en Santiago. “Nuestra invitación no era para que ella fuera a hablar de su experiencia ni de su práctica artística como un objeto de estudio. Queríamos que creara una ponencia académica en su estilo provocador y que su primera vez en un espacio así fuera igual de disruptiva. Esa idea la entusiasmó mucho”, recuerda Ried.
Casi sin advertirlo, la artista nacida en Santiago en 1980 ya estaba a la altura de la invitación: en menos de una década, había conseguido llevar su osada propuesta de performance política y transfeminista desde los escenarios más apartados hasta los círculos oficiales. Inspiró el documental Perdida Hija de Perra (2010), de Vicente Barros, y durante el mismo período fue fotografiada por Zaida González. En paralelo, presentaba sus performances cada fin de semana en clubes y fiestas en todo Chile.
Irrumpir en la academia con un prontuario artístico como el suyo suponía un desafío de palabras mayores, partiendo por el mismísimo encargo: como nunca había escrito un texto de esas características, entró en pánico y pidió ayuda en su cofradía. “Estaba nerviosa, histérica y dramática, como era ella. La invitación a la U. de Chile significaba desacralizar el espacio universitario y tuvo mucha conciencia de ser la primera travesti en tener ese lugar”, cuenta el periodista Cristeva Cabello, amigo suyo y exmiembro de la CUDS.
“En el colectivo generábamos textos de autoformación teórica, y ella se me acercó para que le diera consejos para su ponencia. Nos sentamos frente al computador, anotamos las ideas centrales de lo que quería decir e hicimos un intercambio de lecturas feministas. Eran libros que no estaban en las mallas ni bibliografías curriculares, como El género en disputa (2001), de Judith Butler, y Teoría King Kong (2006), de Virginie Despentes. Le enseñé cómo se citaba a un autor, a escribir el primer párrafo para que tomara fuerza el texto, y de ahí empezó a escribir sola”, recuerda.
La invitación le permitía explorar también nuevos personajes: “Quería parodiar la figura de la autoridad y de la mujer académica; vestirse de traje, hablar con esas mismas palabras rimbombantes. Su performance empezaba ahí, al ocupar el espacio de la autoría catedrática como Hija de Perra”, agrega Cabello.
El miércoles 17 de noviembre de 2010 había mayor movimiento en la facultad ubicada en calle Pío Nono. Un público diverso, inusual, se había congregado para presenciar el plato fuerte de las primeras Jornadas Estudiantiles, anunciado para el final. Al verla cruzar la entrada del Aula Magna, se desató una ovación digna de las estrellas de rock. Hija de Perra subió al podio y partió leyendo con su característico fraseo travesti el título de su ponencia: “Ofensivo margen sexual en una raza sospechosa”.
“Yo no pertenezco a este grupo específico. Como hurgo en una comunidad más contestataria, no busco la belleza de una diva. Hurgo en mis propias posiciones y opiniones, y surjo como una grosería sexual y un pintoresco personaje bizarro. Una bomba visual, una maraña de información de ambigua lectura multisexual que perturba el mirar del que observa la escena”, continuó la artista.
Se definía a sí misma como una “sagrada puta babilónica”: “Soy para otros de una raza sospechosa de difícil clasificación”, dijo desafiante. “Los teóricos de género me marcan y me tildan de queer como si encajara perfecto en aquella palabra, limitando mis terrenos (…). Cualquier etiqueta es provisoria y responde a una complicada pero indudable estrategia. Soy puta, travesti, mujer, hombre, gay, lesbiana, todo para ti”.
Un amigo suyo, el cineasta Wincy Oyarce, director de Empaná de pino (2008) y del exitoso documental póstumo Tan inmunda y tan feliz (2023), registró por instrucción de la artista la ponencia. El video supera las 13 mil reproducciones en YouTube.
