Lorena Lorca Muñoz es abogada, académica de la Universidad de Chile y litigante del Consejo de Defensa del Estado. Sin embargo, no es en los círculos institucionales donde más ha sonado su nombre en los últimos años, sino en los de las organizaciones de personas trans de la capital, que recurren en masa a esta profesional en busca de lo que nadie les había ofrecido hasta ahora: representación efectiva y gratuita para cambiar su sexo y nombre en los registros oficiales.
Por Jennifer Abate | Fotografías: Felipe Poga
El ejercicio central de la clase de Clínica Jurídica de la tarde de un martes de primavera parece simple. Los estudiantes deben elegir si quieren ser abogados o defendidos. Después de declarar a viva voz su preferencia, los defendidos deben elegir entre los primeros al abogado que los defenderá. Cuando están listas las siete duplas de acusado-defensor, se le entrega a cada uno un documento diferente, con pistas que les permitan dar vida a su personaje. El del abogado explica que quien está al frente es un joven que lleva ocho horas detenido, acusado de doble homicidio. El del defendido le señala que debe interpretar a un hombre que encontró al ex de su pareja, Paulina, tendido en la cama de esta, rodeado de sangre y con una pistola al lado, y que tuvo que observar cómo luego ella se encerraba en una habitación y se suicidaba de un disparo. Luego lo tomaron detenido y nadie le explicó por qué.
Es la primera clase de adiestramiento en entrevista del curso que este semestre imparte la profesora Lorena Lorca Muñoz y el objetivo es que los futuros abogados de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile sepan cómo enfrentarse a sus potenciales representados. Tras unos treinta minutos de ejercicio, Lorca, antes de entrar en cualquier aproximación jurídica, pregunta: ¿cuántos abogados se presentaron con su nombre a los defendidos? Parece obvio, pero muchos no lo hicieron. ¿Cuántos miraron a los ojos a sus defendidos? Varios no. ¿Cómo se sentirían ustedes si se enteraran de que están acusados de un crimen y quien los va a representar ni siquiera les dice su nombre?, le pregunta a la clase. Los estudiantes siguen el cuestionamiento en silencio y asienten. Finalmente, la pregunta que más los sume en la reflexión: ¿por qué no deberíamos darles a los defendidos la misma representación que cualquiera de nosotros quisiera tener si la necesitara, pudiera o no pagar por ella?
Eso es lo que Lorena Lorca Muñoz, 49 años, académica de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y abogada del Consejo de Defensa del Estado, quiere que sea el derecho: una herramienta a disposición de todos, pero sobre todo para aquellos que enfrentan situaciones más desiguales de acceso a la justicia. Es por eso que hoy, al menos en su trabajo en la Universidad de Chile, su dedicación casi exclusiva está en cambiar el sexo registral de las personas transgénero, o dicho en lenguaje jurídico, rectificar su nombre y su sexo en sus partidas de nacimiento.
Los medios de comunicación han abordado profusamente el tema en los últimos meses, sobre todo debido a la tramitación de la Ley de Identidad de Género (ver recuadro) y a la visibilización de algunos casos de personas que lograron tramitar su cambio de sexo, como Niki Raveau, ex candidata a concejala por Santiago, o Alessia Injoque, que fue portada de la revista Qué Pasa en julio de este año. Sin embargo, en 2009, cuando Lorena Lorca se acercó por primera vez a este tema, nada de eso pasaba.
De hecho, estaba en un foro académico en que un grupo de abogados debatía sobre la situación de las personas trans cuando una de ellas, entre el público, se paró y les dijo: “ustedes no saben nada sobre las necesidades de las personas trans”. “Yo tampoco”, pensó Lorena Lorca, y se acercó y le dijo que si llegaba a necesitar ayuda legal, se acercara a la Clínica Jurídica, un curso obligatorio impartido por el Departamento de Enseñanza Clínica del Derecho de la Universidad de Chile y que, según el Decano de la Facultad de Derecho, Davor Harsic, tiene como “uno de sus desafíos principales terminar con las inequidades que afectan a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad”. Estos cursos ofrecen asesoría jurídica gratuita y de diversa índole a quienes lo necesitan. Cuando la persona que conoció en el seminario se acercó a esta instancia, Lorca tuvo su primer caso de cambio de sexo.
Pero a pesar de las buenas intenciones, comenzar a elaborar una defensa que sirviera no sólo a esa persona, sino a todas las trans que quisieran cambiar su sexo, no fue fácil. “Había una dificultad jurídica que consistía en que en Chile la jurisprudencia era completamente reacia a rectificar la partida de nacimiento en nombre y género, y siempre ponía como condición que las personas estuvieran operadas de las maneras más invasivas y brutales. Había una mirada que decía que no había norma en Chile que permitiera rectificar el sexo de una persona y en el análisis nuestro la norma existe hace cuarenta años. Yo invoco una norma de los años ’40 y otra del año ’70, nada nuevo bajo el sol”.
