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Apuntes comunicacionales para los convencionales del futuro

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Tras el triunfo del Rechazo, se apuntó, entre otros blancos, a la prensa. Pero las tramas de las comunicaciones en y sobre la Convención Constitucional fueron más complejas de lo que hasta ahora se sabe. Esta crónica, que intenta desenredar dicha historia, se basa en trece horas de entrevistas y una veintena de conversaciones con asesores de prensa de convencionales, reporteros y profesionales de la Secretaría de Comunicaciones del órgano. Algunos hablaron en on; otros, en off. Se revisó material de prensa, documentos oficiales, estudios de opinión y libros de exconstituyentes, y se reconstruyó una polifonía de voces, resguardando reserva de las fuentes para prestar atención al proceso más que a los individuos. Este es el resultado de meses de investigación que prueban que la Convención fue una cátedra en vivo sobre la importancia de la comunicación política.

Por Claudia Lagos y Cristóbal Chávez
«Todo lo íbamos a resolver ahora
Teníamos la vida por delante
Lo mejor era no precipitarse»

—Enrique Lihn

“Se murió Tite”

31 de marzo de 2022. Las cámaras de celulares se multiplican al vaivén de tímidos pasos de baile. La improvisada pista es la calle Catedral, donde las seis columnas corintias de la sede de Santiago del Congreso Nacional son testigos mudos de la performance de La Sonora de Tommy Rey. Arriba de un camión acondicionado para el momento, la banda rompe la rutina de los convencionales que redactan el proyecto de nueva Constitución que presentarán al país a mediados de año. Algunos de ellos ofician de bailarines, acompañados por sus asesores que transmiten en vivo el inesperado recital en sus redes sociales. Otros, aprovechan la ubicación privilegiada para inmortalizar el momento con una selfie que encuadre al vocalista Patricio Zúñiga, mientras Tommy Rey canta la polisémica “a Tite lo entierran hoy” y demanda que se consagren los derechos de autor en la propuesta constitucional.

Esa misma jornada, un quiosco vecino al Congreso Nacional está atiborrado de portadas de Las Últimas Noticias en las que aparece el convencional Bernardo Fontaine (independiente en cupo de Renovación Nacional). Junto a él, en color amarillo canario, el título de la portada: “Los trabajadores ya no serán dueños de sus ahorros previsionales”. En la entrevista, que explicita una sola contrapregunta, Fontaine abunda en la norma aprobada en la Comisión de Derechos Fundamentales de la Convención, que aún no ha sido sufragada en el pleno; es decir, no es parte del texto definitivo. Pese a esto, la portada del diario con mayor circulación en Chile se viraliza en redes sociales; los matinales de televisión la amplifican; coloniza programas radiales y se integra a las conversaciones de sobremesa. Twitter arde por los dichos de Fontaine, plataforma donde el destino de las pensiones cohabita junto a los videos de la presentación de Tommy Rey interpretando “Se murió Tite”.

Un estudio sobre desinformación realizado por Plataforma Contexto señala que durante 2022, 876 publicaciones de parte de 103 convencionales correspondían a desinformaciones y que el peak fue Fontaine en la portada de LUN ese 31 de marzo. Algunas normas contribuyeron a disminuir la adhesión a la Convención. Ese mismo mes de marzo, el pleno aprobó la interrupción voluntaria del embarazo y el carácter plurinacional del Estado de Chile. Tal como exigía la normativa, todo lo que llegara al borrador final debía ser aprobado por al menos dos tercios de los convencionales. Tanto el aborto como la plurinacionalidad superaron la vara en la Convención, pero no en la opinión pública y fueron decisivas para mover la aguja a favor del Rechazo en el plebiscito de salida, como lo indican una encuesta del Núcleo Milenio de Medios y Opinión Pública (MEPOP) y un estudio de Matías Bargsted y Andrés González.

En definitiva, marzo de 2022 fue un punto de inflexión en el entusiasmo hacia la Convención y sus integrantes: todas las encuestas registran un clima de opinión distante y la opción por aprobar un texto que reemplazara la constitución pinochetista baja al tiempo que la del rechazo sube. La tendencia nunca se revertirá.