“Yo siempre andaba con la cámara haciendo registro de todo lo que hacíamos, pero esa vez me lo pidió muy claramente porque no sabía si iba a haber otra instancia. En ese momento parecía algo muy único y creo que ella pensaba que no se iba a repetir”, cuenta el director. “Además de aterrada, se sentía una impostora. ¿Por qué voy a estar yo en la academia?, decía. Ella estuvo dispuesta a entrar en esos espacios y códigos, y eso provocó críticas en su momento, a pesar de que siguió siendo fiel al tono desenfadado que tenía. Sus ponencias divulgan una teoría bien cabezona de una forma más amigable, democrática y con mucho humor”, agrega.
Un año después, apareció En Reversa. Primeras Jornadas Estudiantiles de Teoría de Género Universidad de Chile (2011), de Editorial Párrafo, libro que compilaba todos los textos y ponencias. Hija de Perra aparecía en la tapa y contraportada con dos retratos suyos tomados por sí misma. El libro se agotó rápidamente y no ha sido reeditado.
Parte II: El origen del mito
“De algunas murallas de la Universidad de Chile se despegaron los afiches censurados que portaban la imagen bisexuada, se despertaron temores de pornografía y de obscenidad intolerables para ciertos sectores de la academia, se activaron discursos sobre posibles ofensas a la moral. ¿Qué hace pensar Hija de Perra con sus bizarrías sarcásticas, qué sentido del gusto y del asco moviliza?”, reflexiona la filósofa Olga Grau en un artículo escrito para el I Congreso Nacional de Filosofía de 2009 y publicado tres años después en la Revista Nomadías.
Hija de Perra, el personaje, surgió como una criatura de la noche en los convulsos inicios de los 2000. Inspirada en la drag queen estadounidense Divine, adoptó las cejas de villana garabateadas muy por encima de los ojos, los labios pintados de rojo escándalo y ese arrojo grotesco y espeluznante.
Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), la ópera prima de Pedro Almodóvar, además de Gloria Trevi y figuras de la performance y la contracultura local, como las Yeguas del Apocalipsis, Carlos Leppe y Francisco Copello, alimentaron también su imaginario. El “glamour de la basura”, lo llamaba ella.
Sus primeras presentaciones las hizo en un show de varietés que organizaba con su familia y amigos en La Cisterna. Allí fue descubierta por el director teatral Nicolás Oyarce, quien la escogió para protagonizar la obra Nostalgia de la locura (2005). Meses después, empezó a actuar en antros y galpones del centro de la capital, en patios universitarios y en espacios emblemáticos de la escena independiente, como el Cine Arte Alameda y el Centro Cultural La Perrera.
Luego dio un salto a la pantalla grande como protagonista de Empaná de pino, un clásico del cine chileno independiente, y de cortometrajes como Niño bien (2013), ambos dirigidos por Wincy Oyarce. Tetoterapia, el musical (2020), dirigida por Jorge Panchana, fue la última película la que participó.
“Su negación a darle a lxs espectadorxs acceso al conocimiento definitivo de dónde terminan sus vidas públicas y reales como personas trans y de dónde comienzan sus identidades como personajes y sujetos fílmicos, indica hasta qué punto la ‘trans-ficción’ tiene el potencial de desestabilizar los códigos de los géneros fílmicos”, escribió en un artículo Carl Fisher, académico de la Fordham University de Nueva York.
La artista nunca se desenmascaró ni dejó ver más allá del mito travesti que la cubría. Nadie pronunció su verdadero nombre públicamente. Ni siquiera entre su familia y amigos más cercanos. Sin embargo, a una década de su temprana muerte —el 25 de agosto de 2014, a los 34 años y a causa de complicaciones del VIH—, muchos han comenzado a hacerlo.
“Wally [como lo llamaban sus cercanos] no quería revelar su identidad y un motivo tenía que ver con que siempre estaba ese morbo de saber quién está detrás del travesti, en lugar de validarlo como humano de esa manera”, comenta Wincy Oyarce. “Él había decidido mucho antes que Hija de Perra iba a ser su única figuración pública y siguió adelante con esa decisión hasta el final de su vida”, reflexiona.
