Catalina Littin: “La gente ha tenido bienestar a costa del endeudamiento y eso hoy tiene un retroceso dramático”

Las primeras manifestaciones de pobladores de El Bosque y de otras comunas, quienes denunciaron estar pasando hambre debido a que la cuarentena no les permite conseguir el sustento diario, develaron la vulnerabilidad en que sigue viviendo gran parte de la población chilena, un porcentaje para el que el regreso a condiciones de pobreza está a la vuelta de la esquina. La periodista y Magíster en Gobierno, Políticas Públicas y Territorio, Catalina Littin, es actualmente la directora ejecutiva de la Fundación Superación de la Pobreza y en esta entrevista se refiere al trabajo que viene realizando la institución hace 25 años, y aborda por qué es tan urgente modificar las políticas públicas hacia una ayuda más descentralizada, directa y respetuosa de los saberes específicos y tradicionales de las comunidades.

Por Jennifer Abate

Tengo la impresión de que hace mucho tiempo que públicamente no escuchábamos hablar de hambre en nuestro país. ¿Te sorprendió escuchar nuevamente hablar de esta dramática realidad?

La directora ejecutiva de Fundación Superación de la Pobreza, Catalina Littin.

No sé si me sorprende porque es algo que veníamos advirtiendo desde hace semanas en las distintas instancias políticas y con sociedad civil en las que participamos. Era evidente que con la alta tasa de trabajo informal que tiene Chile, y que es agravada fuertemente por esta pandemia, todas las familias que se ganan el sustento diario iban a empezar a tener complicaciones importantes en ese sentido. Ahora, por supuesto que nos sorprende en términos históricos, porque era algo que habíamos dejado atrás, ya no era una manifestación principal de pobreza en el país. Eso nos da cuenta de lo vulnerables que somos y cuán vulnerables han sido los avances en estos 30 años en términos de pobreza monetaria. La gente ha conseguido un bienestar a costa del endeudamiento, ha tenido acceso a bienes, servicios que antes no tenía, y hoy eso tiene un retroceso bien dramático y que llega de un día para otro. Creo que eso es lo más impresionante, que se instala de un día para otro. Hay que actuar rápido, con mayor celeridad y con inclusión de todos los sectores en las decisiones que se van tomando.

El 22 de mayo comenzó la entrega de los dos millones y medio de cajas con alimento anunciadas por el gobierno, destinadas a paliar la grave situación que en este contexto enfrentan las personas más vulnerables. La medida se ha criticado, ya que otra alternativa posible era transferir el dinero directamente a las personas. También se ha cuestionado la falta de claridad inicial sobre el modo y fechas en que sería entregada la ayuda. Recién hoy sabemos que se le va a entregar sólo al 70% del 40% más vulnerable según el Registro Social de Hogares. ¿Qué opinas de esta estrategia?

Con la comunidad de organizaciones solidarias, que es donde estamos más de 240 instituciones de la sociedad civil que trabajan con temas de pobreza, vulnerabilidad y exclusión, presentamos hace semanas una carta a las autoridades políticas donde sostenemos que una transferencia monetaria es probablemente la manera más ágil y más digna para una familia que ha perdido su salario, ese ingreso diario que iba consiguiendo para poder hacerle frente en cierta medida a estos problemas. Pensamos que si hay dos mil millones disponibles, uno podría hacer una jugada distinta, pero no hubo acuerdo, la discusión política se enredó y enfrascó de tal manera, que no hubo forma de modificar el proyecto. Es evidente que la caja de alimentos es una ayuda humanitaria, de eso es de lo que estamos hablando y jamás diría que no es necesario; nosotros mismos hemos repartido cajas de alimentos en distintas partes del país en estas semanas. El punto es si acaso no es mejor hacer transferencias monetarias que permitan dinamizar los comercios locales, los pequeños negocios de barrio que están dentro de estas mismas comunas en cuarentena y que también se ven afectados. Las personas han perdido sus salarios, entonces ¿por qué no restituir aquello que se perdió? Creo que ahí hay un punto que uno pudiera analizar.

¿Por qué crees entonces que se optó por la alternativa de hacer entrega de cajas de alimentos, que además implica una logística gigantesca?

Es gigantesca. Bueno, porque estamos frente a un proceso muy dinámico, el ministro Briones dice que “es una película en desarrollo” y tiene toda la razón. Hace dos semanas hablábamos del futuro, y en el futuro, que ya llegó, hay hambre y desempleo, que se manifiesta de manera importante. Hay que tener una capacidad adaptativa y, en ese sentido, las cajas de comida forman parte de esa capacidad adaptativa. El punto es que, como tú bien dices, requiere de una logística tan inédita que ojalá tengamos la capacidad para llevarla a cabo y que lo antes posible las familias tengan esa ayuda, pero es indudable que el gobierno ya tiene que estar evaluando nuevas medidas que va a tener que empezar a ejecutar en las semanas que vienen. Lo que hemos tratado de instalar desde el 18 de octubre, básicamente, es la necesidad de entender que estamos enfrentando un país en el que está en jaque todo un modelo de desarrollo que se ha llevado a cabo en estos años y que no es un gobierno el que puede tomar las decisiones en solitario, porque es una responsabilidad en mayúsculas. Es la responsabilidad de muchos más sectores que sólo el gobierno y ahí nos gustaría mucho que hubiera un plan maestro que mirara el mediano y el largo plazo con responsabilidad, y que los sectores políticos, la sociedad civil, el sector privado pudieran hacerse responsables de ese plan. Esto, más allá del gobierno que esté a la cabeza, porque es evidente que no vamos a resolver todo lo que se manifestó en el estallido social, más todo lo que nos va a dejar esta pandemia, en seis meses ni en un año ni en dos, va a trascender a este gobierno, probablemente. Sentarse responsablemente a tomar decisiones y hacer un pacto fiscal, definir cuánto va a gastar Chile, cuánto está dispuesto a endeudarse, a qué le vamos a hacer frente, porque a esto le vamos a hacer frente todos, no sólo el gobierno. 

El Estado no llega a todas partes, Servicio País es una muestra de eso, nosotros estamos en territorios donde el Estado llega poquito y chiquitito, de alguna manera. Entonces, sabemos muy bien que se requieren alianzas estratégicas para poder hacerle frente a lo que estamos viviendo, no a lo que viene, a lo que estamos viviendo, porque cada vez va a sobreponerse más este futuro del que hablamos.

Vecinos de la comuna de El Bosque manifestándose por faltas de alimento en su población.

¿Crees que las formas de afrontar esta pandemia han considerado las diferentes condiciones de vida de las personas? Algunas no cuentan con una vivienda digna, con recursos como agua corriente, condiciones adecuadas de calefacción, acceso a salud, un trabajo estable que permita mantener la cuarentena.

Claramente, no, pero hay que decir que ni nuestro país ni el resto del mundo estaba preparado para enfrentar lo que se vino. Esta pandemia pilló al mundo entero en profunda desventaja y es evidente que en un campamento (lo ha dicho Sebastián Bowen, de Techo-Chile, de manera muy clara) el “quédate en casa” es imposible porque, primero, de ¿cuántos metros cuadrados estamos hablando? ¿De qué distanciamiento físico estamos hablando? ¿De qué medidas preventivas básicas estamos hablando cuando hablamos de un campamento? No hay agua, no hay servicios básicos elementales que permitan que esas personas se “queden en casa”, y si a esto sumamos que esas personas no pueden ir a trabajar, significa que no tienen alimentación, y ahí es donde tenemos que avanzar más rápidamente en soluciones en estos sectores que tenemos en cuarenta total. En El Bosque llevamos seis semanas de cuarentena obligatoria, una comuna con altos índices de pobreza, de hacinamiento. No es lo mismo poner en cuarentena total a Vitacura que a El Bosque y tal vez tendríamos que haber provisto de comida, implementos de seguridad, mascarillas, a esa población para que pudiera hacer esa cuarentena con propiedad, con un cierto grado de subsistencia, pero si no estamos preparados para eso, se hace bien difícil. Sabemos que hasta ahora la manera de salvaguardar la vida es el distanciamiento, la cuarentena es lo más efectivo, pero esa dicotomía es muy difícil de abordar en poblaciones vulnerables de manera tan masiva. Podríamos habernos preparado mucho mejor, seguramente.

¿Crees que al menos en el discurso público descuidamos la pobreza por preocuparnos de debates conceptualmente más sofisticados, como el de la desigualdad?

Sí, en parte, sí, pero lo que también es verdad es que las manifestaciones de la pobreza de los 90 a la fecha fueron variando de manera notable y estas expresiones más graves de la pobreza, como el hambre y la desnutrición, habían quedado atrás. Piensa que la pobreza por ingreso sólo ha disminuido de los 90 en adelante. Ahora, de manera tan inédita como esta pandemia, la pobreza va a subir, la pobreza por ingreso, más allá de cómo la midamos, es evidente que va a subir de manera importante, estamos hablando de un retroceso de décadas y para eso tenemos que trabajar muy duro, para que sea lo más transitoria posible. Hoy leía que no saben si la recuperación de Chile tendrá forma de V o de U, y que algunos expertos se estaban inclinando por la forma de U, es decir, que nos vamos a demorar más en la recuperación de lo que estaba pronosticado. 

Las fuentes laborales son quizás de las cosas más difíciles de recuperar, hay cuestiones a las que a lo mejor les puedes ir haciendo frente con distintas políticas públicas que permitan una recuperación de la economía, el crecimiento, pero cuando tú pierdes tu fuente laboral, cuando la fuente laboral es además suprimida, porque la empresa no existe, porque quebró, etc., el que vuelvas a recuperar ese puesto con ese nivel de ingresos que tenías inicialmente, demora muchos, muchos años.

—La Fundación para la Superación de la Pobreza es una institución con más de 25 años de trayectoria en Chile, que realiza un trabajo de análisis específico a lo largo de todo el país y que ha sido capaz de dar cuenta de los factores que más impactan sobre la vida de grandes y pequeñas comunidades, tanto urbanas como rurales. ¿Cuáles dirías que son los principales fenómenos responsables de la situación de pobreza de las personas en Chile?

Sin duda, tiene que ver con el agua, el acceso y la distribución de este recurso tan fundamental para las pequeñas agriculturas, para el desarrollo del mundo rural donde nos desarrollamos. Ahí hay distintas estrategias, pero por sobre todo hay una necesidad imperiosa de restablecer los derechos de agua y los usos de agua a nivel comunitario, algo que hoy no existe. Ahí hay un tremendo problema; en general, todo lo que tiene que ver con el uso del recurso natural es crítico para sectores rurales como aquellos en los que nosotros estamos. 

La falta de conectividad, en el sentido más amplio, no sólo estar o no conectado con una antena de Internet, sino también la conectividad a servicios básicos como la salud, educación, etc., es uno de los factores que determina este país desigual en el que vivimos. Creemos que hay que avanzar profundamente en generar posibilidades de vivir experiencias equivalentes en el mundo de la educación, en el ámbito de la salud, del bienestar en general, quizás ahí es donde radican las manifestaciones más importantes de pobreza e inequidad en nuestro país. Hay un montón de factores que se dan en el mundo rural que sugieren cómo, a través de ellos, se pueden implementar procesos de desarrollo inclusivo, desarrollo local, que sean pertinentes a los territorios, a los recursos naturales con que cuentan, saberes ancestrales o históricos que tienen las comunidades para salir adelante.

Hablabas del agua y pensaba en el cambio climático y la manera en que probablemente afecta a las comunidades de maneras más fuertes en la última década por los procesos de desertificación. El año pasado, por ejemplo, veíamos a pequeños agricultores, crianceros en el norte de Chile, que perdieron su fuente laboral por ese tema.

Claro, pero son más que fuentes laborales, son formas de vida, porque en torno a los crianceros no sólo hay una retribución económica de esa actividad, hay un saber, una tradición, un traspaso de conocimiento de generaciones. Entonces, trasciende lo monetario, y ahí uno ve que todo el efecto climático va destruyendo estos medios de vida que por años han estado presentes en su territorio y eso genera una crisis en lo económico, social y cultural. Vemos también cómo dramáticamente hay sectores que se van despoblando porque la educación está fuera del territorio; antes había allí una escuela donde se educaban, ahora esa escuela está en las grandes ciudades y los niños, a determinada edad, tienen que salir de los pueblos natales para acceder a la educación y por lo tanto, al futuro. Se empiezan a deteriorar fuertemente espacios de construcción comunitaria y de identidad tan importantes para los sectores rurales distribuidos en Chile. Es absurdo pensar que todos podemos vivir en las grandes ciudades, no es sustentable ni sostenible en el tiempo. Hay que atreverse a mirar distinto el país, mirar su diversidad y la fortaleza que existe en esa diversidad para generar políticas públicas distintas que incluyan, que hagan que la gente permanezca en esos lugares donde están todos los recursos. 

Por eso el proceso de descentralización es tan clave y tan urgente, sólo un proceso de descentralización va a permitir que a través del fortalecimiento, de las atribuciones de los gobiernos locales, se puedan generar políticas de nuevo cuño, políticas pertinentes a los nuevos territorios y regiones que forman parte del país y, eso es algo, insisto, urgente, a lo que debiéramos ponerle celeridad, porque además vemos que en momentos de crisis como el estallido social, la pandemia, contar con gobiernos locales fortalecidos hace que todo fluya de manera distinta y que las ayudas lleguen de manera oportuna a los territorios, genera diálogos y una inclusión distinta de la ciudadanía.

«Llevamos una década sosteniendo que hay que avanzar en políticas que miren el conjunto mayor de personas, el proceso de descentralización. Tenemos que avanzar en fortalecer los gobiernos locales y regionales e insertar prácticas propias de las economías locales en los circuitos de comercialización».

Catalina littin, directora ejecutiva de fundacion superacion de la pobreza

Servicio País vincula a jóvenes profesionales con las transformaciones socioculturales necesarias para solucionar la situación de pobreza en diferentes rincones del país. ¿Con qué se quedan estos y estas profesionales después de la experiencia?

Los y las profesionales son un verdadero puente con la estructura de oportunidades donde el Estado no llega, porque es centralista. Estos 260 profesionales que tenemos este año, por ejemplo, repartidos en cien comunas del país con altos niveles de pobreza monetaria, multidimensional, con altos índices de aislamiento, son una verdadera oportunidad para conectar con la estructura de oportunidades pública y privada disponible, se genera un círculo virtuoso que permite levantar cientos de proyectos cada año con pertinencia territorial, que son fundamentales para el desarrollo de esos lugares.

Estos profesionales son muy jóvenes, hombres y mujeres, y para ellos este puede ser su primer o segundo trabajo, son sus primeras experiencias laborales, reciben un plan de formación muy fuerte durante todo el año, un diplomado más toda la asistencia técnica que brinda el programa, y evidentemente el crecimiento profesional es enorme. De hecho, un porcentaje muy importante nutre el sistema público a lo largo del país, porque terminan trabajando en los distintos servicios públicos, muchos en las municipalidades en las que fueron destinados. Son un tremendo aporte porque no sólo llevan su profesión y experticia técnica, sino que además aprenden a trabajar con la comunidad; el respeto, la valoración, la dinámica y los tiempos que eso conlleva es lo que te forma como un profesional completamente distinto.

¿Hacia dónde deberían apuntar las políticas públicas y cuáles son las recomendaciones internacionales en las que deberíamos avanzar para la superación de la pobreza?

¿Cómo vamos a avanzar? Primero, vamos avanzar juntos, no es posible sin una articulación lo más sólida posible entre la sociedad civil, el Estado, el sector privado, eso como primera idea. Segundo, creemos que tenemos que insistir en una implementación de oferta pública que pueda promover la movilización de recursos comunitarios, es decir, que podemos avanzar en la modificación de mecanismos de focalización que trasciendan lo individual y que apunten más a lo comunitario. Hoy, la focalización de los recursos, las ayudas públicas, apuntan al individuo, a las familias, a veces, pero a lo comunitario no llegan, y lo que nosotros vemos desde los territorios en los que estamos es que justamente cuando una comunidad está asociada y tiene cohesión social y acuerdos conjuntos, enfrenta las crisis de mejor manera y sale de ellas bastante más rápido. En ese sentido, llevamos una década sosteniendo que hay que avanzar en políticas que miren el conjunto mayor de personas, el proceso de descentralización. Nos parece clave, creemos que eso construye el futuro de Chile de manera distinta. Tenemos que avanzar en fortalecer los gobiernos locales y regionales. En términos de política rural, creemos que hay que insertar prácticas propias de las economías locales en los circuitos de comercialización, ahí hay un componente cultural que es necesario relevar porque también es generador de ingresos.

