La biografía de Abdulrazak Gurnah, Premio Nobel de Literatura 2021, está marcada por el conflicto entre diferentes culturas. El escritor tanzano, quien hace poco estuvo en Chile, repasa en esta entrevista algunos de sus libros más emblemáticos, que exploran las huellas del colonialismo, el exilio y los desplazamientos forzados.
Por José Núñez | Foto principal: Joel Saget/AFP
El hecho ocurrió un 6 de febrero del año 2000. Al poco tiempo de despegar, un avión que se dirigía desde Kabul a Mazar-i-Sharif, en Afganistán, fue secuestrado por nueve hombres afganos, quienes obligaron al piloto a volar hasta Stansted, Inglaterra, luego de hacer escala en Uzbekistán, Kazajistán y Rusia. Su propósito: huir del régimen talibán. Transcurridos tres días de tensas negociaciones con las fuerzas de seguridad británicas, los secuestradores se entregaron y, junto con otros 78 pasajeros, solicitaron asilo en el Reino Unido. Abdulrazak Gurnah (Zanzíbar, 1948) siguió la noticia por televisión. Cuando los pasajeros bajaron del avión, reparó en un detalle. “Entre los niños, mujeres y adultos había una persona bastante mayor, con una gran barba. Y pensé: ¿en qué estará pensando ese anciano? ¿Para qué quiere asilo? ¿Por qué no se queda en casa? ¿No se da cuenta de todo lo que va a pasar? Tal vez la oportunidad de escapar y empezar de nuevo podía ser atractiva, después de todo”, cuenta hoy, 24 años más tarde.
El caso se resolvió en 2006, tras una serie de sentencias judiciales que dictaminaron el derecho de los secuestradores a permanecer en el Reino Unido. En ese momento, sin embargo, Gurnah no pudo dejar de pensar en aquellos pasajeros que decidieron quedarse, aunque no hubiese estado entre sus intenciones viajar a otro país. Sobre todo, pensó en el anciano, a quien imaginó como una suerte de Bartleby ―ese personaje de Herman Melville que repite la frase “preferiría no hacerlo”― cuando las autoridades del aeropuerto le hicieron preguntas. Esa imagen, y las motivaciones que llevarían a alguien de su edad a establecerse en otro lugar, fueron algunas de las ideas que dieron origen a su sexta novela.
A orillas del mar (2001) cuenta la historia de Saleh Omar, un comerciante de 65 años que viaja al aeropuerto de Gatwick, en Londres, como solicitante de asilo. Lleva una caja de caoba con incienso, un pasaporte falso y poco más. Huye de su Zanzíbar natal, donde, tras los años de agitación política posterior a la independencia, perdió todo lo que tenía: una tienda de muebles, su casa, su familia. Cuando es interrogado por Kevin Edelman, el funcionario de inmigración, finge no saber el idioma —a pesar de haber estudiado en una escuela inglesa—, siguiendo el consejo de quien le vendió el boleto de avión. “La gente como usted se viene aquí sin tener la menor idea del daño que causa. No encaja usted en este lugar, no valora las cosas que nosotros valoramos, no ha tenido que sacrificarse por ellas a lo largo de varias generaciones (…). Le haremos la vida imposible, lo someteremos a toda clase de humillaciones y quizá incluso a actos de violencia”, le dice Edelman.
Gurnah retrata la política hostil que existe con los inmigrantes en estos tiempos y, en particular, el tratamiento que se les da a los refugiados en países como Inglaterra, pero eso es solo la primera parte de la novela. Luego de ser llevado a un centro de detención, Omar es asistido por una organización de ayuda a los refugiados, quienes lo trasladan a una tranquila ciudad costera y, para comunicarse con él, lo ponen en contacto con Latif Mahmud, un poeta y profesor de la misma nacionalidad que vive hace años exiliado en Londres. Cuando ambos se encuentran, surge una historia de enredos, conflictos y antiguas disputas familiares, un pasado en común que se revela a través de sus testimonios y que explica su situación actual.
