América no invoco tu nombre en vano, obra monumental de Gracia Barrios, es un ejemplo de “la trayectoria estelar que tuvo el pensamiento crítico chileno” de comienzos de los años 70. Pero la historia de esta pieza también puede leerse como la representación de una épica nacional interrumpida: fue concebida en 1970 como un gran tríptico, en un momento revolucionario y experimental, pero hoy, por razones que aún se desconocen, solo dos de sus paneles están en Chile.
Imagen: Lectura de foto: © Gracia Barrios, América no invoco tu nombre en vano, 1970, mixta sobre tela, 160 x 301 cm. Colección Museo de Arte Contemporáneo (MAC), Facultad de Artes, Universidad de Chile. Crédito: Jorge Marín. Gentileza MAC.
América no invoco tu nombre en vano (1970) es una obra que me estremeció de manera visceral e inexplicable la primera vez que la vi. Es una pintura monumental no solo por sus dimensiones, sino también por su composición y la apertura que tiene hacia el espacio. Su impacto crece cuando se comprende su historia, las aristas que la configuran y que potencian su lectura, haciendo de ella ejemplo de una trayectoria estelar del pensamiento crítico chileno y del compromiso con un horizonte latinoamericanista. Es también la metáfora de una gesta colectiva interrumpida por la barbarie.
Su creadora, Gracia Barrios —Premio Nacional de Artes Plásticas 2011—, nació en Santiago el 27 de junio de 1927, en un hogar donde la literatura, el arte y la música eran algo cotidiano. Su padre, el escritor y Premio Nacional de Literatura Eduardo Barrios (1884-1963), invitaba a intelectuales chilenos y extranjeros de paso por la capital para debatir en animadas tertulias. Si bien era reconocido como articulador de redes teosóficas, algo muy propio del período de entreguerras, fue también un aficionado a la cultura popular latinoamericana y sus diversas expresiones.
En este ambiente cultural creció la artista, quien de adolescente tuvo clases de pintura con el profesor, compositor y pintor Carlos Isamitt, tras lo cual hizo el vespertino en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, donde de manera formal, entre 1944 y 1949, estudió pintura. Comprometida con las demandas estudiantiles, profesionales y culturales, integró el Grupo de Estudiantes Plásticos, que buscaba la deselitización de la educación. En la década de 1960 abrazó el informalismo como corriente internacional y junto a José Balmes, Alberto Pérez y Eduardo Martínez Bonati fundó el Grupo Signo, referente de esta tendencia en nuestro país, sin perder el perfil político que caracterizó a esta camada de artistas.
Como docente y artista se ligó estrechamente al proceso social emancipatorio que se profundizó con la Unidad Popular, vinculándose en particular con el movimiento de la Reforma Universitaria de 1968. Tras el golpe cívico-militar del 11 de septiembre de 1973, se exilió junto a su familia en Francia.
Siguiendo la línea de sus primeros profesores Carlos Isamitt y Carlos Pedraza, comenzó a explorar una figuración de corte naturalista que, con la creación de Signo, se diluyó en la abstracción y el relevamiento del procedimiento pictórico y su materialidad. Tras la Reforma Universitaria, Barrios optó por volver a la figuración, sin desconocer esa etapa anterior. Se podría decir que juntó las partes para armar un cuerpo, un todo.
América no invoco tu nombre en vano fue realizada para el encuentro homónimo que tuvo lugar en el Museo de Arte Contemporáneo, sede Partenón, entre mayo y junio de 1970, coordinado por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Bellas Artes, el Centro de Estudios de Arte Latinoamericano y el Instituto de Extensión de Artes Plásticas de la Universidad de Chile, antes de que los dos últimos se fusionaran en el Instituto de Arte Latinoamericano (IAL). El título refiere al sexto capítulo de la monumental épica americana Canto general, de Pablo Neruda (1950). El evento tuvo un carácter interdisciplinar que incluyó también música, teatro y circo, aunque fue más que eso, ya que funcionó como un certamen donde el latinoamericanismo era el tema principal.
Por su relación para e intertextual —así como también por sus dimensiones—, la obra fue elegida como cartel del encuentro. Pero lo que vemos reproducido no es la obra completa, sino el panel central —que mide más de tres metros de ancho— de un tríptico que, como conjunto, fue exhibido solo durante la Unidad Popular, y del que no existen registros fotográficos conocidos. El conjunto remite a referentes plásticos como la obra del pintor ruso Nicolas de Staël (fundamental en su comprensión de la abstracción) y la pintura monumental (sobre todo los frescos del cinquecento).
Es importante considerar el contexto político chileno, así como también el apoyo infatigable de Barrios a las causas justas de América Latina y a los procesos revolucionarios, lo que la llevó a definir su producción como “realismo informal”. Su búsqueda de una gran escala se relaciona con este posicionamiento político, empujándola no solo a realizar pinturas sobre bastidores de grandes dimensiones, sino también murales y patchworks inmensos, pues el arte tendría la obligación de otorgar una “forma” a los cambios sociales, además de exhibirse en lugares no precisamente institucionales.