Una comunidad como Socoroma, en el altiplano, con un riego de cada 38 o 40 días, genera uno de los oréganos más increíbles y que hoy está en el circuito del comercio justo, con denominación de origen. Bueno, ahí hay una comunidad que sabe hacer lo suyo. ¿Por qué no vamos a ir en apoyo de esas comunidades para que eso pueda seguir sucediendo muchos años más? La idea es mirar de manera integral, no sólo desde la macroeconomía y el crecimiento como única estrategia de desarrollo, sino pensar en cómo logramos sentar en una mesa a todas las partes que tienen que aportar en este diseño, que, insisto, tendremos que asumir con mucha responsabilidad todos los sectores. Chile no va a salir de esto si no es con todos y todas, poniendo a disposición lo que saben y que tienen sobre la mesa.

Extracto de la entrevista realizada el 22 de mayo de 2020 en el programa radial Palabra Pública de Radio Universidad de Chile, 102.5.

Adiós a Gracia Barrios, pintora de la sencillez y la grandeza humana

La artista y Premio Nacional de Arte 2011, falleció a los 95 años en su casa de Ñuñoa. Hace algunos años que sufría de Alzheimer y desde 2013 había colgado oficialmente los pinceles. Sus restos descansarán en el cementerio de El Totoral (El Quisco) junto a los de su marido, el pintor José Balmes, fallecido en 2016, y con quien formó una de las duplas artísticas más importantes de la escena local del siglo XX.

Por Denisse Espinoza A.

Hace tiempo que Gracia Barrios había dejado el mundo de los seres comunes y corrientes. Su cuerpo menudo y frágil continuaba las rutinas mundanas, pero su mente estaba en otro lugar, alejada ya de los problemas y los sufrimientos de una realidad que se había vuelto cada día más monstruosa e incierta. “Mi mamá es como una niña, pero es una persona bastante feliz también. Por suerte, no se da cuenta de lo que pasa, porque mi mamá era muy temerosa, así que ahora estaría aterrorizada”, decía recién hace dos semanas su única hija, la también artista Concepción Balmes Barrios, en entrevista con revista Palabra Pública.

La pintora Gracia Barrios fue galardonada en 2011 con el Premio Nacional de Artes Plásticas.

La pintora de 95 años padecía hace bastante tiempo un Alzheimer que la mantenía recluida en su casa de Ñuñoa y con los pinceles colgados. “Ella mira mucho sus cuadros, los contempla. Es extraño, es como que desde la lógica no sabe lo que ocurre, pero desde el sentir, ella sí sabe. Su percepción sutil funciona plenamente, y creo que eso es lo que le da paz. Tiene una conexión curiosa, distinta,  es más bien como estar en otra dimensión, en otro estado de las cosas”, reflexionaba Conchita.

Con esa misma paz, la Premio Nacional de Arte 2011, dejó totalmente este mundo hoy jueves, a las 14.40 horas, rodeada de su pequeño núcleo familiar. Siempre a su lado, por supuesto, su hija le dio el último adiós. “Hace una semana que ella estaba muy delicada, con una neumonía que simplemente no superó. Estamos tranquilos, porque se fue rodeada de amor como siempre lo estuvo”, dice la artista. Sus restos serán velados en una ceremonia íntima y luego trasladados, este sábado 30 de mayo al cementerio de la playa El Totoral (El Quisco), donde ya descansa su esposo, el pintor José Balmes, fallecido en 2016.

Desde que ambos se conocieran en las aulas de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, a mediados de los años 40, las vidas de Gracias Barrios Rivadeneira y José Balmes Parramón se hicieron prácticamente inseparables. Al pintor le gustaba contar que los primeros y tímidos cortejos que emprendiera, fueron pidiéndole prestada la goma de borrar en clases, a esta joven de nariz aguileña y talentosa mano, que vivió desde niña estimulada en la creación artística por sus padres, el reconocido escritor y Premio Nacional de Literatura Eduardo Barrios (El niño que enloqueció de amor) y la pianista Carmen Rivadeneira.

Mientras a los 12 años, José Balmes llegaba a Chile escapando de la guerra civil española a bordo del famoso Winnipeg, que gestionara Pablo Neruda; Gracia Barrios ya era una precoz artista, que plasmaba en sus primeros cuadros la vida del campo, sus veranos en Lagunillas junto al río, los árboles, las frutas y todo lo que la rodeaba. “Mi papá creía que  uno aprendía más en contacto con la tierra, con la gente del campo, que estando en la ciudad y perdíamos colegio. Recién después del 21 de mayo volvíamos a Santiago para empezar las clases y él encontraba eso mucho más provechoso y yo creía totalmente en su escuela natural y lo aprovechaba al máximo”, contaba, en el programa Off the record, la propia Gracia Barrios sobre su privilegiada infancia, cultivada en lo sensible.

América no invoco tu nombre en vano, óleo de 1970, parte de la colección del Museo de Arte Contemporáneo.

El arte y derechamente la pintura era el camino natural para Gracia, quien siendo adolescente tomó cursos con el pintor Carlos Isamitt y luego como alumna de Bellas Artes, desarrolló la técnica bajo el alero de Augusto Eguiluz, Carlos Pedraza y Pablo Burchard. 

Sin embargo, ya a fines de los 40 y siendo parte del Grupo de Estudiantes Plásticos, abogó por el mejoramiento y actualización de la educación artística del país. Luego, junto a Balmes y los artistas Alberto Pérez y Eduardo Martínez Bonati formó el Grupo Signo, que impulsó el desarrollo de una pintura abstracta, expresiva y gestual alejada del academicismo de la época. Juntos y con el apoyo del crítico de arte José Moreno Galván -quien fue uno de los artífices del Museo de la Solidaridad-  se transformaron en los seguidores naturales del informalismo europeo, haciendo exposiciones en España y Francia. En Chile, el grupo fue más allá, al plantear la necesidad de que el arte tuviese un rol político dentro del tejido social.

Corrían los años 60 y ya el matrimonio de pintores exhibía públicamente su apoyo a las transformaciones sociales que vivía el país, primero trabajando juntos en pos de la Reforma Universitaria y luego en el triunfo de Salvador Allende y la Unidad Popular. De esos años convulsos y políticos son dos de los óleos más emblemáticos de Gracia Barrios: América no invoco tu nombre en vano (1970), que es parte de la colección del Museo de Arte Contemporáneo (MAC), y donde se ve aparecer claramente la escena de una marcha, de una multitud recortada, en la que los cuerpos de hombres y mujeres con rostros anónimos se abalanzan decididos hacia el futuro y otra tela Sin título (1971), parte de la misma serie, en la que  la artista reproduce el mapa del mundo hecha sólo con rostros humanos en colores blancos, negro y azules.

En su condición de comprometidos militantes de izquierda, los Balmes Barrios, junto a su hija, debieron salir exiliados del país tras el golpe de Estado de 1973. Se refugiaron en Francia, donde se establecieron por una década, sin dejar nunca de lado la carrera artística. A pesar de que Balmes ya tenía un puesto como académico de en laUniversidad de París I Panthéon-Sorbonne, lo cierto es que la añoranza por Chile fue mayor. Sobre todo, de parte de Gracia, quien siempre sintió nostalgia de la cordillera, el mar y su gente, escenas de esa infancia que nunca dejó de pintar.

Ser, óleo de Gracia Barrios, exhibido a comienzos de los años 2000 en galería Trece.

El apego a la patria se reflejaba en sus cuadros cada vez más abstractos, pero donde siempre estuvo presente el ser humano. “Gracia fue siempre una pintora dueña de una sensibilidad muy grande. Sus obras de los 50 y 60 son de una extraordinaria finura, un interés matérico muy interesante, con una relación muy fuerte entre textura y color”, dice el artista y director del MAC, Francisco Brugnoli. “Ella fue además una gran profesora, una persona dulce, de la que nunca escuché hablar irónicamente de nadie. Creo que Gracia es una de esas artistas memorables que siempre va a estar presente en nuestra historia y que hoy cuando  la historia de Chile se fragiliza, su obra va a trascender”, agrega Brugnoli.

En el exilio y junto a otros tres artistas chilenos: Guillermo Nuñez, José García y José Martínez, los Balmes-Barrios se mantienen activos realizando exposiciones y murales en apoyo a la resistencia del Chile contra la dictadura de Pinochet. Finalmente la pareja regresa al país en 1986, periodo en el que Gracia se integra a hacer clases en la U. Católica y luego en la Finis Terrae. Tras la vuelta a la democracia en los años 90, el compromiso político se atenúa y la artista se vuelca en una pintura cada vez más abstracta y reflexiva. “Con la Gachi, como le decíamos nosotros, formábamos parte de un grupo de pintores que apoyamos el gobierno de la Unidad Popular, era ella como cinco años mayor que yo y siempre se comportó como una mamá con nosotros y ese tono maternal siempre se reflejó en su pintura”, comenta el pintor  y Premio Nacional de Arte, Guillermo Núñez. “A todos el golpe nos tocó muy fuerte y claro que hay una diferencia entre su obra de antes y después de que regresan del exilio. El tiempo de la UP era una posibilidad, algo tangible que estábamos construyendo y eso se quebró, a la vuelta hay una utopía, pero cada vez menos clara, entonces su pintura se vuelve más abstracta, abandona un poco la figuración y se acerca más a la obra de Pepe (Balmes)”, dice el artista.

Aunque bebieron de lo que cada uno hacía, compartiendo el mismo taller y maratónicas tardes de trabajo, la obra de Gracia Barrios y José Balmes no se mezcló. Fueron más bien en rieles paralelos, acompañándose, estimulándose, pero siempre diferenciándose de lo que cada uno era como individuo. Para Francisco Brugnoli, la obra de Gracia, sin duda, caló hondo en la tradición pictórica de Chile. “Yo creo que la pintora era Gracia, Balmes fue un gran dibujante, que desplegó en la tela una expresión gráfica de una forma que fue inédita en Chile, pero creo que de la pareja, la pintora y la dueña de una sensibilidad excepcional era ella y por eso quedará inscrita legítimamente como una de las mejores pintoras del arte chileno”.

Carlos Ossa: “El único lenguaje que caracteriza al neoliberalismo es el de la guerra”

Conceptos como miedo, enfermedad y muerte toman matices distintos en un contexto que altera los rituales habituales. Carlos Ossa, Doctor en Filosofía y académico del Instituto de la Comunicación e imagen de la Universidad de Chile, analiza cómo la palabra y la memoria pueden ser discutidas en medio de la crisis sanitaria actual, que conlleva una crisis política, pero también del lenguaje.

Por Florencia La Mura

“Casi todo el tiempo no sé qué decir y constantemente me piden que diga algo”, dice Mariana Enríquez, la escritora argentina de terror más aclamada en la actualidad, en una columna titulada La ansiedad. “Como persona que trabaja con el lenguaje debería colaborar en la discusión pública. Pensando, escribiendo, interpretando. Pero cada día que pasa, pensar en esta pandemia se convierte en una neblina pesada: no veo, estoy perdida”, se lamenta Enríquez, en una búsqueda no sólo por su sentir, sino por las palabras para intentar nombrarlo. 

El doctor en Filosofía y académico del ICEI de la U. de Chile, Carlos Ossa.

Esta pandemia no es una historia de terror, dice Enríquez en su texto, es una distopía y en ella el virus es este “enemigo poderoso” del que se nos habla. Es un ente peligroso que ha traído de vuelta el lenguaje de la guerra. Para Carlos Ossa, académico del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile (ICEI), quien estudia la comunicación en la sociedad actual desde una mirada interdisciplinaria, este lenguaje es inherente al neoliberalismo, donde la palabra es presa de un sistema político que la vuelve meramente instrumental. Cifras y estudios aparecen como lo más relevante en un contexto que se mueve dentro de lo científico como una palabra incuestionable, pero esto deja fuera a todo aquello que no se mueva dentro de este lenguaje específico. 

¿Cómo entonces, sacamos a la palabra de la literalidad? ¿Cómo logra moverse en el confinamiento? Ossa, quien ha enfocado sus investigaciones en la estética y la política, opina que la discusión debiera enfocarse en hacerse preguntas respecto al presente para así pensar el futuro, tomando el lenguaje como el punto de partida para repensar el sistema político. Esa neblina que menciona Enríquez puede disiparse si sacamos a la palabra del espacio donde ha estado atrapada.

El lenguaje verbal es nuestra principal forma de comunicación, pero en momentos de incertidumbre cuesta verbalizar. ¿De qué manera podemos comunicarnos ahora que el habla es quizás lo más importante?

Estamos en una escena donde hay ausencia de cierto tipo de palabras y hay exceso de otras, que en un contexto normal podrían convivir en la contradicción y en el aislamiento, incluso separadas e indiferentes las unas de las otras. Pero en este marco combaten por querer darle visibilidad a una cierta explicación de las cosas que, independientemente de la forma y argumento, es insuficiente. La palabra está en una condición de conflictividad radical, ya que ha sido instruida al uso meramente instrumental, al ejercicio productivista, al carácter económico. No puede vislumbrar otro relato porque quedó encerrada en esta discursividad que por un lado la ahoga y por otro lado, esta crisis le pide que restituya un cierto verosímil. La única manera que tenemos de comunicar el sentido, de apropiarnos de él, y también de sentir su falta es a través del efecto de la palabra, de lo que esta pueda decir o no. Y a pesar de que estamos en un régimen altamente tecnológico y estamos usando tecnologías expresivas, a pesar de que pensemos que suspenden lo verbal, lo subordinan a lo iconográfico. Lo que más pedimos no es solamente que aparezca una palabra, sino que esta traiga con ella un cierto pacto, porque sentimos que el contrato social en que vivíamos se ha roto.

¿Cómo la idea del “enemigo externo” que plantea el gobierno reproduce esta radicalización de la palabra?

En el neoliberalismo, la palabra no puede ser plurisignificante porque eso distorsiona su valor productivo. Tiene que ser sumamente asertiva en lo que describe, porque no solamente transporta una cierta explicación, también transporta una economía de los cuerpos y las relaciones. Ese lenguaje ha sido muy exitoso para instalarse en el mundo médico, policial, político y educativo, logrando instalar un modo de comunicar que se funda en una dicotomía, hay un afuera y un adentro. En el contexto que vivimos y antes, con el estallido social, se ve obligado a homogeneizarse, a unirse en torno al único lenguaje que lo caracteriza, porque el neoliberalismo es una lengua de guerra. Cuando hablas de competencia y remites a toda la lengua que habitualmente circula por los medios, te das cuenta de que es así, que está sosteniéndose sobre la idea de una fragilidad que debe ser combatida y que gracias al conocimiento experto puede ser estabilizada. Por ende, ante los fenómenos que la alteran y la cuestionan, tiene que construir un otro imaginario que le permita cierta unidad semántica, un imaginario del nosotros que históricamente ha tenido mucho éxito cuando se metaforiza en la figura de un mal externo.

No es extraño que la lengua del «enemigo», de un afuera que amenaza la estabilidad del sistema, aparezca repetida en el discurso de distintos sistemas políticos y gobiernos, porque obedecen a la misma lógica semántica. Está asociado con lo que Kant llamaría ese binomio inseparable de la guerra y el comercio. Ahora estamos en guerra porque lo único que está amenazado es el comercio, entonces hay que salvar al comercio para eliminar la guerra y volver a la prosperidad. Es muy difícil que en un modelo semiótico como este la cuestión de la virulencia y los comportamientos no se relacionan necesariamente con la idea de competencia por capturar el significado. Pero para hacerlo tienes que desplegar una narrativa radical en la que le hagas sentir a la población que está inmersa en un peligro tan inmenso que solamente una lengua experta puede resolverlo. 

«No estamos en guerra», una de las frases que se popularizó en el estallido social del 18 de octubre. Crédito de foto: Alejandra Fuenzalida.

Desde los medios hay un reflejo del discurso que en muchas ocasiones no contempla crítica o análisis más profundos. ¿De qué manera se mueve la literalidad de la palabra?

La tarea de los medios ha sido apoyar la estrategia de la reclusión y para ello han exacerbado, desde una vestidura científica, la estimulación del miedo como justificación de un comportamiento políticamente correcto, que no se presenta como ideología, sino como auxiliar de un relato científico que distribuye las normas para comportarse en una crisis sanitaria. En ese escenario, la única palabra que puede tener lugar es la de la ciencia y la policía. Ambos coinciden en copar el espacio enunciativo en la perspectiva del cuidado y la vigilancia. Son dos palabras que en un escenario de estas características no piensan ni examinan la intensidad o la estructura lógica de su discurso, sino que, al contrario, se sienten totalmente validadas y autorizadas porque representan lo “objetivo”. Cualquier otra enunciación queda fuera y los medios están reproduciendo en el nivel de la información, pero además -en las opiniones que circulan diariamente por ellos- los miedos satánicos de los que alimenta su poder la ultraderecha. 

