A pesar de ser una de las autoras chilenas más completas y prolíficas del siglo XX, todavía hay mucho por descubrir sobre la vida de Marta Brunet. ¿Qué sabemos sobre ella hasta ahora? La académica e investigadora Natalia Cisterna, quien lleva años investigando su obra, responde esta pregunta y explica cómo Brunet le dio a sus protagonistas mujeres un derecho que la literatura chilena patriarcal les había negado: el de ser dueñas de una subjetividad y una memoria personal, única e irrepetible.
Por Natalia Cisterna Jara
En 1963, editorial Zig-Zag publicó bajo el título de Obras completas de Marta Brunet una importante recopilación del trabajo literario de la autora chilena. No era común, por aquellos años, que un escritor —y menos aún una escritora— tuviera la posibilidad de ver en vida una edición de estas características de su trabajo. Sin embargo, Marta Brunet había obtenido el Premio Nacional de Literatura dos años antes, lo que justificaba totalmente la decisión de Zig-Zag de publicarla. En el prólogo al libro recopilatorio, Hernán Díaz Arrieta —más conocido bajo el seudónimo Alone— confirmaba la necesidad del mismo enfatizando que no estamos frente a una aparecida en el mundo de las letras: “No podrá decirse que acabamos de conocerla”, dirá socarrón el famoso crítico chileno, agregando que desde 1923, fecha de publicación de su primera novela, Montaña adentro, la crítica ha redactado un sinfín de artículos sobre la autora y su obra, a tal punto que ya existen quienes pueden considerarse, como él, “técnicos en Marta Brunet”. Brunet, por tanto, de acuerdo a la visión de Alone, no era ninguna desconocida en el campo cultural. Por el contrario, era valorada por sus pares y su literatura había sido ampliamente estudiada.
El próximo año se cumplirán seis décadas de esta memorable edición y de este prólogo. Seis décadas y, sin embargo, mientras más información tenemos de Marta Brunet, mientras más escritos suyos conocemos, mientras más material de archivo saca a la luz antecedentes insospechados de su vida, menos cercanas/os nos sentimos de las certezas del crítico. Lo cierto es que al profundizar nuestro conocimiento sobre la figura y obra de Brunet, estamos solo en condiciones de afirmar que, si bien no acabamos recién de conocerla, tampoco la hemos terminado de conocer. Estamos lejos de saber quién era Marta Brunet y de imaginar siquiera el volumen total de su obra. Hace algunos años, la escritora argentina Sylvia Molloy hacía el ejercicio de revisar el cuadro cronológico que acompañaba las obras completas de la venezolana Teresa de la Parra, específicamente la columna en que se anotaban acontecimientos biográficos relevantes de la autora. Molloy advertía que esa columna, que registraba acontecimientos nacionales y mundiales, estaba repleta de silencios. Así, el cuadro arrojaba la errónea imagen de que mientras en el “mundo exterior” sucedían muchas cosas, “Teresa de la Parra apenas vivía”. Al realizar una observación parecida a los datos biográficos de Marta Brunet que se recogen en distintas notas de prensa de su época, estudios de su obra, ediciones y antologías, también encontramos un rompecabezas con un número enorme de piezas faltantes. Y si bien en el segundo volumen a la Obra narrativa (Ediciones UAH, 2017), del que estuve a cargo, nos esforzamos por corregir errores y completar información, sigue siendo aún un cuadro muy incompleto de lo que constituyó su trayectoria.
¿Qué sabemos, entonces, de Marta Brunet? Hace 15 años atrás, con Ediciones Universidad Alberto Hurtado, emprendimos la tarea de hacer la primera edición crítica a la obra narrativa completa de Marta Brunet. Sabíamos que en la edición de 1963 faltaban muchos relatos. El crítico chileno Raúl Silva Castro ya lo había advertido en 1964, al notar la ausencia de varios de los cuentos de la escritora publicados en su primera etapa de producción. En esa tarea de búsqueda de sus libros y cuentos aparecidos en prensa fueron surgiendo escritos de singular valor. Muchos de ellos eran crónicas, entrevistas y ensayos que no se integraron a los dos gruesos volúmenes finales que recogimos en sus novelas y cuentos. De lo que conocemos hasta ahora, podemos decir que Marta Brunet publicó ocho novelas, cuatro libros de cuentos y uno de poemas para niños, además de un número todavía indeterminado de relatos que aparecieron en distintos medios chilenos y extranjeros. En las Obras completas de Zig-Zag se agregaron otros dos libros de cuentos inéditos (Solita sola y Las historia de Mamá Tolita) y se incluyó, bajo el título “Otros cuentos”, un apartado con once relatos breves que habían sido publicados previamente en diarios y revistas. En el segundo tomo de la edición crítica Marta Brunet. Obra narrativa, recogimos 31 relatos nuevos que hasta ese momento no habían sido incluidos en ningún libro y que habían sido publicados por única vez en distintos medios de circulación periódica en Chile y el extranjero. Asimismo, sabemos que Brunet incursionó en el ensayo, la crónica, la entrevista y la columna periodística, material que ha ido apareciendo en distintos proyectos editoriales, como el libro recopilatorio de Karim Gálvez y el número especial de la revista Quinchamalí dirigido por Alicia Romero. Estamos, por tanto, frente a una de las autoras chilenas más completas y prolíficas del siglo XX.
