Skip to content

Una performance insurgente

Ser travesti, devenir trans, es una travesía performática. Está ligada a inscripciones en los cuerpos —vestuario, accesorios, prótesis—, pero también a gestos, acciones, posturas, modos de hablar, de mirar, de caminar, de actuar. Tal como advierte Judith Butler, todo ejercicio de identidad es necesariamente un acto performático, solo que, quizás, es en las exploraciones trans donde se expone el artilugio que toda identidad conlleva.  

Ser travesti, devenir trans, es también una travesía socialmente estigmatizada. Discriminación, violencia física, sexual y simbólica, que se ejerce sobre cuerpos precarizados por un sistema que poca oportunidad les brinda en materia de trabajo, afectos, reconocimiento, educación, salud. Performance y marginalidad son dimensiones que configuran al campo trans. Cuerpos que se intervienen y se exponen a ser mirados para ser reconocidos, que interpelan la mirada heterosexual y patriarcal dominante. 

Las identidades performáticas, la precariedad y la marginalidad son dimensiones que suelen actuar en las producciones culturales alrededor de lo trans, algo que ha estado presente en el campo del arte en Chile hace algunas décadas, como es el caso de las obras de Carlos Leppe o de Las Yeguas del Apocalipsis en la década del ochenta y, particularmente, en el cine de los últimos años. Empanada de pino (“Wincy”-Edwin Oyarce, 2008), Naomi Campbel (Camila José Donoso y Nicolás Videla, 2013), La visita (Mauricio López Fernández, 2014), El diablo es magnífico (Nicolás Videla, 2016), Casa Roshell (Camila José Donoso, 2017), Claudia tocada por la luna (Francisco Aguilar, 2018) y Una mujer fantástica  (Sebastián Lelio, 2017) son algunos ejemplos. Todas estos trabajos nos hablan de un campo cinematográfico que se amplía a otros modos de lo sensible, extendiendo, cuestionando y/o tensionando las representaciones de género que caracterizan al cine tradicional, dominado por representaciones de identidades binarias, patriarcales y colmadas de estereotipos. 

Sin embargo, el tratamiento de lo trans es disímil en cada caso. No basta con que el “tema trans” aparezca en cámara, lo relevante es cómo se construyen miradas que quiebran el ojo heterosexual-occidental. Por ejemplo, si bien Una mujer fantástica expuso desde su relato las discriminaciones y violencias a las que debe enfrentarse una persona transexual, su tratamiento audiovisual y su narrativa se construyen en gran parte desde una mirada cis-hetero —si consideramos las representaciones sobre el amor, los deseos y los vínculos con el otrx que el filme propone—; mientras que las películas de Donoso y/o Videla complejizan y multiplican las miradas. Esto, porque no solo se incorporan personajes que provienen de clases sociales marginales, sino también por el particular tratamiento de las imágenes. Por ejemplo, al utilizar registros de la propia protagonista trans en Naomi Campbel, o a través de un especial uso de los encuadres y la utilización de los espejos en Casa Roshell. 

Travesía travesti, la nueva película de Nicolás Videla, relata los modos de producción afectivos que se entretejen a partir de la performance teatral travesti que lleva el mismo nombre del filme. La obra que el colectivo artístico pone en escena —y de la que podemos ver algunos fragmentos en el documental— incluye desde presentaciones musicales hasta un acto de penetración con un crucifijo. En todos los casos, se trata de intervenciones que interpelan, que denuncian la violencia que se ejerce sobre los cuerpos travestis, a la vez que desafían los discursos cis-patriarcales. La última función, que coincide con el estallido social, el 18 de octubre de 2019, es también un punto de inflexión para el colectivo. Es el día en que estallan sus propias contradicciones y deciden distanciarse. 

El documental, como mencionamos, se centra en el modo de producción de la obra, en algo así como el “detrás de escena” y sus condiciones materiales, pero también políticas y afectivas. Ello incluye escenas en sus departamentos o camarines, en esos instantes previos en que los cuerpos cambian sin intervalos, grandilocuencias ni culpas; afirmando que no se trata de “transformarse”, sino de habitar sus cuerpos desde la pertenencia elegida. 

Gran parte del relato se enfoca en el vínculo entre dos de sus protagonistas: Anastasia y Maracx. Las disputas entre ellas asumen por momentos la superficialidad de ser luchas de “egos”, conflictos por la propiedad intelectual, por el liderazgo o el reconocimiento; cuestiones a las que se les dedica demasiadas escenas. De ahí que, a ratos, la película adquiera un tono melodramático, cuando lo que más bien importa es cómo aquello se introduce en las complejidades de la amistad, los afectos, la violencia y las representaciones en el campo trans, pero también en un Chile neoliberal en crisis.  

Videla intercala material de archivo de cintas en VHS —en las que podemos acceder a grabaciones de la transformista chilena Monique Fungerbert—, registros en formato fílmico —que por momentos combina a modo collage— y grabaciones de cámaras digitales con los registros del espectáculo, los testimonios de las artistas, escenas de su vida cotidiana, así como también escenas del estallido social. Este montaje de materiales enriquece la mirada documental, ya que combina imágenes de diversos tiempos, formatos y superficies para, por un lado, conformar un archivo que active la memoria trans, pero que también la ponga en diálogo con la situación social general. En ambos casos, la mirada y el relato se hace siempre desde los sujetos trans; son ellas quienes cuentan sus propias historias y contradicciones, y lo hacen con sus materiales (archivos de video, fotografías, objetos). La mirada se construye desde adentro hacia fuera, aunque no se trata necesariamente de una salida del clóset, sino de cuestionar y quebrar el cuarto donde se aloja el closet. 

El documental de Videla, quien es también parte del elenco de la obra bajo la figura de Amnesia Letal, explora los vínculos entre espectáculo y política, entre afecto y expresión, entre la dimensión íntima y la comunitaria, al resignificar el proceso biográfico, político y sensible de un grupo de artistas-activistas. Las protagonistas comparten y crean memoria, causas políticas, amistades, fantasías y deseos fuera de los márgenes del mundo oficial; configurando una mirada política cargada de deseos y pertenencias. Si bien a veces se profundiza demasiado en las disputas internas, el filme no deja de reivindicar el quilombo (o como diría María Moreno, la loquibambia), la posibilidad de la insurgencia a fuerza del cuerpo en las performances, del sudor en las calles, de los deseos y afectos revueltos y expuestos.

Travesía travesti

Chile, 2021

90 minutos

Dirección y guión: Nicolás Videla

Productoras: La Madre, Cinespecie, 996 Films