Casi la mitad de las personas mayores en Chile se siente sola, reveló la Sexta Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez 2023. Esto no significa estar físicamente aislado: estudios recientes demuestran que la soledad es una experiencia subjetiva con graves consecuencias para la salud, comparable con fumar o consumir alcohol. Esta situación se ha convertido en un problema sanitario y de política pública en diversos países, al punto de ser calificado como una “epidemia”. En Chile, cuya población muestra una tendencia al envejecimiento, este fenómeno comienza a ser cada vez más preocupante.
Por José Núñez
Fotos: AFP Photo/Martin Bernetti
“Para demasiadas personas, la soledad es la triste realidad de la vida moderna”. Estas fueron las palabras de la exprimera ministra del Reino Unido Theresa May, al designar en 2018 a la primera “ministra de la Soledad” en el mundo. “Quiero enfrentar este desafío para nuestra sociedad y para que todos tomemos medidas con el fin de abordar la soledad que sufren los ancianos, los cuidadores, los que han perdido a seres queridos”, agregó May, quien en ese momento enfrentaba cifras alarmantes en su país. Un informe encargado por el Parlamento británico había revelado que más de nueve millones de personas padecían soledad crónica y se sentían siempre o casi siempre solas, mientras que uno de cada tres mayores de 75 años creía que su soledad se había vuelto incontrolable. El nuevo cargo no era un ministerio propiamente tal, sino una ampliación de las responsabilidades del Ministerio de Deporte y Sociedad Civil, que mandataba de forma explícita al titular de la cartera a darle prioridad al tema.
El ejemplo del Reino Unido, al que se le sumó Japón en 2021 con la creación del mismo cargo, grafica la creciente preocupación que la soledad ha generado en los últimos años, y que ha llevado a países como Alemania, Canadá, Australia y España, entre otros, a reconocer su impacto en la salud pública y tomar medidas al respecto.
La soledad puede tener los mismos efectos en la salud que fumar 15 cigarrillos o tomar seis bebidas alcohólicas al día, determinó un estudio británico en 2010. En adultos mayores, además, está asociada a enfermedades cardiovasculares, ictus, diabetes y demencia, por lo que no solo reduce su calidad de vida, sino que es un factor importante de mortalidad. Otras investigaciones han medido sus costos económicos, relacionados con un mayor uso de recursos sanitarios, como las consultas médicas o el consumo de fármacos.
Hay estudios que también muestran que la soledad no aumenta con la edad, sino que tiene una distribución en forma de “U” a lo largo de la vida, es decir, es más frecuente en jóvenes y adultos mayores. En la vejez, ciertos acontecimientos facilitan su aparición. La jubilación, la viudez, la muerte de amigos, la distancia con los hijos, la discapacidad o pérdida de movilidad vuelven a este grupo etario especialmente vulnerable a sufrir aislamiento. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el 20% y el 34% de las personas mayores de China, Europa, América Latina y Estados Unidos se sienten solas. La situación ha sido calificada como una epidemia por organismos como el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos o el equivalente de la lepra en el siglo XXI, como la llamó la revista británica The Economist.
En Chile, un país cuya población muestra una tendencia al envejecimiento, esto comienza a preocupar. Con los años ha crecido el número de adultos mayores que viven solos, lo que es considerado como uno de los principales factores predictores de este sentimiento. Según las cifras publicadas en 2020 por el Observatorio del Envejecimiento de la Universidad Católica y Confuturo, 459.686 personas de más de 60 años viven en hogares unipersonales, lo que equivale al 13,4% de esta población.
Un problema en alza
La Sexta Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez, publicada el pasado 24 de agosto, reveló cifras preocupantes. Elaborada por el Centro Estudios de Vejez y Envejecimiento UC (CEVE UC) y la Caja Los Andes, la encuesta evidenció que, entre 2016 y 2022, la sensación de soledad en personas de la tercera edad aumentó de 40 a un 49%, principalmente debido a necesidades de afecto poco satisfechas y disfunciones familiares.
Según el estudio, quienes presentan más riesgo de aislamiento y sensación de soledad son los mayores de 80 años, las mujeres (que tienen mayor esperanza de vida, “pero muchas veces peores condiciones de salud”), las personas con menor nivel educativo y quienes viven solos o sin pareja.
La medición, que se realiza cada tres años desde 2007, evalúa la percepción que tiene este grupo etario sobre distintas dimensiones de su vida. Su última edición cuenta con información actualizada luego de tres años de pandemia por covid-19, que forzó un encierro generalizado y obligó a tomar medidas de aislamiento. “En general, lo que vimos durante la pandemia es que el riesgo de aislamiento se mantuvo estable. La gente se preocupaba de llamar y estar en contacto con las personas mayores, especialmente los familiares”, afirma María Soledad Herrera, directora del CEVE UC y profesora a cargo de la encuesta.
