En todo Chile funcionan más de 200 museos públicos que reciben fondos del Estado. Las colecciones de esos museos aumentan, se ponen en valor y se difunden pese a que no existe para ellas una línea presupuestaria establecida. Las falencias en seguridad y resguardo de ese cúmulo de valiosas piezas patrimoniales, entregadas a su destino, es analizada aquí por los especialistas.
Por Elisa Cárdenas | Fotografía de portada: DANIEL CASELLI / AFP (2010) | Fotografías del artículo: Felipe Poga
Mientras las llamas destrozaban dramáticamente el Museo Nacional de Río de Janeiro, el 2 de septiembre pasado, ardían las redes sociales con un desolador sentimiento, compartido desde Brasil al mundo entero. Y a la vez salían a la luz los errores y deficiencias de que son víctimas los museos en toda América Latina. En su muro de Facebook, el investigador y curador colombiano Halim Badawi escribió: “Con la muerte de este lugar, que deberemos achacar a gobiernos como los que hoy tenemos por todos lados, pienso en las investigaciones que se dejarán de hacer, en los libros que no se escribirán, en las lenguas indígenas que no interpretaremos, en la historia que no podremos cambiar y, con ella, los futuros que no vendrán”.
La pérdida de 20 millones de piezas irremplazables de la historia y el patrimonio cultural de Brasil fue una tragedia que pudo evitarse. Progresivos recortes presupuestarios en los últimos años fueron dejando a este museo en una situación de desamparo, evidenciando una voluntad política de desinterés frente a este, y seguramente a muchos otros, espacios culturales. Lo que Halim Badawi puntualiza en sus redes sociales es un síntoma que, lamentablemente, se propaga por nuestra región. Muchos lo extrapolamos a Chile y volvimos a caer en cuenta de que un similar abandono de nuestros museos ha sido advertido y discutido, al menos desde los años ‘90, principalmente por los profesionales que conocen directamente el funcionamiento y los requerimientos de estos espacios.
Según un registro de 2015, existen 215 museos activos en todo Chile, los que cuentan con un catastro en línea, la Base MUSA, creada por la Subdirección Nacional de Museos de la Dibam (hoy parte del Ministerio de las Artes, las Culturas y el Patrimonio) para supervisar su buen desarrollo en base a las características y necesidades de cada espacio.
La Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) ha estado a cargo de los museos públicos en Chile. Existen también espacios que siendo públicos, autogestionan recursos privados, como el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile o los museos municipales. Están otros que se definen de naturaleza mixta, como el Museo de la Solidaridad Salvador Allende o el Museo de la Memoria y, por otra parte, se han creado o restituido, en los últimos años, grandes centros culturales, como el GAM, el Centro Cultural La Moneda o el Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos. Todos estos espacios reciben, en distintas modalidades, recursos públicos.
Santa autogestión
Los museos resguardan colecciones de arte, objetos o documentos que son patrimonio de todos los chilenos. Y pese a esta misión, no hay un solo museo en el país que no esté afectado por un financiamiento deficitario. Tanto es así, que muchos ni siquiera alcanzan a abordar el cuidado, preservación, investigación y difusión de sus colecciones con el financiamiento público asignado.
El Museo de la Solidaridad Salvador Allende (MSSA) es una fundación privada sin fines de lucro que cuenta con 2.700 obras de más de 1.300 artistas de Chile y el mundo. De estas piezas, 670 corresponde a las donaciones hechas entre 1971 y 1973 por artistas del mundo en apoyo al proyecto de la Unidad Popular; esta parte más histórica de la colección ha sido concesionada por 50 años al Ministerio de Bienes Nacionales.
Claudia Zaldívar, directora del MSSA detalla: “Como museo recibimos una subvención estatal de 477 millones anuales, que se destina casi por completo a contratos de personal, servicios básicos, mantención del edificio y queda algo para exposiciones. Mi decisión es poner el financiamiento en los recursos humanos, un equipo de buenos profesionales, y levantar fondos externos para nuestros proyectos. Por ejemplo, todo lo que es programación lo tengo que concursar a Fondart y a otras instancias”, asegura.
Pese a las adversidades, las colecciones son monitoreadas por una conservadora profesional y están detalladas en el Catálogo Razonado del MMSA, publicación que por cierto, se financió mediante concurso.
