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El rompecabezas de Gabriela Mistral. Entrevista a Elizabeth Horan

La profesora, traductora y editora estadounidense acaba de publicar Mistral, una vida. Solo me halla quien me ama (Lumen), el primero de tres volúmenes de una extensa y documentada biografía de la premio nobel, que retrata sus años de formación y contribuye a desmitificar su figura. En esta entrevista, Horan comparte los detalles de su investigación, que inició hace cuatro décadas, y adelanta algunos datos de sus próximos títulos.

Por José Núñez | Foto: Lorena Palavecino

En 1900, Gabriela Mistral tiene 11 años y asiste a la Escuela Superior de Niñas de Vicuña, donde está a cargo de distribuir los pocos suministros escolares que entrega el gobierno. Estos deben durar un año, pero como las alumnas los toman a su antojo, al poco tiempo la provisión se acaba. Las sospechas recaen en Lucila (nombre real de la poeta), por lo que registran su casa y encuentran varias resmas de papel junto con otros materiales. La acusan de haberlos robado, sin verificar cómo los obtuvo (gran parte de ellos eran obsequios de amigos de su familia, que eran profesores).

En este punto, la historia se torna algo más trágica: sus compañeras deciden castigarla, supuestamente apedreándola en la calle, y la directora de la escuela la declara inútil para los estudios y la expulsa. Truncada su educación formal, la opción que le queda a la joven elquina es dedicarse a labores domésticas, algo contra lo que se rebeló, como ella misma cuenta en una autobiografía publicada en 1988 en la revista Mapocho.

Este episodio es, quizás, bastante conocido por los seguidores de la escritora, ya que explica en parte su formación autodidacta. “Las anécdotas más conocidas dentro de la vida de Gabriela Mistral son, desde luego, sus propios relatos del sufrimiento y las exclusiones que experimentó en su empeño de acceder a la enseñanza”, escribe Elizabeth Horan en Mistral, una vida. Solo me halla quien me ama (2023), el primero de tres volúmenes de una nueva biografía de la poeta.

Mediante una revisión minuciosa de su archivo, compuesto por cientos de cartas y manuscritos, la escritora, editora, traductora y académica estadounidense examina este y otros episodios de la vida de la premio nobel con el fin de despejar el componente de ficción que los acompaña. Algunos investigadores dudan de que haya sido apedreada por sus compañeras, pero el detalle hace más dramática la historia, y cuando Mistral se refería a ella a menudo lo hacía con el propósito de atraer ayudantes, conseguir patronazgo o dictar alguna enseñanza moral. Esta biografía se propone revisar dichas historias, en contra de los acercamientos previos a la vida de la poeta, que, según la autora, casi siempre coinciden con la versión de Mistral y pertenecen al género de la hagiografía, es decir, los relatos de la vida de los santos.

—Ella también contribuyó al mito. La hagiografía forma parte de la cultura común; son cuentos que tienen un patrón. Las santas, por ejemplo, deben desprenderse de su sexualidad. No pueden entrar en la vida de la nación como mujeres, sino como personas asexuadas, o como honorary man [término que describe a las mujeres que poseen un grado de poder en armonía con el orden patriarcal]. Hay una serie de pruebas donde tienen que demostrar que están dedicadas a la oración, que pueden resistir el mal, y Gabriela Mistral hizo uso de este modelo, aunque no creo que lo haya hecho de forma consciente —explica Horan.

Mistral, una vida. Solo me halla quien me ama. Lumen, 2023. 468 páginas.

La profesora de la Universidad de Arizona lleva cuatro décadas estudiando la vida y obra de la poeta. Ha publicado diversas investigaciones sobre literatura hispanoamericana y editado, en colaboración con otras especialistas, la correspondencia entre Gabriela Mistral y las escritoras Victoria Ocampo y Victoria Kent. En Mistral, una vida. Solo me halla quien me ama, Horan retrata sus primeros treinta años de vida, desde su nacimiento en el Valle del Elqui, pasando por sus años como profesora en distintas ciudades del país; hasta el momento en que deja Chile rumbo a México, en 1922. Además, busca responder la pregunta sobre cómo una joven pobre, nacida en un lugar remoto del mundo, logra alcanzar la cima en distintos campos profesionales, como lo fueron la literatura, el periodismo, la docencia y la diplomacia, en un contexto con pocas oportunidades para las mujeres. Todo esto refleja su ambición y perseverancia, como lo plantea Horan en el libro:

—La ambición venía hasta cierto punto de haber recibido una buena educación en casa de parte de su hermanastra, que era maestra y tenía 14 años más. Fue una niña adorada, que creció en una familia en que todas las mujeres sabían leer y escribir. Según el censo de la época, pocas podían hacerlo. Entonces, tenía modelos de mujer letrada, no solo de dueña de casa. También es una época en que hay muchas revistas y periódicos en cada provincia. Varias personas han dicho que ella es magnífica porque supera su medio; yo digo que es producto de él. De los medios de comunicación para los cuales trabajó desde los 14 años.

Pero además sentía que no tenía otra opción, ¿no?

—Lo dice con sus propias palabras: ‘Si hago eso [ser ama de casa], estoy perdida’. Además, tenía la obligación de mantener a su familia, ya que su hermanastra era malísima con el dinero. Y sabe desde la adolescencia que tiene una capacidad verbal, que según ella viene de haber encontrado algunos papeles de su padre, que era un buen versificador. Hay un poema muy largo de él sobre las plantas de La Serena, que incluso nombra en latín. Su padre recibió una buena educación y, si se hubiera hecho cura, como quería su madre, tal vez Gabriela Mistral no hubiera existido. No tenía muchas alternativas y por suerte tenía estas dotes verbales y la ayuda de la prensa. Además, habría que pensar en lo carismático de su personalidad, que se nota desde temprano.

¿Cuáles fueron las estrategias que utilizó en su camino de ascenso?

—Usó las cartas, que son fundamentales, porque uno no tiene que estar presente. Usó las cartas para presentarse ante poetas que no la conocían. Tenía un patrón, un modelo para impactar en las amistades y seguir una cadena: se hizo amiga de todos los cercanos de un amigo target [objetivo]. Y lo hizo toda la vida. Con eso pudo trasladarse de un sitio a otro cada dos años, preparando todo previamente. No es para nada patiperra, es una estrategia. Además, se trasladó a lugares en conflicto [México poco después de la Revolución mexicana o Lisboa durante la Guerra Civil española, entre otros], a punto de estallar o después de haber estallado, como buena periodista o espía.

En el libro también abordas la relación que mantuvo con sus secretarias, quienes se encargaban de guardar sus secretos.

—Es bastante complejo. Por ejemplo, [la educadora y diplomática mexicana] Palma Guillén fue su banquera. Controlaba su plata, y hasta cierto punto también era su empleada. Me pregunto por qué esas mujeres tan inteligentes trabajaron para Gabriela Mistral durante tantos años. No era un trabajo fácil, para nada, pero tenía sus compensaciones. Entre otras cosas, ando en busca de eso: ¿cuáles fueron esas compensaciones? Tengo un amigo mistraliano, muy querido, que leyó algunos de los capítulos y me dijo que estaba demasiado preocupada por el asunto del dinero, y yo pensaba “bueno, de qué vivimos”. El dinero y el amor están casi siempre relacionados.

***

El interés de Elizabeth Horan por Gabriela Mistral comenzó en los años ochenta, al toparse con sus libros en la biblioteca de la Universidad de California, donde cursaba su doctorado. Lo primero que la impresionó fue la originalidad de su poesía, que en Mistral, una vida describe como “diversa, extraña y atrevida”, sumado al hecho de que la poeta era prácticamente desconocida en Estados Unidos, a pesar de haber sido la primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura, en 1945. “El primer libro que estudié detalladamente fue Poema de Chile (1967), que escogí porque muy poca gente había escrito sobre él”, recuerda.

En esos años conoció a una exiliada chilena, que había sido educadora de párvulos y miembro de un grupo folclórico, y que la ayudó a mejorar su español. Ella la instó a escribirle una carta a Doris Dana, la expareja, secretaria y albacea de Mistral, para contarle la profunda impresión que le habían causado sus escritos y pedirle permiso para traducir al inglés algunos de ellos. Más tarde, en 1985, estuvo en Chile por primera vez, gracias a una beca que le permitió profundizar en sus estudios sobre la poeta.

Fotografía: Lorena Palavecino.