A orillas del mar es, como la mayoría de su obra, un relato sobre trayectorias fracturadas, vidas marcadas por la experiencia del exilio; desplazamientos fortuitos provocados por conflictos armados, gobiernos despóticos e imperios coloniales. En ese sentido, no es solo una puerta de entrada al universo narrativo de Gurnah —que en 2021 obtuvo el Premio Nobel de Literatura por “su discernimiento inflexible y compasivo de los efectos del colonialismo y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes”, según la Academia sueca —, sino también uno de sus libros más autobiográficos.
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Para entender el origen del escritor tanzano hay que remontarse a un hecho ocurrido en Zanzíbar, un conflicto político que cambió para siempre su vida. Era 1963 cuando el archipiélago ubicado en la costa oriental de África —que hoy es una región semiautónoma de Tanzania— consiguió la independencia tras décadas de dominación británica. Las elecciones celebradas poco tiempo después, sin embargo, mantuvieron a una minoría árabe en el poder, por lo que en 1964 se produjo una revolución en la que los africanos terminaron derrocando el gobierno del sultán. Bajo el nuevo régimen, comunidades enteras fueron expulsadas y encarceladas según su origen étnico. El escritor pertenecía a uno de los grupos perseguidos y, al terminar su educación secundaria, huyó de la isla con la intención de continuar su formación académica. “No era posible estudiar en mi país en aquella época, porque cerraron las escuelas superiores. Después de cierto nivel, me dijeron que no necesitaba estudiar más. Y yo quería estudiar. Fue una época difícil, era un sistema muy autoritario”, recuerda.
En 1968, a los 20 años, llegó a Inglaterra como refugiado. Allí descubrió una nueva afición, algo que en su adolescencia consideraba como “una actividad ocasional y vagamente estéril”, señala en su ensayo “Escritura y lugar”. En su nuevo país, con la sensación de extrañeza que le producía ser extranjero, con la desolación provocada por la vida que dejaba atrás, comenzó a escribir “sin ningún plan, pero presionado por el deseo de decir algo más”, agrega en el ensayo. Aunque su idioma era el suajili, adoptó el inglés como lengua literaria. Esos ejercicios iniciales dieron forma a su primera novela, Memory of Departure (1987).
“El libro trata de alguien que es joven, quiere viajar, quiere estudiar, pero no tiene dinero y va a visitar a un tío en Nairobi [Kenia] para ver si puede conseguir ayuda. Eso no funciona, vuelve y trabaja en un barco. Es su forma de vivir”, cuenta.
Algunos elementos de la historia fueron considerados por la crítica como autobiográficos, algo que ocurrió también con los libros que le siguieron, Pilgrim’s Way (1988) y Dottie (1990), ambos centrados en la condición de migrante. Sin embargo, Gurnah no está de acuerdo con esta lectura: “El tipo de escritura que yo hago se basa en la experiencia. Pero eso no se refiere a algo que me haya sucedido a mí. No es que me moleste que me digan que es autobiográfico, pero hay que entender que no significa que esté relacionado con mi vida tal y como me ocurrió. Por supuesto, viene de mis conocimientos, porque para hacer que algo sea creíble, uso lo que he visto y he escuchado”, aclara.
En ese momento, Gurnah seguía siendo un escritor relativamente desconocido. Hacía clases de literatura inglesa y poscolonial en la Universidad de Kent y ejercía como crítico de literatura africana en diversas revistas. El reconocimiento, de alguna manera, lo obtuvo con su cuarta novela, Paraíso (1994), nominada para los premios Booker y Whitbread. Ambientada en África Oriental durante los años previos a la Primera Guerra Mundial, la novela narra la historia de Yusuf, un niño de 12 años que es entregado por sus padres a un poderoso mercader árabe para saldar una deuda. Yusuf deberá acompañarlo en una de sus expediciones comerciales por el interior de África, donde tendrá que sortear los embates de la naturaleza y los ataques de tribus hostiles, mientras la amenaza inminente de una invasión europea se cierne sobre ellos.
