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La convivencia universitaria respetuosa como ejercicio de derechos humanos

Por Juan Cortés

La Universidad de Chile promueve el desarrollo integral y armónico de sus miembros y lo hace en concordancia con los principios orientadores y las prácticas específicas de la comunidad. El cumplimiento de nuestra misión constituye un compromiso permanente de funcionarios/as y estudiantes, cualquiera sea su especificidad, como demuestran los hallazgos efectuados por la Iniciativa de Convivencia Universitaria (ICU), dependiente de la Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios VAEC.

Esta instancia constituye un elemento facilitador de las relaciones armónicas y simétricas dentro de nuestra comunidad. Este anhelo compartido, sin embargo, no ha constituido en todo momento nuestra norma social e incluso en tiempos no lejanos, rigió su inverso. ¿Acaso la simple disposición al respeto y colaboración no basta?

En pleno siglo XXI, muchas de las terribles desigualdades que vivió Chile durante su historia parecieran resueltas: régimen democrático y Estado de derecho; eliminación del hambre, mortalidad infantil y otras muertes prematuras; acceso al agua potable, alcantarillado, conectividad vial y transportes; educación, trabajo, derechos sociales y de género y una serie larga de conquistas obtenidas no sin duras batallas y ciclos de avances y retrocesos. Esto no parece haber conseguido necesariamente la instauración de relaciones armónicas entre sus ciudadanos ni comunidades.

Como Universidad pública consciente de su ser y por lo tanto de su responsabilidad en la construcción de Chile, estamos obligados a actuar, a profundizar nuestra mirada crítica institucional, social e individual. Los últimos años han demostrado que es posible avanzar en temas que hasta hace poco resultaban impensables: equidad de género; acoso y abuso sexual; creación de Centros de Aprendizaje; programas de admisión inclusivos como SIPEE, PACE o de ex-conscriptos.

Un Comité de Coordinación Institucional ha propiciado giros insospechados en la dinámica organizacional, demostrando que si hay reflexión y trabajo colaborativo, los vacíos de interacción y silencios ominosos van dando paso a la reflexión y a la cohesión institucional. En la misma línea, la VAEC ha venido desarrollando esta iniciativa, realizando un levantamiento al interior de la institución que da cuenta del estado formal de acciones, institucionalidad y programas de convivencia. La finalidad es comprender la realidad. Mediante una acción transversal y coordinadora se busca identificar interacciones virtuosas y promoverlas al interior de la comunidad.

La ICU, a través de una mesa técnica con representantes de las unidades académicas y de la Dirección de Recursos Humanos, trabaja sobre tres ejes sustantivos: sentido de comunidad y de pertenencia; respeto hacia las personas -más allá de roles y posiciones-; y convivencia. Estos ejes tributan a la formulación de estrategias concretas que subrayan a la equidad y la inclusión como partes fundamentales de la vida universitaria. Un Plan Anual de Convivencia Universitaria, elaborado por un grupo de trabajo multidisciplinario, plural y triestamental, se encargará de promover conductas respetuosas y reforzar el sentido de pertenencia a la comunidad universitaria. También corresponde a la labor de la ICU estimular y apoyar la generación de comités asesores en facultades e institutos en materias de convivencia y diálogo dentro de ellas.

En este sentido, una forma posible de avance comunitario es reconocer Áreas Estudiantiles Comunes que dispongan de infraestructura y servicios de calidad basal uniforme, configurando un “piso mínimo garantizado” estructural, análogo al desarrollado en beneficios estudiantiles por la Dirección de Bienestar Estudiantil.

Finalmente, y aunque la Universidad pueda ser vista como una institución añosa y rígida, existen otras perspectivas y dimensiones. Observando los ambientes que genera, las discusiones que se dan en ámbitos científicos, filosóficos, artísticos o humanistas, es posible reconocer redes de conversaciones vigorosas, flexibles e innovadoras, llenas de vida y de creatividad.

Es ese el ambiente que debemos fomentar y compartir, son esos espacios los que deben alimentar las respuestas y mensajes que la Universidad lleve a la sociedad y en los cuales están inmersos nuestros estudiantes. Una forma de promoverlos son nuestras declaraciones explícitas de colaboración entre los integrantes, el desarrollo de trabajo interdisciplinario y transdisciplinario y la adhesión irrestricta al diálogo constructivo e integrador. Nuestro empeño como VAEC es aportar en la formación integral de los/as estudiantes, generando igualdad de oportunidades de acceso, permanencia, egreso y titulación, incidiendo en el contexto universitario como una importante fuente de retroalimentación, aprendizaje y aporte cultural.

La Universidad es espacio físico, aunque lo que la distingue, lo que la hace irrepetible y especial para todos los que pasamos por ella, es su ambiente único y peculiar, que debemos preservar y mejorar con nuestros aportes. Al distinguir de manera explícita la equidad, la inclusión y el respeto mutuo como elementos estructurales y sustantivos de la Universidad, constantes e indisolubles de todas sus funciones, estaremos consiguiendo que la excelencia y el respeto de los derechos humanos resulte algo connatural e inevitable para quienes formamos parte de ella.