Muy crítica respecto al manejo de su sector, Zaldívar apunta que “se hace un gran esfuerzo desde los museos, pero esto no se ve reforzado por una política pública clara. En general son los profesionales de museos quienes, en cierta forma, están resolviendo las carencias de la institucionalidad. Hay muchas luces en ese sentido, hay buenas instituciones con buenos equipos, pero existe la urgencia de realizar un diagnóstico del sector para levantar la Política de Museos. Hasta ahora el CNCA (actual Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio) ha manejado los fondos pero no ha fomentado el sector”.
El nuevo ministerio habría intentado avanzar en esta causa con la implementación de las políticas sectoriales, un trabajo quinquenal que reúne a agentes de cada área, con la idea de trazar una hoja de ruta. La Política Nacional de las Artes Visuales 2017-2022, sin embargo, no se ha traducido en mejoramientos, salvo potenciar las redes de museos regionales. De hecho, su diagnóstico corrobora la precaria situación: “Está la dificultad de traer a Chile muestras de arte de relevancia internacional por no contar con presupuestos para seguros ni la infraestructura necesaria para la protección de las obras…Se deduce que hace falta un financiamiento estable de parte del Estado, de acuerdo a una política pública integral frente al sector”.
El Museo de Arte Contemporáneo (MAC) tiene dos sedes, una en el Parque Forestal y otra en la Quinta Normal, reuniendo una colección de casi 3 mil obras. Anualmente recibe un presupuesto de 360 millones. Con eso se pagan los suministros básicos y salarios; el destino de las colecciones está sujeto a la autogestión y, sorprendentemente, ha alcanzado un muy buen nivel: siempre están aumentando su acervo en base a donaciones; han abierto nuevos depósitos, las obras se embalan con los más exigentes estándares y tienen un fichaje acucioso gracias al Catálogo Razonado.
Francisco Brugnoli, director del MAC, recalca: “Respecto a la colección, podemos dar seguridad de nuestro profesionalismo, nos ha felicitado gente de la Tate Gallery de Londres que nos visitó. Tenemos una sola conservadora, pues no hay presupuesto para un equipo; en el MAC hay falencia en todos los lugares de trabajo, estamos en un estado de abandono. Todo lo relacionado a la colección lo vemos a partir de proyectos, es gestión nuestra, ya sea Fondart, Banco Itau, o con el Senado, que les damos obras en préstamo a cambio de restauración que corre por cuenta de ellos. El MAC lleva el asunto con una dedicación tremenda; y ¡es realmente de película! pues según los últimos indicadores somos el museo más apreciado en Chile por el público general, todo gracias a un equipo de muy poca gente que es realmente milagroso”.
Frente al problema, Brugnoli asegura que se está conversando mucho en los museos de qué manera las colecciones que pertenecen al Estado y son patrimonio de todos están debidamente resguardadas por ese Estado.
“No hay que olvidar que Chile es un experimento económico neoliberal, donde se pusieron muchas cosas en manos privadas, lo que no corresponde”, sentencia Brugnoli, quien anuncia para los próximos meses el final de un largo ciclo a la cabeza del MAC: “Anualmente hacemos un par de exposiciones de nuestra colección y para el 2019 ya está programada la muestra de xilografía argentina, una donación que hemos restaurado para ser exhibida”.
La Galería Gabriela Mistral (GGM) ha logrado reunir unas 200 obras, que abarcan un amplio espectro generacional, desde autores de gran trayectoria en el arte y la docencia a jóvenes que han destacado con propuestas sólidas. Con un presupuesto anual de 200 millones de pesos, la GGM destina un 30% a gestionar su colección, lo que implica puesta en valor, conservación preventiva, seguros y restauración. Su directora, Florencia Loewenthal, define a esta sala con un perfil “abierto a la experimentación”. Su colección casi completa fue exhibida el año pasado en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo (CNAC) Cerrillos.
Loewenthal detalla: “La colección, en su conjunto, contiene una acumulación de historias, testimonios y relatos que le otorgan sentido no sólo como una panorámica del arte chileno reciente, sino también en cuanto a las características particulares de las obras y autores que en ella cohabitan. Se ingresan alrededor de 20 nuevas piezas al año y de los 175 artistas que tenemos, un 34% son mujeres. Nuestro depósito se encuentra fuera de la galería y un punto muy destacable es que, periódicamente, hacemos itinerancias con la colección a regiones y zonas de Santiago, como Peñalolén, Cerrillos o Colina”.