Autarquías convencionales

Los 155 convencionales fueron elegidos en condiciones atípicas para una elección democrática en Chile: con un mecanismo de paridad de género, cupos reservados para pueblos originarios y laxitud para inscribir candidaturas independientes. Era un grupo inusualmente ecléctico para conformar un órgano de representación popular en la historia chilena. De hecho, la estrategia de comunicación digital que se adoptaría una vez que se instaló la Secretaría de Comunicaciones, pocos meses después, buscaba resaltar esa diversidad, según explica uno de los  responsables de la estrategia. La Convención, dice, era “lo más democrático en este país”. “La sociedad chilena se vio reflejada en la convención”, señala Agustín Squella (en cupo del Partido Liberal) en su libro Apuntes de un constituyente. “Sectores habitualmente marginados e ignorados de ella, tuvieron allí voz, voto y una justa visibilidad”. La elección de convencionales fue el último momento de cierta certeza del proceso que aún no arrancaba.

El gobierno de Sebastián Piñera fue reticente a apoyar, dice uno de los profesionales en comunicaciones de la Unidad de la Secretaría Administrativa del Ministerio Secretaría General de la Presidencia (Segpres), órgano creado para prestar apoyo técnico, administrativo y financiero a la Convención: “Nos dejaron bastante solos”, dice. Nadie contactó a los convencionales elegidos para orientarlos sobre lo que vendría hasta que el Tribunal Calificador de Elecciones (Tricel) ratificó los resultados, un mes después. Uno de los profesionales de dicha unidad recuerda haber sugerido contactar a cada convencional para darles la bienvenida protocolar antes del 4 de julio de 2021. “Me mandaron al diablo”, asegura. Las credenciales oficiales para convencionales, asesores y prensa acreditada estuvieron listas recién poco antes de que finalizara la Convención.

La primera postal de los convencionales fue su asunción en la sede de Santiago del Congreso Nacional, el 4 de julio de 2021. La sesión se suspendió: mientras un coro juvenil interpretaba el himno nacional, algunos convencionales acusaron a viva voz que sus familiares eran reprimidos por la policía en las afueras del palacio. Ese interregno fue aprovechado por algunos para transmitir en vivo por sus redes sociales, hablar con la prensa, volver a las calles o negociar la presidencia del órgano. Luego de varias horas de espera, fueron investidos y eligieron a Elisa Loncon (escaño reservado pueblo mapuche) y Jaime Bassa (independiente en cupo de Convergencia Social) como presidenta y vicepresidente de la Convención, respectivamente.

Crédito: Fabián Rivas

La primera sesión de trabajo, convocada para el día siguiente, empezó con el pie izquierdo. Los salones del Congreso Nacional en la capital no cumplían con el aforo permitido en la pandemia. Adentro, no había micrófonos ni pantallas que conectaran las cuatro salas para sesionar simultáneamente y el streaming no funcionaba bien. Después de ese accidentado primer día, el jefe de la Unidad de Secretaría Administrativa de la Convención Constitucional, Francisco Encina (Evópoli), puso su cargo a disposición. Uno de los profesionales contratados por esa secretaría dice que a Encina y a su equipo “les tocó bailar con la fea”. Fue reemplazado por la exministra de Piñera Catalina Parot (Evópoli) quien, luego de un mes en el cargo, también renunció. Matías Cox (sin militancia), abogado y funcionario público desde el primer período de Piñera (hasta hoy en la administración pública), terminó en el puesto.

Cada convencional percibió un sueldo mensual de unos 2,6 millones de pesos, además de una asignación de otros dos millones al mes para contratar asesores. No tenían limitaciones para reclutar a sus equipos. Algunos convencionales trabajaron con un periodista y un abogado. Otros, combinaron sus presupuestos para ofrecer honorarios más atractivos a sus asesores en comunicación. Entre quienes ocuparon esos roles se cuentan profesores, psicólogos, contadores. Hasta un estudiante de primer año de Humanidades ofició como jefe de prensa. Hubo convencionales que fueron apoyados por expertos pagados por partidos políticos o fundaciones afines y, otros, aumentaron el salario de sus equipos de su propio bolsillo. Algunos tenían un obtuso entendimiento sobre qué es una asesoría comunicacional: buscaban un community manager (CM), alguien que “le viera” sus redes sociales. Para eso, no importaba si era un estudiante universitario o un profesional o técnico de áreas tan disímiles como ingeniería o administración; o bien, sin formación técnica ni profesional. «Puedes transmitir por redes, pero los estudios del Consejo Nacional de Televisión dicen que la gente sigue informándose por televisión», dice una reportera que cubrió la Convención.

