La vitrina web • julio

¿Un abismo insalvable?

“Si todo sigue igual, en 132 años habremos cerrado la brecha de género a nivel mundial”, escribe la historiadora Sol Serrano en el prólogo de Disparidad bajo la lupa, citando un dato entregado en el Foro Económico Mundial de 2022. Quizás más de alguien dude de una cifra tan escandalosa, pero este libro, editado por Sylvia Eyzaguirre y Rodrigo Vergara, es la mejor prueba de que, a pesar de los avances incuestionables de los feminismos, estamos a años luz de lograr la igualdad. A través de once capítulos, los autores problematizan las distintas expresiones de esta brecha —mediante análisis basados en datos— en distintos ámbitos. Por ejemplo, en el hogar, en las tareas y funciones familiares, y en casos de delitos violentos y de violencia intrafamiliar; pero también en salud, educación, mercado laboral, pensiones, justicia penal, pobreza, ciudad y vivienda. Sorprenden muchos de los datos expuestos: al hablar de trabajo, “la palabra ‘mujer’ es asociada a cocinera y artista, mientras que ‘hombre’ a jefe, negocio y obrero”, o “las mujeres que trabajan remuneradamente más de nueve horas al día dedican más tiempo en promedio al trabajo no remunerado que los hombres que no trabajan por un sueldo”. Como explica Isabel Behncke en la contratapa, este estudio es fundamental para abordar el problema desde la evidencia y no desde los prejuicios, y también para buscar soluciones: los autores incluyen recomendaciones para crear políticas públicas en cada caso abordado. Un libro revelador y absolutamente necesario. 

—Evelyn Erlij. Disparidad bajo la lupa. Radiografía de las brechas de género en Chile. Sylvia Eyzaguirre y Rodrigo Vergara (Eds.). Fondo de Cultura Económica/CEP, 2023. 424 páginas.

El fin de lo mismo

“Cuando Navia dice, finalmente, que mi padre se murió, yo estoy por subir al escenario a tocar”. Así arranca Una música, la última novela del escritor y sociólogo argentino Hernán Ronsino, ganadora del Premio de la Crítica entregado en la Feria del Libro de Buenos Aires. La noticia encuentra al pianista Juan Sebastián Lebonté de gira en Europa del Este. Pronto deberá volver a Buenos Aires a reunirse con su familia y encargarse de la herencia paterna: el campo de Paso del Rey, un terreno del conurbano bonaerense. El espacio está ocupado por una comunidad de trabajadores cuyo pasado esconde una trama política. Lebonté abandona su carrera para insertarse en ese mundo, donde descubre una nueva vocación. En el proceso, examina su origen y desanda el camino del progreso impuesto por el padre, obsesionado toda su vida por la figura de Bill Turner, un pianista que compuso un único disco inspirado en una experiencia similar de fuga y ausencia. Ronsino —que en 2020 ganó el Premio Anna Seghers de Alemania con su Trilogía de La Pampa— construye una reflexión sutil sobre el arraigo, la identidad y los vínculos afectivos a través de una prosa llana y musical. 

—José Núñez. Una música, de Hernán Ronsino. Hueders, 2023. 220 páginas.

Historias de restorán

La cantina de medianoche, serie de Netflix que tiene 5 temporadas y está dirigida por Joji Matsuoka, está basada en un manga hecho por Yarō Abe. Eso probablemente no le diga nada a mucha gente, pero vale la pena darle una oportunidad por su simpleza y profundidad. Se trata de un restorán pequeñito, que existe en un barrio de Tokio, en una calle también muy oscura y alejada del centro, donde entran y salen personas entre las 12 de la noche y seis de la mañana. Se sientan en la barra y se ponen a hablar. Se conocen unos y otros, los que están en la barra, y también interactúan con el cocinero, que es una persona muy especial, misteriosa y poderosa, que les acompaña con poquitas palabras, en sus historias, en sus angustias, en sus euforias. Hay de todo tipo de personajes, niños chicos inclusive, boxeadores, personas de oficina, artistas. Es una serie muy discreta, pero muy potente.

Daniel Riveros (Gepe). Midnight Diner: Tokyo Stories. Disponible en Netflix.

La vitrina web • junio

Públicas y visibles

«Hombre público: funcionario. | Mujer pública: ramera, prostituta». La definición es de cerca de 1830, del Primer diccionario general etimológico de la lengua española, y, a pesar de lo desactualizada que pueda parecer, hace eco casi 200 años más tarde. La tensión vigente entre el lugar de la mujer y su relación con los espacios privado y público fue parte de las discusiones que se dieron en las manifestaciones feministas de 2018 y uno de los puntos de partida de la exposición Mujeres públicas, de la Sala Museo Gabriela Mistral de la Universidad de Chile, curada por el Archivo Central Andrés Bello de la misma institución. Inaugurada en 2019, la muestra pone en evidencia las luchas de las mujeres por ocupar el espacio público y los riesgos y violencias a los que se han enfrentado en el proceso. Tras cuatro años de exhibición, miles de visitantes, un recorrido virtual inaugurado en pandemia y cientos de actividades asociadas, la Universidad de Chile publica ahora el catálogo de la exposición, un libro-objeto digital de libre acceso que a través de imágenes, documentos y objetos nos muestra que a través de imágenes, documentos y objetos nos muestra hitos y lugares de diferentes mujeres públicas. Un libro para recordar nuestra historia y los espacios que todavía nos faltan por conquistar.