¿Cómo se explica, entonces, que la sensación de soledad haya aumentado? Las investigadoras responsables del estudio tienen algunas hipótesis. “Las personas mayores valoran la presencialidad, las relaciones cara a cara. Las interacciones a través de un medio virtual no logran satisfacer las necesidades de compañía, cariño y afecto”, explica Herrera. “Para una persona más joven a lo mejor conversar por WhatsApp todo el día con alguien es una fuente de comunicación válida y la siente como cercana, pero eso podría no ser necesariamente así para una persona mayor”, agrega Macarena Rojas, directora ejecutiva del CEVE UC e integrante del comité técnico asesor de la encuesta.
La soledad por lo general se asocia al aislamiento social, es decir, a la falta de compañía física. Sin embargo, hay especialistas que afirman que se trata más bien de una “condición única en la que un individuo se percibe a sí mismo como socialmente aislado incluso cuando está entre otras personas”, escribió el neurocientífico estadounidense John Cacioppo en la prestigiosa revista científica The Lancet. De ahí que, mientras que el riesgo de aislamiento social se mantuvo estable durante 2019 y 2022, la sensación de soledad aumentó en ese mismo periodo de tiempo, según la encuesta elaborada por el CEVE UC.
Cacioppo, quien era conocido como “Doctor Soledad” (falleció en 2018), fue uno de los principales expertos en estudiar los efectos de esta situación en la salud. Junto a su equipo descubrió que el cuerpo genera un estado de hipervigilancia ante el sentimiento de soledad, pues lo considera como una amenaza. Como explicó la escritora británica Olivia Laing en una columna de opinión en The New York Times, dicho estado “hace que la persona solitaria esté mucho más alerta a las señales de rechazo o exclusión que a las de calidez o amistad. Es un círculo vicioso, en el que cada lectura errónea de los matices sociales se convierte en evidencia de un mayor alejamiento”.
Este estado de alerta asociado al estrés, si se prolonga en el tiempo, puede causar alteraciones bioquímicas en el organismo, lo que se traduce en problemas de sueño, deterioro cognitivo y trastornos del estado de ánimo como la ansiedad y la depresión, considerados factores de riesgo para una conducta suicida. “El aislamiento social tiene un impacto en la salud comparable al efecto de la hipertensión, la falta de ejercicio, la obesidad o el tabaquismo”, afirmó Cacioppo en su libro Loneliness: Human Nature and the Need for Social Connection (2008).
Las causas del malestar
“La preocupación por la soledad entre los ancianos es la expresión de una preocupación más amplia sobre el envejecimiento de la población en Occidente”, escribió la historiadora británica Fay Bound Alberti en Una biografía de la soledad (2022). En distintos países, la disminución de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida han provocado un envejecimiento poblacional. Las proyecciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) sugieren que, para 2050, cerca de un tercio de la población en Chile estará compuesta por personas mayores. Este cambio demográfico puede producir una modificación de ciertos roles sociales y una pérdida en las redes de apoyo para los adultos mayores.
“Las mujeres salimos a trabajar, las personas pasan menos tiempo en su casa, los ritmos de vida son tremendamente acelerados, los espacios son más pequeños. Todo eso hace que para una persona mayor hoy sea más difícil contar con una red afectiva cercana durante más tiempo, con mayor frecuencia y facilidad que antes”, señala Daniela Thumala, psicóloga, académica de la Universidad de Chile e investigadora del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO).
El cambio en la estructura y la dinámica familiar es uno de los principales factores que aumenta la sensación de soledad en la tercera edad. De hecho, uno de los hallazgos de la Sexta Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez fue el empeoramiento en la percepción del clima familiar, debido a la poca satisfacción con el tiempo que se comparte en familia y la manera en que esta acepta o apoya los deseos de los adultos mayores de realizar nuevas actividades.
Otros factores que fomentan el surgimiento de la soledad tienen que ver con las barreras para la participación en la vida social. La discriminación por edad, el acceso limitado a servicios de salud o una infraestructura pública que dificulta la movilidad son algunas de ellas. Por otro lado, Daniela Thumala opina que “una de las barreras más grandes es el cúmulo de prejuicios, las ideas estereotipadas que hay en torno a la vejez. Eso hace que las personas mayores muchas veces se sientan aisladas, descalificadas e infantilizadas”.
Según la psicóloga, este tipo de prejuicios puede incluso obstaculizar la formación de nuevos vínculos en esta edad. “Está la idea de que las amistades importantes vienen de antes y muchas veces no hay tanta apertura para pensar que uno puede formar relaciones significativas en cualquier etapa de la vida, no solamente en la juventud”, señala. “Culturalmente, Chile no es una sociedad que favorezca las nuevas amistades. Si bien hay participación social en organizaciones, estas no siempre están orientadas a que sean amistades cercanas o duraderas”, coincide María Soledad Herrera.