Fue así que Lorca dio con una argumentación irrefutable que le ha dado enorme efectividad en casi todos los juzgados civiles en los que se ha presentado, lo que hizo una inmediata diferencia, dice Franco Fuica, presidente de la agrupación Organizando Trans Diversidades (OTD): “la relevancia de este procedimiento es que es gratuito y que tiene hasta el momento 100% de efectividad, a diferencia de otros abogados que eventualmente han querido llevar causas de cambio de nombre y sexo registral. Ellos han logrado cosas bastante difusas, como cambio solamente de nombre, o les han cobrado excesivamente a la gente o han desistido de las causas a la mitad porque se demoran mucho, o porque no conocen la tramitación, o han presentado causas absolutamente alejadas de una perspectiva de derechos humanos”.
La ex candidata a concejala por Santiago y directora de Transitar, Niki Raveau, fue una de las personas que se acercó a Lorca tras escuchar de boca de otros el trabajo que hacía. Un año y siete meses demoró en cambiar su primer nombre, Nicolás, por el que mejor se ajusta a su identidad. Cuando recibió su carnet “fue demasiado emocionante, te juro que lloré todo ese día. Cuando yo comencé con mi transición fue muy complejo, corté con mis cercanos, perdí el trabajo… pasaron tantas cosas. Desde mi punto de vista, el gesto de recibir el carnet fue un pequeño triunfo sobre toda oficialidad y evaluación social”.
Niki tiene 40 años y aunque durante largo tiempo se “travistió entre cuatro paredes y esporádicamente para salir a la calle”, como comenta, “necesitaba hace tiempo dar un paso mucho más allá” y a los 38 comprendió que de ahí en adelante su identidad en todos los planos debía ser femenina. A pesar de que sabe que este es sólo el comienzo de una lucha por sus derechos, entiende que es un paso importante: “al momento de ir al banco, de hacer un trámite, al momento de inscribirte en algún lado, necesitas un carnet”. ¿Qué viene después? “Una batería de trabajo en educación y salud”, plantea Niki como condición indispensable para que no exista más discriminación hacia las personas trans. “A mí me ha costado montones tener un trabajo más estable. Aunque sea una ‘súper dirigente’ y me aplaudan, no tengo trabajo estable y me cuesta harto pagar las cuentas. Y yo tengo un cerro de privilegios en mi espalda, qué será para las otras”, cuenta reconociendo su origen acomodado y su paso por colegios de élite de la capital, a pesar de que señala que todas las personas trans son discriminadas, sin importar su origen. “Todo sigue pendiente para la comunidad trans y es por eso que hay que luchar en todos los espacios. Como agradecimiento a la Clínica Jurídica y su gestión, hice un taller sobre niñez trans dirigido a los alumnxs, que fue una instancia muy enriquecedora”.
Es por eso que todos necesitan de Lorca con tanta urgencia. Desde 2009, Lorena Lorca ha tenido a su cargo 120 causas y actualmente representa a 110 personas más. Esto ha hecho que “corra como rata envenenada” entre sus clases, el CDE y sus dos hijos, de diez y ocho años. Sus estudiantes saben que el semestre será vertiginoso, pero de todas formas toman con “la profe trans”, como la misma Lorca se describe, a pesar de que ella no lo es. Uno de ellos, que cursa octavo semestre de la carrera y prefiere mantener reserva de su nombre, dice que vale la pena el trabajo extra, porque “de los profesores de la clínica es de las que anda más pendiente con las causas y es de las más consecuentes, con seguimiento constante”.
Este semestre el curso de Lorca tiene 12 ayudantes que alivian la carga de la profesora y de los estudiantes. Uno de ellos es Nicole Cortés, de 26 años, quien dice que cuando tomó el curso como estudiante, en 2012, fue porque los compañeros en Facebook decían que era la “más bacán, porque si bien se dice que tiene un número elevado de causas en comparación a otros profesores, muchos ex alumnos dicen que se aprende mucho con ella y es verdad. Cuando la profe habló, el primer día de clases, de que lo que ella quería era representar bien a una mujer transexual, indígena, pobre, en un país tan represivo contra la mujer y tan elitista, me conmovió bastante encontrar a un profesor tan natural al servicio desinteresado”.
Ese interés por ponerse a disposición de otros le ha pasado la cuenta a Lorca no sólo por el cansancio evidente con el que carga, sino también por la “devaluación” que su perfil profesional ha tenido a ojos de otros abogados, quienes, dice, “creen que este tipo de causas no visten”. Pero está convencida de lo que hace y de la relevancia “de un derecho a la identidad de las personas transgénero. La única persona que en verdad puede decidir cómo quiere ser, es esa misma persona, incluso desde los tres o los cinco años de edad. Obligarlas a vivir el calvario que me ha tocado ver representando a personas adultas, que han padecido esto por más de diez, quince años, es la manifestación de una convivencia brutal de maltrato y discriminación. Me parece que es una condena inaceptable”.