—Sofía Brinck. Mujeres públicas: Exposición de la Universidad de Chile 2019-2023, libro digital editado por la Universidad de Chile, 2023. 254 páginas.

Lo que hace un poema

Una lectura superficial del mito de la caverna de Platón se queda en los pormenores de una historia archirrepetida. Una lectura más aguda revela lo que el texto hace, lo que pone en funcionamiento. Así procedió el filósofo, académico y ensayista chileno Andrés Claro en La creación (2014), un libro que, pese al interés renovado de los lectores, estaba descatalogado. En él exponía cómo los principales relatos sobre la creación del mundo (el Génesis hebreo y el Timeo de Platón) articularon los modos en se concibe el mundo en ambas culturas. Luego, el autor, quien cursó su tesis de posgrado con el filósofo Jacques Derrida, publicó Imágenes de mundo (2016)y Tiempos sin fin (2018), en los que interroga las imágenes y estrategias retóricas que poetas de tradiciones diversas, como Horacio, Du Fu, Wang Wei, Constantino Cavafis, Ezra Pound y T. S. Eliot, usaron para representar el tiempo y la realidad. Ediciones Bastante reúne ahora, en formato virtual y bajo el título Sinopsis, esta trilogía singular sobre poética y teoría del lenguaje.  

—José Núñez. Sinopsis [Ebook], de Andrés Claro. Ediciones Bastante, 2023. 286 páginas.

Irse por las ramas

Se suele decir que la universidad es un espacio alejado de sus objetos o sujetos de estudio. De ahí que el ejercicio que hizo la académica y crítica literaria Lorena Amaro en el libro Recolectoras sea tan valioso: entrevistó en profundidad a diez escritoras latinoamericanas consagradas, conversó con ellas sobre sus obras y trayectorias, y publicó un volumen que funciona perfecto para un público especializado y uno no especializado. Las protagonistas son Mariana Enríquez, Nona Fernández, Liliana Colanzi, Alejandra Costamagna, Verónica Gerber, Fernanda Trías, Claudia Ulloa, Selva Almada, Margarita García Robayo y Samanta Schweblin, quienes releen sus obras, se enfrentan a las escritoras que fueron (y las contrastan con las que son hoy) y regalan imágenes inolvidables: Costamagna hablando de lo que aprendió de su amistad con Hebe Uhart, Enríquez sacándole un rollo feminista alucinante a Jane Eyre o Fernández imaginando la hoja en blanco como una improvisación teatral. “Las narradoras latinoamericanas espigan los materiales desechados por la historia hegemónica”, escribe Amaro. Pero no se trata de contentarse con las sobras, sino de rescatarlas para construir caminos alternativos. Y para eso —para irse por las ramas, parafraseando a Costamagna— hay que tener muchísimo talento.

Evelyn Erlij. Recolectoras. Conversaciones con diez escritoras latinoamericanas contemporáneas, de Lorena Amaro. Editorial Montacerdos, 2023, 286 páginas.

Más vale perderse que encontrarse

En palabras del cineasta Carlos Flores, Raúl Ruiz. Potencias de lo múltiple —libro que reúne cuarenta y dos ensayos en torno al cineasta chileno— nos trae delante una de sus multiplicidades: “nos presenta un cineasta que no está ni muerto ni vivo, que continua operando ahora como un fantasma, que desordena, dispersa, se va por las ramas”.

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Las promesas y la muerte

“De una animita se trata este libro (…) Un espacio ritualizado como sitio de memorias y de dolores, pero que deviene lugar de peregrinación de cientos de personas que hacen de ella un lugar público, es decir, un mall, zona transaccional por excelencia”, escribe Alia Trabucco.

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La vitrina web • mayo

Ser alegre y no creerse feliz

“Vivir bien sería vivir sabiamente: en eso estaban de acuerdo los antiguos. Lo que podemos agregar los tardíos, o como queramos llamarnos, es que vivir consiste en no negar la crueldad de la vida y tratar de atenuarla encontrando rincones amables y buena compañía”. Quizás esa sea una buena premisa para describir la vida de Ernesto Rodríguez Serra (1930-2022), uno de los intelectuales chilenos más entrañables e inquietos del último medio siglo. Quienes tuvieron la suerte de conocerlo, saben que la conversación era uno de sus grandes talentos, el que cultivó dando clases de filosofía, ética o literatura en la Universidad Católica de Valparaíso o en la de Santiago —que atraían a estudiantes y oyentes de todos lados y edades—, u organizando los diálogos Crítica y celebración en el CEP, en los que reunió a exponentes de ideas, edades y orígenes muy, muy diversos. El distraído, libro póstumo que reúne algunos de sus apuntes, ensayos y poemas, es una forma de seguir escuchando su voz a través de reflexiones eruditas, melancólicas, graciosas e inolvidables. Como esta, que debería ser un lema universal: “Ser alegre y no creerse feliz”. 

—Evelyn Erlij. El distraído, de Ernesto Rodríguez Serra. Ediciones UDP, 2023. 248 páginas.

El regreso de una obra “irrespetuosa”

Crédito: Cristian Soto

Efraín, Evaristo y Elías son tres garzones del restaurant Los inmortales, últimos integrantes de la Orden de la Garzonería Secreta, quienes junto a una cajera obsesionada con hacer listas viven encerrados reviviendo sus viejas glorias y esperando a su cliente favorito, el político Estanislao Ossa Moya. Entre repeticiones de los mantras de la garzonería —“un garzón no piensa ni siente”—, los protagonistas se debaten entre abrirse a lo nuevo o vivir en lo conocido, entre seguir las normas o pensar por sí mismos.   