Las asignaciones para los convencionales generaron mucho ruido y críticas de distintos actores. Un reporte de El Mercurio de fines de 2021 destacó que entre agosto y diciembre de ese año, se desembolsaron unos mil millones de pesos en 330 asesores. Dicho así, suena una barbaridad. Sin embargo, en promedio —y conscientes de que los promedios esconden matices—, corresponde a poco más de tres millones de pesos para cada asesor, pagados por cinco meses de trabajo. A modo de ejemplo, cuatro años después de haber egresado, un periodista o un abogado de una de las dos universidades mejor acreditadas en Chile perciben entre un millón y un millón y medio de pesos al mes.

El presupuesto asignado para este propósito hacía difícil reclutar profesionales con experiencia, lo que se suplió con juventud y empeño: hubo periodistas experimentados que asesoraron a convencionales, pero varios no tenían rodaje previo. «Nadie va a trabajar por 400 lucas» al mes, dice quien fue asesora de prensa de una convencional por un salario apenas superior a eso. Otro entrevistado está convencido de que “no era la instancia para foguear profesionales”. “Yo llegué con cero experiencia en gestión”, señala un exjefe de prensa de una convencional que fue parte de la mesa directiva.

Los representantes de derecha acusaron que el presupuesto para cada escaño era excesivo y sus voces se volvieron un sonsonete permanente. Sin embargo, el sueldo de cada convencional más las asignaciones (que suman unos cuatro millones de pesos), era unas cinco a seis veces menor al monto de dietas y asignaciones de cada diputado o senador. Las acusaciones sobre despilfarro de dinero fiscal siempre rondaron al órgano, azuzado por las sesiones en las regiones del Biobío y Antofagasta como bandera de los ofuscados. Sin embargo, tal opulencia no existió.  


“No hablo con la prensa burguesa”
“Me he sorprendido del nivel de influencia que tienen los medios de comunicación en la opinión pública,
su capacidad de marcar la agenda”
—Gaspar Domínguez

En el edificio del Congreso, una reja impedía que los periodistas se acercaran a los convencionales. Eliminarla era una de las solicitudes que los más de 50 profesionales de la prensa acreditada, la Asociación de Corresponsales Extranjeros y el Colegio de Periodistas hicieron ante la Comisión Transitoria de Comunicaciones, Información y Transparencia, que sesionó entre el 29 de julio y el 1 de septiembre de 2021. Tampoco había una sala de prensa habilitada, la conexión a internet era insuficiente, el Palacio Pereira —que, junto a la sede del Congreso en Santiago, era sede de la Convención— no contaba con las condiciones técnicas para transmitir vía streaming, los horarios de funcionamiento de las comisiones eran confusos y no había tablas; las plataformas digitales tenían problemas de diseño y no había puntos de prensa. Varias fuentes coinciden en que hubo cierta arbitrariedad de la Secretaría Técnica de la Convención y la Secretaría de Comunicaciones (Secom) de la Segegob respecto a qué medios y periodistas acreditar. Santiago es frío en julio y los profesionales de los medios que cubrían las extensas jornadas de la Convención estaban al descampado en los jardines de la sede del Congreso. Con el correr de los días, se montó una carpa. Debido a las restricciones por la pandemia, los periodistas no tenían libre acceso al palacio y debían pedir autorización para utilizar los baños. “Era un poco humillante”, recuerda un reportero.

Otros convencionales y sus asesores desconfiaban de la prensa. La acusaban de “burguesa”. “Con algunos convencionales había una barrera”, recuerda una periodista de televisión. “Había ciertos convencionales que no querían hablar con la prensa y, aunque tuvieran algunos cargos de representación, nos miraban con cierto desprecio”, dice otro. La actitud cruzaba el arco político. Para algunos productores de programas televisivos fue difícil que convencionales de derecha o afines asistieran a espacios que no fueran “Estado Nacional” o “Tolerancia Cero”. Paradójicamente, muchos convencionales se quejaban en redes sociales que la prensa los ignoraba.

Numerosos encargados de las comunicaciones de los convencionales no eran periodistas. En muchos casos, estas funciones fueron asumidas por abogados, quienes, acusan algunos profesionales de medios que cubrieron la Convención, no entendían los requerimientos de la prensa y entorpecían las comunicaciones entre los medios y la Convención, más por desconocimiento del oficio que por afán de boicotear.