Los medios se han anclado con ese relato del miedo como principio rector de la convivencia contemporánea, entonces el otro, en vez de volverse el horizonte del sentido, es restituido en esta figura de la desigualdad que trae consigo un mal y que debe ser combatido, alimentándose del lenguaje de la guerra. Tiene que demostrar que su palabra no está debilitada para poder resolver los problemas que ha generado un fenómeno que rompió todos los límites de la comprensión aparente, que excede nuestros rituales y ha puesto en tela de juicio toda nuestra modernidad que, con todo su desarrollo científico, no ha sido capaz de contener una situación sanitaria como esta. 

¿Cómo se modifica nuestra relación con la muerte en el contexto actual?

Todo el siglo XX fue un siglo mortal, el lenguaje fue usado para convocar la muerte, hay una relación con el lenguaje que ha estado ejerciendo y desarrollando su historia sin mayores cortapisas. Ahora miramos la muerte y hace seis meses atrás nos resultaba indiferente, no solamente aquella de los seres humanos, sino también de la flora y la fauna. De pronto vuelve a estar entre nosotros, reclamando no ser olvidada por la palabra y obligando a establecer los rituales que durante siglos hemos tenido con ella. En el contexto de esta necesidad política de ordenar lo que generó el neoliberalismo, el único efecto amedrentador, la única fuerza inhibitoria de una revuelta política, va a estar dada por esta idea de una enfermedad que puede ser mortal. Entonces, el estallido social que lleva la palabra a la calle, es sustituido por la pandemia, que lleva la palabra al espacio privado. Pasamos de un movimiento en que la palabra busca incrementar una escena emancipatoria en la ciudad a otra en la que la palabra restituye la fragmentación del individuo en relación a los otros, por lo tanto, la palabra no comunica, sólo informa. Solamente deja testimonio del suceso, pero no explica qué significado previo y posterior va a tener para nosotros. 

Una agrupación de escritores en Bélgica está regalando poemas a familiares de fallecidos por Covid-19. ¿Cómo analiza esta iniciativa desde la búsqueda del sentido?

Pensar en cuál es la palabra que domina y tiene la experticia mayor resulta un poco discutible, ya que en el fondo es la combinación de las experticias de las palabras, su capacidad de articular los mundos posibles que están en nuestra imaginación y necesidad de vida, lo que ayuda a resolver los problemas. Entiendo que las respuestas que vienen desde el punto de vista del arte tienden a hacerse cargo de algo que el escenario deforme de una palabra técnica no toma en cuenta ni de lo que se hace cargo, que es el duelo. La palabra y la imagen ayudan al duelo, permiten relacionarse con lo irrepresentable que ha dominado los últimos seis meses de la vida contemporánea con la figura de la muerte que, aunque no es excesiva, se ha vuelto impactante. Todas estas actividades artísticas, lo que buscan, a partir de la escena del duelo, es darle lo que siempre ha sido su trabajo, perder lo perdido. Poder aceptar que lo que ya no está es una ausencia a la que debemos conmemorar mediante un gesto de presencia que nunca nos devuelve nada, sino que profundiza y acrecenta que estamos sufriendo. 

«Cuando termine la pandemia, ¿vamos a salir más violentos, más fragmentados, más intolerantes? Es decir, casi iguales, ¿o vamos a salir más solidarios, igualitarios y deseantes? (…) Nuestra sociabilidad está en juego y es resultado de qué lenguaje usamos, qué palabras usamos y cuáles dejamos de usar para decir otras».

Entendiéndolo como el espacio político que es, ¿cómo se desarrolla la idea del enemigo y del contagio en los espacios digitales?

Lo digital opera aquí en el sentido anverso. Es el espacio de la neutralización que permite jugar caprichosamente con la palabra confín y confinamiento, ya que al estar recluidos damos forma a un fin: no seremos presa ni efecto de este contagio, liberamos en el mundo digital esa interacción que ya no podemos realizar en el mundo social. Es la palabra pública, que se intercambia materialmente, la que nos pone en peligro porque está contagiada, y en cambio, la palabra esterilizada del dispositivo digital nos hace mantener el intercambio cotidiano que antes hacíamos de la otra forma, pero liberado de la angustia y de la incertidumbre de poder ser víctimas de su toque. Ahí viene lo curioso, porque lo que hace funcionar a la palabra es que te toque. Con la lógica digital, la palabra más que tocarnos solamente nos pone en contacto, disminuye toda su potencialidad política agresiva y, al mismo tiempo, debilita toda la energía psíquica que gastamos cuando estamos interactuando con un otro. 

El régimen digital disminuye la tensión y nos permite contener más el tiempo, salir de la productividad acelerada, del estrés de una vida entregada a la producción y el consumo y poder encontrarnos con una dimensión del tiempo que nos estaba siendo excluida pero que solamente podemos comunicar de una forma que no sería la más idónea para poder dar cuenta de este momento distendido en el que la palabra se tiene que preocupar un poco de ti mismo. Ese es el primer mandamiento del neoliberalismo pandémico: cuídate a ti mismo porque de ese modo salvarás a los otros. Lo digital me proteje al mismo tiempo que me aisla. 

¿Qué rol juega la tecnología en la memoria, ya que ambas se intercalan en nuestro espacio íntimo?

La infraestructura tecnológica altera las reglas del tiempo, puesto que los rituales de muerte y de vida están suspendidos en su interacción simbólica. Las ceremonias de todo tipo pierden la temporalidad que les permitía colocar en lo cotidiano una obra distinta. En ese sentido, la memoria está más inclinada a un ejercicio de pregunta y al mismo tiempo de conexión con lo que falta en la vida, y por ende hay una especie de ensimismarse en el detalle del diario vivir, asumiendo que ese día a día puede ser inquietante debido a las distintas formas de ocuparlo. En muchos hogares ocurre la necesidad de convertirlo en un nuevo espacio de reflexión, de producción más alegórica, por lo tanto, deja de ser solamente el destino donde se va a descansar del trabajo y se puede volver una máquina industrial, una máquina poética o una máquina violenta. 

La memoria de cómo habitamos el espacio diario también está siendo conmocionada por este doble ejercicio, ya que la producción ha sido desplazada hacia lo privado y a través de la tecnología intentamos recuperar la comunicación que nos ha sido mermada por el confinamiento. La casa se está volviendo una extensión del mundo del trabajo, entonces nada cambia, sólo se modifica la configuración material. Hay una alteración del tiempo y de nuestra representación del espacio que también está trayendo consecuencias. Cuando termine la pandemia, ¿vamos a salir más violentos, más fragmentados, más intolerantes? Es decir, casi iguales, ¿o vamos a salir más solidarios, igualitarios y deseantes? Esa transformación está muy ligada a ese espacio privado que los críticos habían advertido que había sido desmantelado por esta racionalidad neoliberal que convertía todo a un valor de cambio. Nuestra sociabilidad está en juego y es resultado de qué lenguaje usamos, qué palabras usamos y cuáles dejamos de usar para decir otras. Durante décadas hemos sido obligados a usar un diccionario bastante restringido de palabras que obedecían a la lógica del intercambio y una palabra mayúscula atravesaba nuestra existencia personal como pública: la deuda. La pregunta es ¿mañana nuestra lengua tiene que seguir hablando la deuda o tiene que sustituir la deuda por otra palabra que nos permita imaginar algo diferente?

¿De qué manera podemos cambiar la búsqueda de sentido para dejar de pensar el lenguaje como una deuda?

Eso es parte de una política del presente, que ahora puede ser más imaginable que hace un tiempo atrás. La única racionalidad que podíamos aplicar era agotar la denuncia del sistema, sin pensar en otra ética. En cambio, creo que hoy se entiende que, como decía Raymond Williams, nunca va a haber un régimen que pueda repensar la vida. Siempre van a haber tensiones al interior del propio orden, no todo es claro y compacto. Hay una especie de quiebre en la temporalidad cerrada que veníamos experimentando y podemos pensar en una alternativa, pero hay que construirla políticamente. Lo que hay que aprovechar ahora, más que sugerir «políticas culturales», es imaginar cuáles son las conversaciones sociales de las que deberíamos hacernos cargo para entender que no sólo está en juego un modelo económico, sino que una manera de organizar la existencia que debe aceptar la diferencia, la diversidad, la heterogeneidad. 

La pregunta por cuál es el horizonte en el que queremos vivir los próximos 50 años es capital, ya no se trata del aquí y ahora. Cualquier trabajo del lenguaje, de la estética, de una economía alternativa a la que existe, tiene que fundarse en otra teoría del presente y en otro modelo de pensamiento crítico, que no se recicle en explicarlo con un nivel de detalle exasperante, cómo funciona el neoliberalismo. Tengo la impresión de que el mundo, no como un ente abstracto sino como el espacio de la habitabilidad, nos está haciendo preguntas decisivas y tenemos que sentarnos a pensarlas y discutirlas.

Bernardo Oyarzún: “El drama social es el mismo, agravado ahora por el confinamiento de la gente”

El artista visual, quien representó a Chile en la Bienal de Arte de Venecia en 2017, dejó el acelerado ritmo de Santiago hace un año y medio para vivir en la región del Biobío. Allí pasó el estallido social y ahora la pandemia que lo tiene recluido en labores propias del campo y haciendo trueque con sus lejanos vecinos para abastecerse. Reconoce que crear en estas circunstancias le ha sido casi imposible, hasta que hace 15 días comenzó un nuevo proyecto inspirado en el problema del agua.

Por Denisse Espinoza A.

Los motivos fueron más bien personales y familiares, dice Bernardo Oyarzún (1963). Hace un año y medio, el artista visual decidió poner fin a su vida en Santiago para emigrar al campo, a la región del Biobío, trayecto opuesto al que hizo su familia en los años 90, cuando con pocas posesiones decidieron probar suerte en la capital. Claro que sus lazos con esa vida campesina y con su origen mapuche calaron siempre hondo en su obra artística. A través de fotomontajes, videos e instalaciones, Oyarzún ha evidenciado problemáticas como la discriminación y la exclusión social. En Bajo sospecha (1997-1998) abordó el tema del racismo y clasismo local; en Cosmética (2008) ironizó con su propia imagen sobre los cánones de belleza occidentales; y en Ecosistema (2005) denunció como la propiedad privada ha destruido el paisaje de sus ancestros, maltratado por la deforestación, la agroindustria y la contaminación.

El artista visual, Bernardo Oyarzún.

Eso sí, su obra más destacada hasta ahora fue la que llevó al pabellón chileno de la Bienal de Arte de Venecia en 2017: Werken, una gran instalación con 1.300 máscaras tradicionales hechas por artesanos mapuche, además de 6.079 apellidos originarios como Huenulao, Catrilán, Curalaf, Hichapai, que corrían por una interminable franja LED roja, la que rodeaba e iluminaba el espacio en el Arsenale. La obra, que llamó la atención de los medios internacionales, buscaba “visibilizar la cultura mapuche y reivindicar su eterna lucha contra el Estado chileno”, dijo Oyarzún en esa ocasión.

Hoy, junto a su pareja, la artista Pamela Iglesias, y sus dos hijos, Bruno y Horacio, de 8 y 6 años, el artista retornó a vivir a la que fue la casa de sus padres, alejado por kilómetros de sus vecinos más cercanos e intentando continuar su carrera artística desde ese margen. Reconoce que tras el estallido social le fue difícil crear: “Me afectó muchísimo, estaba colapsado, tuve una sequía creativa”, dice. Eso sí, hace 15 días inició un nuevo proyecto, después de que el curador Tiago de Abreu Pinto lo invitará a participar de la muestra colectiva Al aire libre, donde distintos artistas en cuarentena exponen obras en su entorno cotidiano: el jardín, la ventana o el balcón de sus casas. En el caso de Oyarzún, usó su terreno para instalar 25 varas de madera de álamo de 8 metros de alto, que culminan en cántaros de greda, como ofrenda y petición a la naturaleza para que envíe agua del cielo.

-¿Cómo ha afectado el actual contexto de pandemia tu trabajo artístico?

Es muy fácil y entendible colapsar en estas condiciones, me parece natural y a mí me sucedió que tras el estallido social, la atmósfera tan triste de todo me aplastó. Ver la necedad y la irresponsabilidad de la gente que nos gobierna, ver toda la pobreza humana, toda esa atmósfera me tenía muy oprimido. Por eso mismo creo que no hay obligación de estar creando en este contexto, tiene que ser algo natural y no forzado. Creo que es importante mantenerse conectado con tus pares, con la gente, pero no nos sintamos culpables si no podemos hacer nada, extraño sería que fuésemos una fuente de creatividad inagotable. 

Ahora, hace sólo 15 días estoy trabajando en este proyecto que me tiene muy entusiasmado, invitado por el curador Tiago Abreu, la idea es incipiente, pero creo que tiene mucho futuro. Como tema central tomé el problema del agua. A pesar de que acá llueve muchísimo, mucho más que en Santiago, y hay sectores de regadíos muy verdes, hay otros sectores a los que les han quitado los canales y que están completamente secos. No es distinto a lo que pasa en Petorca y en otro lugares, porque desde aquí hacia el sur ya empieza la industria forestal, donde se densifica la deforestación de pinos, eucaliptos, entonces estas empresas se llevan todo el agua, se la roban. La idea fue hacer una especie de ritual metafísico, donde a través de estos cántaros, los metawes mapuches, alzado en estas largas, se ruega para que llueva. Ahora coloqué 25 varas, pero pienso en una instalación mayor, de unas 200 varas, quedaría muy bien al aire libre o bien en un museo.

Instalación hecha por estos días por el artista con 25 varas de álamo y cántaros de greda, bautizada provisoriamente como Metawe.

-El lugar donde resides ahora ya es bastante aislado. ¿El confinamiento ha cambiado mucho tu vida cotidiana?

En general, tenemos muy poco contacto con la ciudad, normalmente vamos cada 15 días al pueblo más cercano, que es Cabrero, que está a 20 kilómetros, y allí nos abastecemos. Hoy en el pueblo hay 25 personas contagiadas, 16 ya están recuperadas y sólo una está grave en la UCI, conectada a ventilador, pero no tengo más detalles. La verdad es que ahora vamos cada vez menos y se ha dado algo bellísimo por lo mismo, y es que se ha activado el trueque casi espontáneamente. O sea, entre los vecinos se evita incluso la transacción monetaria y nosotros ya hemos obtenido varias cosas por trueque, por ejemplo miel, productos de las huertas, nosotros a cambio tenemos varios árboles frutales, tuvimos castañas e higos, y ahora estamos llenos de manzanas. Para eso ha sido fundamental el uso del WhatsApp, donde hay como unas 50 personas que viven en los alrededores. Es bonito cómo se ha fortalecido el sentido de comunidad. Incluso ha habido gente que ha regalado cosas de sus chacras para quienes necesiten. 

El contraste de esto con lo que vivía en Santiago es total. O sea, yo vivía en una villa arribista de Puente Alto, y durante 23 años no conocí a prácticamente nadie, sólo dos vecinos a quienes saludaba y vivíamos a 10 metros, ahora conocemos a la gente que vive a diez kilómetros. Mis hijos van a una escuela que queda a 8 kilómetros en un sector que se llama Progreso y también nos hemos abierto a esa comunidad.

Las actividades que tenemos acá son muy huasas, la verdad. Suceden cosas graciosas, como que hace días que se nos metió una vaca que no es nuestra y tenemos miedo de que se coma nuestras plantas, entonces hay que armar un cerco para mantenerla alejada. Pamela mandó un mensaje al grupo de WhatsApp para que el dueño de la vaca venga a sacarla. Hacemos cosas que en Santiago no hacíamos, como hacer pan o separar la basura para poder hacer compost que nos ayuda a tener una tierra más fértil; ahora estoy construyendo un deshidratador de frutas. En este lugar lo ecológico se manifiesta muy naturalmente.

Detalle de Werken, la instalación con 1.200 kollones mapuche que Oyarzún llevó en 2017, a la Bienal de Arte de Venecia.

-De alguna forma, la pandemia y el confinamiento también han evidenciado las carencias del sistema económico, pero también cómo se daban las relaciones humanas. ¿Esto se vuelca también en tu trabajo?