La historia de Lo crudo, lo cocido y lo podrido, unas de las obras emblemáticas de Marco Antonio de la Parra, es tan curiosa como su argumento. Montada originalmente en 1978, en el entonces Teatro de Ensayo de la Universidad Católica (hoy Teatro UC), fue suspendida por autoridades universitarias días antes de su estreno por ser “grosera”, “vulgar” e “irrespetuosa”, según se lee en la prensa de la época. El montaje fue acogido por el Teatro Imagen, donde se estrenó en octubre del mismo año. Sin embargo, siguió causando polémica. En los diarios contaban que era usual que el público se levantara indignado en medio de la obra, aunque “un contingente igual volvía todas las noches llenando el teatro”. Luego de un primer estreno en 2010, La Orden de la Garzonería Secreta vuelve a su escenario original con un montaje que, si se le pone atención, nos debería resonar de la misma forma que impactó a sus espectadores cuatro décadas atrás.

Sofía Brinck. Lo crudo, lo cocido y lo podrido, en Teatro UC. Dirección: Álvaro Viguera.  Elenco: Mariana Muñoz, Marcela Salinas, Francisco Ossa y Luis Cerda. Entre el 4 de mayo y el 3 de junio, de miércoles a sábado. Más información aquí.

La sombra del poder

En un territorio en disputa confluyen cuatro destinos. Saul, empleado de un club de yates; Laura, periodista de una agencia de comunicaciones; Silvia, activista social; y Boris, joven santiaguino que viaja al litoral luego de una ruptura amorosa. La costa de Algarrobo será el escenario de una trama en la que se entrecruzan intereses opuestos, con la sombra del poder económico como amenaza. Los personajes se verán involucrados en un conflicto con el influyente grupo de militares y millonarios llamado la Cofradía, que depreda la fauna local mientras busca renovar su concesión del Islote Pájaros Niños. En su primera novela —ganadora del Premio Roberto Bolaño en 2020—, Miguel Ángel Gutiérrez, editor de Revista Oropel y crítico de cine, se inspira en el conflicto real entre la Cofradía Náutica del Pacífico y la comunidad local que acusa el daño causado al ecosistema. En una mezcla de novela de denuncia y relato policial, que incluye citas y documentos oficiales, Litoral expone las ansias de poder y las contradicciones de aquellos que apenas pueden ofrecer resistencia.

—José Núñez. Litoral, de Miguel Ángel Gutiérrez. Alquimia Ediciones, 2023. 150 páginas.

La vitrina 28

Comprender la violencia 

“Yo tenía un papel que cumplir y no me podía pasar nada”. El viernes 29 de marzo de 1985, Manuel Guerrero Antequera, con 14 años y siendo un estudiante secundario, asumió la responsabilidad de sobrevivir en medio de la violencia, luego de que agentes del Estado asesinaran a su padre. A partir de este testimonio, el académico nos presenta en Sociología de la masacre un ejercicio analítico para comprender la violencia, sus factores, procedimientos y despliegues. Guerrero, como un resistente a la dictadura y como sobreviviente, se hace cargo de entregarnos, con generosidad, un marco de comprensión. A 50 años del golpe de Estado, pone a disposición un modo de enfrentar el trauma, un ejercicio que establece puentes entre el testimonio y el trabajo teórico. Así, en las notas al pie, entrelíneas, en los espacios que quedan en medio de las conceptualizaciones, presenciamos una toma de posición intelectual que tiene como sello la pulsión y el coraje de contar lo que la dictadura quiso silenciar.

Cristian Vergara. Sociología de la masacre. La producción social de la violencia, de Manuel Guerrero. Paidós, 2023.

Un mundo cultural inestable

En la muestra Leaking Lands, la artista israelí Ofri Cnaani ofrece una interesante reflexión en torno a la precarización de la institucionalidad cultural y sus impactos en la preservación de la memoria. A partir de archivos, fotografías digitales y conversaciones grabadas, Cnaani trata de recomponer el acervo del Museo Nacional de Brasil, en Río de Janeiro, extinto en un incendio en 2018. Junto a la gran casona que lo acogía, desapareció un 90% de los 20 millones de objetos allí resguardados. Tres videos presentados por la artista nos plantean una serie de cuestionamientos, desde diversas aristas. Uno de ellos tiene que ver con el impacto de lo virtual en nuestras vidas y cuán entrelazadas están las instituciones y sus datos con lo digital. A su vez, se abren preguntas en torno a la inestabilidad del mundo cultural, sus condiciones laborales y el lugar que ocupa en la jerarquía de prioridades en la agenda pública.

Domingo Fuentes. Exhibición Leaking Lands, de Ofri Cnaani. Hasta el 17 de junio, en MAC Parque Forestal. Entrada liberada.