Ambas presidentas de la Convención protagonizaron desencuentros con periodistas acreditados. Loncon mandó al periodista de Cooperativa a revisar el diario cuando este le preguntó, en una rueda de prensa el 2 de septiembre de 2021, por el aumento de las asignaciones que publicó La Tercera. En el segundo tiempo de la Convención, y mientras la Mesa Directiva sostenía una reunión con distintos colectivos para coordinar el cronograma de trabajo, la presidenta María Elisa Quinteros pidió a viva voz a los periodistas presentes que se identificaran. Luego, los invitó a abandonar la sala. Algunas fuentes coinciden en que la prensa resultaba un moscardón también para el gobierno de Sebastián Piñera.

Entre la elección de los convencionales y el inicio de sus funciones, la prensa difundió los siete millones de pesos que recibía Francisco Encina y las contrataciones directas, que incluían desde servicios de seguridad hasta cableado. Mientras en la Segpres reclamaban por las críticas, uno de los profesionales contratados para aceitar el arranque de la Convención asegura que les recordó que estaba todo el mundo pendiente y que la prensa estaba haciendo su trabajo.


Sin vacuna comunicacional
“El texto propiamente tal es la mejor de las noticias de este proceso y espero que paulatinamente la ciudadanía entienda que el proceso y sus inconvenientes son entendibles en el contexto que vivimos”
—Convencional Maximiliano Hurtado (PS)

No todos los convencionales pasaron agosto. A inicios de septiembre de 2021, el vicepresidente adjunto de la mesa directiva, Rodrigo Rojas Vade, confesó que no tenía cáncer. La Convención cumplía recién dos meses desde su inauguración, pero cargó este yugo hasta el final. La crisis pilló a la mesa directiva desperdigada por Chile, a causa de la semana territorial, un sábado por la tarde y con un equipo comunicacional en ciernes. En un inicio, solo Loncon contaba con un periodista y Bassa sumó después a otra. Cuando la mesa creció con las vicepresidencias adjuntas, los abogados eran los preferidos como asesores. Al reducido equipo de periodistas de la Mesa se sumaban la periodista Margarita Cereceda, quien, junto al secretario de la Convención, John Smok, ambos funcionarios de la Cámara de Diputados y Diputadas, estuvieron desde el principio y hasta el final en comisión de servicios en la Convención. Sin un plan de control de daños, el escándalo de Rojas Vade desnudó a un órgano sin vacuna comunicacional para enfrentar escollos.

El Reglamento de la Convención creó la Secretaría de Comunicación, Información y Transparencia, de la cual dependían cuatro unidades (de participación popular, de contenidos, de gestión digital y de educación cívica). La mayoría de su personal fue contratado a honorarios y unos pocos estuvieron en comisión de servicios de otros organismos públicos. El equipo enfrentó muchas dificultades para establecer mecanismos de colaboración con algunos de los convencionales y sus asesores para propósitos de comunicación institucional del órgano. “Intentamos coordinarnos”, recuerda una profesional con responsabilidad en las comunicaciones de la Convención, pero “había constituyentes que no querían saber nada”. Organizar los puntos de prensa entre convencionales, colectivos y la Convención misma era —según recuerdan varias fuentes— un parto de los montes.

Hubo convencionales que culparon a la prensa por la mala imagen de la Convención. Sin embargo, dentro de la misma institución, la vorágine del proceso, la inexperiencia de algunos de sus integrantes y el mesianismo de otros ayudaron a socavar al órgano. El convencional Nicolás Núñez (Federación Regionalista Verde Social) ocupó su discurso de apertura para un stand up musical. Acompañado de su guitarra, canturreó que “Jaime Bassa está rico, está crujiente” y que “la Tere no está demente”; meses después, votaría telemáticamente mientras se duchaba. Tras el plebiscito de salida, este mismo convencional se burló en sus redes sociales de los votantes. “Como amanecieron mis señoras rechazonas”, ironizó.