Claro, en el caso de Chile la pandemia ha seguido aumentando la impotencia y la rabia que ya venía dándose con el estallido social y ahora se siente aún más la urgencia de que haya una cambio en el sistema y de la Constitución. El drama social sigue siendo el mismo, ahora agravado por el confinamiento de la gente. La pandemia te amarra, mantiene atado tu dinamismo a todo nivel, no puedes trabajar a nivel artístico en la escena, con tus pares, entonces todo es virtual. Creo que la carga negativa que estamos viviendo desde el estallido social no se ha apagado, por eso en mi último trabajo no hablé del virus directamente, sino sobre un problema político, el tema del agua privatizada, que es una de las grandes demandas que tenemos como país. A mí me siguen movilizando los grandes temas políticos y sociales de Chile y la pandemia simplemente se sumó.

Tienes mucha cercanía con las comunidades mapuche en Santiago y también en el sur. ¿Cómo están viviendo la pandemia? ¿Crees que se ha debilitado por esta contingencia la lucha que ellas mantienen por su cultura y territorio?

La comunidad con la que trabajaba en La Pintana es la Kiñe pu liwen, desde la que nació mi obra Werken, que llevé a Venecia. A ellos la pandemia les afecta exactamente igual como le afecta a la población más vulnerable en Santiago, y acá en el sur, lo mismo, ellos son los marginales en su propio territorio, en su propio Wallmapu. En Santiago, son los que están obligados a trabajar, porque la mayoría son obreros y no tienen el privilegio de encerrarse en sus casas, al igual que los pobladores de las comunas periféricas. Estas comunidades están muy ligadas a la medicina natural, entonces la mayoría mantiene la teoría de que el combate de la pandemia es una cuestión de fortalecer la inmunidad y eso está estrechamente ligado a alimentarse bien. El tema es que en las ciudades es difícil para ellos acceder a comida saludable si además no pueden salir a trabajar.

Ahora, la lucha que ellos están dando desde la época de la Colonia, que es una lucha contra el Estado, que no es otra cosa que el poder oligárquico, se va a seguir dando. La pandemia no va a detener esta revolución étnica que se ha estado dando y que quedó expuesta en mi obra Werken; son cientos de comunidades que han ido migrando en masa a las grandes ciudades y que están organizadas en la periferia. Es un fenómeno urbano que está ganando cada vez más fuerza, no creo que haya comuna en Santiago que no tenga una comunidad mapuche activa, organizada, la mayoría de ellas tiene hasta personalidad jurídica, entonces están absolutamente instaladas como centros culturales donde mantienen activa su cultura y la lengua. Yo creo que la pandemia no va a mitigar ese fenómeno.

De la muestra Funa, exhibida en el Museo de la Memoria en 2017.

-La comunidad artística también la está pasando mal con las dificultades que tienen para trabajar y exhibir sus obras. ¿Qué te parece la ayuda que entregará el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de $15 mil millones a través de fondos concursables?

Los artistas estamos acostumbrados a la rudeza económica. En mi caso, los ingresos bajaron a cero luego de que me trasladé de Santiago, porque dejé mi trabajo como montajista, que era mi principal ingreso, y ahora sólo recibo el arriendo por mi casa de Puente Alto y vivimos con nuestros ahorros. Es rudo por todos lados, hoy lo único que nos queda son las plataformas virtuales, que evidentemente no son la mejor forma de ver una obra de arte, pero es la única forma de seguir conectados y no quedarnos dormidos.

La verdad es que el tema de aplicar un sistema concursable para entregar ayuda a la gente en un escenario de emergencia me parece de una estupidez demencial. O sea, pedirle a la gente que está necesitada que concurse para acceder a una ayuda me parece una idea fatal, pero, como todo, esto también obedece al desinterés que tiene el Estado por el arte y la cultura, para este sistema económico la cultura es un gasto, no tiene ninguna importancia. Entonces no sé, yo creo que debería haberse generado una plataforma mucho más transversal en que se le diera ayuda directa a la gente y no fondos concursables, porque la gente tampoco está con la energía de hacer eso.

Tuve la experiencia, hace 10 años, de hacer una residencia en Stuttgart, Alemania, donde durante siete meses me pasaron un departamento para que trabajara, me daban mil euros mensuales y además dinero para producir obra. Pero la situación era tan ridícula que jamás me pidieron una boleta por gastos ni tampoco me exigían realmente producir obra, o sea, para ellos lo importante era la experiencia y lo que pudiese salir o no de eso. La verdad es que fue una de mis épocas más productivas, hice como cuatro obras diferentes que expuse en Alemania y luego en Chile, sólo porque yo quería hacerlas. Es una visión diametralmente opuesta a la que se tiene en Chile, allá cada ciudad tiene galerías estatales que son increíbles, de hecho, allá declararon la cultura como una necesidad de primer orden para el ser humano; acá, en cambio, lo que tenemos es una comunidad artística cada vez más empobrecida.

Covid-19: la esperanza de una vacuna en un país sin infraestructura para crearla

Está claro que la única vía para aplacar de manera efectiva la pandemia es la elaboración de una vacuna. Más de 100 equipos de investigación en todo el mundo se han volcado frenéticamente en su búsqueda y Chile no es la excepción. Sin embargo, hace décadas que nuestro país detuvo la fabricación de vacunas y medicamentos y hoy dependemos exclusivamente de la labor de laboratorios farmacéuticos extranjeros. Expertos explican nuestro actual escenario y por qué sería importante impulsar una industria de investigación y producción científica nacional.

Por Denisse Espinoza A.

Las primeras luces en la instalación de políticas de salud pública en Chile se originaron a raíz de una epidemia. Durante el siglo XVIII, la viruela mató a 15 millones de personas en el mundo en un periodo de 25 años y en Chile los primeros brotes generaron una mortandad de más de 38 mil personas. La viruela había llegado al territorio tempranamente con la colonización en el siglo XVI, y el contagio, al igual que con el Covid-19, se producía por el contacto físico con una persona enferma o por el contacto con fluidos u objetos contaminados. En los años 20 y debido a que la enfermedad seguía latente en el país, autoridades y médicos como Alfonso Murillo debatieron sobre la necesidad de crear una ley de vacunación obligatoria, pero la medida fue rechazada por parlamentarios de tendencia liberal, quienes esgrimieron que la vacuna hasta ese momento había sido un fracaso y que atentaba contra las libertades individuales. 

Recién en los años 50 y con la aparición de nuevos casos en Santiago y Talca, se inició una campaña de inmunización masiva de la población que duró varios años y que involucró al Estado con vacunas elaboradas por el Instituto Bacteriológico de Chile (actual ISP) y que permitió erradicar por completo la enfermedad del país en 1959, 10 años antes de que se produjera el último caso en Latinoamérica, detectado en Brasil.

La historia de la exitosa lucha contra la viruela nos vuelve a dar esperanzas en el actual contexto de la pandemia del Covid-19; fortalece la confianza en la ciencia y al mismo tiempo nos recuerda que estas batallas no son instantáneas y que se necesita, además, la experiencia y el compromiso de todos los sectores de la ciudadanía para llegar a buen puerto. “Una cura para el Covid-19 sería eliminar este virus del planeta. Esto es extremadamente difícil, pero ha ocurrido anteriormente con la viruela gracias a que se logró la vacunación e inducción de respuesta inmune en un gran porcentaje de la población humana”, reafirma el inmunólogo y académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Alexis Kalergis. “Otro ejemplo de erradicación de microorganismos que está en progreso es el caso de la poliomielitis y del sarampión. Ambas enfermedades se estaban logrando eliminar de la población humana gracias a la vacunación, sin embargo, en varios países las personas comenzaron a decidir no vacunar a sus hijas o hijos y esto ha resultado en rebrotes de estas enfermedades”, cuenta.

El inmunólogo y académico de la UC, Alexis Kalergis.

Kalergis sabe bien lo crucial que es el efecto de las vacunas en el combate de las enfermedades infectocontagiosas. Él mismo estuvo detrás de la creación de una vacuna contra el virus sincicial, principal causante de enfermedades infecciosas respiratorias en lactantes y niños pequeños, la que le llevó 15 años de estudios y que se convirtió en la única en el mundo que puede ser aplicada en recién nacidos, lo que le ha valido varios reconocimientos en Chile y el extranjero. Por estos días, y desde enero pasado, lidera la respuesta científica concreta a la actual pandemia con la investigación de una vacuna “hecha” en Chile. “Hemos completado ya el diseño conceptual y hemos avanzado en la formulación de algunos de los prototipos con los cuales estamos actualmente desarrollando los ensayos preclínicos, que corresponden a las pruebas a nivel de laboratorio que demuestren seguridad e inmunogenicidad efectividad en modelos experimentales”, cuenta el académico, quien es director del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia (IMII) e investigador del Consorcio Tecnológico en Biomedicina Clínico Molecular (BMRC).

El paso siguiente tras estos ensayos es formular la vacuna con un plan de manufactura que cumpla con las regulaciones nacionales e internacionales, para luego realizar estudios clínicos, es decir, pruebas en grupos humanos, para evaluar su seguridad e inmunogenicidad. Sin embargo, aunque el equipo de Kalergis llegara a un prototipo exitoso de una vacuna, lo cierto es que en Chile es imposible elaborarla, simplemente porque no existe en el país ningún laboratorio o centro que se dedique a ello.

“Chile ha tenido una política de inmunización de la población sistemática durante muchas décadas que ha permitido mantener enfermedades erradicadas del país, que en otros países no las tienen, como el sarampión o la tuberculosis. Esa tradición iba acompañada del esfuerzo del Estado a través del Instituto de Salud Pública para generar esas vacunas. Sin embargo, entre la década del 90 y el 2000 surgió la idea de que ya no merecía la pena mantener esas capacidad de producción porque siempre era posible, más viable y menos costoso comprar las vacunas en el extranjero, es decir, importarlas desde países desarrollados”, explica el doctor Flavio Salazar, vicerrector de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile y director alterno del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia.

Hoy en Chile, todas las vacunas son obtenidas desde laboratorios extranjeros a través de una licitación de Cenabast (Central de Abastecimiento del Sistema Nacional de Servicios de Salud) para seleccionar a los proveedores o bien los mismos laboratorios farmacéuticos privados realizan importaciones directas. Las consecuencias a largo plazo de la decisión de traer todo desde afuera quedan claras frente a la actual crisis sanitaria, cuando literalmente el mundo entero necesita una vacuna. “Chile desarmó todas las capacidades que tenía de generar vacunas y hoy lo único que hace la autoridad es evaluar y hacer exigencias regulatorias para vacunas que lleguen desde el extranjero. Lo que sucede entonces es que cedes tu soberanía, hoy no tenemos ninguna autonomía para aplicar tal o cual vacuna, sino que vamos a tener que esperar a ver cuál será la que apliquen en EE.UU. o Europa”, agrega Salazar.

Sin embargo, el esfuerzo que realiza Alexis Kalergis y su equipo no es en vano. La primera etapa de investigación para un prototipo de vacuna es la clave en la elaboración final de una. Es además parte del acervo científico de un país y permite sin duda seguir teniendo expertos en el tema. Lo ideal, claro, sería que estas iniciativas nacieran desde los Estados, fueran parte de una política nacional y no instancias privadas de universidades o centros, que aunque loables, se hacen insuficientes. “Mejorar esta situación debería ser uno de nuestros grandes desafíos como país, a fin de dejar de depender de la producción extranjera y poder asegurar el acceso permanente de nuevas vacunas y medicamentos seguros para nuestra población. Una infraestructura de este tipo requiere el trabajo conjunto entre la ciencia, el Estado, el sector privado y la ciudadanía. Nuestra investigación ha recibido recientemente el apoyo de la Fundación COPEC-UC, cuyo aporte actúa como catalizador del proceso de generación de conocimiento y su transferencia hacia la sociedad”, cuenta Kalergis. 

Además, el científico señala otro punto importante: el acceso a una vacuna efectiva puede ser prioridad para quienes estén involucrados en su investigación de primera mano. “Es importante explorar múltiples caminos de acción para garantizar el acceso a una vacuna. Uno de estos sin duda es el desarrollo en Chile de investigación científica para la generación de prototipos locales, dado que eso nos posiciona en el mapa de desarrolladores de vacunas. La colaboración con grupos y organismos internacionales es clave, porque podemos conocer y acceder de primera fuente a los avances hechos por otros equipos. Esto podría favorecer que podamos acceder con mayor facilidad a las nuevas vacunas que se puedan ir generando”, explica.

Aunque el problema no sea realmente acceder a la “receta” exitosa de una vacuna, ya que probablemente la OMS se encargará de liberarla, sí lo es contar con las plataformas y capacidades de producción para elaborarla y distribuirla. En el caso del Covid-19, el tema es más complejo debido a la cantidad de ellas que se necesitan. En ese sentido, la Fundación de Bill Gates ya anunció que construirá fábricas para siete vacunas diferentes, a pesar de que se terminen eligiendo sólo dos de ellas, “sólo para no perder tiempo”, dijo el multimillonario. Mientras que Vijay Samat, experto en fabricación de vacunas, reconoció que “Estados Unidos sólo tendrá capacidad para producir en masa dos o tres vacunas. La tarea de fabricación es insuperable, llevo noches sin dormir pensando en ello”, dijo a The New York Times.

El doctor y vicerrector de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile, Flavio Salazar.

Lo que se viene en cuanto a fabricación de vacunas bien puede ser brutal. “Probablemente van a haber contratos de quienes desarrollan las vacunas y con quienes las produzcan a gran escala, y luego otros contratos para quienes las van a distribuir y los diferentes gobiernos, etc. Habrá también una presión política de los gobiernos por obtenerla y luego la discusión sobre la gratuidad que debería tener la aplicación de la vacuna; sin embargo, alguien debe pagar el costo de ella. Es un tema complejo y obviamente hay una ansiedad al sentirnos expuestos y totalmente vulnerables ante una enfermedad que no tiene cura”, señala Flavio Salazar, quien matiza esta gravedad. “Digamos que lo bueno de esta enfermedad es que tiene un efecto mortal en una porción pequeña de los pacientes. La mayoría no va a tener síntomas, algunos no se van a dar cuenta y otros van a tener síntomas menores”.

La carrera por una vacuna

Hoy, el mundo científico está en una verdadera cuenta regresiva para hallar una vacuna que funcione y así poder comenzar a detener los contagios de Covid-19 y las muertes que ya se alzan sobre las 320 mil personas en el mundo. Sin embargo, todos coinciden en que los tiempos mínimos para el hallazgo de una son de al menos 12 o 18 meses y estos plazos no incluyen lo relativo a la manufactura y la distribución de la vacuna para su uso masivo. Además, como regla general, los investigadores no comienzan a inyectar a personas con vacunas experimentales hasta después de rigurosos controles de seguridad. Primero prueban la vacuna en pocas docenas de personas, luego en cientos y miles, pero entre cada una de estas fases deben pasar meses de control, por lo que si se sigue la manera convencional de producción de vacunas, no hay forma en que se llegue al plazo de los 18 meses.

En la década de 1950, por ejemplo, se aprobó un lote de una vacuna contra la poliomielitis que estaba mal producida. Esta contenía una versión del virus que no estaba del todo muerto, por lo que los pacientes contrajeron nuevamente la polio y varios niños murieron. Además, ¿puede una vacuna prometedora en realidad hacer que el virus se contagie más fácil o empeorar la enfermedad? Esto ha sucedido, de hecho, con algunos medicamentos contra el VIH y vacunas para la fiebre del dengue, debido a un proceso conocido como “mejora inducida por la vacuna”, en el que el cuerpo reacciona inesperadamente y hace que la enfermedad sea más peligrosa. Con las vacunas no se juega.

Tradicionalmente, las vacunas funcionan mediante la creación e ingreso de una versión debilitada del virus, suficientemente similar al original como para que el sistema inmune esté preparado si es que la persona está expuesta a una infección completa en el futuro, lo que ayuda a prevenir enfermedades. Por ejemplo, en el caso del virus de la influenza, los laboratorios van desarrollando vacunas nuevas cada año, donde a la “receta” original se le suman “ingredientes” según las mutaciones que haya adquirido el virus ese año; entonces, los laboratorios se van adelantando a estas mutaciones y permitiendo que la población se mantenga inmune para la siguiente temporada. Con suerte, el Covid-19 se sumará a la lista de enfermedades de infecciones respiratorias que ya existen, junto al virus sincicial, la influenza y el resfrío común, y que son tratadas con vacunas o medicamentos.

Hoy, el panorama aún es complejo y los cierto es que sólo dos de los 76 candidatos a vacunas que la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene en su radar han optado por ese enfoque tradicional que lleva mucho más tiempo desarrollar. La mayoría confía en la vía rápida y en que el sistema inmune no necesite ver el virus completo para poder generar municiones que lo combatan, sólo una parte bastaría y en el caso del Covid-19, esa parte son las protuberancias, conocidas como proteínas de espigas, que forman ese halo o “corona” alrededor del virus. 