Surrealismo tecnológico 

Cuando nació la fotografía en el siglo XIX, muchos artistas le hicieron la guerra porque temían perder su importancia a la hora de retratar lo real. Ahora, con la irrupción de la inteligencia artificial, ha surgido un debate parecido. DALL-E,  un programa desarrollado por la empresa OpenAI, transforma descripciones de texto sencillas en imágenes de alta precisión. Basta con escribir una idea o concepto —por ejemplo, “un perezoso leyendo una revista con un sombrero divertido”— para que aparezcan cuatro imágenes. Lanzado en enero de 2021, DALL-E es un sitio gratuito que utiliza una red neuronal artificial entrenada con una gran cantidad de imágenes y descripciones. Su segunda versión cuenta con nuevas capacidades, lo que la ha hecho muy útil en campos como la publicidad y la animación. Si en el pasado la fotografía obligó a los artistas a buscar nuevas formas de representación, este tipo de herramientas podría potenciar los procesos creativos e instalar una reflexión crítica sobre la disciplina.

José Núñez. DALL-E, de OpenAI. En: https://openai.com/product/dall-e-2

Ganarle terreno al río

“Las parejas y las revistas literarias / duran casi siempre dos números. / Sin embargo, de a poco, / le fuimos ganando terreno al río”, escribe en un poema el argentino Fabián Casas. Revistas literarias, revistas culturales y revistas, en general, escasean en Chile, y así como algunas se han ido quedando en el camino —como La Juguera, revista de la V Región que luego de una década acaba de cerrar—, hay otras que, por suerte, le han ganado terreno al río. La Panera es un ejemplo: mientras las secciones de cultura de los diarios se achican o de frentón se cierran, esta revista gratuita, que se regala en espacios culturales y librerías, lleva casi 15 años remando contra la corriente. Creada y financiada por Patricia Ready, una de las galeristas más importantes de Chile, La Panera se ha convertido en un espacio fundamental para la difusión de artes visuales, literatura, música, cine, comic, danza, ópera y teatro. Un ejemplo de pasión por la cultura y de que, a veces, las parejas y las revistas pueden durar más de dos números.

Evelyn Erlij. La Panera. Distribución gratuita. Versión PDF en: lapanera.cl

Una nueva ventana al MAPA

Para conmemorar los 80 años de la exposición que dio origen al Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago (MAPA), dependiente de la Facultad de Artes de la U. de Chile, se lanzó recientemente una plataforma web que permite visualizar en 360 grados una selección de 250 piezas de su colección. El sitio ventanaalmapa.uchile.cl fue desarrollado gracias a un Fondart Regional en la línea de difusión, y considera búsquedas por materialidad, país, filiación cultural y autor. Así, celebrando sus casi ocho décadas al servicio del país, el MAPA ha puesto a disposición de todas y todos parte de su valioso acervo conformado por objetos de arte popular provenientes de Chile, Latinoamérica y otras latitudes. Esto, no solo a través del registro visual de las piezas seleccionadas, sino además compartiendo información que permite a estudiantes, académicos e investigadores tener un primer acercamiento a este invaluable patrimonio que da cuenta de la historia e imaginarios de los pueblos.

Deysi Cruz e Isis Díaz. Recorrido virtual por la colección del MAPA. En: ventanaalmapa.uchile.cl/

Para diseccionar series y películas

En un mundo donde series y películas se estrenan a un ritmo vertiginoso, tener un espacio para analizar estos contenidos con un poco más de profundidad y detalle se vuelve necesario. Es lo que hacen los periodistas Claudia Cayo y José Manuel Bustamante, y la guionista Lula Almeyda en el podcast No sabes nada. Su nombre viene de la frase del personaje Ygritte de Game of Thrones (“You know nothing, Jon Snow”), punto de partida para que estos amigos se juntaran a comentar esta serie en formato talkshow online, en 2017, para pasar al podcast un año después. Cada programa cubre uno o dos episodios de alguna serie, desde la comentada The Last of Us (2023), hasta otras menos conocidas como Derry Girls (2018) y películas como Aftersun (2022). La conversación incluye detalles de las tramas y los guiones (ojo con los spoilers), e incluso debates sobre la industria del cine. Para pasar un buen rato cuando, después de terminar una serie o película, uno quiere diseccionar cada escena.

Sofía Brinck. Podcast No sabes nada. Disponible en Spotify. 

La vitrina web • abril

Repensar los periodismos

La crisis de credibilidad del periodismo y los medios de comunicación en Chile es un fenómeno que se viene desarrollando hace varios años, cuyos efectos se profundizaron tras el estallido social y la pandemia. Algunas cifras: solo un 38% de los y las chilenas siente confianza en las noticias que consume (Digital News Report 2022, Reuters Institute de la Universidad de Oxford) y apenas un 17% declara confiar en la televisión, un 24% en los diarios y poco más de la mitad en la radio (Encuesta CEP, 2022). En este contexto, hay mucho trabajo que hacer en relación a la legislación y funcionamiento de los medios en el país, pero también a nivel del ejercicio de la profesión y la formación de las nuevas generaciones. Campo en obras, editado por los periodistas y académicos Antoine Faure y Claudia Lagos, es un aporte desde la academia a lo que los autores llaman “los periodismos”. A través de artículos de diferentes autores, en el libro se reflexiona sobre la reconfiguración de la profesión y su precarización, la inclusión/exclusión de nuevas voces e identidades, la enseñanza en las escuelas de Periodismo y las proyecciones del campo en entornos cambiantes. Un insumo interesante para repensar una profesión tan necesaria como desafiante.

Sofía Brinck. Campo en obras. Postales y apuntes sobre los estudios de periodismo en Chile, de Antoine Faure y Claudia Lagos Lira (Eds.). Editorial USACH, 2023. 257 páginas.