Con la misma sorna, Teresa Marinovic (independiente en cupo de Renovación Nacional) exhibió carteles en el pleno con el texto: “visti-puntos”, un “sistema de calificación” que buscaba alertar sobre los colegas que, según ella, se victimizaban. Marinovic comercializa merchandising con la foto de ella y sus carteles a través de su Fundación Nueva Mente, la misma que editó su libro con Rocío Cantuarias (convencional independiente en cupo Evópoli), Las damas de hierro. Giovanna Grandón (independiente) visitó la Convención en una ocasión ataviada con el corpóreo de Pikachu, escudada por Cristóbal Andrade, disfrazado de su Dino Azulado. Andrade también llevó al pleno kilos de pañuelos desechables para que los empresarios “se secaran las lágrimas”. Varios convencionales trabajaron remotamente. Como Renato Garín (independiente en cupo del Partido Radical), quien confiesa en su libro El fracaso: Cómo se incendió la Convención (Catalonia) que una vez se conectó a una sesión desde un cine porno. Garín también enfrentó al Comité de Ética de la Convención por decirle “dinosaurio chanta” a Andrade. Daniel Stingo (independiente en cupo de Revolución Democrática), en una de las sesiones, saludó a “convencionales, convencionalas, convencionalis y convencionalos”.

La incontinencia para manejar las redes sociales fue también un problema para el órgano. Convencionales y asesores postearon sin filtro. En enero de 2022, los candidatos para renovar la Mesa Directiva se caían a medida que eran desnudados en Twitter. Incluso, una de estas “funas” nació en una camarilla entre convencionales y asesores. “Fue una jornada para el olvido”, dice Agustín Squella en su libro Apuntes de un constituyente (Ediciones UDP). Impotencia resume el ánimo de asesores de prensa y profesionales de la Secom cuando despertaban casi cada mañana con una nueva polémica. Como una asesora de convencional que llamó perkin a un diputado por Twitter. “Era desmoralizante”, recuerda una de las entrevistadas.

No fue fácil reportear procesos complejos en un entorno más bien estridente e hiperexhibicionista. Fue un desafío, también, para convencionales y asesores que apostaron al inicio por un trabajo más sobrio, pues en los primeros meses el carácter del trabajo era más procedimental que de contenidos. En la vereda de la prensa, los medios solían amplificar las declaraciones más estridentes y las puestas en escena más performáticas. Algunos convencionales y asesores de prensa afirmaron públicamente que hubo medios que no se interesaban en entrevistarlos si tenían muy pocos seguidores en redes sociales, experiencia que también aseguran haber tenido algunos de los entrevistados de esta investigación. Los temas más rendidores en los matinales tendían a ser los más polémicos. Como dice una reportera con experiencia en televisión, tanto en prensa como en matinales, “si algún tema o algún invitado marca buen rating en un matinal, se seguirá apretando la misma tecla”. Estos programas, afirma, tienen «un problema severo de revisión prolija de contenidos, porque el matinal emana de la entretención», con lógicas distintas a la de prensa.

Los casos más denunciados ante el CNTV respecto a la cobertura televisiva de la Convención fueron los más viralizados, mientras que algunos contenidos más sobrios iban directo a la señal de televisión por cable.


Una marca “desfondada”


Tras casi dos años como directora de The Clinic, Lorena Penjean renunció en febrero de 2020. El sindicato lamentó su salida y agradeció su capacidad de promover una “buena convivencia laboral”. Dos años después, a inicios de febrero de 2022, Penjean dejaba la Dirección de Comunicaciones de la Convención porque “no existe cohesión interna ni la voluntad” para implementar “una estrategia comunicacional profesional”. La burocracia da una pista: su nombramiento data de agosto de 2021, pero recibió su primer sueldo recién en diciembre.

En dos escasos meses de trabajo, Penjean elaboró un diagnóstico comunicacional y, sobre esa base, propuso un plan que costaba unos 500 millones de pesos. Solo la campaña del Mineduc para la vuelta a clases 2022 costó $270 millones. Para noviembre de 2021, la Convención contaba con un solo community manager y una fotógrafa a media jornada, asignada en comisión de servicios. Ese no era todo el equipo, pero tampoco era mucho más.
El diagnóstico de las comunicaciones que Penjean presentó a Loncon-Bassa, primero (diciembre, 2021), y a Quinteros-Domínguez, luego (enero, 2022), era duro. La periodista alertaba sobre la baja en la credibilidad de la Convención, los errores no forzados, la urgencia de establecer una voz institucional y una relación más fluida con la prensa. Como indican los documentos internos de la Convención, Penjean sostenía que el proceso era tan importante como el resultado. Algunos de los entrevistados aseguran que ha sido una de sus experiencias laborales más difíciles. Había tantas agendas como convencionales y colectivos, y la Convención no conseguía dar con una voz institucional.