“Wally estudiaba Diseño de Vestuario en el INACAP cuando lo conocí y sus compañeros no sabían que era Hija de Perra”, recuerda Nicolás Ried. “Él pedía que se mantuviera en secreto y creo que muchos lo guardamos como si fuera propio. Era muy tímido, una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde: dos personas completamente opuestas. Por ningún motivo se habría subido a un escenario sin ser Hija de Perra”.
“Artista bizarra (…), cantante de electro mugre, musa inspiradora de tesistas, fotógrafos profesionales, artistas visuales y periodistas, instructora de enfermedades, dominatriz, ícono de la inmundicia under chilena”. Así la presentaron en otra de sus apariciones académicas, el 21 de octubre de 2011. Fue para el encuentro “Ciudadanías del cuerpo: Emplazamientos al Estado y a la Iglesia”, que se realizó en el Auditorio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la U. de Chile.
Era viernes y en el lugar no cabía un alfiler. Hija de Perra llegó acompañada de la actriz Irina Gallardo —Irina la loca—, quien oficiaba de escolta y compañera en escena. Más atrás, iba siempre su madre, Rosa Peñaloza.
“La sexualidad involucra a la vez seguir los estrictos códigos y estándares de ética inculcados por nuestra idiosincrasia mestiza y mixta al momento de realizarse, enfrentando conductas y costumbres sociales que han sido heredadas y han permanecido durante siglos estigmatizando este hermoso tema”, reflexionaba en su ponencia.
El texto fue publicado al año siguiente en la revista Punto Género, del Depto. de Sociología de la U. de Chile. “Sus intervenciones no fueron pensadas para ser publicadas sino para ser leídas en vivo”, dice Javiera Ruiz, historiadora y amiga de la artista en su etapa inicial. “Wally se ponía nervioso, prefería preparar todo con mucha anticipación. Eso aplicaba tanto para sus performances como para las conferencias”.
En un artículo, la académica chilena María José Opazo la describe como “el engendro de una sociedad chilena sudaca, aspiracional, arribista y desigual; un monstruo marginal que resolvió con valentía enfrentarse a los demás y se fue nutriendo de insólitas ‘cerderías’ en torno a las construcciones sociales del acontecer sudamericano”.
“Hija de Perra fue una respuesta a las lógicas de moderación política en las que fuimos criados en el Chile de los 80. Tanto ella como varias de nosotras crecimos en dictadura, luego vimos el pacto del retorno a la democracia y la transición política, y esa respuesta fue absolutamente excesiva, un choque estético, anárquico y violento”, propone Jorge Díaz, biólogo, escritor y exmiembro de la CUDS.
“En Chile no hubo Ley Antidiscriminación hasta 2014, y recién en 2018 hubo Ley de Identidad de Género”, le sigue Cristeva Cabello. “La lucha siempre estuvo tomada por la homosexualidad heteronormada y conservadora con la que no estábamos [de acuerdo]. Su forma de canalizar toda esa rabia ante tanto desprecio fue a través de lo monstruoso y lo grotesco”, reflexiona.
Parte III: Póstuma
En noviembre de 2012, la artista fue invitada a presentar una ponencia en la Primera Bienal de Arte y Sexo, en La Perrera. “Interpretaciones inmundas de cómo la Teoría Queer coloniza nuestro contexto sudaca pobre, aspiracional y tercermundista, perturbando con nuevas construcciones genéricas a los humanos encantados con la heteronorma”, la tituló, y fue publicada al año siguiente en la revista Punto Género. Hoy es considerada una de sus diatribas fundamentales.