Teatro para pequeños espectadores

Crédito: Cristian Soto

Desde el estreno de la obra Una mañanita partí…, en 2011, la compañía Teatro de Ocasión se instaló firme en los escenarios chilenos y del mundo para hablarle a un segmento usualmente olvidado en las artes escénicas: la preinfancia y la infancia. Y lo hacen usando sus mismos códigos, es decir, convirtiendo música, sonidos, luces, colores y objetos cotidianos —cuerdas, elásticos, cajas, embudos— en protagonistas de una historia. Vuelas y vuelos, su sexto montaje —protagonizado por los actores y músicos María Fernanda Carrasco y César Espinoza— explora a través de estos elementos el lugar de la memoria y el tiempo en nuestras vidas, un asunto que abordan con imaginación, creatividad e inteligencia. Teatro de Ocasión lleva años estudiando a sus pequeños espectadores —que no son solo chilenos: se han presentado en países como España, Bosnia, Suiza, China, Corea del Sur, Japón, Taiwán y Estados Unidos—, por lo que ningún detalle es al azar: la obra dura 40 minutos, el tiempo justo para mantener la atención de niños y niñas. Estará solo hasta el 30 de abril en el GAM, pero para quienes tienen hijos o sobrinos, la recomendación es no dejar de seguirle la pista por todo Chile a esta compañía entrañable.

Evelyn Erlij. Vuelas y vuelos, de Teatro de Ocasión. 29 y 30 de abril en GAM. Más información acá.

Las afortunadas versiones de una vida

Incluida entre las mejores obras de 2022 por medios como el New York Times, el Washington Post o el New Yorker, y recomendada por el expresidente Barack Obama en su habitual lista de lo mejor del año, Fortuna acaba de ser publicada en español por la Editorial Anagrama. La segunda novela de Hernán Díaz, escritor argentino radicado en Nueva York, explora las voces silenciadas del capitalismo financiero. A través de cuatro relatos que se contraponen y complementan, y cuyos géneros abarcan la memoria, el diario, la novela y una autobiografía, el autor disecciona el mito del magnate financiero Andrew Bevel, cuya historia coincide con la de la modernización de Estados Unidos. La acción, que transcurre principalmente en los años veinte, con la Gran Depresión como punto de inflexión, se ve alterada por esta estructura polifónica que le deparará al lector giros y sorpresas hasta la última página.

—José Núñez. Fortuna, de Hernán Díaz. Anagrama, 2023. 440 páginas.

​​Corolarios de una derrota: consideraciones críticas sobre la denostación de la «política identitaria»

“Este libro representa la necesidad de pensar las deficiencias políticas diversas que incidieron en la derrota electoral”, afirma Claudia Zapata en la presentación del volumen De triunfos y derrotas: narrativas críticas para el Chile actual, editado por Faride Zerán (LOM), el que reúne una decena de ensayos de figuras del mundo social, académico y político; de los feminismos y pueblos originarios. En esta intervención, realizada el 11 de abril de 2023 en el Centro Cultural GAM, la directora del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la U. de Chile destacó el aporte que hace este libro para «elaborar una memoria política que sea capaz de advertirnos y resguardarnos ahora y en el futuro». 

Por Claudia Zapata

La experiencia personal es un punto de partida inevitable a la hora de comentar un libro como este, que trata sobre nuestra atropellada historia reciente. Se trata de una experiencia que no tiene nada de singular, porque está marcada por sentimientos compartidos tras la derrota electoral del 4 de septiembre de 2022: desazón, desorientación, decepción, pero sobre todo, necesidad de entender, más que de juzgar. Eso se expresó en la negativa a escribir, o al menos no escribir tan rápido, pues sentí que había que vivir la experiencia de la incomprensión, de allí que miré con sospecha los diagnósticos instantáneos, rotundos, acabados y llenos de certezas (me costó leer lo que apareció al día siguiente, finalmente desistí de hacerlo).

Este libro me llega en un momento en el que siento que ya puedo leer un mayor volumen de análisis sobre la revuelta popular, el momento constituyente y el plebiscito, aunque se trató, como no podía serlo de otro modo, de análisis inestables. El libro que compila Faride Zerán y en el que participan destacadas y destacados autores, tiene el valor de ofrecer interpretaciones a cierta distancia temporal. Otro valor fundamental, es que incorpora las autorías de personas que participaron directamente en la Convención Constitucional, ya sea como constituyentes o asesores. Es así como se reúnen en este volumen distintas voces, trayectorias, generaciones y lugares de habla: el activismo, la militancia, la investigación, el quehacer intelectual, etcétera, mostrando en parte la heterogeneidad de aquello que llamamos izquierda o izquierdas, lo que sin duda es un acierto de la editora. Esa heterogeneidad también se manifiesta en este libro a la hora de calibrar el proceso político que hemos vivido desde la revuelta popular de octubre de 2019.

A modo de característica general, impera la reflexión crítica y en algunos casos autocrítica, aunque con distintos énfasis. Una cuestión que me parece destacable es que todos los textos eluden algunos lugares comunes que han servido para obviar las cuestiones que nos involucran a las distintas izquierdas, especialmente la tesis de una responsabilidad exclusiva de los medios de comunicación hegemónicos. El énfasis de las y los autores va por otro lado, el de tratar de entender y explicar por qué esa campaña virulenta de la opción Rechazo hizo sentido. No se trata de minimizar el peso de esta embestida comunicacional que se volvió incontrarrestable, sino como bien sostiene Nelly Richard, de asumir que eso era predecible precisamente porque no era la primera vez que ocurría (en este país sabemos que las fake news no son una cuestión de la era de las redes sociales, sino que marcaron el clima previo al golpe de 1973, para transformarse luego en la política comunicacional de la dictadura).