Uno de las primeras que realizaron ensayos clínicos, sólo ocho semanas después de la publicación de la secuencia genética del Covid-19, fue la empresa estadounidense Moderna, que anunció esta semana que los primeros 45 voluntarios vacunados ya desarrollaron anticuerpos que podrían neutralizar el virus. Con esto, la empresa recibió autorización para iniciar, en las próximas semanas, un segundo ensayo clínico con 600 participantes, y si todo sale bien, en julio iniciarían el ensayo con miles de personas. 

La vacuna de Moderna es de tipo ARN, una molécula mensajera monocatenaria que normalmente entrega instrucciones genéticas del ADN, enrolladas dentro de los núcleos de las células, a las fábricas de producción de proteínas de la célula fuera del núcleo. En este caso, el ARN ordena a las células musculares que produzcan la inocua proteína espiga como una advertencia para el sistema inmune. 

Otros que evalúan ensayos en humanos son la compañía china CanSino Biologics y un equipo de la Universidad de Oxford dirigido por la profesora Sarah Gilbert. Ambos usan virus inofensivos que han sido desactivados para que no se repliquen una vez que ingresan a las células. Estos vehículos de entrega se conocen como «vectores virales no replicantes».

Otro enfoque que se está desarrollando es el de la empresa estadounidense de biotecnología Inovio, con una vacuna que usa ADN para llevar instrucciones que convierten la proteína espiga en células, que se transcribe en ARN mensajero, el que luego ordena a las fábricas de proteínas que comiencen a bombear la proteína espiga enemiga. Eso sí, no existen en el mercado vacunas de ARN o ADN probadas en humanos, por lo que estos experimentos, de ser exitosos, significarán un gran salto en el desarrollo científico de inmunología.

Pero ¿qué sucede si no se encuentra jamás una vacuna adecuada para esta pandemia? Según los científicos, esto sería bastante improbable debido a la baja tasa de variabilidad que ha presentado el virus, lo que permite que los ensayos no tengan la mutación como un factor de riesgo. A pesar de esto, ha sido inevitable que el Covid-19 viva a la sombra de otro virus mucho más impredecible y molesto, para el cual, tras 40 años de investigación, aún no se ha podido encontrar una vacuna efectiva: el VIH.

La experiencia del VIH

Varias publicaciones han intentado establecer similitudes entre el Covid-19 y el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), e incluso a fines de abril circuló la declaración que hizo el virólogo francés Luc Montagnier, reconocido en 2008 con el Premio Nobel justamente por haber descubierto el virus del VIH, que apuntaba a que el Covid-19 contenía material genético del VIH y que bien podría haber sido creado en un laboratorio mientras alguien buscaba una vacuna contra el SIDA.

La inmunóloga y ex decana de la Escuela de Medicina de la U. de Chile, Cecilia Sepúlveda

Hasta hoy no hay ninguna prueba que asegure esta teoría y lo cierto es que el Covid-19 se ha expresado de manera bastante diferente al VIH. Así lo afirma la inmunóloga Cecilia Sepúlveda, ex decana de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile y quien se ha dedicado a fondo a investigar el virus del VIH. “Ambos virus pertenecen a familias completamente diferentes. En términos de la estructura del virus son totalmente distintos, la única similitud que tiene es que ambos son virus que tienen como material genético el ARN, pero en el caso del VIH es una doble hebra de ADN, y en el caso del virus SARS-COV 2 (que da como resultado la enfermedad Covid-19) es una hebra simple. Otra similitud es que ambos son virus envueltos en una especie de capa protectora de la cual emergen partículas virales que son las que le sirven a ambos para adherirse a los receptores en el ser humano y que les va a permitir la entrada a la células del individuo, pero son completamente diferentes en cuanto a estructura molecular y componentes”, dice la académica. 

“En cuanto a los mecanismos de transmisión del virus también son diferentes, en el caso del VIH es a través de transmisión sexual, de sangre contaminada o de la madre al hijo durante el embarazo, mientras que en el caso del SARS-COV 2, la transmisión es viral, a través de gotitas de saliva y secreciones respiratorias que saltan de una persona a otra, y por eso este virus es tan contagioso, sin embargo, en términos de letalidad, el VIH es mucho mayor, ya que si no es tratado, las personas siempre van a morir, mientras que el Covid-19 tiene una baja letalidad”, agrega Sepúlveda.

El VIH fue identificado en 1984 y desde 1987 que se está intentando producir una vacuna con más de 850 ensayos clínicos, todos fallidos. La dificultad radica principalmente en la capacidad que tiene el virus de mutar cada vez que se replica al interior de las células que infecta, además de ser capaz de esconder algunas de sus estructuras y de evadir la respuesta inmune. De hecho, el blanco del VIH es el sistema de defensas del ser humano; es decir, justamente la estructura que debe dar respuesta inmunológica contra el virus, queda bloqueada.

“En el último tiempo hubo un ensayo clínico que fue bastante prometedor en Sudáfrica, que llevaba más de un año y medio estudiándose en más de 4.500 personas, pero se tuvo que detener porque se vio que entre las personas que recibieron la promesa de vacuna, se contagiaron de la misma manera que las personas que recibieron un placebo”, cuenta Sepúlveda sobre el ensayo HVTN 702. Hoy se siguen haciendo ensayos como el denominado Mosaico, que se está probando en ocho países de América y Europa, en personas sobre todo transgénero y homosexuales; o el Imbokodo, que es un estudio especialmente aplicado en el África Subsahariana y que está siendo probado en mujeres.

«Es obvio que Chile tiene que invertir más en ciencia y tecnología, no alcanza con el 0,38% del PIB, porque no sólo tienen que tener científicos trabajando por sus propios intereses de curiosidad personal, digamos, sino que tienen que haber plataformas adaptadas y preparadas para estas nuevas amenazas»

Flavio salazar, médico y vicerrector de investigación y desarrollo de la u. de Chile.

A pesar del fallido intento por producir una vacuna, en la historia del VIH hay una luz de esperanza que se proyecta para esta y otras pandemias, debido a que en estos años los investigadores sí han logrado desarrollar una variedad de medicamentos antivirales que han reducido la mortalidad y que permiten a las personas con SIDA convivir con el virus de manera casi normal. “Al existir tratamientos que te permiten una buena calidad de vida, transforman la enfermedad del SIDA en una enfermedad crónica, que aparte de tomarte una pastilla todos los días e ir a control de vez en cuando, no le producen a las personas mayores inconvenientes. En Chile, además, el tratamiento está asegurado por el Auge, e incluso la gente que está en Fonasa en los grupos A y B -los más vulnerables- no tiene que pagar nada para acceder al tratamiento”, dice la inmunóloga.

A pesar de que el panorama ha mejorado para las personas con esta enfermedad, en 2019 un informe de ONU SIDA volvió a encender las alarmas al revelar que Chile es el país de Latinoamérica que más ha aumentado sus casos de contagio, con 71 mil personas que conviven con el virus, cifra que significa un aumento del 82% desde 2010. Frente a esto se comenzó una campaña de difusión que tiene como objetivo, además de incentivar las prácticas sexuales preventivas como el uso del condón, el aumento de los diagnósticos. “Lo importante es que las personas confirmadas con VIH positivo comiencen desde temprano un tratamiento, ya que se ha demostrado, desde 2015 en adelante, que las personas tratadas que ya no tienen carga viral demostrable en la sangre ni en el semen ni en las secreciones sexuales, dejan de transmitir el virus a otro, no contagian porque el virus ya está totalmente suprimido”, explica la doctora Sepúlveda.

Hoy, sin embargo, la contingencia del Covid-19 ha cambiado las prioridades del gobierno y la población. “Me preocupa que hoy quede invisibilizado el VIH. Chile adquirió el compromiso, al igual que otros 150 países, de lograr el objetivo 90-90-90 con respecto al VIH, es decir, diagnosticar al menos 90% de los casos, tratar al menos 90% de ellos y que de esos tratados, al menos 90% tengan una carga viral suprimida o indetectable. No sé si lo lograremos, debemos hacer los esfuerzos necesarios”, advierte la profesora titular de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile.

Además, Sepúlveda recuerda que tal como las vacunas, los medicamentos antivirales, aunque existen, no se producen en Chile. “Los primeros fármacos para tratar el VIH, todos producidos en EE.UU. o Europa, eran carísimos, además empezaron a llegar varios años después de que se empezaran a usar en esos lugares, no sería la idea que ocurriera los mismo con la vacuna del SARS-COV 2, que esperamos esté disponible el año que viene. Sería importante que en Chile hubiesen laboratorios de alto nivel que pudieran trabajar en red con otros laboratorios e investigadores del mundo para contribuir en la búsqueda de vacunas y medicamentos”, dice.

La inmunóloga vuelve al tema de la falta de una industria farmacéutica local y de investigación que se adelante a este tipo de crisis sanitaria que hoy vivimos. “Me parece que tenemos que aprender y pensar en que hoy estamos haciéndole frente a este nuevo virus que pilló desprevenido a todo el mundo, pero que el día de mañana se puede presentar otro agente infeccioso tan transmisible y severo como este o incluso peor. Permanentemente se están produciendo nuevas enfermedades asociadas a agentes infecciosos y yo creo que Chile necesita y se merece un instituto nacional que se dedique al estudio de las enfermedades infecciosas y que realice investigaciones básicas y aplicadas para enfrentar mejor estas nuevas situaciones”.

Es cierto que si bien el virus pilló de sorpresa al mundo, hay países mejor preparados y con plataformas de investigación avanzadas, que significarán tarde o temprano la salvación de millones de seres humanos. Para Flavio Salazar la discusión apunta hacia un tema de fondo: la financiación científica en Chile se debe incrementar con urgencia y debe comenzar a delinearse como política pública, tema que hoy, dentro de la emergencia, queda en evidencia, pero que con el tiempo amenaza con esconderse bajo el tapete nuevamente. “Es obvio que Chile tiene que invertir más en ciencia y tecnología, no alcanza con el 0,38% del PIB, porque no sólo tienen que tener científicos trabajando por sus propios intereses de curiosidad personal, digamos, sino que tienen que haber plataformas adaptadas y preparadas para estas nuevas amenazas, y eso significa inversión en equipamiento, en infraestructura. Tampoco es un tema de plata inmediata, o sea, si a mí me dieran 10 mil millones de dólares para que yo en un mes haga una vacuna, eso es de todas formas imposible. Tiene que ver con capacidades, inventiva, creatividad, experiencia, y eso se debe ir trabajando desde antes, no se puede improvisar”, resume Salazar.

Hernán Caffiero: el compromiso del cine con los derechos humanos

El cineasta, director de la serie Una historia necesaria, que retrata la historia de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos en dictadura, ganadora del Emmy Internacional 2018, habla sobre sus nuevos proyectos en los que seguirá abordando temáticas vinculadas a las violaciones de los derechos humanos, pero esta vez en la época actual, recogiendo los testimonios de algunas de las víctimas que perdieron sus ojos tras recibir perdigones disparados por carabineros durante el estallido social.

Por Jennifer Abate

Formado como publicista en la U. de Santiago y con un postítulo en la U. de Chile, Hernán Caffiero ha trabajado como director, guionista, montajista y productor de películas y series de ficción, que incluyen el largometraje documental El sueño de todos (2014), sobre la selección chilena de fútbol, y Raza brava (2008), una mirada ociológica al tema de las barras de hinchas. Caffiero, además, recibió el premio a mejor director 2019 de la NACCC en Nueva York, y se ha adjudicado dos fondos del Consejo Nacional de Televisión.

En los últimos días se anunció que serías el representante en Chile de BTF Media, una gran productora mexicana que decide instalarse con una oficina en Chile. ¿Cómo recibes esta noticia? ¿Puedes contarnos un poco del enfoque que va a tener la filial en Chile y si ya hay algunos proyectos pensados?

Sí, la verdad es que fue una situación bien compleja, pensando en que esto no es una cosa que sucedió de un día para otro, sino que viene gestándose hace meses, por lo que tanto el tema del estallido, el despertar social, y ahora la pandemia y el confinamiento, para nosotros ha sido súper complejo, entendiendo que estábamos haciendo un acuerdo de esta magnitud. En muchos momentos pensamos que se nos estaba cayendo, pero finalmente pudimos sobreponernos. Creo que una de las fortalezas que tiene esta alianza es que nosotros vamos a trabajar principalmente en la vinculación y generación de contenidos de plataforma y canales de TV, no para el mercado nacional, sino que para el extranjero. Si uno revisa un poco la producción de industria a nivel local y regional, te das cuenta de que probablemente se demore harto en recuperarse, por lo tanto, el contenido para películas de cine va a ser difícil de levantar en los próximos años, va a ser muy difícil que la gente quiera, por un buen tiempo, meterse en una sala cerrada con 200 personas y potenciales focos de contagio. Por otro lado, todo el tema de ventas, mercados y festivales, también va a verse mermado. Es cosa de ver los números: por ejemplo, plataformas como Netflix han tenido un alza en la cantidad de suscriptores, en marzo solamente sumaron más de 16 millones de nuevos suscriptores, Amazon otro tanto, Disney otro tanto, la gente se volcó en sus casas a ver películas, series. 

El cineasta Hernán Caffiero acaba de cerrar un acuerdo para ser el representante en Chile de la productora mexicana BTF Media.

Entonces, el diagnóstico que hizo BTF a nivel internacional -su casa está en Miami- es que justamente, sobreviviendo a este periodo, lo que viene a continuación probablemente sea una demanda alta en la generación de contenidos de plataforma, que no sólo tiene que ver con la cantidad de suscriptores, sino que también con que todos nosotros nos hemos volcado a ver series. Gran parte de los que ya estábamos suscritos a estas plataformas estamos agotando la parrilla, entonces, efectivamente, las productoras y realizadores que se vuelquen a la generación de contenidos de películas y de series, de alguna forma van a sobrevivir en esta crisis mundial. Creo que gran parte de la industria audiovisual, no sólo en Chile, sino que en el mundo, va a sostenerse por esta ventana.

¿Han desarrollado alguno de los proyectos o todavía están en la fase creativa?

Sí, estamos ya desarrollando dos proyectos que fueron beneficiados el año pasado por el Consejo Nacional de Televisión, dos series. Una de ellas es Raza brava, que es una serie que ganó la categoría histórica dentro del fondo. Es una historia popular, una historia real, que narra el surgimiento de los movimientos sociales, juveniles, ligados al fútbol, que es el despertar de los jóvenes, principalmente en la marginalidad posdictadura, que es cuando volvemos a esta democracia pactada, donde se cierran muchos espacios de representatividad, de pertenencia; muchos cabros de la pobla que deciden volcarse al estadio y a la galería para encontrar una instancia de triunfo. La serie narra justamente eso, la historia de dos cabros que se vuelcan a esto o son parte de una barra brava en Chile. 

El otro proyecto es diametralmente distinto. Son 16 historias, un formato muy parecido a Una historia necesaria, que es la serie que hicimos antes sobre casos de detenidos desaparecidos. Ahora vamos a hablar sobre 16 casos de violencia machista, es un proyecto principalmente construido por mujeres; yo estoy viendo la parte de fiscalización y análisis de los procesos cinematográficos y todo el cuento, pero más del 65% del equipo que va a realizarlo, desde el guión hasta la entrega final, van a ser principalmente mujeres. 

Si hay una cosa que hasta el día de hoy se sigue presentando es este desequilibrio entre las pegas, sobre todo entre las más relevantes dentro del rubro, sin desmerecer la pega de arte, vestuario, maquillaje, peluquería, donde predomina la presencia de mujeres. Nosotros queremos que la dirección de fotografía, la dirección misma de los capítulos, sea manejada y liderada por mujeres.

Desde hace mucho, pero con fuerza desde 2018, ha habido una fuerte discusión feminista sobre la violencia contra las mujeres. ¿Cuáles han sido para ustedes los principales desafíos a la hora de abordar la violencia machista en un contexto como el del Chile actual?

Partiendo desde lo más cercano, el trabajo con tus pares, la elección del equipo, tener que generar protocolos, por ejemplo, organizaciones de mujeres en el audiovisual, para evitar o prever cualquier tipo de vinculación con hechos o personajes que estén involucrados en alguna situación compleja. No sólo en este proyecto, que trata de 16 casos de violencia, sino que en todos: una persona vinculada a cualquier tipo de acoso está absolutamente descartada de los proyectos que estamos realizando. 

Gran parte del gremio y de la industria lo está haciendo también. A lo mejor son ejercicios que no se ven cuando prendes la televisión o ves una película, pero se están haciendo cada vez más presentes. Esto también ocurre en la búsqueda de contenidos, de narrarlos, la impronta y la sensibilidad asociada a eso tiene que ser mandatada por una visión que ha estado permanentemente apartada de los procesos más relevantes de la narración, que son la escritura, el montaje, la dirección. 