El tríptico es ejemplo también de la riqueza material y experimental de la obra de la artista, pues está ejecutada con óleo sobre tela de yute, pero también con un látex negro sobre el que aplicó un sutil marrón para definir los rostros de sujetos americanos que, en la composición, comparten un solo cuerpo cohesionado en el que se distinguen brazos y piernas, como si fuese una marcha que avanza con un fulgor en su espalda hacia el espectador.
Tras el evento para el que Barrios produjo esta obra, el mencionado IAL se dedicó a organizar encuentros en varias ciudades del país, además de establecer puentes con organismos de la región. Es por ello que América no invoco tu nombre en vano fue a la Exposición de arte Feria Bío-Bío, en 1971, para después viajar ese mismo año a La Habana para ser parte del Encuentro Chile-Cuba, organizado por el IAL y Casa de las Américas, en el que se reunieron artistas fundamentales de la plástica de mediados del siglo XX de ambos países.
Los envíos y retornos de obras de arte no eran sencillos en esa época, menos en un país como Cuba, sometido al bloqueo (aún vigente) de Estados Unidos. Esto explica en parte que el panel izquierdo quedara allí, en Casa de las Américas, en circunstancias todavía no esclarecidas, porque no se sabe a ciencia cierta si fue prestado o donado. Sin embargo, tanto el cuerpo central —actualmente en la colección del MAC— como el panel derecho —que iría a parar a la Pinacoteca de Concepción— regresaron.
Todos estos avatares hicieron que la historia de América no invoco tu nombre en vano se volviera nebulosa, y resulta increíble que siga sin aclararse. Los mismos trabajadores de Casa de las Américas no tienen más información hoy que el nombre de la autora, el título y un año impreciso; incluso desconocen el hecho de que está compuesta por otras dos partes. Fue la historiadora chilena Claudia Zapata quien en diciembre de 2022 pudo comprobar la existencia del panel izquierdo en ese lugar de La Habana; de hecho, me contó que al observar bien la pintura, el personal se dio cuenta de que efectivamente corresponde al panel izquierdo de una obra mayor. Con esto y la información dada por el profesor y artista Hugo Rivera-Scott es que pude aclarar algunos pasajes de esta historia.
Ahora bien, ya sea por su fragmentación, por el exilio, por la aceptación obscena del giro postestructuralista que valoró otras expresiones posteriores del arte (desmereciendo la historia precedente), por la nula reincorporación de los profesores desterrados, por desidia o simplemente por olvido, la obra jamás volvió a reunirse.
Americanismo integral
Uno de los puntos más interesantes de la trayectoria de Gracia Barrios es su latinoamericanismo acérrimo, que tan bien se expresa en esta obra desmembrada. Se podría cavilar que la épica de Neruda fue una inspiración ineludible, pero tiendo a pensar que esa obra actuó como un estímulo más en la trayectoria de una artista que siempre estuvo en contacto con el continente gracias a las tertulias de su padre. Probablemente allí se encontró con otro autor fascinante de nuestra América, el venezolano Mariano Picón Salas (1901-1965), por entonces un joven que había huido de la dictadura de Juan Vicente Gómez, y que a su arribo a Santiago, en 1925, conoció a Barrios padre, quien lo empujó a trabajar en su obra ensayística. Picón, recordemos, fue profesor de Historia del Arte en la Facultad de Bellas Artes y, tras la reforma de 1931, se convirtió en profesor de Arte Americano en la Escuela de Artes Aplicadas, un espacio más experimental.
Imagino que las reflexiones producidas por Picón Salas tuvieron resonancia en el pensamiento de Gracia, sobre todo en lo concerniente a la expresión cultural americana que él defendía. Según sus postulados, habría una suerte de dialéctica entre el pensamiento nacional, al que se le oponía una reacción foránea que impedía la llegada a un horizonte universal. Por lo tanto, las fases de nuestra historia eran latinoamericanismo, antiimperialismo y, finalmente, un “americanismo integral”, como lo llamaba el autor.
La historia de América no invoco tu nombre en vano es ejemplar para la historia del arte chileno. Se creó en un momento revolucionario que activó las redes intelectuales continentales y mundiales como pocas veces ha ocurrido en estos pagos. Un momento dinámico, experimental y monumentalista que buscó estar a la altura de la proeza que, según ellos, estaba realizando el pueblo chileno. Después vendría la noche dictatorial y, con ella, la refundación conceptualista en lo cultural. El latinoamericanismo y el antiimperialismo se desperdigaron, al igual que las partes de la obra de Barrios, por la acción violenta de la oligarquía local, su brazo armado y el imperialismo interventor, que puso fin al proyecto de nación democrática y popular. La brutalidad de ese desmembramiento se perpetúa hasta hoy, lo que se expresa también en el olvido de ese acumulado histórico que desde la década de 1920 construyó sus propios idearios, a partir de los que venían avanzando tanto los sectores populares como intelectuales. Tal y como Barrios lo representó en esta monumental pintura.