De triunfos y derrotas: narrativas críticas para el Chile actual, editado por Faride Zerán
LOM Ediciones, 2023, 178 páginas.

Otro hilo que hilvana los textos, es el convencimiento de que los partidos, los movimientos y las organizaciones que componen el heterogéneo mundo de la izquierda, carecen de arraigo popular masivo, y que resolver esa distancia asoma como la tarea más titánica de todas. También se coincide en que hubo déficits comunicacionales serios; en que fuimos crédulos y confiados (no sé si eso es un pecado); en que no supimos administrar la sensación triunfalista que nos acompañó en varios momentos, a pesar de que sabemos racionalmente que los triunfos son la excepción más que la regla para el campo popular, como apunta con lucidez Pierina Ferretti en su contribución.

Concuerdo también con Karina Nohales en que falta mucho para elaborar diagnósticos sopesados, con mayores evidencias y antecedentes para responder, aunque sea parcialmente, la pregunta sobre los factores más gravitantes que incidieron en la derrota electoral. Por lo tanto, todo lo que se pueda decir ahora tiene un carácter inevitablemente precario. En razón de esto, pienso en la necesidad urgente de construir nuestros propios relatos en torno a lo ocurrido, algo fundamental para elaborar una memoria política que sea capaz de advertirnos y resguardarnos ahora y en el futuro. Me preocupa sobremanera este asunto porque noto en las izquierdas —y también en este libro— ciertas reproducciones acríticas de argumentos que arrancaron del campo oligárquico (los Think Tank de la derecha y la centro-derecha) y que en mi opinión no tienen asidero en el proceso que hemos vivido, ni tampoco en la historia reciente de algunos de los movimientos sociales que concurrieron a la cita constituyente por medio de algunas de sus vertientes. A ello se suma la reproducción de ciertos prejuicios anclados en la izquierda intelectual para analizar y dialogar con actores sociales que, si bien pertenecen a este campo, se conformaron planteando problemáticas que anteriores discursos emancipadores no reconocían, como los movimientos de mujeres, de los pueblos indígenas y sectores sociales racializados en general. Y no es que no tenga que existir la crítica ni el análisis sopesado sino al contrario, que esos análisis deben estar alimentados por un mayor conocimiento de las trayectorias de estos movimientos y, sobre todo, por el diálogo con ellos, precisamente porque no se trata de un análisis cualquiera, sino de uno con implicancias políticas relevantes. Hay en este punto un nivel de colisión entre los textos en el que quisiera centrar mi reseña e integrarme con ella a esa discrepancia. Este se refiere a la política desplegada por los movimientos denominados “identitarios” y al carácter de sus reivindicaciones, tema que hace rato me viene incomodando, por lo que tomo el espacio de este comentario como la oportunidad, tal vez tardía, de referirme a un asunto tan espinudo.

¿La política identitaria es política identitaria? ¿Qué política no es identitaria?

Son varios los textos reunidos aquí que replican uno de los tópicos que más ha resonado desde la instalación de la Convención Constitucional hasta hoy. Este es el de señalar a la denominada “política identitaria” como uno de los factores gravitantes de la derrota electoral del 4 de septiembre (fundamentalmente los de Diamela Eltit, Manuel Canales y Nelly Richard, aunque no los únicos). En ellos se manifiesta preocupación frente a un tipo de política desplegada por movimientos cuyas causas refieren a la experiencia de discriminación de ciertos sectores sociales, cuyas luchas estarían orientadas a conseguir políticas de reconocimiento de esa diferencia. Se nos dice que otras características fundamentales de esa política identitaria sería la ausencia de una dimensión universal y de una perspectiva de clase. Serían, por lo tanto, diferencias ensimismadas, de origen y de destino. En algunos casos se asume que estas experiencias de opresión han sido poco atendidas por las izquierdas más tradicionales, pero se insiste en comprender la práctica política de estos actores y movimientos como “política de la identidad”.

Desde mi punto de vista, ese juicio reitera uno de los problemas históricos de ciertas izquierdas, que es el reduccionismo a la hora de hablar sobre estos movimientos. En primer lugar, porque se omite que no existe relación unívoca entre una diferencia histórico-cultural, una causa y un movimiento, sino que estos últimos constituyen campos políticamente heterogéneos y con trayectorias de varias décadas como es el caso de los movimientos de mujeres y los diversos feminismos; así como el de los pueblos indígenas y de los sectores racializados en general. Además de las luchas medioambientales que por lo que veo también fueron incluidas en esta suerte de pack de las diferencias. Y digo que la categoría de “política identitaria” opera en el análisis de la coyuntura constituyente como etiqueta reduccionista, precisamente porque omite estas trayectorias y heterogeneidades, pero también porque —según mi observación— las vertientes más identitarias y culturalistas de estos movimientos no son las que llegaron a la Convención Constitucional, independiente de que se expresaran allí ciertas retóricas identificables con ellas.