Para la socióloga Alejandra Fuentes-García, en tanto, el fenómeno se relaciona también con las formas de producción y las condiciones de vida actuales. “La búsqueda de satisfacción personal nos lleva al individualismo que caracteriza a las sociedades occidentales modernas”, dice. La académica de la Universidad de Chile y experta en salud pública agrega, además, que el hecho de que no exista una red de seguridad social robusta “provoca vejeces que en muchos casos podrían considerarse indignas, porque no tienen el soporte material básico para vivir. Además, hay una alta medicalización, en que un porcentaje muy alto de los ingresos tiene que ir a cubrir gastos en medicamentos”.
Una respuesta múltiple
Las estrategias más frecuentes para combatir la soledad buscan incentivar la integración social de las personas mayores. La participación en organizaciones, juntas de vecinos u otras instancias promueve un envejecimiento activo y facilita la formación de nuevos vínculos. “Hay muchas actividades. Y en general hay bastante interés en participar. Pero está demostrado que cuando en la familia hay problemas de relación, eso incide en el sentimiento de soledad. Ayudar a las familias, especialmente a aquellas que son cuidadoras, es muy relevante como política pública”, opina María Soledad Herrera.
Pero abordar el tema desde iniciativas aisladas en el ámbito público o privado no es suficiente, como lo ha probado la experiencia internacional. El informe que dio origen al “ministerio de la Soledad” británico proponía tres vías de acción para hacerle frente al problema: liderazgo a nivel estatal con la creación del cargo, nuevos indicadores anuales para tener cifras más representativas y financiamiento disponible. Sin embargo, también se advirtió que el esfuerzo gubernamental no sería suficiente por sí mismo, y que se necesitaba una integración del sector público y privado, ONGs, las comunidades y todos los ciudadanos. En el Reino Unido los resultados ha sido mixtos: si bien las cifras se han mantenido durante los últimos cinco años, hay algunas, como el sentimiento de soledad crónica, que han aumentado.
En Chile existen alrededor de 15 políticas públicas orientadas a los adultos mayores. Si bien ninguna aborda específicamente el problema de la soledad, iniciativas como el Programa Vínculos, del Ministerio de Desarrollo Social, tienen dentro de sus beneficiarios personas de 65 años o más que viven solos y en situación de pobreza.
En un Plan Nacional de Capacitaciones del Programa Vínculos publicado en 2022, la trabajadora social y miembro de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile Beatriz Urrutia señaló que algunas formas de intervención para abordar el problema de la soledad son la prevención del aislamiento, la protección de la autonomía del adulto mayor y la promoción de la solidaridad intergeneracional.
“Es importante promover una cultura de la colaboración intergeneracional, lo que no quita que también se puedan diseñar programas de voluntariado”, dice Macarena Rojas, del Centro Estudios de Vejez y Envejecimiento UC. Desde la sociedad civil, ya existen algunas de estas iniciativas. Un ejemplo es la Fundación AMANOZ, creada en el 2000, que acompaña a personas mayores a través de talleres y llamadas telefónicas realizadas por voluntarios capacitados.
Otra alternativa que ha ido ganando fuerza en distintas partes del mundo, desde el ámbito de la política habitacional, es el cohousing o vivienda colaborativa, un modelo en el que las personas viven en comunidad, de manera autogestionada, y comparten servicios básicos. En Europa y Estados Unidos existen proyectos de cohousing diseñados específicamente para las personas mayores, además de políticas públicas que fomentan la integración intergeneracional. En la ciudad de Bristol, por ejemplo, el proyecto Extra Care Housing (ECH) otorga acceso a vivienda social subvencionada a jóvenes universitarios que dediquen tiempo a los mayores. En el contexto nacional, desde 2019 opera la Fundación Cohousing Chile, cuyo objetivo es adaptar esta práctica “a la cultura y realidad socioeconómica de Chile”, como se lee en su sitio web.
Las estrategias para abordar el fenómeno de la soledad en la vejez pueden ser múltiples, desde brindar apoyo a las familias y cuidadores hasta fomentar la creación de comunidades y viviendas adaptadas a las necesidades de este segmento de la población. En el ámbito de la salud mental y emocional, Daniela Thumala explica que una alternativa para los adultos mayores puede ser atender las necesidades de otras personas. “Una posibilidad es abocarse a otros, porque eso no solo te hace sentir más cercanía, sino que también te nutre de sentido, de propósito, te hace sentirte útil. Y cuando tú das, también recibes afecto”, dice. Y agrega: “Por ejemplo, el trabajo voluntario que puedan realizar es muy saludable. Les permite a los demás reconocer el tremendo aporte que pueden recibir de una persona mayor”.