¿Hay alguna fecha tentativa de estreno de este proyecto?

Sí, este proyecto está pensado para estrenarlo en diciembre. Ahora, con todo este tema del Covid-19, hay un montón de protocolos que tienen que estar validados por el Ministerio de Salud, estamos viendo cuándo podemos volver a filmar. Si podemos filmar en agosto sería posible estrenar en diciembre la serie. Yo y gran parte del equipo con el cual trabajo, además estamos súper vinculados a la franja de la campaña del Apruebo. Me invitaron a participar como director de la franja, a través del comando Por un Chile Digno, que tenía en un principio 30% del espacio destinado a las organizaciones sociales, pero nosotros aceptamos asumir la dirección de esto siempre y cuando el 100% fuera protagonizado por las organizaciones sociales. Fue una petición explícita que hicimos a los partidos que conforman este comando, que son el Partido Comunista, el PRO, Franja Regionalista Verde, Igualdad, Izquierda Libertaria y otros más, y aceptaron hacerlo. Vamos a tener que saber encontrar las formas de equilibrar los proyectos y hacerlo de manera orgánica con los procesos para la realización de la serie.

Una historia necesaria se compone de 16 cortometrajes con historias sobre detenidos desaparecidos en dictadura.

La serie de cortometrajes Una historia necesaria, por la que ganaste el premio Emmy, retrata diversos casos de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos en dictadura. ¿Cómo ves hacia atrás el impacto de esa serie, pensando en el Chile post estallido social, donde nuevamente emergieron voces críticas de las violaciones a los DD.HH. cometidas por el Estado durante ese periodo?

Con el equipo con el que ganamos el Emmy nos dimos cuenta, cuando partimos con Una historia necesaria, de que había una serie de elementos que nos obligaban a asumir esta necesidad de contar, relatar y rescatar la memoria de la gente que había sido desaparecida. Principalmente, la historia de familiares y sobrevivientes que con el tiempo, han pasado ya cuarenta y tantos años, se estaban muriendo, y con ellos también se estaba muriendo la historia de los detenidos desaparecidos. Partiendo de esa base y entendiendo también la lógica sistematizada de la negación, que va generando impunidad no solamente en el tema de las violaciones a los derechos humanos, sino que en términos de corrupción, en términos de los que se hicieron ricos en ese periodo, de quiénes fueron los civiles que propiciaron esto y que fueron bien responsables y que salieron sin polvo ni paja, creíamos que había un acto de justicia en el relato de estas historias. 

Mucha gente nos dijo “hasta cuándo siguen con el tema de la dictadura, con el tema de los derechos humanos, abúrranse, qué onda”. No, po’, viejo, porque si esto sigue pasando, si los problemas de esta sociedad, en la pega, en la casa, con tu pareja, no se enfrentan, si no te miras a la cara, no buscas la verdad para solucionarlos, siempre se van a volver a presentar y por eso es que nosotros fuimos tan inquisidores también en plantearlo, en buscarlo, en hacerlo, a pesar de que no tuvimos apoyo de los canales, a pesar de que en primera instancia no querían que pusiéramos los rostros de los culpables, a pesar de que tuvimos que ganarnos un Emmy, que es como el Oscar de la televisión, para que recién nos pescaran.

Y lo que sucede a continuación del estallido, todas estas violaciones sistemáticas a los derechos humanos que ha ejercido el gobierno de Piñera, encarnada en los ministros del Interior, en las fuerzas de orden, principalmente en Carabineros, no hacen más que justificar nuestra búsqueda de rescate de la memoria de los años anteriores y no solamente de nosotros, sino que de miles de chilenos que también siguen en la misma. Creo que se hace necesario no solamente refrescar la memoria en términos de la entrega de la información, sino que también buscar los elementos que nos permitan abrir puertas emocionales en las nuevas generaciones que están viviendo esto; ya nadie puede decir “tú no puedes hablar de esto porque no viviste la dictadura”. O sea, a muchos les sacaron los ojos, hubo mutilaciones múltiples, vejaciones sexuales, abusos.

Creo que la forma de hacer entender y de perpetuar esta necesidad de generar conciencia de lo ocurrido en dictadura, de las violaciones a los derechos humanos que estamos viviendo hasta el día de hoy, es generar ese vínculo, por lo menos desde mi frente, que es el audiovisual, creo que es vital generar contenidos que nos permitan entregar información, abrir emociones, porque cuando la gente logra ponerse en el lugar de otro, empatizar y tener vínculos solidarios, se da cuenta de lo que está sucediendo.

Human Rights Watch, Amnistía Internacional, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, han sido súper enfáticos en aclarar lo que ha estado sucediendo. Es más, hay cosas que me parecen brutales que han seguido pasando, como la balacera en el Día del Carabinero del 27 de abril. Viene un tipo, agente del Estado, para disparar a mansalva, herir a diez personas. Por suerte no asesinó a ninguna, pero se cuenta como un anecdotario, o sea, al tipo le dieron reclusión en su casa.

Te referías a las violaciones a los derechos humanos ocurridas en el contexto del estallido social en nuestro país. ¿Podrías contarnos un poco más sobre el proyecto en el que estás trabajando a partir de esos casos?

Estamos trabajando en dos proyectos relativos a eso. Uno es la segunda temporada de Una historia necesaria, que narra los casos ocurridos desde el estallido del 18 de octubre, pero que busca hacer el vínculo entre la primera temporada, con lo que ocurrió en dictadura, y cómo el salto del torniquete revela un adormecimiento por 30 años de transición a la democracia pactada. Expone toda la imposición de este negacionismo y de esta impunidad, no sólo en derechos humanos, sino que en otros temas como corrupción, todos los crímenes que no sólo cometen los políticos asociados a la dictadura, sino que muchos empresarios, muchos civiles involucrados. 

Entonces, lo que hace Una historia necesaria es generar un gran puente entre el año 86 -esto no se lo he contado a nadie- y hoy. Queremos encarnarlo en Pepe Carrasco, a partir de lo que él vivió junto a su compañera, de la que poco se sabe. Entonces, desde la lucha que encarna José Carrasco, nosotros armamos un puente en función de la lucha, no por la vía armada, sino que por la vía democrática, desde el año 86, el año decisivo del atentado a Pinochet, cuando sucede el asesinato de Pepe y se realizan las primeras manifestaciones realmente masivas y a nivel nacional. En el paro nacional de junio se empieza a construir y develar lo que iba a ser a continuación la salida del dictador, esta democracia pactada.

Hemos estado trabajando con la familia Gatica, con Enrique y Gustavo, viendo también el caso de Fabiola Campillay, hemos trabajado con la familia de Abel Núñez, etc. También estamos desarrollando historias que tienen que ver con la primera línea, hemos estado trabajando con la Brigada Sanitaria de la USACH. Se trata de cabros de 18 años que de un día para otro tuvieron que enfrentar la muerte de su hermano, tuvieron que rescatar a Mauricio Fredes del hoyo donde se cayó; a los 18 años tienen que enfrentar la muerte cara a cara. Cabros que se convirtieron en adultos de un día para otro y que encarnaron la lucha de todos los que por años hemos estado dormidos. Eso es brutal.

«Desde mi frente, que es el audiovisual, creo que es vital generar contenidos que nos permitan entregar información, abrir emociones, porque cuando la gente logra ponerse en el lugar de otro, empatizar y tener vínculos solidarios, se da cuenta de lo que está sucediendo».

Mencionas los casos emblemáticos, como el de Fabiola Campillay o Gustavo Gatica, pero también un sinfín de otras historias, sobre todo de jóvenes que han estado vinculados a ese proceso y que pagaron costos muy altos.

Sí, absolutamente. Uno, en función de este ejercicio del negacionismo y la impunidad, sabe que después de estos meses, sobre todo después de que gane el Apruebo y la Convención Constitucional, los casos de violaciones a los derechos humanos van a pasar al olvido mediáticamente, judicialmente y de todas las formas posibles. Entonces nosotros, los audiovisualistas, que buscamos inmortalizar las historias, estamos obligados a asumir esta responsabilidad que nadie va a asumir. Vamos a ser la principal herramienta de estas personas para buscar y obtener justicia. La idea es plasmar historias que se sostengan en hechos irrefutables, donde los derechos humanos sean violados flagrantemente, donde exista argumentación jurídica que los exponga. 

Junto con esto, estamos desarrollando una serie documental, que narra desde la academia, desde la investigación más purista, por así decirlo, el tema de los protocolos, del uso de la fuerza desmedida y cómo finalmente carabineros y los agentes de orden del gobierno han ejercido su labor en este periodo. Estamos trabajando con grandes figuras del mundo de los derechos humanos, como Claudio Nash, hemos tenido colaboración y apoyo de la Cátedra de Derechos Humanos de la Universidad de Chile y tuvimos que hacer un gran giro, porque con esto de la pandemia se nos sumó un actor nuevo al relato, pero que de una u otra forma le da más épica al triunfo final del 25 de octubre, cuando podamos terminar con este legado pinochetista que hasta el día de hoy nos tiene sumidos en la más absoluta desigualdad.

¿Qué opinas sobre el rol del Estado y los privados en el financiamiento de la cultura y la realización en nuestro país?

En Chile todo está súper pactado, partiendo por el hecho de que los grandes medios son las principales ventanas para generar contenidos y siempre chocan con las historias y necesidades no sólo de quienes lideran estos conglomerados de medios, sino de quienes los auspician. Hay una suerte de negación de los hechos que han ocurrido en este país y hay una identidad súper marcada, histórica, que es difícil que pueda ser asumida, encarnada, por los medios locales. En ese sentido, creemos y tenemos la certeza de que Chile sigue siendo un atractivo no solamente por la factura, capacidad técnica, sino que por las temáticas que estamos desarrollando. Históricamente, fuimos un experimento del neoliberalismo, lo cual fue, en términos cinematográficos, algo súper atractivo de retratar, y por otro lado, ahora estamos siendo observados por gran parte del mundo para ver cómo va a resolverse este proceso político-social que estamos viviendo. Efectivamente, en el extranjero y en las cadenas internacionales existe una apertura mucho mayor a desarrollar contenidos que vayan en búsqueda de la verdad histórica. Cuando tienes la posibilidad de plasmar esa obra, pero sin depender de quienes han propiciado estas mismas condiciones políticas y sociales que estamos viviendo hoy en día, tienes mayor libertad para tener una opinión. 

Es más atractivo contar con aportes y financiamiento extranjero para contar las historias que queremos contar. Ahora, efectivamente, nosotros tuvimos un gran reconocimiento a través del premio Emmy, que nos entregó una credibilidad que hizo que la inversión extranjera se sintiera atraída a gente como nosotros; les podemos dar certezas de que las producciones que vamos a hacer son de alto nivel y con un contenido súper cercano a la realidad que vive la mayoría de la gente. No es que nosotros estemos haciendo algo que la gente no ve, no, la gran parte de la población se interesa en estos temas.

Sin embargo, es difícil acceder a esos productos. Cuando hay trabajos interesantes financiados por el Consejo Nacional de Televisión, muchas veces los canales los transmiten en horarios irrisorios. 

Hemos tenido la astucia de navegar en estas aguas distintas a nosotros en el sentido de lo social, de generar contenidos que no sean pasajeros, que aporten en algo y que se transformen en elementos que trasciendan a las generaciones y que puedan servir no solamente para los que ven televisión, sino también para los profesores. Nosotros regalamos la serie Una historia necesaria para todos quienes quisieran verla, nos llamaron del Liceo 1, de escuelas rurales. Se necesitan más contenidos, pero que hablen de la verdad, porque existe una corriente, que ha sido catalogada de revisionismo cinematográfico, que finalmente condiciona el trabajo a un punto de vista súper oficialista en cuanto a la escritura histórica del país, lo cual es grave, porque desde lo audiovisual se construye realidad. 

Extracto de la entrevista realizada el 8 de mayo de 2020 en el programa radial Palabra Pública de Radio Universidad de Chile, 102.5.

Eduardo Santa Cruz: “Vivimos en un presente permanente y eso tiene clara intencionalidad política”

En un contexto de pandemia que va cambiando día a día, el académico del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) de la Universidad de Chile se refiere a cómo nuestra falta de conocimiento del pasado nos impide tomar medidas para el presente y futuro, a la idea de caridad, que en nuestra historia ha prevalecido a la de justicia social, y a las maneras en que el periodismo también reproduce la segmentación social.

Por Florencia La Mura

En 1924 se creó el Ministerio de Higiene, Asistencia y Previsión Social, actual Ministerio de Salud, para dar respuesta a las diversas pestes que estaban azotando a un Chile con alta pobreza y tasas de mortalidad asociadas a diferentes enfermedades. En ese contexto es que aparece la salud pública como un concepto elaborado por distintos doctores destacados de la época, como Eloísa Díaz, Salvador Allende y Exequiel González Cortés. El escenario previo sólo se centraba en la caridad de los aristócratas de la época, quienes construían centros de salud para ayudar a los más necesitados. El Estado debió hacerse cargo cuando, debido a la urgencia sanitaria, se tomó conciencia del carácter colectivo y social de la salud, a través de políticas públicas como campañas de vacunación y planes de protección para las y los trabajadores y sus familias.

Pero el concepto de salud pública ha cambiado y no para bien, dice Eduardo Santa Cruz, periodista de la Universidad Católica, licenciado en Ciencias Sociales del Instituto Latinoamericano de Estudios Sociales (ILADES) y postgraduado en Comunicación Social en el Centro Internacional de Estudios Superiores en Comunicación para América Latina (CIESPAL). Especializado en cultura popular y de masas, Santa Cruz advierte que la evolución hacia un Estado subsidiario como el actual ha impactado en cómo se aborda políticamente la actual crisis sanitaria. Mientras el gobierno pone un veto a la Ley de Renta Básica de Emergencia, decide distribuir mercadería entre quienes la necesiten, lo que pone en jaque el concepto de caridad versus justicia social, una disputa que para Santa Cruz se ha repetido a lo largo del siglo XX, tal como muchos procesos ignorados por no revisar la historia.

El periodista y académico del ICEI, Eduardo Santa Cruz.

¿Qué puede aprender Chile de su propia historia frente a distintas enfermedades?

Este es un país de epidemias. A fines del siglo XIX la gente moría como moscas y gracias a las políticas de salud del siglo XX, a las vacunas, se logró extinguir enfermedades como la viruela, el tifus, la escarlatina, la poliomielitis. En la década del 30 hubo una epidemia de tifus exantemático que transmitían los piojos, y si revisas la prensa de la época, entre 1933 y 1935 estaba limitada la asistencia a los estadios para que la gente no estuviera una al lado de la otra. A partidos de 15 mil personas no podían ir más de tres mil. Con esto en carpeta y ya en los años 60, se instalaron las vacunas obligatorias. En cada uno de esos episodios, los que más sufrieron fueron los pobres, y si en algún momento cambió fue porque había políticas públicas a cargo del Estado.

A mediados del siglo XX se crea una política de salud pública, donde esta se aborda como un fenómeno social, colectivo, donde la preocupación no es andar mejorando enfermos sino prevenir enfermedades, y las vacunas son parte de esto. Ese tipo de políticas se tomaron cuando la gente vivía hacinada, muchas veces sin agua potable, es una política anterior a la enfermedad porque sabían que si un virus se metía en un espacio así, era un desastre. Eso no tiene nada que ver con el concepto de salud pública actual y repercute en la forma de enseñarle a los médicos. Un médico que se dedica a atender individuos, pero no se preocupa de en qué contexto vive, trabaja, hace que todo se vuelva examen-remedio. Ahora la salud pública sólo cubre los «grupos de riesgo», si tienes, 20, 30, 40 años, no te vacunan, y debes acudir a los privados, ese es el concepto de Estado subsidiario, cuando el Estado hace lo que los privados no pueden o no quieren. Pero es tan simple como que si mi hijo de 40 años no se compra la vacuna, me contagia a mí, que soy grupo de riesgo. No se tiene la visión holística que se tenía a mediados del siglo XX. En el debate público actual no está esa revisión de ver qué hizo el Estado para anteriores epidemias.

Chile es un país muy desigual y con una precariedad disfrazada. ¿Cuáles fueron los procesos que nos llevaron a este estado de cosas?