“HDP defiende la validez del conocimiento y las prácticas que circularon entre grupos de género y sexualidad, personas inconformes mucho antes de que se extendiera la teoría queer en el hemisferio sur. Cuestiona cómo algunos teóricos latinoamericanos aplicaron —y mal aplicaron, en muchos casos— la teoría queer en la región y explica cómo pensadores como ella llegaron a percibir este esfuerzo como una neocolonización del conocimiento”, escribió Julia Eilers Smith, investigadora de la U. de Concordia, en Montreal, quien como curadora estuvo al frente de “Living in Foul”, la primera muestra inspirada en los textos teóricos de Hija de Perra en el extranjero.
Se expuso en 2019 en el Museo de Arte Hessel de Nueva York y la componían distintos registros, desde sus actuaciones en vivo, fotografías y videoclips, hasta entrevistas y algunos escritos. “Sus conferencias fueron tan teatrales como teóricas. Su personalidad extravagante y su discurso desinhibido contrastaba marcadamente con las formalidades típicas asociadas con las reuniones universitarias”, considera Eilers Smith.
Su torcida ruta académica la llevó también a presentarse con sus clases sobre enfermedades venéreas en las universidades de Santiago, Valparaíso, Concepción y Viña del Mar. Era común que sus lecturas fueran interrumpidas por grupos religiosos, algo que “solo fortalecía la performance”, recuerda Ried. “Wally se enfrentó con personas en la Universidad de Concepción. Aprovechó de hacer una performance en un antro esa noche y llegaron unos neonazis que lo habían amenazado de muerte. Lo golpearon con cadenas y quedó muy mal. Uno veía al personaje muy fuerte y radical, pero en la interna él era una persona bastante sensible. Cuando ocurrían estas cosas quedaba aterrado y se cuestionaba si seguir haciendo todo eso”, recuerda.
Diez años después de su muerte, el interés póstumo en la figura y obra de Hija de Perra ha crecido. Se levantan murales con su rostro, y a la par de documentales, películas y discos póstumos, se publican también perfiles periodísticos suyos, como en el libro Insumisas. Diez chilenas vitales desde la disidencia (Pólvora Editorial, 2021).
Los textos de sus ponencias son, probablemente, su obra más valorada. A pesar de que no han sido reunidos en un libro, sobreviven como registros en YouTube y portales digitales. Inspiran tesis, ensayos y son citados en artículos académicos. Algunos incluso son leídos como parte de la bibliografía de cursos y programas de arte contemporáneo, performance y estudios culturales latinoamericanos en distintas universidades.
Rox Gómez (elle) es investigadore trans no binaria, y Coordinadore del Diplomado en Estudios y Prácticas de la Performance de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Ha investigado a Hija de Perra desde 2011. En su opinión, ella “cuestionó la emergencia de lo queer, polemizó su valía y permitió cuestionar esa suerte de superioridad moral que artistas que trabajan desde la abyección o lo bizarro pueden tener por sobre otros que trabajan más desde lo bello (en términos hegemónicos)”.
Rosa Peñaloza, madre de Wally, ha sido la custodia y principal difusora del legado de Hija de Perra. Reunir su producción y crear un archivo definitivo no ha sido sencillo, dice. Y aún falta trabajo. “Ahora mismo hay dos solicitudes con sus textos, una desde la Universidad de California y otra chilena”, cuenta. Más obsesionada la tiene encontrar una ponencia de la que no existe manuscrito ni registro. No recuerda ni el título ni el año, pero entrega pistas: “El texto hablaba de los obreros y las nanas, y la presentó en la Humanismo Cristiano”.
“La Perra jugó un papel fundamental en una identificación como queer latinoamericana, no solo en Chile sino en Colombia, Ecuador, Argentina. Muchos performers se siguen inspirando en sus videos”, dice Jorge Díaz. “Su óptica sigue siendo minoritaria dentro de la producción de conocimiento académico, por tanto es urgente que se conozca”, agrega.
En una entrevista le preguntaron si quería formar parte de la norma. Hija de Perra frunció sus labios rojos, dijo sentirse bendecida. “Continuaré con mi legado disidente hasta el final de mis días. También podría ser un extraterrestre y mis días nunca terminarán. Seré eterno”.