Fue en un curso de Historia Económica, en mis primeros años en la Universidad de Chile, cuando leí por vez primera la obra del profesor Aníbal Pinto, y aún recuerdo con mucha nitidez la impresión que me causó y cómo el autor fue capaz de transmitirme una frustración que en cierta medida me sigue acompañando. Quizás fue por eso mismo que sentí algo de vértigo al recibir la invitación a escribir un prólogo para una nueva edición del libro.
Revisitar una obra de estas características ha sido sumamente interesante, más aún cuando la discusión actual sigue siendo en torno a las posibilidades de desarrollo de Chile. El pensar en las reformas que se requieren para esto, el anticipar restricciones políticas y culturales, nos ayudan a precisar y calibrar las expectativas respecto a la factibilidad de transformar a Chile en un país desarrollado. Esta es, sin duda, la importancia de releer este texto: imaginar un futuro esplendor considerando los errores históricos que pesan sobre nosotros.
Esta invitación a una lectura crítica y prospectiva tiene al menos dos opciones. Una mirada optimista que reconoce a Chile ad portas del desarrollo. Y una más pesimista, que advierte que aquellos aspectos estructurales que limitaron nuestras posibilidades permanecen y aún condicionan nuestras opciones futuras.
Desde mi experiencia como profesor universitario creo que este material y, por consiguiente, su discusión contemporánea son requisito de primer orden para la formación en las distintas escuelas de ciencias sociales del país. Es importante para las nuevas generaciones de economistas, abogados, cientistas políticos, entre otros, enfrentarse a este relato y desafiar sus intelectos en la búsqueda de mecanismos que cambien una trayectoria que parece venir determinando nuestro desarrollo desde hace mucho tiempo.
Condiciones iniciales favorables
El autor observa que tempranamente se reconoce la importancia de contar con una matriz productiva diversificada (1847). La discusión de la época correctamente identificaba que no era posible ni razonable participar en la producción de todos los bienes. Sin embargo, reconocía que la diversificación actuaba como mecanismo de protección ante las fluctuaciones de precios de recursos naturales y también como estrategia hacia el desarrollo.
Complementariamente, el Ministro de Hacienda, Manuel Rengifo, en los años 1830 llamaba la atención sobre los inconvenientes de la elevada concentración de la propiedad agrícola, los escasos impuestos recaudados y la necesidad de costear beneficios comunes. El lector reconocerá con nitidez la vigencia de esta discusión, que es la misma desde que se retornó a la democracia hasta el presente.
Resulta interesante constatar que las diferencias ideológicas de antaño aún perduran y contribuyen a explicar parte de esta frustración. La falta de convicción de algunas medidas y el abandono de otras generó el pronto estancamiento de importantes avances registrados. La discusión aún vigente respecto a la conveniencia o no de la participación del Estado en actividades productivas y de toda regulación ha sido un tema debatido a lo largo de nuestra historia. Producto de un cambio de paradigma, que fue influido por la discusión de la élite intelectual de la época, se elimina, por ejemplo, la protección a la industria naviera reduciendo a la mínima expresión su relevancia nacional.
Otro ejemplo destacado en el texto es la situación del salitre. Pinto escribe: “nuestro país, consciente de los derechos arraigados y de lo que podía significar el salitre para una economía de exportación en descenso, va a la guerra, o sea al sacrifico supremo; logra la victoria y de inmediato toma medidas que a corto plazo virtualmente liquidan el dominio nacional de los frutos conquistados”.
¿Una élite despreocupada del desarrollo?
Aníbal Pinto no utiliza el concepto de “élite” en su libro. En efecto, a lo largo del texto se refiere a la clase política, a la oligarquía y a la burguesía. Pero bien, este grupo, de acuerdo con Pinto, jugará un rol primordial a lo largo del desarrollo económico y político de Chile, y nos conectará con una serie de aspectos y realidades que están aún vigentes en nuestro país. El retrato de este segmento de la población y sus efectos en el desarrollo frustrado del país son clave.
Es decir, a pesar de las buenas condiciones económicas y estabilidad política, el autor sostiene que no hubo incremento de productividad y que los progresos tecnológicos no fueron asimilados. Como consecuencia, y a diferencia de otros países comparados en el texto, se observa una economía que transita hacia una alta concentración de recursos, pero al mismo tiempo hacia actividades económicas con baja productividad e inversión. El examen que realiza sobre la agricultura, minería e industria demuestra lo señalado.
Adicionalmente, la clase alta o burguesía, en cambio, es descrita como aquella que defiende esquemas tributarios que le sean favorables, gravitante de forma consistente en el ejercicio del poder e influyente en la toma de decisiones en los aspectos más fundamentales de la política nacional. En comparación con otras economías, la oligarquía en Chile es descrita como rentista, con baja propensión al ahorro e inversión, envuelta en actividades económicas de baja productividad y con menores cargas tributarias respecto a países exitosos en su desarrollo. Como consecuencia de lo anterior Chile divergió de su trayectoria esperada. A modo de ejemplo, según Patricio Meller en Trayectorias Divergentes, en 1950 el producto per cápita de Chile alcanzaba a 2.536 dólares, Finlandia en igual fecha exhibía una cifra comparable de 2.758. En 1970 dichas cifras subieron a 3.687 y 6.186 respectivamente. En 1985, mientras Chile se estancaba en 3.486 dólares per cápita, la economía escandinava llegaba a 9.232. Finalmente en 2016 Chile alcanzaba los 13.792 dólares per cápita, mientras que Finlandia alcanzaba a 43.402.
Desigualdad de ingresos y opciones al desarrollo
Por otra parte, Chile no ha sido capaz de desarrollar un sistema de protección social que dé garantías de bienestar a la gran mayoría de la población. La seguridad social y tributación es soportada de forma importante por grupos de menores ingresos. Existe poco espacio para la redistribución. En suma, se señala una política fiscal con sello regresivo. Esta situación, persistente hasta el día de hoy, sigue siendo calificada como una economía de alta desigualdad. Evidencia reciente da cuenta de que los espacios de movilidad social son muy limitados.
La educación juega un rol clave en ambos aspectos: desigualdad y movilidad social. Llevar adelante reformas que busquen corregir esta situación es complejo, por cosmovisiones ideológicas arraigadas a través de la historia y que limitan la posibilidad de alcanzar acuerdos. La presencia de un desacople entre política y economía también persiste en estas dimensiones: corregir esta situación es necesario pero muy costoso. Los recursos requeridos significan una importante carga tributaria, donde los sectores más pudientes generalmente se han opuesto a reformas sustantivas y las prácticas elusivas son comunes. ¿Podrá ser Chile entonces un país desarrollado?
Los patrones descritos en este libro, las persistencias registradas, la polarización política y el bloqueo de reformas no contribuyen al objetivo señalado. Hemos carecido de una mirada colectiva de largo plazo. Nos ha faltado austeridad por un lado, y por otro nos ha penado la falta de arrojo y determinación para apostar por inversiones que nos hubieran permitido consolidar diversas oportunidades de crecimiento económico. Hoy el panorama no es muy distinto. La elevada concentración de los recursos, la baja productividad y la ausencia de una decidida y firme inversión en capital humano continúan comprometiendo nuestras opciones futuras.
Espero que esta reedición permita que Aníbal Pinto, quien fuera Profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, ilumine a nuestros actuales estudiantes de ciencias sociales y sea insumo de un debate profundo y documentado sobre la persistencia de nuestros errores y nuestras miopías. Desde ahí podríamos imaginar que las nuevas generaciones diseñen un nuevo trazado.