¿Qué más sabemos de Brunet? Que fue una de las primeras autoras profesionales en Chile. Vivió de su escritura y de su trabajo cultural e intelectual. Desde temprano tuvo claridad del modo en que se organizaba el campo literario y desarrolló estrategias para incorporarse en él y para que su obra tuviera el reconocimiento que se merecía. Fue capaz, también, de elaborar un proyecto estético en el que uno de sus ejes centrales era la representación de la mujer y, sobre todo, la mujer de origen popular del mundo rural. En la literatura criollista masculina de aquellos años, la imagen de la mujer campesina operaba metonímicamente en relación a la naturaleza. La belleza desconocida y la fuerza destructiva de los parajes alejados de la intervención humana se proyectaban en la sensualidad y el carácter arisco de las jóvenes aldeanas. Brunet nos ofrece un universo nuevo. No solo sus mujeres se sacuden los estereotipos de la pluma criollista, sino que nos propone tal diversidad de personajes femeninos que es imposible encontrar uno solo similar a otro. Cada mujer tiene su historia articulada en deseos, frustraciones y proyectos vitales propios. Marta Brunet entrega a sus protagonistas lo que hasta ese momento la literatura chilena patriarcal les había negado: el derecho a ser dueñas de una subjetividad y una memoria personal, única e irrepetible. Al final del cuento “Soledad de la sangre”, su protagonista, en medio del dolor y la pérdida, toma conciencia de esta valiosa posesión: sus sueños y su historia no le pueden ser arrebatadas.
¿Qué más sabemos de Brunet? Que siendo joven se trasladó a Santiago para publicar su primera novela, que frente a la muerte del padre y pasando penurias económicas a las que no estaba acostumbrada, por provenir de un medio privilegiado, se hizo cargo de una madre enferma y buscó un sinfín de empleos para sobrevivir. Gracias a las cartas descubiertas por el académico Osvaldo Carvajal, en un archivo mal catalogado, y dirigidas al poeta Juan Guzmán Cruchaga, nos enteramos de las dificultades que tuvo con ciertas editoriales cuando negociaba el pago de sus relatos y que la falta de recursos la hizo apostar al azar comprando boletos de lotería. Debido a esas cartas, también, sabemos que tuvo un romance con el escritor. El diario de su amiga María Tupper, publicado en 2014, nos relata que Brunet habría tenido una hija, la que murió a los pocos días de nacer. A la niña la llamó Marisol y dos años más tarde, en 1938, publicará su libro Cuentos para Mari-Sol. Sabemos, además, que Brunet antes de ser designada cónsul en La Plata por Pedro Aguirre Cerda, prácticamente toda la década de 1930 trabajó como columnista y editora para la revista Familia, medio que llegará a dirigir, y que fue colaboradora de revista Ecran y distintas publicaciones extranjeras.
En Argentina, la escritora fue una figura activa. Entró en contacto con el campo cultural trasandino y seguió publicando. Después de más de diez años en ese país, Carlos Ibáñez del Campo, sin explicación, le exigió la renuncia. A su regreso, en 1953, Amanda Labarca, que por aquel entonces ostentaba el cargo de Directora del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Chile, le abrirá las puertas de la institución y la invitará a participar en las escuelas de temporada, para impartir clases de literatura chilena e hispanoamericana. En 1961, será la segunda mujer, después de Gabriela Mistral, en obtener el Premio Nacional de Literatura. Antes que ella, la distinción había sido entregada a Alone, con una escuálida producción literaria, y al historiador Francisco Antonio Encina. Si a esto sumamos que a inicios de los años 60 el grueso de la obra de Brunet ya había sido publicada y que era una figura de vasta trayectoria en el medio nacional e internacional, la entrega del premio fue inexcusablemente tardía y solo se explica a partir de las lógicas de exclusión y desvalorización que sufren las mujeres en la esfera pública y, en este caso, en la escena literaria y cultural.
Después de todo lo dicho, pareciera que en verdad sí conocemos bastante de la obra y la vida de Marta Brunet. Sin embargo, no es así. Todavía no contamos con la totalidad de sus escritos; cada año, gracias al incansable trabajo de archivo realizado por distintas/os investigadoras/es, surgen nuevos textos. Gran parte de este trabajo se ha hecho en la última década, ya que por mucho tiempo Brunet fue olvidada. Desde el golpe de Estado, fueron contadas la reediciones de sus obras. Muchos de sus libros solo se conseguían en librerías de textos usados, y si no fuera por el esfuerzo y dedicación de académicas como Berta López, su nombre también habría desaparecido de los estudios especializados.
De su vida personal y trayectoria profesional, gran parte de la información que me he limitado a poner en estas páginas es la que hace mucho tiempo manejamos. Recién, hace un par de años, empezaron a aparecer epistolarios y publicaciones que nos han revelado algunos datos de su vida íntima, su relación con algunas editoriales y sus contactos con el mundo cultural. Las piezas faltantes del rompecabezas son demasiadas: ¿cómo fueron esos primeros años cuando, siendo joven, empezó a enviar escritos a distintos periódicos del sur de Chile? ¿Cómo fue la relación con su familia chillaneja antes y después de que se decidiera a dejar la provincia? ¿Qué tipo de vínculos estableció con figuras del ambiente cultural trasandino y qué proyectos desarrolló en Argentina y Uruguay? ¿Cómo pensaba su obra literaria en el contexto del criollismo y la emergencia de las vanguardias? ¿Por qué no se involucró de manera más activa en el movimiento feminista aun cuando estaba de acuerdo con sus postulados y apoyó públicamente el Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH)? ¿Qué tipo de relación estableció con el medio cultural chileno y con las autoras locales?
Son algunas de las preguntas que surgen cuando revisamos su literatura, sus ensayos y entrevistas. De algo sí estamos seguras: los “técnicos en Marta Brunet”, que insistieron majaderamente en leerla una y otra vez como una autora neocriollista, ya no nos pueden entregar más información ni análisis que nos permitan abordar en toda su complejidad y riqueza a una de las autoras más fascinantes del siglo pasado.
Créditos ilustración: Fabián Rivas.