El Premio Nacional de Geografía advierte que el clima no es producto solo de la naturaleza, sino también de las intervenciones urbanas. “Como consecuencia de ello, ha perdido su calidad de bien libre, bien común y se ha convertido en un commodity más”, dice Romero.
Por Joana Carvalho – Radio Universidad de Chile
Incluso días antes de su comienzo, el verano causó estragos en el país, especialmente en la Región Metropolitana (RM), con temperaturas que bordearon los 40° grados y que vinieron de la mano de una serie de incendios forestales, algunos provocados, que han ocasionado la pérdida de alrededor de 11 mil hectáreas.
Así, a comienzos de la ola de calor, autoridades metropolitanas como el gobernador regional, Claudio Orrego, y la delegada presidencial, Constanza Martínez, reconocieron las desigualdades climáticas que se presentan en distintas zonas y comunas de la RM, porque “no es lo mismo sufrir la ola de calor con aire acondicionado, a vivirla en casas con mala aislación térmica”, o porque el “clima de Vitacura no es el mismo que el de Cerro Navia”, producto de la falta de áreas verdes y forestación en comunas rurales y/o periféricas.
En conversación con Radio y Diario Universidad de Chile, el Premio Nacional de Geografía y académico de la Universidad de Chile, Hugo Romero Aravena, aclaró que una ciudad es una transformación profunda e irreversible de lo que se entiende como clima natural, y entre sus características más importantes nombró las islas de calor, de humedad y de ventilación.
El cambio de los espacios naturales y agrícolas que existían en las cuencas que hoy son ciudades, como ocurre con Santiago, han implicado un impacto climático que no ha sido evaluado por la planificación urbana ni políticas públicas específicas. “Todos los crecimientos urbanos de Chile han implicado transformaciones importantes en el medio ambiente en la generación de estas islas, islotes, corredores, puntos de calor o frío extremo”, sostuvo.
De esa manera, señaló que el clima es una construcción social, ya que no está dado solo por la naturaleza, sino también por las intervenciones humanas. “Como consecuencia de ello, desafortunadamente el clima de la ciudad ha perdido su calidad de bien libre, bien común y se ha convertido en un commodity más”, opinó.
En esa misma línea, explicó que ahora el clima es un producto de mercado debido a que solo quienes tienen capacidad de adquisición pueden vivir en un barrio donde hay vegetación y que se encuentra mejor localizado respecto a los factores climáticos. Esto se traduce en que solamente una parte reducida de la población reside en sectores con “temperaturas más moderadas, menos calor, menos frío, mayor ventilación y consecuentemente un medioambiente más saludable”.
El experto en los efectos geográfico-ambientales del crecimiento urbano manifestó que ninguna autoridad le ha prestado atención a esta problemática, tanto en Chile como en Latinoamérica, puesto que conforme crecen las ciudades se arrasa con los humedales, bosques y zonas de cultivo por áreas impermeabilizadas (superficies que evitan el movimiento del agua hacia el interior del suelo) que eliminan la vegetación, mientras que se siguen generando fuentes de contaminación.
“El automóvil aparece como un verdadero cáncer urbano sin que a nadie le preocupe sustituirlo por un adecuado transporte público”, destacó
De las buenas voluntades a un serio reconocimiento político
Chile ha suscrito diversos tratados internacionales relacionados a la protección del medio ambiente, no obstante, el especialista en gestión de recursos terrestres indicó que es necesario pasar de las declaraciones ecologistas a una investigación al servicio de la toma de decisiones, un aparato público comprometido y un entendimiento de parte de la sociedad de que el buen clima es un derecho ciudadano. En ese sentido, urge dejar de considerar al clima como un derecho natural. “El clima de la ciudad es una construcción política que refleja en su composición la desigualdad social (…). Creo que es una reflexión que desafortunadamente no ha ocurrido”, recalcó Romero, y agregó que “el Acuerdo de París y todos estos argumentos nos hacen perder de vista que en la vida cotidiana no estamos teniendo consecuencias con estas declaraciones”.
“El clima debe ser desnaturalizado y convertido en objeto político importante. Es interesante, porque el poder político consiste en crear en la ciudad áreas de muy buena calidad climática en que tú tienes que pagar $5 mil dólares el metro cuadrado para mantener situaciones de condiciones climáticas extremas, de inseguridad ante las inundaciones y altos niveles de contaminación”, comentó.
El especialista explicó que esto se relaciona con el nivel de escasez habitacional creado por el mercado inmobiliario, el que otorga mayor valor a los sectores más privilegiados. “La ciudad es una fábrica del dinero y del capital, por eso generar escasez significa que las zonas más confortables sean pocas, porque si fueran muchas, el precio bajaría”, señaló.
Romero declaró que circunstancias como las que se han vivido este año en términos climáticos, así como la falta de acción estatal en materia de medioambiente, demuestra que el país no está realmente comprometido con una planificación urbana que pueda equilibrarse con el cuidado del medio ambiente. “Hay que impulsar fuertemente una urbanización armoniosa con la naturaleza, pero que al mismo tiempo dé cuenta de las desigualdades y que encuentre soluciones para estas”, afirmó. El problema es que intervenciones de mayor vegetación significan una inversión de miles de dólares para la instalación y mantención, por lo que con el presupuesto desequilibrado de las comunas, solo las del sector oriente como Vitacura, Las Condes, Lo Barnechea, entre otras, son aquellas que podrían hacerse cargo de la implementación con sus fondos municipales. Por lo mismo, el geógrafo enfatizó que el presupuesto debe aumentar para esos fines y que el Estado debe tener un rol mucho más activo en la materia.
Este texto fue publicado originalmente en Radio Universidad de Chile en 24 de diciembre de 2022.