Para desarrollar esta discusión partiría por una cuestión obvia pero necesaria y de común omitida: ¿qué política no es identitaria si vamos a entender esta como el vehículo que moviliza intereses sociales específicos en una sociedad? Una primera interrogación crítica que cabe hacer aquí es por qué hemos reducido lo identitario a estas causas, pasando por alto que la política de los sectores sociales dominantes es pura identidad de clase, que todo su universalismo y nacionalismo no es otra cosa que interés particularista disfrazado de interés general (para qué voy a ahondar en algo tan largamente estudiado). Una segunda cuestión preocupante, es la negación de la dimensión universal de las denominadas luchas identitarias, estén o no planteadas con claridad en estos movimientos. Un primer impacto relevante que cabe reconocer, es el que han tenido en las propias izquierdas, por su aporte en la ampliación de los horizontes emancipatorios, cuestión que se produjo a lo largo de todo el siglo XX y que fue clave en la incidencia del otrora Tercer Mundo en la perspectiva revolucionaria a nivel mundial: movimientos que mucho antes de la era del multiculturalismo y de la actual globalización debatieron con las perspectivas rígidas de la clase social, sosteniendo que la cuestión de la racialización, el género y las experiencias de subordinación asociadas a permanencias coloniales se entramaban con la condición de clase y que todo aquello constituía las historias nacionales y globales.

Las luchas feministas e indígenas no pueden ser circunscritas a la era del multiculturalismo, pues son herederas de estas tradiciones y acumulados históricos. Hay huellas del período posrevolucionario y de la pos Guerra Fría, qué duda cabe, pero ni más ni menos que las que también se constatan en todo el espectro de las izquierdas que, o se replegaron en anquilosados esquemas teóricos, o declararon obsoletas las narrativas emancipadoras generales, derivando en celebraciones de los márgenes, diferencias, fragmentos (sorprende sobremanera que desde esas veredas teóricas surjan ahora críticas a una supuesta carencia de perspectiva universal). Discrepo rotundamente de estos análisis, no porque no tenga que existir la crítica, sino porque resulta perniciosa e injusta aquella que parte de prejuicios teóricos previos tan arraigados en la izquierda, y más discrepo aún de esas críticas que están reiterando los juicios vertidos por los Think Tank de la derecha y que han encontrado impresionante eco tanto en la izquierda gobernante como en la izquierda intelectual.

Pero sobre todo, tengo serias distancias con las lecturas del texto constitucional formuladas desde esas premisas. No porque no se hayan desplegado identidades particulares en la Convención (de todos los sectores, insisto), sino porque esas identidades fueron un punto de partida pero no necesariamente de llegada. Hubo acuerdos, hubo negociaciones arduas —con los respectivos berrinches e intervenciones desafortunadas, como ocurre en todo órgano democrático— y, sobre todo, no podemos olvidar que tanto las feministas como los escaños reservados indígenas no ejercieron su labor solo votando por lo que se relacionaba con sus causas, sino que estuvieron presentes en todas las comisiones y en las votaciones de todos los articulados. Cabe destacar aquí que, a diferencia de otras constituciones, el reconocimiento de estas causas no se remite a uno o dos artículos, ni se restringió a cuestiones de reconocimiento meramente cultural o simbólico, como algunos de los textos aquí compilados sostienen, sino que constituyeron miradas transversales, que no se entienden sin la lógica redistributiva que tiene el texto rechazado, en la que se imbrican cuestiones económicas, políticas y territoriales, además de las culturales.

No es esta una defensa cerrada de los movimientos que tantas descalificaciones están recibiendo por estos días, pues estos tienen deficiencias como cualquier otro, pero no creo que sean las que se les están endosando. Noto allí cierta caricatura y cierto desconocimiento sobre cómo estos movimientos operan: en el caso indígena, por ejemplo, es recurrente la retórica sustancialista y autoexotizante, que actúa como mecanismo de legitimación frente a sociedades que los comprenden como otredad cultural y les exigen pureza, pero otra cosa es la política que despliegan, ni qué decir las distintas vertientes que hay en su seno y que en esta coyuntura fue evidente, con una vía política institucional de un lado, y una vía política insurgente del otro, por señalar solo el trazado más grueso.

Cabe aquí un paréntesis sobre la plurinacionalidad, devenida en “leprosario” como tan descarnadamente lo expresa Claudio Alvarado en su texto, tratada por la intelectualidad de derecha y de izquierda como producto académico y hasta decolonial. Esta corresponde a la forma más articulada que ha asumido esa vía institucional en América Latina, cristalizada como modelo político en la región andina pero cuyo sustento es una lucha indígena continental y mundial de los pueblos indígenas en torno a las demandas de autonomía territorial y autodeterminación política al interior de los Estados nacionales (tal vez una crítica que se podría hacer hoy es el uso de un concepto que pudo no haber sido necesario para expresar esas demandas largamente arraigadas en el movimiento mapuche surgido de la posanexión forzosa). La plurinacionalidad es producto de un pensamiento político indígena construido durante décadas, mientras que el uso de la palabra puede ser rastreada desde fines de los 80 en los circuitos de los movimientos, tanto nacionales como trasnacionales. He visto el uso en, por ejemplo, la Declaración de París, de 1991, y sobre todo en la Tesis Política de la CONAIE, una publicación de 1994 —disponible en internet hace muchos años— que reúne a su vez los acuerdos del Congreso Nacional de esa supra orgánica indígena realizado en 1993. Digo todo esto para discutir con datos una de las tesis más curiosas: que la plurinacionalidad sería un producto de la teoría decolonial (la tesis es de Aldo Mascareño, auspiciada por el CEP y puesta en circulación en febrero de 2022, con una cálida acogida de la prensa del duopolio, y por lo visto, también por una parte de la izquierda intelectual). Si las fechas que proporciono aquí hacen insostenible esa paternidad decolonial (corriente que entra al ruedo académico bastantes años después), no menos grave es pasar por alto que dicha corriente no dialoga con el pensamiento político indígena, mucho menos con el plurinacional, precisamente porque un proyecto que tiene como horizonte la refundación de los Estados monoculturales y la disputa del poder político, gobiernos incluidos, no tiene cabida en una perspectiva primitivista y antimoderna como la decolonial. Eso sin contar la gravedad del desconocimiento que las sociedades nacionales siguen teniendo de los pueblos indígenas y sus trayectorias tanto teóricas como políticas, que termina concediendo la autoría de esos constructos a los académicos blancos y famosos de turno.