Crédito: Fabián Rivas

En abril de 2022, la mesa encabezada por Quinteros solicitó a sus colegas que utilizaran más cuidadosamente las redes sociales. Pero ya era tarde. Lo cierto es que la presidenta tampoco ayudó a la fluidez comunicacional entre la Convención y la prensa. Altos cargos de comunicaciones que participaron en el órgano coinciden en que era reticente a conceder entrevistas o derechamente las evitaba.

Penjean sugería una voz institucional esperanzadora y didáctica, transparente y que diera certezas. Para ello, debía apropiarse de la agenda, relacionarse con la prensa y ser técnica y emocional. Los objetivos de corto plazo (como reforzar el equipo de la Secretaría de Comunicaciones), se combinaban con otros de mediano (como instaurar vocerías). En distintos momentos, Penjean y otros profesionales clave en el área de comunicaciones, tanto de la Convención como de los convencionales, advirtieron la necesidad de contrarrestar la desinformación. Bajo la gestión de Penjean, incluso, se realizaron algunas capacitaciones con especialistas externos.

Los resultados preliminares de una encuesta de panel de tres olas realizada por el Núcleo Milenio de Medios y Opinión Pública  indica que, más que desinformación, primaron los sesgos. O, en otras palabras, no se trató tanto de que los electores votaran desinformados, sino que sus enfoques políticos pesaron más. Por ejemplo, quienes votaron Rechazo, tendían a considerar ciertas afirmaciones que eran falsas (por ejemplo, que si tenías casa con subsidio, te la quitarían). Pasaba también al revés: quienes votaron Apruebo, consideraban verdaderas afirmaciones que coincidían con su opción, pero que eran falsas. 

Los periodistas entrevistados afirman que discutieron entre colegas cómo abordar la desinformación o las declaraciones mañosas de algunos convencionales. En el caso de los despachos en vivo en TV, por ejemplo, se destacó la necesidad de abordarlos cuidadosamente para que, en un clima político fragmentado y estridente, no se interpretaran como abanderamiento por un sector u otro. Sin embargo, como dice un periodista, “uno podía hacer un esfuerzo, pero es como una gotera: hay una y se tapa y aparece otra y se desborda”.

Penjean, la directora de Comunicaciones, no partía de cero: tomaba la posta de la Comisión Transitoria de Comunicaciones, presidida por el convencional Patricio Fernández (independiente en cupo del Partido Liberal), y que, ya en agosto de 2021, tenía un diagnóstico similar. En noviembre de 2021, el área digital requería ajustes y el equipo era insuficiente y estaba repartido entre el Palacio Pereira, la sede del Congreso o en modalidad remota.
Al asumir como director de Comunicaciones, Nicolás Fernández entregó su lúgubre diagnóstico y cambió la dirección del timón: “La marca Convención estaba totalmente desfondada en marzo”, dijo a Emol.com. Se externalizaron varios servicios a través de la contratación de agencias: Bercz, Warketing y una de producción audiovisual. Más un plan de medios de 50 millones, el total sumó unos 500 millones de pesos… lo mismo que Penjean calculó para el plan completo de comunicaciones.

Algunos entrevistados que trabajaron en la Secretaría de Comunicaciones señalan que las agencias que llegaron para apoyar a la Convención burocratizaron aún más el proceso porque tercerizaron las acciones. La sola publicación de un tuit en la cuenta oficial de la Convención debía pasar por varias manos y ojos, lo que se transformaba en un constante tira y afloja.

Los manuales de comunicación estratégica o institucional reconocen la importancia de establecer una voz y marca coherentes y mecanismos de comunicación orientados tanto a públicos internos como externos. Para ello, se necesitan medidas intencionadas: una buena comunicación institucional no cae del cielo. Independientemente de su tamaño o presupuesto, una organización puede y debe establecer objetivos comunicacionales a partir de sus propósitos generales.

En ese sentido, la Convención fue una cátedra en vivo y en directo sobre la importancia de las estrategias comunicacionales. Como insumo arqueológico, esta crónica es para los convencionales del futuro.