Desde 1990 en adelante se instaló un modelo de sociedad acorde al modelo histórico del capitalismo globalizado para que Chile se insertara en la economía mundial. En esa lógica, se obviaron los procesos y ahora tenemos una tendencia en ciertos sectores de este país a creer que todo es nuevo, que nunca había ocurrido, y si se revisa la historia de Chile hacia atrás, ves que temas como la relación de la familia y el Estado en torno a grandes problemas como la educación, eso viene del siglo XIX. O la idea de que el comercio ambulante implica más delincuencia, que aparece en 1860, cuando emerge el comercio popular en el centro de Santiago. El presentismo niega la historia y eso es muy grave. Desde el 90 en adelante, además, se le agregó una obsesión muy compulsiva por evitar el conflicto social, la famosa democracia de los acuerdos, con el trauma de la dictadura encima, y así este país se volvió de eufemismos. No hay pobres, hay «sectores vulnerables». 

«(El Estado) está jugando a un equilibrio que es muy frágil y donde el que tiene menor poder económico va a pagar el costo mayor».

Antes de que el Estado se hiciera cargo de la salud pública, los privados eran quienes respondían. ¿Se volvió a esa lógica?

Ante estas epidemias había un sector de la oligarquía aristócrata que reaccionaba motivado por su fe, la moral cristiana, y desarrollaba acciones caritativas, por último porque les molestaba la conciencia. Siempre hubo un sector minoritario que desarrollaba una acción social, pero bajo la caridad, lo que no es muy distinto a la realidad actual. No conocemos la historia, qué se hizo bien o mal y qué se podía mejorar, y hay que conocerla, además de integrarla. Pero no como una cosa de museo: la historia es una cosa viva, algo que está repercutiendo hoy día. Pero es difícil porque impera otra visión de mundo. 

Usted ha hablado del exceso de “presentismo” en la visión chilena sobre su propia historia. ¿Podría explicar este concepto desde el contexto actual?

La fase actual del capitalismo globalizante ha generado vivir un presente permanente y eso tiene una clara intencionalidad política. Si no discutes el pasado, no puedes discutir el futuro, todo es el aquí y ahora, y así se pasa por alto cómo se llegó a lo que está pasando, y a partir de ese conocimiento, entender todas las variables. Se puede operar sobre el presente con una perspectiva de avance, y la idea del presentismo es que esto no se hace porque el poder nunca se puede discutir. No discutimos los supuestos de la sociedad y sus fines, sino sólo su gestión. Es cosa de analizar qué han dicho las autoridades de gobierno desde marzo en adelante, siempre van cambiando y es caótico. La crisis sanitaria que vivimos tiene una dimensión política evidente, no es un asunto técnico de más o menos ventiladores mecánicos. El tema es la política con que se enfrenta este problema mundial, se cambian ministros y compramos tal o cual cosa porque creen que es algo que se puede resolver técnicamente, cosa que no es así. El presentismo es un mecanismo ideológico que permite escabullirse de las discusiones fundamentales de la sociedad.

Se ha acusado la falta de entrega de datos de parte del gobierno sobre contagiados por Covid-19. ¿Cree que puede ser parte de una estrategia política?

La información que se entrega, las medidas que se toman, son absolutamente coherentes a la propia estrategia del gobierno, que es muy discutible. A partir de las mismas cifras de contagiados podemos tomar posturas distintas, porque entran a operar otro tipo de criterios, ya sean económicos, políticos, sociales, etc. Eso demuestra las diferencias entre un país como Nueva Zelanda y los resultados que obtiene, y un país como Chile o Brasil. La crisis se debe ir administrando a medida que avanza y eso implica que se va a enfermar una cantidad importante, pero nunca esa cantidad puede llegar a cierto límite, y ahí es donde se aplican las cuarentenas móviles, porque me permiten mantener una serie de actividades económicas, permiten no parar el país. China cerró Wuhan y tuvo un costo económico que absorbió el Estado. El Estado chileno es subsidiario -porque siempre tiene un carácter, nunca es neutro- y no está dispuesto a asumir todo el costo de la crisis ni a trasladarlo a los principales intereses económicos del país. Está jugando a un equilibrio que es muy frágil y donde el que tiene menor poder económico va a pagar el costo mayor. Vemos cómo el gobierno enfoca sus discursos en cifras e información diaria y la prensa sólo replica esa información, no analizamos la estrategia del gobierno, qué significa y cómo afecta a distintos sectores.

¿De qué manera la forma de enfrentar y resolver los conflictos sociales históricamente se asoma en la actual crisis?

Desde hace tres décadas se oculta una enorme cantidad de conflictos sociales que se manifiesta en fórmulas tales como hablar de equidad en vez de justicia social, e igualdad no habrá nunca por muchas razones, pero sí puede haber justicia social. Pienso en una frase del padre Hurtado: «la caridad comienza cuando se acaba la justicia». En este modelo que habitamos impera la idea de la caridad. Esto robustece la idea de que si tú ayudas, eres poderoso, tanto así que eres capaz de regalarle a los que no tienen. La idea de que la caridad viene de los ricos es muy antigua, de la época cristiana, y aparece en Chile curiosamente desde los 90 en adelante, siguiendo la frase del padre Hurtado, porque no hay idea de justicia. Tapas con caridad el afán de justicia social, las diferencias horrorosas de ingresos que ha habido en este país hace cuarenta años. En el contexto de esta epidemia se vuelve a plantear que todo lo del pasado se había acabado y ahí aparece esa frase de «volver a las ollas comunes», cuando nunca se han ido. 

Fútbol y prensa: cultura popular

En su carrera como investigador, Eduardo Santa Cruz también ha prestado particular atención a la historia de la prensa chilena, así como al fútbol como fenómeno social. Sobre ambos temas ha editado los libros Análisis histórico del periodismo chileno (Nuestra América, 1988); Crónica de un encuentro: fútbol y cultura popular (Arcos, 1991); Las escuelas de la identidad: la cultura y el deporte en el Chile desarrollista (LOM Ediciones, 2005), además de diversas publicaciones. 

Santa Cruz se ha dedicado a estudiar el fenómeno del fútbol y su impacto en la cultura popular chilena.

Crítico de su privatización, Santa Cruz ha estudiado el impacto del fútbol en la cultura popular chilena desde los años 80 y ha afirmado que este deporte es político y responde al modelo neoliberal del país; las barras bravas y sociedades anónimas son sus emblemas principales. En el contexto actual, el periodista espera que la situación del fútbol local mejore a futuro, aprovechando la crisis como una oportunidad de cambio, aunque sea lejana.

Usted ha estudiado mucho el tema del fútbol como ritual importante en la sociedad chilena. ¿Cree que se puede perder algo de eso o modificar su modelo debido al aislamiento social, ya que no se puede desarrollar esta actividad?

Es complejo el tema y no es fácil ser muy categórico. El fútbol, más allá del negocio y espectáculo, es una cosa compleja y tiene algo de ritualidad social y cultural, muy metida en la cultura popular masiva, y no sólo en Chile, en Sudamérica es una cuestión central y vital de la sociabilidad de la gente. Si eso se interrumpe, hay un vacío. Para muchas personas (y diría que en otros países ocurre mucho más que en Chile, como Argentina, Brasil y Uruguay), el fútbol es parte de la vida, es patrimonio. Ahora el CDF sacó un videojuego de fútbol con los equipos chilenos y quizás la gente más joven se entusiasma con eso. Ahora quieren jugar partidos sin público y eso es como un entrenamiento, no es un partido de verdad. Se juega sin público cuando castigan a un equipo. 

El fútbol chileno expresa los problemas de la sociedad chilena: la estructura de sueldos, las malas condiciones laborales, la privatización que se hizo con las sociedades anónimas, y mientras más dure esta pandemia y estemos sin partidos, se debería provocar una reestructuración a fondo del que llaman «el modelo de negocios», de la estructura económica, social y cultural del fútbol, en perspectivas de largo plazo. Quiero pensar que esa ritualidad vaciada de significantes y significados alguna repercusión irá a tener.

¿Qué opinión le merece la cobertura de los medios tradicionales chilenos de esta pandemia? ¿De qué manera su estado actual responde a la falta de conocimiento de nuestra propia historia periodística, como usted ha mencionado?

Si hay algo que caracteriza a las comunicaciones desde fines del siglo XX en adelante es la segmentación, es cada vez más heterogéneo. El periodismo también reproduce las mismas contradicciones que tiene la sociedad. A nivel de su dimensión laboral, tienes una pirámide donde hay arriba un pequeño grupo de periodistas estrellas que ganan mucha plata, y hacia abajo una masa de periodistas en condiciones ultra precarias. Eso implica muchas cosas, que el sector más estrella, como es la televisión, es profundamente conservador, porque esos periodistas ya son parte de la élite y piensan como ellos. Tienen muy poca percepción de lo que pasa en el país. En el caso del periodista precarizado, repercute en que hay un miedo enorme a perder la pega, porque hay despidos masivos. 

Hay un tipo de periodismo que tiene un formato extraordinariamente conservador y ligado al poder, donde sólo se replican las fuentes y no se cuestionan. Ese discurso está impregnado en muchos tipos de periodismo, incluso en aquellos locales y regionales. No hay que decir que esos de allá son los malos y estos otros son buenos, porque ese discurso traspasa incluso a plataformas independientes, pensando que esas son las buenas y los medios grandes, los malos. Ese discurso también se puede encontrar en radios de regiones, lo que también es interesante, porque puedo escuchar esa radio local a través de Internet, sacarla de su espacio físico. Internet alteró todo el panorama y el escenario de las comunicaciones y el periodismo. En los 90 todos decían que esta iba a ser la democracia misma, pero su existencia no quita que no haya un discurso hegemónico. El discurso dominante de poder no está sólo en los medios masivos, ahora está en todas partes. Hay una sensación de juguete nuevo con Internet, donde no se separa lo privado y lo público y aún no somos capaces de medir sus consecuencias por pensar que Internet es neutro, como si no hubiera intereses o poderes, y eso es bien equivocado. 

Concepción Balmes: “Vivimos en un sistema monstruoso que no está preparado para proteger la vida de nadie”

Confinada en su casa de Ñuñoa al cuidado de su nonagenaria madre, la Premio Nacional Gracia Barrios, la artista pasa los días pintando y haciendo clases a distancia. Dice que este periodo de reclusión por la pandemia ha sido una oportunidad para volcar en su obra su historia personal y conectarse más con su entorno, aunque le preocupan los colegas que están viviendo dificultades económicas.

Por Denisse Espinoza

Las rutinas en casa de los Balmes Barrios continúan, pero se han vuelto más estrictas. “Al principio fue difícil, raro, me ahogaba con la mascarilla, pero con el tiempo me he ido acostumbrando, y cuando me toca salir llevo toda la indumentaria: mascarillas, guantes. Salgo en auto y no a pie, y cuando regreso a casa me cambio de ropa y lavo todo. Recién ayer mi hijo me acompañó a la farmacia después de 50 días sin salir, él es más estricto que yo. Es que el virus es un tema de responsabilidad con la familia, con el resto de las personas también, es tomar conciencia humanitaria, es simplemente la forma en la que hoy hay que vivir”, dice por teléfono, en tono convencido, la pintora Concepción Balmes Barrios. Su padre, el Premio Nacional de Arte, José Balmes, falleció en 2016 y hoy en su casa antigua de Ñuñoa, la única hija artista cuida de su madre, la pintora y también Premio Nacional, Gracia Barrios, quien con 95 años sufre de un Alzheimer que la tiene alejada de su obra y de esta realidad pandémica. 

La pintora Concepción Balmes Barrios en su confinamiento, retrato de mayo de 2020.

Concepción (1957) vive estos días de confinamiento obligatorio con aplomo, pensando que tarde o temprano el virus será controlado y con una mirada optimista; cree que en el intertanto, la gente tomará conciencia sobre los cambios que habrá que hacer en un mundo con un sistema económico que tilda de “monstruoso”, porque “no está preparado para proteger a nadie”. Su vida, cuenta, ha cambiado poco: ha debido adaptar sus talleres de pintura a la modalidad de clases a distancia y, por cierto, ha comenzado una nueva serie de pinturas de mediano y gran formato que ha titulado Cautiverio bajo el parrón y de la que ya ha vendido tres: “Estas ventas han venido como caídas del cielo, pero la verdad es que hay colegas que lo están pasando realmente mal”, cuenta.

¿De qué forma ha afectado la pandemia y el confinamiento tu obra y proceso creativo?

La verdad es que los artistas o los pintores, en mi caso, siempre hemos vivido un poco en cuarentena, en nuestros talleres, trabajando haya o no pandemia, es como parte de nuestro estilo el estar solos trabajando. Claro que también me dedico a la enseñanza y con teletrabajo ha funcionado bastante bien. He tenido que descubrir otras maneras, otros ángulos, y la verdad es que ha sido una oportunidad súper positiva. En el taller hay una dinámica de trabajo físico, la pintura es una actividad física y muchas veces uno no puede tocar otros ámbitos de análisis, incluyendo la historia del arte, entonces ha sido una oportunidad de completar una mirada y eso ha sido muy bueno. Hago dos talleres, pero me quedé sólo con un grupo de 10 personas, a quienes hago corrección y seguimiento de proyectos personales, todo vía WhatsApp. Les voy enviándoles material sobre técnicas de la pintura, artistas contemporáneos, hemos tenido un feedback muy enriquecedor.

Algunas personas que han adoptado el teletrabajo dicen que ahora trabajan mucho más que en su rutina normal ¿Cómo ha sido para tí?

Creo que se trabaja diferente y claro, uno tiende a estar más atento en todo momento, porque siempre se está disponible, manteniendo estos pequeños diálogos, consultas por interno, que antes no se daban. En la pintura es muy importante la continuidad, el tema de la conexión es esencial. Si tú te vas de vacaciones una semana, retomar la pintura a veces es muy difícil. Entonces en los talleres es igual, esta conexión permanente que tenemos ahora impide esa desconexión que se producía entre sesión y sesión, de cinco o siete días sin vernos, entonces esta fluidez que hemos adquirido para mí ha sido buena, productiva y apasionante. 

En 1973, y con 14 años, “Conchita” Balmes salió al exilio junto a sus padres -comprometidos militantes de izquierda- hacia Francia, donde se radicaron por una década. Allí, se decidió por seguir el camino artístico de su familia e ingresó a estudiar arte en la Escuela Superior de Bellas Artes de París y luego en la Sorbonne. Regresó a Chile en 1983 y desde entonces ha tenido una constante y dilatada carrera en la pintura, con un obra que se caracteriza por su expresividad y gestualidad en el trazo, con temáticas sencillas y cotidianas que remiten a la naturaleza y a lo doméstico, pero también a lo ancestral y espiritual.

De la serie Cautiverio bajo el parrón (2020), 130 x 180 cm, de Concepción Balmes.

¿La pandemia y el contexto de confinamiento se ha traspasado de alguna forma a tu trabajo? ¿Te ha servido de inspiración?

Completamente. No lo que suelen llamar inspiración, sino más bien se trata de estar viviendo el momento presente, es estar conectado. Cuando empezó la pandemia inicié una serie de pinturas de mediano y gran formato que se llama Cautiverio bajo el parrón; vivo en una casa antigua con un gran jardín y el parrón es un personaje importante en la casa. Entonces están los árboles, las plantas, en este tiempo he plantado varios árboles nativos que antes no teníamos, como peumos, quillayes, canelos, maitenes, quebrachos; quise poner arbolitos chilenos, porque siento que todo esto que está pasando del virus tiene que ver también con un tremendo desequilibrio en el ecosistema. En el fondo, la vida deja de sustentarse de manera natural y proliferan otro tipo de elementos frente a los que dejamos de tener protección. Esta serie refleja eso, este tiempo de mirarse, un tiempo para contemplar lo que nos rodea. Miro las flores del floripondio que tengo en el jardín, miro las hojitas distintas de los árboles nativos y me enfoco en eso, esas miradas que hablan no de lo bonito que es el paisaje, sino de lo importante que es la naturaleza para el ser humano y la idea es tratar de que la pintura se impregne de ese espíritu.

En mi pintura hay dosis de realismo, pero también de sugerencia, nunca he sido 100% realista, porque para mí, tan importante como la hoja que cae es el viento que la lleva. Tengo también otras telas más nostálgicas, hice una redonda donde sale mi madre y mi abuela caminando bajo este mismo parrón. Para mí ha sido como mirar hacia mi historia personal, ha sido un tiempo reflexivo y me siento muy agradecida de esta oportunidad que en la vida diaria de la ciudad no se da. Sobre todo para quienes vivimos en Santiago, el frenesí de la vida te provoca un estado mental que te impide pensar y contemplar, entonces más allá de lo tremendo que es y será esta pandemia, para mí, como nuevo enfoque, ha sido interesante.

