A través de la ilustración animada sobre la línea de búsqueda que Google presenta cada día en su página principal, creada por la artista Alyssa Winans, la Universidad de Chile homenajeó el pasado 25 de junio a Eloísa Díaz Insunza en su natalicio. Ella, al graduarse de nuestra Escuela de Medicina pasó a ser la primera médica cirujana del país y América Latina. Así toda la comunidad hispanoparlante en el mundo supo de su hazaña: completar la educación universitaria siete décadas antes de que las mujeres chilenas consiguieran el voto.
El sistema universitario público también evolucionó desde el ingreso de Eloísa Díaz a nuestras aulas, en especial, su vínculo con el Estado que resultó fundamental para la construcción del espacio público. El rol gravitante cumplido por la Universidad de Chile en áreas tan diversas como salud, educación, cuestiones políticas como el voto femenino, desarrollo tecnológico, humanidades, sobrepasan con creces el aporte que convencionalmente los países esperan de sus universidades. La trayectoria profesional de la doctora Eloísa Díaz grafica ese rol a través de su participación en hitos como la creación del Servicio Médico Escolar de Chile y el establecimiento de políticas
como el desayuno escolar obligatorio.
Los cambios conceptuales y estructurales al sistema universitario impuestos en 1981 proponían reemplazar el sentido mismo de la educación superior y su enlace con el país. La voluntad de realización personal mediante el servicio público se reemplazaría por el interés pecuniario individualista; la colaboración y complementariedad entre instituciones se reemplazaría por la rivalidad y la competencia. Este nuevo sistema no sólo ha resultado contrario a nuestros valores, sino que ha fracasado en su realización práctica.
Gracias a la fuerza y tenacidad con que muchos confrontamos este sistema, desde el 5 de junio recién pasado se encuentra en vigencia la nueva Ley de Universidades Estatales. El trabajo y la unidad de las comunidades universitarias estatales permitió generar un conjunto de propuestas que lograron dialogar, convencer y vencer. El ejemplo de debate y propuesta que en unidad dieron las universidades estatales para revertir una situación injusta y nociva debe perdurar. La desconfianza y la descalificación no deben ser las actitudes predominantes en el debate político institucional, pues eso conlleva una muy peligrosa desafección por este. Las universidades estatales deberán seguir constituyendo espacios por excelencia donde se encuentra, dialoga y cohesiona la sociedad.
La causa feminista no sólo traerá justicia y atenuará la desigualdad de género hoy imperante, sino que hará que nuestra sociedad sea más plena, civilizada y democrática para todos sus ciudadanos. Debemos, sin embargo, reflexionar por qué los estudiantes de nuestras universidades, un grupo escogido de nuestra juventud, consideraron que una causa tan justa y que generaba tanto apoyo necesitaba de tomas y paros para ser aceptada.
La incorporación de la juventud a conversaciones que integren a todo el país es una necesidad impostergable. Una parte del problema es ofrecer tribunas válidas para el intercambio honesto de ideas en un clima de respeto, tolerancia y rigurosidad. Esperamos que nuestra Palabra Pública, que a partir de este número amplía su dominio de circulación, contribuya a satisfacer este anhelo.