—De vez en cuando la gente me preguntaba por qué estaba acá [en Chile]. Para estudiar la obra de Gabriela Mistral, les respondía. Y me apartaban para decirme “sabe, dicen que era lesbiana”. Lo lindo de ser una extranjera aquí, sobre todo en aquella época cuando no había tantos, es que uno puede fingir ser mucho más tonta de lo que es en realidad, y así la gente cuenta más cosas. Pero en este caso no lo hacían, tan solo me decían “tiene que pensar en eso”.

En 1987, de regreso en California, Horan conoció al escritor y académico Fernando Alegría, uno de los primeros críticos de la obra de Mistral. Alegría había sido agregado cultural del gobierno de Salvador Allende en Estados Unidos, razón por la que estaba exiliado en ese país, haciendo clases en la Universidad de Standford.

—Él me dijo: “Elizabeth, tiene que escribir sobre Mistral como lesbiana, alguien tiene que hacerlo”. Y yo pensaba: “bueno, no es la mejor forma de empezar mi carrera educacional” —dice entre risas—. Cuando conocí a Doris Dana, que era una lesbiana bastante obvia, le pregunté: “¿qué debo decir cuando los estadounidenses me preguntan si Gabriela Mistral lo era?”.

¿Y qué le respondió?

—Por qué ponerla en esa cajita tan pequeña. Fue queer, sin duda, pero fue muchas otras cosas también.

En 2007, su investigación dio un giro cuando los archivos que Dana guardó celosamente por medio siglo fueron donados a Chile por su sobrina y albacea Doris Atkinson. El material fue digitalizado y puesto a disposición del público por la Biblioteca Nacional a partir de 2011, y contenía cientos de cartas, fotografías, libros y cintas magnéticas con las grabaciones de audio que Dana solía registrar de su vida diaria con Mistral. Horan tuvo que redactar y revisar algunos capítulos de su biografía mientras aprendía a navegar a través de ese gran volumen de archivos.

—Es un hallazgo continuo y totalmente adictivo. El subtítulo de la biografía, Solo me halla quien me ama, es una línea que viene de una poesía desconocida que se publicó en Almácigo [libro de 2008 que reúne poemas inéditos encontrados en su legado]. Es extraordinario que tengamos una premio nobel con tanta poesía no publicada. Hay mucho que nos queda, y creo que debe ser un trabajo colectivo. Hay una tradición en los estudios mistralianos, que tal vez viene de un cierto amor por la jerarquía, de poner a alguien a cargo. Pienso que debe ser un crowdsource [un modelo de colaboración abierta], porque muchas veces es un rompecabezas.

¿Has tenido que armarlo sola?

—Le pido ayuda a los amigos que me soportan. Cuando escribí este volumen, encontré un nuevo grupo de cartas. Sabía que esa colección era muy importante y tuve que publicarla, ya que otra persona podía hacerlo mal, sin poner las fechas de manera sistemática. Entonces fui donde dos amigas mías, colegas en la universidad [de Arizona], ambas hispanoparlantes, para decirles que quería hacer un libro con esa colección. Había puesto las fechas, pero no entendía algunas veces la letra. Entonces lo hicimos juntas y lo publicamos en España en 2019, bajo el título Preciadas cartas (Editorial Renacimiento). También recibo ayuda de personas interesadas en Mistral cuando coescribo un artículo, porque finalmente es un rompecabezas y estos se hacen de forma colectiva.

¿Qué hechos de la vida de Gabriela Mistral vas a tratar en los próximos libros?

—En el segundo volumen, Gabriela y Palma, investigo lo que pasó en México, los comienzos de su amistad con Palma Guillén, las estrategias que ambas utilizaron para ir a Europa, su trabajo en la Liga de las Naciones [el antecedente de la Organización de las Naciones Unidas], su trabajo periodístico como corresponsal en el extranjero y el momento en que el niño que ellas llamaban Yin Yin entra en sus vidas. El tercer volumen comienza en 1940, luego de que estalle la Segunda Guerra Mundial. Mistral, el chico y su secretaria salen de Europa pocas semanas antes de la caída de Francia y van a Brasil. Esa es una época aparte, que requiere mucho trabajo. Luego está el Nobel y su relación con Estados Unidos. No hay una fecha precisa para la publicación del próximo título, pero me imagino que saldrá alrededor de abril de 2025.