El libro retrata el intrincado paisaje cultural en el que creció Gurnah —Zanzíbar es un antiguo enclave comercial árabe-persa, una sociedad cosmopolita conectada con el Oriente Próximo y el Asia Meridional a través del océano Índico—, en un intento por complejizar la imagen del continente africano y profundizar en los conflictos que existían antes de la colonización europea. Pero, además, el libro confronta las narrativas dominantes en torno al pasado.
“La historia del colonialismo en África fue contada por los colonizadores. Si querías saber lo que ocurrió a finales del siglo XX en África, ibas a la biblioteca y la mayoría de los relatos que encontrabas habían sido escritos por británicos, franceses o alemanes. Y eso no significa que la gente no tuviera otro relato. Sin embargo, no encontrabas otra narrativa. Por tanto, lo que se sabía sobre la experiencia del encuentro entre las fuerzas europeas y los africanos era incompleto. Y algunas de las interpretaciones son interesadas. Algunas son falsas, incluso. Y ahí hay espacio para el escritor”, dice Gurnah.
La novela concluye cuando las tropas alemanas llegan a la ciudad costera donde vive Yusuf bajo la servidumbre del mercader. El oficial alemán da la orden a los askaris —soldados africanos que servían en los ejércitos de las potencias coloniales europeas— de buscar nuevos reclutas para la guerra contra los británicos. Este contexto histórico sirve como marco para el más reciente libro de Gurnah, La vida, después (2020).
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“Los askaris asolaban las tierras por las que pasaban, condenando a morir por inanición a sus cientos de miles de habitantes mientras ellos persistían, mal que bien, en su empecinada y homicida defensa de una causa cuyos orígenes ignoraban y cuyas motivaciones no sólo eran infundadas, sino que, en última instancia, perseguían su propio sometimiento”, se lee en La vida, después, una novela que aborda la presencia alemana en África, quizás menos mencionada cuando se habla del período de colonización europea. África Oriental Alemana era el nombre de la colonia que existió entre 1885 y 1918 y que incluía los actuales países de Tanzania, Burundi y Ruanda, y una pequeña parte de lo que hoy es Mozambique. Bajo la presencia de los alemanes en el continente, se cometió el primer genocidio del siglo XX, una campaña de exterminio para evitar un levantamiento en Namibia, en 1904.
El libro tiene como telón de fondo ese tipo de atrocidades, y sigue las historias de tres protagonistas en una ciudad sin nombre en el África Oriental Alemana: Ilyas, quien es reclutado por las tropas coloniales alemanas cuando aún es un niño, su hermana menor Afiya, quien crece entre cuidadores abusivos, y Hamza, un voluntario askari arrepentido que se enamora de Afiya. La novela explora la motivación que tenían los soldados africanos para combatir en las tropas europeas.
“Puede parecernos contradictorio ahora, pero era un fenómeno”, dice Gurnah. “Africanos e indios del sur de Asia lucharon para los británicos, los alemanes, los franceses, los portugueses. ¿Por qué alguien iba y se alistaba en una colonia? ¿Quién iba y se convertía en mercenario del ejército colonial para luchar contra su propio pueblo? Fue una de las razones para querer escribir sobre ello”, agrega.
La vida, después además es una investigación sobre lo que sucede después del conflicto, sobre el trauma y la reparación. Los personajes son retratados en su cotidianidad, en los pequeños momentos de felicidad que comparten. No se trata de grandes héroes nacionales, sino de pequeñas personas que intentan reconstruir su vida, aferrándose a sus costumbres, en un contexto de violencia y opresión.
El tema es, de alguna manera, una constante en la obra de Gurnah, quien de todos modos no cree que la literatura deba cumplir una función social, incluso en estos tiempos, en que los migrantes son víctimas de los ascensos de la extrema derecha en el mundo y, en particular, de las medidas contra los refugiados que han adoptado distintos países de la Unión Europea. “La literatura desempeña el papel que siempre ha desempeñado. Forma parte de cómo vivimos. Leemos porque a la gente le gusta leer, aprendemos y disfrutamos con ello. No es su rol cambiar las cosas. Esa es nuestra responsabilidad”.