El llamado es a ser agentes de cambio desde nuestro privilegio de estudiantes de una universidad prestigiosa y pública, y a poner nuestros conocimientos y habilidades al servicio de la comunidad. Estos son los principales retos que debemos enfrentar: el desafío de la organización, el desafío de la democratización de las luchas, el desafío del impacto territorial.
Por Bascur Cruz
Octubre de 2019 fue el comienzo de una bola de nieve cargada del peso de nuestra historia, del dolor de las familias chilenas, de la rabia del estudiante con deudas de por vida. Este efecto siguió creciendo con el esfuerzo de quienes luchan por un país justo y equitativo con miras al progreso social y el respeto a las diversas identidades que existen en el territorio. En estos últimos meses, vimos cómo la mayoría de las políticas públicas que conocíamos —las AFP, la Ley de Pesca, el Servicio Nacional de Menores, el acceso a la educación y un largo etcétera— significaban grandes pérdidas para la sociedad en términos de calidad de vida, posibilidad de desarrollo y justicia social. Pero esto es más problemático aún para los grupos históricamente oprimidos, que ni siquiera tienen las posibilidades de cambiar las cosas por su propia cuenta, pues se ponen un blanco en la espalda si es que intentan pelear contra el sistema.
Con el inicio de la Convención Constitucional se dio un gran paso hacia el camino del cambio social, la renovación del paradigma político y la continuación de la lucha por la equidad y justicia social. Las fórmulas de participación en la creación de este nuevo Chile nos invitan a ser parte de estos espacios de renovación. La cultura disidente nos invita a contrariar la norma hegemónica que nos oprime y nos obliga a interactuar con un sistema que tanto mal nos hace. El hecho de plantearnos como jóvenes que buscan salidas a los problemas actuales nos pone en una posición particular frente a los procesos socio-políticos, y desde ahí tenemos que hacernos cargo de los desafíos que esto significa, para intentar estar a la altura de ellos y encontrar soluciones efectivas a lo que hoy nos perjudica.
Como estudiantes debemos pensar y actuar teniendo siempre en consideración la sociedad en la que queremos influir. Debemos tener la capacidad de ser un factor de cambio y de sumarnos a las luchas que mueven al país. Esto va de la mano con el levantamiento de nuestras propias peleas por los derechos de todes. La transversalidad del apoyo a las causas sociales debe ser un pilar fundamental de nuestras convicciones.
Como universidad pública, debiéramos tener requerimientos mínimos respecto de nuestra influencia en la sociedad. Lo que como Universidad de Chile hagamos en este contexto tendrá un impacto, independiente de si es algo que hayamos buscado o no. Es por esto que debemos ser responsables y transitar un camino que nos lleve a proteger a la población, estableciendo líneas de trabajo en pos de los derechos humanos de todes e instalando dentro de nuestras principales banderas de lucha la protección del derecho a la educación gratuita y de calidad. Nosotres, como estudiantes, tenemos la obligación de levantarnos ante las injusticias, pero este deber no nace de la idea de que somos quienes salvarán a la sociedad de todos sus males. Somos quienes motivarán el despertar del resto de las personas con las que compartimos suelo por un sentimiento de comunidad y de humanitarismo. Dicho de otra forma, como estudiantes debemos ser parte de los procesos que vengan, debemos ser una base del cambio, pero no por nosotres mismes, sino por todes. Esto toma más sentido aún cuando lo pensamos como una declaración de principios, como una proyección de ideales básicos para el desarrollo de la sociedad y de sus individualidades. La reconquista del espacio público viene de la mano de la lucha social.
El llamado es a ser agentes de cambio desde nuestro privilegio de estudiantes de una universidad prestigiosa y pública, y a poner nuestros conocimientos y habilidades al servicio de la comunidad. Estos son los principales retos que debemos enfrentar: el desafío de la organización, el desafío de la democratización de las luchas, el desafío del impacto territorial. El llamado es a organizarse, a ser fuente de cambio, a luchar por un respeto transversal de los derechos humanos y a ir en contra de cualquiera que se interponga en estas labores.