El floripondio, 175 x 140 cm, de la serie Cautiverio bajo el parrón, 2020

Si bien este periodo puede ser productivo para algunos artistas, muchos también están pasando por estrechez económica. ¿Cómo lo has visto tú dentro de tu círculo?

Estoy en contacto con muchos artistas amigos y la verdad es que la mayoría tiene una postura bastante parecida a la mía, están trabajando todos en sus talleres, está siendo un periodo productivo, pero el problema grave es la subsistencia, y ahí hay colegas que realmente lo están pasando mal y a esos colegas hay que apoyarlos. Hace poco la APECH (Asociación de Pintores y Escultores de Chile) convocó a una exposición en la galería de Eduardo Lira, en calle Luis Pasteur, y todo lo que se vendió fue para los artistas que allí exponían. Hubo muy buena respuesta y eso ayudó a algunos colegas. Es curioso, porque en este periodo he vendido tres obras, una en esta exposición y dos a clientes nuevos que me contactaron. Creo que en este contexto tan efímero, en el que todo se desvanece, el arte vuelve a aparecer como un lugar atractivo de inversión, eso se ha empezado a sentir y creo que lo iremos a sentir con más intensidad cuando pase un poco más el tiempo.

Pero la verdad es que entre mis compañeros artistas hay varios con problemas económicos y es lo que está pasando en todas partes. Cuánta gente despedida hay en las empresas, cuánta gente que no puede trabajar o gente que está exponiéndose al máximo en lo que sea para poder subsistir. Es el problema del sistema en que vivimos, un sistema monstruoso que no está preparado para proteger la vida de nadie, que no le sirve a la humanidad, un sistema que además ha ayudado a liquidar la naturaleza y donde los seres humanos tienen sobre todo obligaciones, pero ningún derecho. Es fuerte, pero también este tiempo ha sido clarificador, yo creo que de todas maneras, una vez que pase la pandemia, nuestra mirada de este mundo ya no será la misma.

¿Cuál crees que debería ser el rol de Estado y qué te parece que el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio haya decidido repartir los $15 mil millones anunciados bajo un sistema de fondos concursables?

No sé bien qué opinar al respecto, espero que funcione, porque se necesita mucho. El tema es que de aquí a que salgan los fondos, los artistas, ¿qué van a hacer? ¿Comerse las plantas? Me parece un poco demagógico y poco concreto ese tipo de ayudas para las necesidades que hay. O sea, tengo colegas que se juntan a hacer ollas comunes. Creo que se necesitan demasiadas inyecciones distintas, está bien si quieren hacer los fondos concursables, pero además hay que hacer llegar a las personas una ayuda más directa y concreta.

¿Qué piensas que pasará con esta pandemia? ¿Tienes una visión más bien optimista o pesimista de lo que se viene?

La verdad es que yo soy optimista, creo que sí va a haber un cambio y que de a poco ya se está trabajando en nuestra cabeza. Probablemente va a ser largo el proceso, no va a ser de un dia para otro que vamos a cambiar todo. Ahora, yo siempre he sido optimista, creo que lo heredé de mi papá, quien vivió una guerra y llegó en el Winnipeg con 12 años y que luego, estando en Chile, se exilió de nuevo, junto a mi mamá y yo, entonces somos una familia de sobrevivientes, por lo tanto, el pesimismo no es nuestro fuerte. Yo creo que todo es aprendizaje.

 Ngen Ko. El espiritu que cuida el agua. 100×100 cm, 2020, de Concepción Balmes.

En los años 80 tú regresaste a Chile, pero tus padres seguían yendo y viniendo de Francia. ¿Por qué decidiste quedarte acá?

Porque siempre he sido chilena. Es cierto que estudié Bellas Artes en París, tuve mi primera hija en Europa, luego me separé y me vine con mi niña para acá, después acá tuve dos hijos más, me emparejé de nuevo, pero en los años en que viví en Europa siempre pinté la cordillera, siempre aparecían los cordeles con la ropa tendida, no te podría explicar por qué. Quizás fue herencia por los dos lados, mi madre, que por su padre escritor (Eduardo Barrios), siempre amó mucho la tierra y el campo, y por otro lado mi padre, quien fue siempre un agradecido de este país. Jamás en la vida me habría quedado allá, no fue una opción, para mí volver fue lo natural, lo único que quería era caminar por mi barrio, subirme a la micro, comprar maní confitado, cosas como esas que vienen de no sé dónde, que están como pegadas en el alma.

Ahora estás al cuidado de tu madre ¿cómo ha enfrentado ella este periodo?

Mi mamá tiene 95 años, tiene Alzheimer y en su cuidado me ayuda una enfermera y mi nana, quien desde que partió la cuarentena decidió quedarse en mi casa. Mi mamá es como una niña, pero diría que es una persona bastante feliz también. Por suerte, no se da cuenta de lo que pasa, porque mi mamá era muy temerosa, así que ahora estaría aterrorizada. Ella mira mucho sus cuadros, los contempla. Es extraño, es como que desde la lógica no sabe lo que ocurre, pero desde el sentir, ella sí sabe. Probablemente, toda su historia con el arte la hizo una persona cuyo sentido de la percepción es muy agudo, entonces la parte de la razón no es tan importante como podría ser para otro ser humano que tiene Alzheimer. Su percepción sutil funciona plenamente, y creo que eso es lo que le da paz. Tiene una conexión curiosa, distinta, no es que esté mal o bien, porque qué puede ser eso, honestamente, es más bien como estar en otra dimensión, en otro estado de las cosas.

¿Qué será lo primero que harás después de terminada la pandemia?

Tengo una casa dentro de una comunidad, ubicada entre Isla Negra y Punta de Tralca, al igual que mi hija que vive allá con mi nieta. Gracia es pintora y al igual que yo está confinada dentro de la casa, nos comunicamos siempre por videollamada. Así que ir a mi casa en la playa es lo único que quiero, sentarme en la terraza, tomarme un vino blanco y mirar el mar. 

Vale la pena en cuarentena

Libros

Correspondencia de Paul Cézanne. Libro dedicado a las cartas que se enviaba el pintor impresionista con su amigo también artista Emile Zolá.

La experiencia mística y los estados de conciencia, edición de John White. Esta antología reúne textos de varios autores, entre ellos Aldous Huxley, Abraham H. Maslow, Ken Wilber y Jean Houston, donde abordan preguntas como ¿Somos todos potencialmente místicos? ¿Cuál es la relación entre mística y esquizofrenia? ¿Qué tuvieron en común el Buda, Jesús, Plotino, Dante, Santa Teresa, William Blake y Edgar Allan Poe?

Películas

-Van Gogh, a las puertas de la eternidad: último biopic del pintor holandés, estrenado en 2018 y protagonizado por Willem Dafoe.

Mr. Turner: otro filme biográfico, sobre uno de los pintores más afamados y queridos de Inglaterra, J. M. W Turner, estrenado en 2014 y dirigido por Mike Leigh (El secreto de Vera Drake).

China y EE.UU. en medio de la tormenta

Por Dorotea López Giral y Andrés Bórquez Basáez*

La guerra comercial entre China y Estados Unidos, que llevó a una preocupación común a muchos países, hoy parece historia del pasado. Sin embargo, hay que recordar que el acuerdo sobre la Fase I, que aspiraba a frenar esta disputa, se estaría pactando sólo hace unos meses. Hoy, con el Covid-19, esta compleja relación se ve nuevamente desafiada y nos llena de más interrogantes que respuestas ante un escenario de alta incertidumbre. Con esta crisis el mundo va a enfrentar cambios en la fuerza militar y económica relativa y cambios de percepción sobre las expectativas del papel que deben tener los grandes jugadores de la escena mundial. En este escenario, China y Estados Unidos tienen razones para preocuparse por su influencia global en el mundo posterior a la pandemia. 

Hablamos sin duda de potencias absolutamente relevantes en nuestra historia moderna, cuyos movimientos impactan en lo global y a cada país en niveles significativos, y más aún a economías como la nuestra, por sus altos niveles de dependencia. Esta disputa, que ha querido analizarse con herramientas del pasado, como un nuevo mundo bipolar y el fin de la unipolaridad, responde, por el contrario, a una China y un EE.UU. con desafíos y reestructuraciones internas. 

El presidente de EEUU, Donald Trump junto al lídea chino, Xi Jinping durante una cumbre comercial realizada en Osaka, Japón, realizada en junio de 2019.

Hay que comprender esta relación en función de sus complejas realidades domésticas y, por ende, parece prematuro o equivocado el paradigma de un dilema bipolar, el que significaría que el resto de la comunidad internacional deba tomar gradualmente parte, para resolver las dificultades internas, por alguna de estas dos naciones en disputa. Es natural que las naciones tengan dificultades y diferencias, pero esto no significa convertir la economía y el comercio internacional en un juego de suma cero. De hecho, cabe señalar que durante las últimas décadas, ambas naciones se han beneficiado del sistema multilateral. 

Un sistema cuya alicaída situación ha sido puesta en evidencia por la crisis sanitaria mundial, y que ya estaba, hace tiempo, mostrando falencias estructurales y perdiendo fuerza como eje del comercio internacional y como mecanismo para resolver disputas. Esto completa la tormenta perfecta, y quizás esto haga que sea un buen momento para arreglar el barco. 

En este contexto, sostenemos que el multilateralismo sigue siendo un mecanismo para fomentar el desarrollo económico y resolver controversias de manera pacífica, pero que necesita actualizar y reformar sus instrumentos basándose en las nuevas dinámicas y problemáticas globales. Necesita volver a encontrar los incentivos para cooperar.

En este sentido, la pandemia es una tormenta que plantea un desafío internacional donde una respuesta articulada entre las naciones aparece como una vía razonable para reducir sus impactos. Tanto estas dos potencias como el resto del sistema internacional tienen que poner en valor este escenario Covid-19 para reformar y perfeccionar los elementos que han perdido dinamismo e incorporar los nuevos desafíos globales, que nos permitan, una vez que pase la tormenta, seguir navegando en una gobernanza global inclusiva.

No es primera vez que China y EE.UU. se entrampan en una crisis bilateral, pero esta vez han evidenciado la incapacidad de cooperar entre ellas para proteger al mundo de un problema global como es el Covid-19. Mientras cada uno enfrente un contexto interno con sus propias complejidades, ninguno podrá arriesgar mayor desestabilización de sus economías, aunque en el corto plazo puedan jugar el rol de enemigo útil.

China ya no pasa desapercibida en el escenario internacional, y su papel como potencia la obliga a una mayor responsabilidad en el mundo, en especial con América Latina, una región cuya dependencia, en particular en su balanza de pagos con China, se ha incrementado significativamente en esta década. La nación asiática ha avanzado a grandes pasos en su camino al desarrollo y en parte esto se debe a su integración gradual al sistema multilateral. Por ejemplo, su ingreso a la Organización Mundial de Comercio el 2001 le permitió ser una nación más atractiva para los inversionistas extranjeros y fortalecer los intercambios comerciales gracias a un comercio abierto y estandarizado. No obstante, también es de amplio conocimiento que China aún enfrenta desafíos similares a América Latina, como la desigualdad, la trampa de los ingresos medios y las asimetrías de su mercado para el acceso de empresas internacionales, que esta crisis ha puesto de manifiesto. A eso se suma una mayor demanda por transparencia, que se ha instalado más fuerte como resultado de esta pandemia.

Por el otro lado, el conocido Estados Unidos para la región, pasa por una exacerbación de su política Make America Great Again, lo que le ha permitido replantearse su modelo productivo y responder a estancamientos internos. Esto ha ido en contra de su tradición retórica basada en principios de apoyo a la humanidad que caracterizaban su otrora discurso. Cabe señalar que al igual que China, la nación norteamericana ha sido uno de los grandes beneficiarios del multilateralismo. Sin ir más lejos, después de la Segunda Guerra Mundial, los responsables políticos de EE.UU. fueron los grandes promotores del establecimiento de un nuevo orden global basado en la cultura política norteamericana de consulta y compromiso, el Estado de derecho y apertura económica como modelo. Hay que considerar que las instituciones multilaterales fueron un gran factor para que la Guerra Fría se inclinara en favor de la nación del norte. 

«Por paradójico que parezca, el multilateralismo debe desarmar la estrategia, por ahora discursiva y de utilidad en política doméstica, de que la guerra entre potencias dividirá al mundo en los próximos años. Aunque a veces una mentira repetida mil veces se vuelve verdad, ya se ha observado este recurso retórico en otras épocas».

Un dato a considerar es que esta nación enfrenta las elecciones presidenciales en noviembre, donde estará muy presente la acusación al “virus chino”, como el presidente Trump lo ha llamado, de todos los problemas internos que se han evidenciado con esta crisis. Si el resultado es la reelección, cabe preocuparse por un endurecimiento de la vuelta a lo doméstico y el abandono de lo multilateral. No de forma tan evidente en lo militar y financiero, más allá del discurso.

Este enfrentamiento bilateral y la ausencia de cooperación entre los países, incluso en una cuestionada Unión Europea, agudizan lo que se ha llamado la crisis del multilateralismo. Ampliamente cuestionada por su actuar está siendo la Organización Mundial de la Salud, en especial por EE.UU., el principal financista de la entidad y que ya le ha quitado los fondos, aunque el segundo mayor aporte proviene del magnate y filántropo Bill Gates, quien apoyará con más recursos. En tanto, la Organización Mundial del Comercio está detenida en un momento en que sería justamente fundamental utilizar el comercio como un apoyo para superar esta pandemia. El multilateralismo que ya estaba en la preocupación de los creyentes antes de esta pandemia, sólo ha confirmado la peligrosa senda que ha tomado.

La pandemia, en el corto plazo, nos deja en un escenario de alta incertidumbre, en donde la región de América Latina es una de las más afectadas por su dependencia de lo externo en aspectos como el turismo y las remesas. El último informe de la CEPAL consignaba además que los países de la región venían ya de periodos de conflictos sociales, bajo crecimiento y debilitado espacio fiscal. 

Ante este escenario, como región, se han tomado diversas medidas fiscales, monetarias y sociales de forma doméstica, que en algunos casos llegan al 10% del PIB, pero que aún resultan insuficientes. Sin embargo, es necesario esperar que haya apoyos. Por ejemplo, la nación del norte puede revisar cómo, durante las últimas décadas, se ha beneficiado del sistema económico mundial y, por ende, fortalecerlo debería ser una prioridad. En este sentido, iniciativas como “América Crece” surgen como una luz dentro de tanta cesión unilateral. 

China puede dar moratoria o mejores condiciones de pago. A pesar de seguir siendo un país de ingresos medios, puede ablandar las condiciones con que ha prestado, en especial a nuestra región. A su vez, deberá recuperar su iniciativa de la “Franja y la ruta”, la iniciativa liderada por China bajo el mandato de Xi Jinping para establecer una ruta comercial internacional basada en el financiamiento de infraestructura y conectividad, como un camino que le permita recuperar su imagen, y sin duda trabajar en aportar mayor transparencia y responsabilidad, como se le ha demandado.

Es también el momento donde otros actores privados y subnacionales puedan tomar relevancia e iniciar espacios de cooperación. 

Incluso antes del Coronavirus, había muchas preguntas respecto a cómo se iba a desarrollar la relación entre estas dos potencias. Ambos países deben partir desde casa arreglando sus falencias y plantearse que las condiciones de una nueva Guerra Fría son limitadas. Acá no hay dos modelos en disputa y tampoco dos propuestas ideológicas que sustenten alineamientos. Por el contrario, podrían realizar un juego cooperativo en que ambas naciones sigan siendo beneficiadas por el sistema multilateral. 

En el corto plazo, las reacciones a esperar pueden ser más de conflicto y de protección interna; sobre el mediano plazo hay muchas más dudas, tanto depende de la vacuna y la nueva cura, de la que poco se puede afirmar por ahora. Sólo es claro que mientras más dure esta pandemia, más consecuencias tendremos que revertir.

Por paradójico que parezca, el multilateralismo debe desarmar la estrategia, por ahora discursiva y de utilidad en política doméstica, de que la guerra entre potencias dividirá al mundo en los próximos años. Aunque a veces una mentira repetida mil veces se vuelve verdad, ya se ha observado este recurso retórico en otras épocas.

En esta configuración, en 2019 el Instituto de Estudios Internacionales ha abierto un Programa de Estudios Chinos que promueve un entorno estimulante para el desarrollo de estudios multidisciplinarios sobre China y su presencia en América Latina y que, al mismo tiempo, puede facilitar la comprensión de ambas culturas en una sociedad global.

*Andrés Bórquez Basáez, co-autor de esta columna, es director del programa de Estudios Chinos en el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Doctor es Ciencias Políticas y Política Internacional de la Universidad de Fudan, China.