El Museo de la Moda, de carácter totalmente privado, y el Museo Chileno de Arte Precolombino son los que cuentan con mejores condiciones de depósito para sus colecciones. El Precolombino tiene unas 10 mil piezas de carácter histórico, arqueológico y cultural, que vienen de donaciones de particulares o instituciones, siendo las 1000 primeras, con las que nació este espacio, aportadas por su fundador Sergio Larraín García-Moreno.
Unas 1.830 están regularmente en exhibición. El museo recibe una subvención de 1200 millones al año, aproximadamente 333 millones provienen de la Municipalidad de Santiago, 333 millones del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y 333 millones de la venta de entradas. Los 200 millones restantes, destinados a la muestra temporal, los aporta Minera La Escondida, a través de la Ley de Donaciones Culturales. Así, el Área de Colecciones del Museo Precolombino se encuentra en mejores condiciones para los trabajos de conservación y restauración de su acervo patrimonial.
El Precolombino reabrió sus puertas a inicios del año 2014, luego de un fino trabajo de ampliación y restauración a cargo del arquitecto Smiljan Radic. Desde su experiencia en la obra de espacios públicos, este destacado profesional observa que “las artes visuales son lo más dejado de lado en este país en los últimos 30 años; los museos no cuentan con los mínimos requerimientos, su financiamiento no existe como tema. Hay grandes teatros, lo que es más vistoso y se relaciona con la teleserie, los actores, los matinales y toda esa especie de burbuja… pero las artes visuales han sido abandonadas y es un tema político que no me logro explicar, no existe una línea, de la izquierda ni de la derecha, respecto a un arte que es patrimonio de todos, me refiero a algo efectivamente importante, no a algo espectacularmente importante; es algo que tiene que ver con nuestra memoria”, argumenta el arquitecto.
El Museo Nacional de Bellas Artes, creado en 1880, tiene una colección de 5 mil piezas, desde el siglo XVIII hasta nuestros días. Este espacio se encuentra, por el momento, acéfalo tras la destitución de su ex director Roberto Farriol, por lo que declinó entregar información para este reportaje.
Hablar de abandono, entonces, no es una exageración, porque pese a que se destinan fondos, no está instalado en la institucionalidad cultural el concepto de sector ni en el caso de los museos, ni específicamente en las artes visuales. En este marco, Claudia Zaldívar se pregunta sobre la gran brecha entre los museos y la inyección presupuestaria a los nuevos centros culturales:
“Con un financiamiento 400% mayor al de los museos, los centros culturales realizan una programación que sin duda es necesaria, de buena calidad y masiva, pero ellos no manejan colecciones. Entonces el análisis es que los museos no son prioridad, la política pública está optando por una cultura de consumo masivo y no por una cultura de desarrollo”.
Espacios como el GAM y el Centro Cultural La Moneda (CCLM) desarrollan programas para el acercamiento de la cultura a los grandes públicos, con un fuerte componente en programas de mediación. No resguardan colecciones al modo de los museos, sin embargo pueden albergar centros más enfocados a la investigación. El Centro de Documentación de las Artes Visuales (CeDoc), por ejemplo, nació con el CCLM en 2006, y el año pasado se reinstaló en el CNAC Cerrillos. Es destacable el aporte de este CeDoc a la revisión del arte chileno reciente, con un archivo de 2000 documentos de los años ‘70 y ‘80, una colección audiovisual de 600 piezas de video arte, documentales y también archivos sonoros, y una biblioteca de arte nacional e internacional de 5.000 libros, catálogos y revistas, todo enfocado en temas del arte contemporáneo. Este tipo de elementos, dentro del sistema de la visualidad, ayuda a generar estudios y reconstruir memoria, aspectos que debieran precisamente contribuir a las reflexiones y decisiones en torno al sector cultural.
Obras que nos enfrentan y que, con el paso de años y décadas, nos siguen haciendo pensar están desperdigadas por todo Chile, salvaguardadas casi exclusivamente por la buena voluntad de los equipos profesionales que las manejan. Son obras que no forman parte de la agenda política y sus condiciones no se discuten en el Congreso. Si las políticas públicas no se plantean muy pronto a los museos como un sector a estudiar, potenciar, resguardar y difundir en las mejores condiciones posibles, ¿tendremos que asumir, como en el avasallador caso brasileño tras el incendio, ese “futuro que no vendrá”?