Más allá de estas precisiones, me gustaría destacar que los movimientos indígenas son también campos de debates y deliberaciones, donde la política identitaria ha sido materia de análisis críticos desde hace ya bastante tiempo. La plurinacionalidad o, más ampliamente, las demandas de autonomía territorial y autodeterminación política son justamente la vereda contraria al reconocimiento multicultural centrado en aspectos simbólicos, culturales y en reparaciones menores que eluden sistemáticamente la cuestión territorial y de la opresión racial. Esa es la vertiente política que llegó a la Convención tras ganar a otras candidaturas de escaños reservados que iban en otra línea.

Para cerrar este punto, dos cosas: primero, recomendar encarecidamente los textos de Claudio Alvarado y Karina Nohales en este volumen, brillantes en cuanto a análisis crítico y prueba palpable de la existencia de dimensión universal y perspectiva de clase de las vertientes indígenas y feministas que arribaron a la Convención. Lo segundo, es más bien una pregunta: ¿por qué tenemos que asumir que la plurinacionalidad fue tan decisiva o por qué tenemos que relatar los resquemores que efectivamente levantó de acuerdo a los códigos discursivos del campo oligárquico? Habiendo pasado algo de tiempo, creo que si no era la plurinacionalidad iba a ser cualquier cosa y que lo gravitante, al final, ni siquiera fueron los temas (siempre existe la posibilidad de aprobar para luego cercenar y hacer de las leyes letra muerta, como tantas veces ha ocurrido aquí y en el mundo), sino la urgencia de cortar de cuajo la posibilidad de una política con pueblo y con los pueblos, para regresar a su territorio exclusivo de profesionales y expertos en el que están ahora. Allí adquiere sentido el descrédito y la ridiculización a la que tenemos la obligación ética de salirle al paso, algo en lo que concuerdo plenamente con Alvarado.

Epílogo

Al pensar una cuestión tan compleja como la derrota, creo que podemos coincidir en que confundimos la fuerza de las ideas con la fuerza política (una vez más). Fue así como a pesar de que un mínimo de conocimiento histórico nos decía lo contrario, quisimos creer que la revuelta popular abrió un camino de transformación lineal, pero el resultado del 4 de septiembre nos dijo que el asunto era algo más complejo y de largo aliento, y esto en caso de que el ciclo no esté ya completamente cerrado, como bien se pregunta Manuel Antonio Garretón en este libro y como muchos sospechamos también desde hace rato. Sobre el plebiscito mismo, me inclino a pensar en el peso abrumador de una coyuntura que se tornó desfavorable por múltiples factores que se indican en los textos, lo que activó las capas estructurales de la desigualdad, como el racismo, la misoginia y la precariedad extrema, expresada en el temor a perder lo poco que se tiene. Frente a estos resultados y sobre todo frente a los apresurados juicios al voto popular, me preguntaba ¿qué sociedad que se ha embarcado en procesos de transformación, incluidas las revolucionarias, no ha sido a su vez racista y misógina? (incluyo a los países donde se aprobaron constituciones plurinacionales). No parece que esas sean las claves para explicar lo sucedido, y que la pregunta histórica debería ir más bien por indagar cómo y por qué ese racismo y esa misoginia se activaron.

Pero la interrogante más compleja sea tal vez la que apunta Faride Zerán en el texto que cierra el volumen: ¿la izquierda intelectual y la partidista va a abandonar las causas que está calificando de identitarias en aras de una economía de votos? A lo cual agrego, ¿en la necesaria crítica a los esencialismos vamos a esencializar de contrabando el denominado “sentido común popular” de un lado o los lenguajes de la derecha por el otro? Y lo más importante: ¿quién reivindica hoy, a pesar de las críticas que podamos tener, que la izquierda avanza con esos movimientos y con esas causas o no es tal? ¿Quién se coloca hoy del lado de los más perseguidos y denostados, incluidos las y los migrantes, sobre cuya persecución se ha tendido un manto vergonzoso de silencio?

Este libro representa para mí la necesidad de pensar las deficiencias políticas diversas que incidieron en la derrota electoral sin tomar distancia de ellas, mucho menos culpando a los mismos de siempre. Tampoco de cuestionarnos de manera autodestructiva sino para esperar/construir nuevos momentos; para que toda esta experiencia tan esperanzadora como dolorosa constituya una memoria colectiva y un aprendizaje. Las crisis son momentos de universalización en sociedades abigarradas, de encuentro, como bien dijo el desaparecido René Zavaleta, ese marxista boliviano que Claudio Alvarado invoca de manera tan precisa. En la revuelta y en la Convención comenzaron a producirse esos encuentros y esa es una ganancia que nunca tenemos que olvidar.